jueves, 30 de diciembre de 2010

47 años avisando



47 años son una pila de años como para no darnos por enterados; efectivamente, no nos hemos dado por enterados; sí, somos así de estúpidos, una raza de estúpidos engreídos y sabelotodos que se la sigue pelando el prójimo si el prójimo nos ha tocado las pelotas ¿A alguien se le escapa el burdo intento, este mismo año, por imitar el apocalíptico e intrincado discurso de Kubrick en aquella tontería llamada IN THE LOOP? Esto no hace más que reafirmar lo que todos veníamos diciendo: DR. STRANGELOVE, OR HOW I LEARNED TO STOP WORRYING AND LOVE THE BOMB no es una película antibélica, sino un compendio-tratado acerca de las infinitas posibilidades de la estupidez humana.
Hablamos de un espacio ignoto pero que el cine se ha encargado de poner ante nuestras narices varias veces, esas altas e inaccesibles esferas en las que verdaderamente "se corta el bacalao". Entonces era la guerra fría y el pánico nuclear, hoy puede ser el infame conflicto por el control del petróleo; siempre ha existido una buena razón para volarnos el culo a nosotros mismos, y si no nos la inventamos, claro. DR. STRANGELOVE cuenta, además, con la ventaja de estar realizada por un genio, un maestro de la inventiva audiovisual capaz de la burla exonerada de solemnidad y una trascendencia incontestable casi sin solución de continuidad. Ésta es la delirante historia de un general de esos que son importantes y mandan, que pierde la cabeza y ordena un ataque nuclear contra la entonces U.R.S.S.; el imprevisible encadenamiento de eventos que se producirá a partir de aquí sirve a Kubrick para orquestar su guiñol humano y mostrar un freak show donde hay militares enloquecidos y sedientos de sangre, políticos asustados ante las consecuencias de sus propios actos y hasta un mad doctor impecablemente recreado por un excelente Peter Sellers, el extravagante y no menos inquietante Dr. Extrañoamor del título, que ha pasado a la historia por méritos propios. Nos encontramos ante uno de esos poquísimos films capaces de trastornar su propia época accediendo a cierto discurso serio mediante la transgresión de los cánones establecidos; lo que aquí fue conocido como "esperpento" y que Stanley Kubrick nos regaló hace ya 47 largos años. Recuperarla estas navidades es un acierto además de un placer.
Saludos "fríos".

Love missile F1-11

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Tira los dados



Una película puede ser alocada y salir bien; nada tiene que ver una cosa con la otra. Por otra parte, hay películas que, más que alocadas, son dislocadas, por lo que un poco de senso no les vendría nada mal; lo malo es saber parar a tiempo, "echar el freno", disponer del ritmo y el tempo adecuadamente, que es lo mínimo que se le pide a un director. Esto es lo que veo en SOUL KITCHEN, el último film del que considero que es el director europeo más sobrevalorado (por encima de von Trier, sí), Fatih Akin. SOUL KITCHEN cuenta la enésima historia "artesanos vs. capitalistas", esta vez con la excusa de un tipo algo desastroso que posee un restaurante, digamos peculiar; su estilo, mezclar sabores del mundo con actuaciones en directo y un ambiente decididamente abierto y familiar. Como está claro, el éxito de la propuesta será olida por unos sabuesos capitalistas, que intentarán comprarle el local a toda costa. En medio de esto, los típicos personajes que el director se empeña en colarnos como atípicos; una cascada de situaciones que hemos visto ya demasiadas veces, con gente que se enamora casi por sortilegio y sin que medien relaciones humanas; un optimismo casi impuesto y que se salta las leyes de la lógica... Sí, claro que puede sonar a cualquier título mítico de la screwball comedy de la época dorada, pero no se lleven a engaño, SOUL KITCHEN es un film sin ritmo (cuando alardea de todo lo contrario) y sin nada importante que contar, así que puede que sólo logre contentar a los incondicionales del director de origen turco, un tipo al que se puede aplicar la misma máxima que, por ejemplo, Emir Kusturica. Esto es: si dejas atrás tus prejuicios y sólo quieres pasar hora y media de evasión sin muchos remilgos al trazo grueso, entonces ésta es tu película; el resto, absténgase ante el peligro de insatisfacción crónica.
Saludos suculentos.

Soul man

martes, 28 de diciembre de 2010

Demonios en el salón



Películas como BROTHERS las hemos visto casi cada año, no con el mismo argumento pero sí con ese tono tan especial que destilan los dramas de corte intimista; y en especial, lo hemos visto en el cine americano, casi más como recurso para salvar guiones mediocres que como inevitable camino narrativo. Y, sin embargo, BROTHERS no tiene su germen en yanquilandia, sino en Dinamarca, puesto que se trata del remake de un film no demasiado conocido de la directora Susanne Bier. Y BROTHERS nos cuenta una descarnada historia de amor fraternal, celos, envidias y mucho moco suelto; la eterna historia del hermano bueno y responsable (aquí un marine al que se da por muerto en Afganistán) y el bala perdida, recién salido de la cárcel y sin oficio ni beneficio. Un buen día, cuando nadie lo esperaba, la familia es informada de que el marine ha sido milagrosamente hallado con vida, lo que dará un inesperado vuelco a la situación, máxime cuando el otro hermano le ha "sustituido" al frente de su propia familia. Y no cuento más porque destriparía el quid. A las riendas de esta producción se puso el veterano Jim Sheridan, un director con oficio suficiente para no descarrilar por las licencias que ya nos son tan familiares en este tipo de películas, en las que se prefiere sacrificar un posible devaneo artístico en pos de la seguridad artesana. En principio, esto se consigue por varias cuestiones: la no confluencia de factores, por lo que el argumento es capaz incluso de sorprendernos; la tibieza política, que yo al menos sí que agradecí (esto podía haber sido un sermón infumable); y, sobre todo, el magnífico trabajo de su cuadro de actores, destacando especialmente a Jake Gyllenhaal y a un colosal Sam Shepard, capaz de reventar cada escena en la que sale con su enorme carisma. En el otro lado de la balanza estarían Natalie Portman, a la que no acabo de ver en este papel de díscola esposa, y un Tobey Maguire al que parece que le cuesta expresarse y que debería ir dejando atrás la alargada sombra del trepamuros por el bien de su inconstante carrera. BROTHERS es un correcto drama, con correctas interpretaciones y correctas maneras; puede que le hubiese venido de perlas una zambullida en aguas algo más profundas (algo que sí ocurría en el film danés), pero se deja ver sin demasiados sofocos ni miramientos.
Saludos, herman@s.

He ain't heavy, he´s my brother

lunes, 27 de diciembre de 2010

Mucho cuento



Otra de las películas que nos han moldeado de manera decisiva a los que nacimos en los setenta, sí amigos, es MOMO... Sí, MOMO, aquella película extrañísima que se hizo al amparo del éxito de LA HISTORIA INTERMINABLE; una franquicia que le ha dado de comer (y muy bien) a un escritor tan limitadito como Michael Ende. Y MOMO iba de una niña que aparecía un día, por la cara, debajo de un puente, aunque los raros eran los tipos que vivían en lo que parecía una especie de estudio abandonado de Cinecittá, lo que no deja de ser ingenioso para disculpar el cantoso atrezzo que se veía por allí a troche y moche. MOMO es una película blanca blanquísima que juega inocentemente a rozar cierta oscuridad, como hemos visto luego, por ejemplo, en la saga de Harry Potter; pero ninguno de sus elementos le llega suficientemente para que podamos indultarla nada menos que 24 años después. Entonces éramos niños que venían del Barrio Sésamo y los novedosos parámetros de La bola de cristal, por lo que cada artefacto de carácter extravagante que se nos presentaba era inmediatamente devorado por aquellas desenfrenadas hordas de futuros blogueros... ¿o no ha sido así? Sea como fuere, lo cierto y verdad es que MOMO ha envejecido terriblemente mal para unas nuevas generaciones que, estoy seguro, no la entenderán en absoluto y, lo que es peor, ni siquiera creo que la respeten. Puede que si deciden rescatarla algún día les entre un poquito de morriña de aquellos tiempos de algodón de azúcar; pero es sólo una apreciación personal, claro...
Saludos grises.

The make believe mambo

domingo, 26 de diciembre de 2010

Rincón del freak #8: "Tardes entrañables del Opus para toda la familia"



El primer sorprendido con los insólitos contenidos de esta sección soy yo mismo; si no, intenten explicar cómo diablos he podido tragarme un mamotreto de 200 minutos acerca de la vida, obra y milagros de un supuesto santo italiano que nació y vivió durante la primera mitad del siglo XX. La cosa en cuestión se llama PADRE PIO, data de hace diez años y fue un proyecto para la RAI impulsado por el actor Sergio Castellitto, cuya vertiente protocristiana desconocía por completo. Castellitto acapara la práctica totalidad de este megatelefilm con maneras que yo creía ya erradicadas por completo del cine; uno cree estar ante el MARCELINO PAN Y VINO de Vajda o LA HERMANA SAN SULPICIO, de Luis Lucia; es decir, artefactos que buscan un lucimiento descarado de la efigie a la que bruñen mediante una guanosa interpretación que apenas deja espacio para que el espectador pueda pensar mínimamente sobre qué está viendo. Se nos cuenta la historia de un niño cuyas inquietudes pasan por tumbarse bajo un árbol en compañía de ovejas, pájaros y hormigas, como un Francisco de Asís cualquiera. Mientras, se gestan las larvas del fascismo, dato éste que apenas es rozado en un metraje tan amplio; porque, claro, lo que cuenta aquí es el lagrimeo del niño convertido en fraile y luego en santo, porque le salen estigmas y convence a la gente de que sean buenos, y protege a los pobres y esas cosas. Hay un intento (y de verdad que no sé si es loable o no) por criticar la ortodoxia católica que también queda diluido en la figura del fraile acusado y luego acusador; un guiño a la historia con un joven Wojtyla preconizado como papa por el padre Pio; un padre Pio que aquí alcanza dimensiones divinizadas, lo que, tras 200 agotadores minutos, es capaz de acabar con la paciencia de cualquiera. Insisto: si tienen enemigos irreconciliables, denles la puntilla, regálenles este DVD tan simpaticote.
Saludos, pío pío.

Painkiller

sábado, 25 de diciembre de 2010

El reverso del cuento de hadas



Todo el mundo cree que THE NIGHTMARE BEFORE CHRISTMAS es una película de Tim Burton; no, es de Henry Selick, el mismo que nos dejó boquiabiertos hace bien poco con CORALINE. Burton tuvo la idea original, escribió la historia, pero me parece de justicia atribuirle gran parte del mérito de esta maravillosa película a Selick y su equipo. THE NIGHTMARE... presenta, ante todo, a un inquietante e inolvidable personaje, Jack Skellington, con los suficientes magnetismo y entidad como para sujetar por sí solo una narración que sólo comprendemos en toda su magnitud una vez nos hemos rendido a ella. Sí, porque THE NIGHTMARE... parece un cuento de Navidad para frikis, con sus gotitas de humor macabro, sus personajes indicándonos las directrices usuales de este tipo de historias; pero nada más lejos. Lo que Burton/Selick nos proponen es una subversión nada acomodaticia del mito de Santa Claus, qué diablos significa realmente en la sociedad actual (las elucubraciones de Skellington en el comienzo asustan por su cruda elocuencia) y qué pasaría si le diésemos la vuelta a algo que se ha apoltronado en nuestras vidas desde hace ya demasiado tiempo. Por supuesto, en el apartado técnico la película es una auténtica virguería, y los números musicales tienen más brio y empaque que, por ejemplo, la basura que acaban de estrenar al lado de mi casa; por eso y mucho más, THE NIGHTMARE BEFORE CHRISTMAS se ha convertido ya en un título de culto entre un público mucho más amplio de lo que cabría esperar y logró lo imposible (con lo que muchos nos relamimos en su momento): ver un producto navideño con ojos reticentes y que nos encante el resultado. Simplemente, una obra maestra de nuestro tiempo.
Saludos cadavéricos.

Les nuits

viernes, 24 de diciembre de 2010

Vuelve, a casa vuelve...



UN CONTE DE NÖEL, de Arnaud Desplechin, me parece una película magnífica, inteligentísima y muy muy mordaz; y lo mejor de todo es que casi nadie que la ha visto parece haberse enterado de nada, por lo que muchos popes de esto de comentar películas han quedado retratados de manera sumaria. UN CONTE DE NÖEL es un complejo minifresco familiar localizado en unos cuantos días de Navidad y usando las cuitas personales, las que siempre afloran en estas fechas "tan entrañables", para hablarnos de dónde se encuentra realmente la mezquindad humana. Para ello, nada mejor que dibujar un personaje intemporal, sublime, un comodín que es más que un personaje, el del insoportable, ininteligible e irreductible hijo, interpretado por Mathieu Amalric, que es capaz de canalizar esta retorcida epopeya de la sinrazón. Navidad, la familia se reúne en la casa de los padres (estupendos Jean-Paul Roussillon y Catherine Deneuve), pero lejos de la felicidad y los momentos entrañables, una sombra empaña esos días; la madre sufre una extraña enfermedad genética y sólo puede salvarse si se encuentra un donante de médula que sea compatible. Por supuesto, las pruebas han de determinar la fatalidad de que sea el hijo no deseado, más un rival que un hijo, el único donante posible. Hay una escena impresionante entre Amalric y Deneuve donde despliegan todo su desprecio mutuo y dejan claro que jamás podrán reconciliarse, que no hay espacio para el afecto entre ellos, lo que Amalric usa de manera repugnante casi como amenaza "Es irónico que tú desearas mi muerte cuando nací y sólo yo pueda darte la vida ahora", espeta con sus maneras de serpiente. Así, UN CONTE DE NÖEL no para de desvelarnos las situaciones personales de cada personaje, cómo actúan entre ellos, cuáles son sus secretos, de una manera que a todos nos suena porque a todos nos pasa esto; lo divertido del asunto es que no se trata más que del barniz, la capa más externa de un hueso muchísimo más duro de roer. Eso es lo que ha desquiciado a la crítica más solapada y rastrera y les ha impedido notar dónde subyace el verdadero valor de esta obra maestra. UN CONTE DE NÖEL mantiene la cámara en la casa de los Vuillard por una sola razón: da igual. En todas partes, el cuento de Navidad se repite; y no hay nada de especial, pero tampoco nada menos. Si no les gusta la Navidad, si esta noche cenarán solos o aún tienen esa botella de vino acumulando polvo desde el año pasado, pónganse UN CONTE DE NÖEL esta noche y prepárense a degustar 150 minutos de cine en estado puro. Advertidos quedan.
Saludos entrañablemente familiares.

Cynicism

jueves, 23 de diciembre de 2010

La comedia. Dos puntos



Comedias hay muchas; que sean realmente divertidas, no tantas. Es un género jodido, la comedia, puede que el más ingrato y difícil de rodar; en una comedia no sólo hay que hacer reír, también hay que dar con el tono adecuado y lograr que el resultado sea creíble. Hay una especie de química sobrenatural en todo esto, algo que se nos escapa y que hace que haya películas inolvidables con las que pasamos un rato estupendo cada vez que las vemos y otras que nos hacen preguntarnos quién diablos las pudo encontrar divertidas en su momento. Grandes directores de comedias los ha habido, sobre todo en el Hollywood clásico; estaban Wilder y Lubitsch, y las maravillosas comedias de Hawks; pero incluso la comedia (de hecho, creo que más que ningún otro género) necesita de una constante renovación. Y antes de llegar Woody Allen e instalar la reflexión metafísica en un contexto cómico e inaugurar la "comedia moderna", Blake Edwards había rodado alguna que otra obra maestra. Y, evidentemente, el título más sobresaliente de su producción digamos "menos seria", es THE PARTY, bautizada aquí como un castizo "guateque". Y THE PARTY es una obra maestra por algo muy difícil y que sólo está al alcance de unos cuantos directores; porque Blake Edwards echó mano de todos los viejos trucos de la comedia clásica precisamente para subvertirla. Las inenarrables peripecias del hierático Hrundi V. Bakshi nos recuerdan inevitablemente a Chaplin y Keaton, pero también hay algo de los Marx y sus sinfonías del caos; la extrañeza con la que este auténtico marciano, un genial Peter Sellers, ha de desenvolverse entre unas criaturas aún más extravagantes, nos remite directamente al Jacques Tati de MON ONCLE o PLAYTIME, donde un ruido debidamente enclavado es más elocuente que un montón de diálogos vacíos. THE PARTY es impensable hoy día, donde todo queda enterrado bajo montañas de explicaciones inútiles; la grandeza de Edwards, y de Sellers, es la de transmitirnos esa increíble sensación de absurdo, de lograr desquiciarnos hasta que, indefectiblemente, nos apiadamos de ese maravilloso inútil que es Bakshi; han tenido que pasar cientos de cosas en una pantalla para terminar diciendo "¿pero qué diablos ha pasado? ¿cuándo empezó todo esto?". Y es que no estábamos viendo una película más en nuestro confortable sillón, en realidad estábamos en una fiesta donde no encajamos en absoluto.
Y, como no logro añadir nada más que merezca la pena, termino aquí con este pequeño homenaje a un grandísimo maestro.
Saludos desde el after.

Banquet

miércoles, 22 de diciembre de 2010

The Sherwood tales #10



Y así, casi sin quererlo, nos hemos plantado en el presente curso, algo que casi (y por motivos obvios) hemos olvidado en este blog en los últimos tiempos. Cine clásico, cine actual... el eterno debate; y yo me pregunto si no estaremos confundiendo los términos y eludiendo la matriz del embrollo. Me doy cuenta de estas cosas, sobre todo, cuando tiramos de memoria cinéfila y comparamos; porque a lo largo de las últimas dos semanas hemos recorrido juntos lo que el séptimo arte ha logrado con un personaje que, hasta entonces, tampoco tenía una dimensión tan amplia como la que ahora mismo disfruta. Y, claro, era impepinable ¿alguien dudaba de que el Robin Hood 2.0 lo iba a hacer Ridley Scott? No, claro que no. Una vez aclarado esto, creo que podemos ir muy tranquilamente a la película en cuestión y hablar un poco sobre ella. ROBIN HOOD (título original...) es, y aunque lo hayan oído cientos de veces este año es así, GLADIATOR con otros ropajes y cambiando la ubicación temporal ¿Es esto necesariamente malo? Según yo veo, no, no es que sea malo en sí mismo copiarte una y otra vez si definitivamente no tienes nada original que contar y es algo que te ha salvado no hace mucho del descalabro; el problema es el siguiente: ¿Qué aporta este Robin Hood a día de hoy? Yo creo que nada, excepto la enésima demostración de poder presupuestario del señor Scott en tiempos de crisis; su simplista discurso sobre buenos y malos nos lleva directamente a los primeros títulos de la serie, con la particularidad de que a estas alturas ya nos sabemos la historia de pé a pá. Este ROBIN HOOD nos estampa en las narices a otro Russell Crowe haciendo lo único que sabe hacer, que es ponerse ahí delante y dejar que la era digital haga el resto; hay un punto interesante, que consiste en ver a Cate Blanchett remontar un personaje de chiste, una improbable lady Marian labriega, a base de su tremendo carisma y profesionalidad. También sale Max von Sydow haciendo de anciano ciego, que tampoco es un tópico... Y William Hurt como un pobre desgraciado que debe plegarse a las maquinaciones del príncipe Juan, que no son tales, porque se trata de un príncipe Juan más desvaído e inerte que nunca, por lo que casi no logramos adivinar quién es el malo de verdad... Bueno, sale este tipo, el calvo Mark Strong, del que pronto nos olvidaremos plácidamente como de un mal sueño y que es el malo que Ridley Scott busca incesantemente, un malvado físico, sin muchos argumentos para exponer su maldad excepto su garrulismo integral; esto, unido al garrulismo bonhómico de Mr. Crowe, da como resultado una vigoréxica versión de una Edad Media que nadie puede creerse que fuese así; porque el pavor de estas producciones es patente cuando un cansado guerrero, con la espada en la mano y una raída cota de mallas, empuja una crujiente puerta de madera y todos nos tememos lo peor, nos decimos interiormente: ¿a que sale un niño jugando a la PlayStation?... Así es de crudo el asunto...
... y, fin...
Saludos ensartados.

Little arrows

martes, 21 de diciembre de 2010

The Sherwood tales #9



La otra película estrenada en 1991 sobre Robin Hood se tituló ROBIN HOOD... Sí, así se tituló...
ROBIN HOOD fue dirigida por el británico John Irvin, uno de esos adorables artesanos curtidos en la BBC, de amplia y ecléctica trayectoria y un título, quizá hoy olvidado, que sobresale entre toda su obra, como fue la durísima HAMBURGER HILL. Sorprendentemente, esta versión del arquero de Sherwood, sin ser de las mejores ni mucho menos, le da cien vueltas a la gilipollez de los dos Kevin; no sólo es más creíble y está mejor interpretada, sino que se deja de milongas y va al grano, que es lo siguiente: Robin es un proscrito porque no comulga con el príncipe Juan ni con los normandos, así que organiza una revolución en toda regla y además se lleva a la chavala. Efectivamente, lo de siempre, pero contado con gracia y salero y sin falsas solemnidades, que es como de verdad va la cosa esta de Robin hood desde la novela de Howard Pyle.
Patrick Bergin, que no me quita el sueño, es infinitamente más creíble que Costner en este papel por infinidad de motivos; Uma Thurman es, a priori, una más que improbable Lady Marian, pero también da el pego con su tremenda naturalidad y desparpajo. En el otro lado, Jürgen Prochnow es el malo, aquí con el nombre del normando Miles Folcanet (nótense las libertades narrativas a lo largo de la historia de este personaje), mientras que el príncipe Juan está interpretado por un actor que es una de mis debilidades privadas más confesables, el enorme Edward Fox, al que un día habrá que hacer justicia de alguna manera.
La película es un puro entretenimiento de aquellos tiempos y ha quedado en un oscuro segundo plano por los motivos que todos conocemos, pero yo les animo, si no lo hicieron en su momento, a que la rescaten y comprueben que, más veces de las que creemos, las apariencias (y sobre todo el marketing) engañan pero que una barbaridad.
Y mañana...
Saludos pro-sajones.

Lamb

lunes, 20 de diciembre de 2010

The Sherwood tales #8



Nótese antes que nada la delicuescente, entregada, anacrónica carita de la ya afortunadamente olvidada M. E. Mastrantonio, quizá la peor Lady Marian de la historia; lo de Kevin Costner era otra historia, pues luego tuvo a Cary Elwes en el lado jocoso y a Russell Crowe en el supuestamente serio... Yo, la verdad, no sé si mi teoría conspiratoria según la cual hace 19 años se inició el imperio del marketing cinematográfico de 0% originalidad se sostiene en absoluto, pero algo de eso debe haber cuando 1991, además de ser el único año capicúa del siglo XX, nos dejó exhaustos con una avalancha llamada ROBIN HOOD: PRINCE OF THIEVES. Nos bombardearon con cientos de anuncios donde veíamos una flecha pegada a una cámara, lo que pretendía ser un efecto especial del copón pero no era más que el causante de náuseas y mareos masivos durante aquel fatídico año. Y, para redondear, salía Morgan Freeman haciendo de improbable árabe que no se creía ni él... Todo un cúmulo de despropósitos almibarados en los vapores de la cancioncilla de marras, la del peor rockero de todos los tiempos. En fin, esta tontada recaudó un potosí y, lo que es peor, abrió los ojos de la industria de par en par con el lema: "guarda un poco del presupuesto e inviértelo todo en publicidad, a lo bestia" o "promociona, que algo queda". De aquí creo que Cameron tomó buena nota para desgracia de los que creíamos que la cosa no iría mucho más allá, lo que tampoco es nada comparado con tener que ver a Robin Hood con la cara de Costner... que yo, francamente, nunca he entendido del todo...
Creo que es la peli sobre este personaje que más ha recaudado, lo que no sé si habla muy bien del marketing de marras o muy mal acerca de aquella generación de principios de los noventa, que fue un caldo de cultivo tan sospechoso para los que cumplimos la mayoría de edad entonces. Así nos fue luego...
Y mañana más de lo mismo...
Saludos del cruzado mágico.

You think you're a man

domingo, 19 de diciembre de 2010

Rincón del freak #7: Tíos con leotardos por el bosque



Bien, como no podía ser de otra manera una vez llegado el domingo, y teniendo en cuenta lo extenso del monográfico dedicado a la figura de Robin Hood, nos hemos topado por el camino con esta sección tan entrañable que nos presenta todas esas películas que quizá no nos atrevamos a admitir que hemos visto, pero que sí, que las vimos en su momento. Y es que hasta el arquero de Sherwood tuvo su parodia en clave estrambótica justo cuando parecía vivir su momento más álgido, a principios de los noventa y con el estreno simultáneo de los títulos que presentaremos en los próximos días.
No hay mucho que contar acerca de ROBIN HOOD: MEN IN TIGHTS, excepto su carácter chusco, repleto de chistes gruesos y sin el menor sentido de la vergüenza. Mel Brooks, de cuya controvertida filmografía hay al menos dos o tres títulos más que destacables, desbarra aquí de lo lindo amalgamando un puñado de sketches que traspasan la mera incorrección política e ingresan directamente en el escupitajo homófobo, racista, machista y lo que es peor, vulgar. Me gustaría poder destacar algo, pero juro que me obligué a volver a verla hace un par de semanas para poder escribir esto y reconozco que me produjo un sentimiento de una sola dirección: estupor.
Así que ésta "cosa" ni pienso recomendársela a nadie ni me extiendo más, que me están esperando y tengo mejores cosas que hacer. Hala.
Saludos insalvables.

The fact that you failed

sábado, 18 de diciembre de 2010

The Sherwood tales #6



Lo digo abiertamente y sin temor a equivocarme: ROBIN AND MARIAN es mi película favorita de todas las que he visto acerca del arquero de Sherwood; y además es la mejor de Richard Lester, y uno de los mejores papeles de Sean Connery, que está igual de maravilloso que Audrey Hepburn. Ambos dan una lección magistral de interpretación en una cinta que le da la vuelta a todos los tópicos con los que veíamos las aventuras de un tipo más cercano al prototipo clásico del superhéroe que a un mortal más. Ése es el gran acierto, bajo mi punto de vista, de esta deliciosa película, el acercar a los mitos, hacerlos humanos a nuestros ojos y quitarle hierro al asunto, asumiendo que si Robin Hood parte no más que de una leyenda, es completamente absurdo mantenerlo en una especie de ideal inamovible y arquetípico. ROBIN AND MARIAN nos presenta a un Robin Hood harto de soportar la tiranía sin sentido del Rey Ricardo (sí, así como lo oyen) en unas Cruzadas que no servían para nada excepto para saciar la sed de sangre. Ricardo (en una breve pero intensísima interpretación de Richard Harris) muere de una forma que no les contaré pero que está entre las muertes más tontas de todos los tiempos, y Robin aprovecha para largarse a Inglaterra junto a Little John (cabe destacar también la soberbia interpretación de Nicol Williamson cinco años antes de su Merlín en EXCALIBUR), donde se topará con su eterno enemigo, el Sheriff de Nottingham (impresionante también Robert Shaw) y descubrirá no sin estupor que Lady Marian se ha convertido nada menos que en abadesa. ROBIN AND MARIAN es una delicada pieza, también con sus momentos de crudeza, que nos habla de amores otoñales, camaradería, venganza con un reparto apabullante, una preciosa fotografía de David Watkin, la escenografía del gran Gil Parrondo y una bellísima música a cargo de John Barry; fue filmada en Navarra y de su índole de coproducción se aprovechó hasta una pipiola Victoria Abril, que salía apenas cuarenta segundos, los suficientes para enseñar el culo... Si no la han visto se la recomiendo encarecidamente; es absolutamente ideal para esta época del año.
Saludos proscritos.

Heat distraction

viernes, 17 de diciembre de 2010

The Sherwood tales #5



De nuevo un importante salto temporal, y de nuevo un cambio de registro importante en el personaje de Robin Hood, porque, pese a que esta versión animada también fue auspiciada por los estudios Disney, lo cierto es que aquí sí que se trata de un film descaradamente dirigido al público infantil. Y como en la versión de Annakin, también abundan las canciones y las chanzas continuas de un Robin Hood enfundado en el pelaje de un encantador zorro de imborrable sonrisa y mil soluciones para salir de cualquier problema. Little John es un oso grandullón directamente salido de EL LIBRO DE LA SELVA; el príncipe Juan un león cobarde y sin melenas que se chupa el dedo, al que siempre acompaña una culebra que es su consejera; hay conejos, tortugas, gatos, cigüeñas y Lady Marian, que es... ejem... una zorra, claro... Indicar también que el personaje del trovador Allan-a-Dale aparece aquí con la guisa de un gallo con laúd, que nos introducirá con sus silbidos en la historia. Todo muy colorido y muy divertido, sin muchas pretensiones y con la suerte de que aún entonces los dibujos animados estaban hechos artesanalmente y con cierto gusto. Este ROBIN HOOD se ve, 37 años después, con una mezcla de indulgencia y nostalgia; y puede que a los infantes de hoy no les resulte tan impactante como a los de entonces, acostumbrados como están a estridencias miles, pero no deja de ser una curiosidad recomendable para recordar tiempos y maneras que no volverán. Es ideal para ver con un niño; si no, es mejor no ir diciendo por ahí que la hemos visto solos el día de navidad, por ejemplo.
Saludos animosos.

Fur lined

jueves, 16 de diciembre de 2010

The Sherwood tales #4



Y en esto, llegó la Disney. No podía ser de otra manera, porque el personaje se prestaba abiertamente a ser abducido por el buenrrollismo disneyano; pero, al contrario de lo que muchos creen, la primera adaptación de la factoría del ratón no fue la que todos conocen, la de dibujos animados, que llegaría nada menos que veinte años después de la que presentamos hoy aquí. THE STORY OF ROBIN HOOD AND HIS MERRIE MEN es la edulcoración de lo que se supone que no puede edulcorarse más; una historia blanca blanquísima, donde nadie muere y hay alegres cancioncillas cada diez minutos; Disney puro y duro, por si pensaban otra cosa. Por contra, hay un puñado de buenos actores, británicos en su mayoría, que dan la talla en una producción tan dudosa como ésta. Así, Robin está interpretado por un lampiño Richard Todd, de aspecto más juvenil que sus predecesores y con una relación ultravirginal con una Marian a la que se le ve la cremallera del vestido ¿?. Y dando la réplica al arquero más famoso de todos los tiempos, encontramos nada menos que a un irreconocible Peter Finch, que sale poco como sheriff de Nottingham pero le basta para barrer de la pantalla cada atisbo de ñoñería. Dirigía un inefable de la Disney, Ken Annakin, probablemente el único director de cine al que he envidiado abierta y subrepticiamente. Tengo mis razones. Annakin tenía pinta de ser feliz de oreja a oreja y parecía salido de la comarca hobbit por lo menos; fumaba en pipa, llevaba gabardina, vivió casi cien años y encima inspira el personaje clave de Star Wars... En fin, si les pica la curiosidad no sé si esta rareza está disponible actualmente en DVD que no sea sin subtitular, pero si quieren pasar una invernal tarde de Domingo junto a los más pequeños, comiendo dulces y saltando en el sofá, no lo duden, ésta es su película.
Y les dejo con la pegadiza coplilla que cantaba el juglar Allan-a-Dale, interpretado por un inolvidable Elton Hayes. Saludos trovados.

Dungtitled (in A major)

miércoles, 15 de diciembre de 2010

The Sherwood tales #3



Bueno, ya sé que puede no parecer políticamente correcto (algo que aquí nos parece estupendo), pero en este serial dedicado a un lugar y un momento tan específico y tan reconocible, creo que no podía pasar por alto la estupenda versión que en 1952 el siempre infravalorado Richard Thorpe realizó de la extensa novela de Walter Scott. IVANHOE viene a ser una hermana gemela tardía del ROBIN HOOD de Curtiz, con todas las variaciones existentes entrambas, aunque lo cierto es que todo va más o menos de lo mismo. En este caso, resulta que Ricardo al fin vuelve de las cruzadas, pero hete aquí que es hecho preso al pasar por el pérfido imperio austríaco; por su rescate es necesario reunir una fortuna que, evidentemente, el inefable príncipe Juan dice que la crisis es mu mala y que nones, que pa qué se va tan lejos a defender al papa con la que está cayendo en Albión. En fin, aparte de que todos sabemos que la Historia a veces es injusta, IVANHOE incide en los mismos temas pero con un aire más caballeresco, pues esa es la profesión del personaje interpretado por un Robert Taylor al que la cota de malla le venía que ni pintada. A su lado, una dupla femenina de altura; una jovencísima Elizabeth Taylor haciendo de rendida judía y Joan Fontaine como una virginal Lady Rowena, intentando hacer olvidar a su hermana mayor Olivia. Por ahí estaba también el gran George Sanders haciendo de malvado normando, aunque las escenas de espada no eran precisamente lo suyo; el secundario Guy Rolfe como el príncipe Juan o el veterano actor escocés Finlay Currie, que hacía de iracundo padre de Ivanhoe, rendido finalmente ante la heroicidad de su vástago.
Mucho color, otra vez, mucha solemnidad, mucho espadeo, algún torneo con lanzas y estandartes, la habitual leña entre sajones y normandos, el bufón Wamba haciendo el gamba... y, bueno, un producto de la Metro de aquellos años, para toda la familia y que aún se puede ver con agrado. Y mañana más...
Saludos caballerescos.

Promise

martes, 14 de diciembre de 2010

The Sherwood tales #2



Y Robin Hood cobró color. Y es que, en uno de sus años más fructíferos (filmó ANGELS WITH DIRTY FACES y FOUR DAUGHTERS) en la Warner, el gran Michael Curtiz dotó a la leyenda del arquero de Sherwood de un nuevo y espectacular empaque visual, quizá el más reconocible hasta nuestros días. THE ADVENTURES OF ROBIN HOOD dejaba bien a las claras que no habría en adelante atisbo alguno de oscuridad sobre este personaje, encarnado aquí con mucho oficio por Errol Flynn, puede que el mejor Robin Hood de todos los tiempos como personaje en sí. Hay mucha acrobacia, buenos vestuarios, castillos de cartón piedra, bosques de estudio, torneos de cinco minutos, el inefable concurso de arqueros con la flecha partida en dos y todos los personajes clásicos con una particularidad, y es que aquí sí que había grandes actores. Junto a Flynn, Olivia de Havilland hacía de una excesivamente doliente Lady Marian, a la que se le hubiese echado en falta algo de más ardor...; el gran Claude Rains como el príncipe Juan; un estupendo Basil Rathbone como Guy de Gisbourne; o grandes secundarios de la época como Patrick Knowles, Eugene Pallette, Alan Hale o la muy habitual del cine de John Ford, Una O'Connor. Así, THE ADVENTURES OF ROBIN HOOD es un largometraje al uso de la época, para toda la familia y con una desconcertante estética "camp", que la ha convertido en un icono casi casi pop, si nos ponemos estupendos con un film que, sin ser de las mejores adaptaciones del personaje sí que marca un antes y un después en la forma de entenderlo.
Y mañana más.
Saludos tensados.

Beetles

lunes, 13 de diciembre de 2010

The Sherwood tales #1



Bueno, queridos indéfilos, como sé que vuestra aversión navideña es directamente proporcional a la mía, no me va a quedar más remedio que iniciar hoy uno de los clásicos monográficos que por estas fechas me sirven para ocultar los desmanes derivados de las mismas, al tiempo que solazamos el espíritu descubriendo, compartiendo, disfrutando... Como habréis observado, los próximos días van a estar dedicados a uno de los iconos más reconocibles de todos los tiempos, nada menos que Robin Hood; y como el arquero de Sherwood es uno de los personajes que más adaptaciones ha conocido en la gran pantalla (y de más diversa índole, añado), voy a intentar abarcar el máximo de ellas aun a sabiendas de que se quedarán por el camino las menos conocidas o las más extravagantes. Y como me gusta empezar por el principio, la primera adaptación de la leyenda de Robin Hood de la que se tiene constancia es la que emprendió Douglas Fairbanks nada menos que en 1922 (se tiene constancia de dos versiones anteriores, de 1912 y 1913, pero cuyas copias son prácticamente inencontrables); y digo "emprendió" porque se trata de un proyecto personal de la por entonces megaestrella, cofundador de United Artists y que produjo con su propio dinero. Y los resultados, teniendo en cuenta los 88 añazos transcurridos, créanme que son de los más espectaculares que he visto para ilustrar las aventuras del Conde de Huntingdon, pues ése era el título que ostentaba nuestro héroe antes de caer presa de las fechorías del Príncipe Juan y su mano derecha, el normando Guy de Gisbourne.
Todos ustedes conocen esta inmortal historia al milímetro; el abandono de Inglaterra por parte del Rey Ricardo, obsesionado con las cruzadas, la conversión de Huntingdon en un heroico proscrito, el singular reclutamiento de los diferentes personajes: el fraile Tuck, Will Scarlett, Little John...; el idílico romance de la dulce Lady Marian Fitzwalter con Robin Hood, que se ha abordado de muy diferentes maneras, por ejemplo, aquí ya se conocían, mientras que en versiones posteriores su encuentro es fruto de un encontronazo. Me interesa, por ejemplo, el relevante papel del Rey Ricardo, algo inusual, que es mostrado como un tipo bastante bruto y de pocas luces, mientras que el Príncipe Juan luce más sanguinario y sibilino que en otras ocasiones. Hay abundantes momentos para el lucimiento atlético de Fairbanks, que siempre fue mejor saltimbanqui que actor, y una estupenda caracterización de todos y cada uno de los personajes; así como muy reseñable es el impresionante trabajo de producción, con unos castillos desde luego más creíbles que los que he visto en films más modernos, y espectaculares secuencias de batallas, con una ingente cantidad de extras entre flechazos y espadazos. En suma, un más que digno entretenimiento de la época, que yo coloco en la balanza entre las mejores versiones que he visto y que merece la pena ser revisado para comprobar de primera mano que nadie ha inventado nada. Y mañana más...
Saludos proscritos.

All the king's men

domingo, 12 de diciembre de 2010

Rincón del freak #6: El neohorror yanqui que ni da miedo ni ná



Aquí hablé hace un tiempo de un director británico con una primera película interesante pero que pasó totalmente desapercibida. El director es John Simpson; la película, FREEZE FRAME. Hay ciertos mecanismos de la industria norteamericana que no domino, jamás lo haré; por ejemplo: ¿cómo diablos llega este director, sin apenas bagaje, a yanquilandia, le dan un subproducto de encargo que ha de ir directo al DVD y tira por tierra un prometedor futuro? ¿sólo por dinero? ¿es esto así? Bueno, hoy día estas cosas pasan; antes, un David Lean o un Hitchcock debían demostrar su valía ampliamente para dar un salto a Hollywood... Hombre, esto de hoy no es Hollywood, más bien sus cloacas más infectas, pero me parece válido el símil para explicar (más o menos) las aberraciones a las que se nos está acostumbrando. Esto es una cosita que pretende ser ingeniosa porque está dividida en capítulos que se ven enlazados al final, pero vamos, que se cuenta en un plis. Salen muchachas con ropa ajustada una noche de tormenta ¿a dónde?: a cuidar al sobrino. En la casa no hay nadie, pero sí un payaso de tamaño gigante; el payaso se mueve cuando la pipiola no mira, cuando mira ya no se mueve. El susto es un ruido y la cara del payaso. Luego sale más gente quie no se sabe qué diablos le pasa, pero siempre hay sustos, ruido y sustos... Ah, la peli se llama AMUSEMENT, para que cuando la vean en el estante no les engañe la carátula y vayan a cogerla. El payaso es un disfraz, dentro hay un gilípata (término que me he inventado para designar ese nuevo malvado fílmico, que es psicópata pero mucho más gilipollas, claro); el gilípata se carga a la gente con un cuchillo y un ruido muy grande, que yo no sé por qué el emperre del ruido... será, digo yo, para que nos sobresaltemos y no prestemos atención y veamos que si no es por el ruido no hay tensión ni miedo ni intriga ni nada... sólo, como diría el gran Sabina, mucho mucho ruido...
Saludos con pocas nueces.

Eric had a bad day

Ser o no ser... u otra cosa



Hace poco me volví a acordar de PROFESSIONE: REPORTER, la aventura existencialista (una más) que Antonioni emprendió hace ahora exactamente treinta y cinco años junto a un Jack Nicholson que empezaba a ser un indiscutible de la interpretación. Me acordé de su críptica estructura, de su misterioso mensaje, de sus escenas imposibles (sobre todo la última) y sus reveladores diálogos, que aparentemente no van a llevarte a ninguna parte pero que van tallando sutilmente la personalidad de ese reportero que no lo es, o que no quiere serlo, o que es incapaz de vivir una sola vida. Si no la han visto, PROFESSIONE: REPORTER habla de un suceso casual y narrado con la mayor naturalidad; un reportero un poco quemado (Nicholson) se encuentra en un mugriento hotel africano para realizar un reportaje sobre dictaduras tercermundistas, allí coincide con un misterioso compatriota con el que entabla una proverbial empatía, hecho que durará poco pues el recién conocido fallecerá súbitamente mientras duerme. El reportero tiene una especie de iluminación y decide, en un arrebato, hacerse pasar por el muerto y, por tanto, fingir su propia muerte; esto le llevará nada menos que a Barcelona, donde conocerá a una joven tan desarraigada como él (Maria Schneider) y a Sevilla, donde encontrará una paz algo fúnebre que parece predestinada incluso para su furibundo ejercicio de suplantación.
Aunque Antonioni mantuvo aquí sus grandes constantes (soledad, muerte, ausencia...), me gusta mucho el tesón por encontrar "la historia", la narración aun en fuga, lo que la dota de algo que en otras cintas del maestro italiano se puede echar de menos y que aquí es parte integrante de una historia mucho más truculenta de lo que pudiese indicar su confuso principio. Y, claro, no se pierdan esa última escena que es un clásico de inventiva visual: cómo mostrarlo todo sin casi mostrar nada... o más o menos.
Saludos de profesión.

Morning papers

viernes, 10 de diciembre de 2010

De los rostros: El cine de Lucrecia Martel 3



Sigo sin entender en absoluto por qué le cambiaron el nombre al tercer y hasta ahora último film de Lucrecia Martel. La película se llama LA MUJER SIN CABEZA, no sé qué problema hay con ello; no es que me desagrade el otro título ("La mujer rubia"), pero ya manda huevos que luchemos contra los incomprensibles trueques de títulos cuando están en otra lengua como para verlo en el mismo idioma; además es que me parece que todo atiende a una "estrategia" de la distribuidora y que la directora no tiene nada que ver con  ello.
Dicho esto, LA MUJER SIN CABEZA me parece la rotunda confirmación de que el talento de Lucrecia Martel  no es flor de una película, ni dos... Nada menos que nominada a la Palma de Oro de 2008 en aquel glorioso año del cine hispanoparlante en Cannes, se nos cuenta otro episodio en clave metafórica de esta sociedad argentina de principios de siglo. Una mujer (impresionante María Onetto) conduce por un polvoriento camino y atropella "algo"; esta tremenda secuencia, sin mostrar nada excepto el rostro de la actriz dentro del coche, incapaz de reaccionar y que finalmente decide largarse, justifica por sí sola el visionado de una película que luego transita por lugares que afortunadamente ya nos resultan comunes en un imaginario tan poco común como el de la directora argentina. LA MUJER SIN CABEZA nos habla de la amnesia autoinducida de una sociedad que "no quiere ver", que prefiere quedarse en la duda de si lo que atropelló fue un perro o un niño. En otra acojonante escena, la protagonista se interna en un barrio de chabolas, tan diferente de su confortable mundo burgués-acomodado de chachas indiecitas e infidelidades aburridas, y se desorienta, pese a que dicho barrio consta de apenas diez o doce casas, por lo que debe ser reubicada vergonzosamente a "su mundo". Si antes dije que me parecía éste un cine de rostros, LA MUJER SIN CABEZA es la fórmula magistral de este cine, esta manera de reducción ética mediante se nos ponen a nuestra disposición los mapas de nuestra propia decadencia representada justamente como eso: un mar de cabezas parlantes que apenas dicen un par de cosas inteligibles y buscan desesperadamente el asidero de los cuerpos.
Y finalizo con lo último que sabemos acerca de Lucrecia Martel y que desde luego confirma su inusual trayectoria, puesto que en plena tournée en Cannes nos pudimos enterar de que iba a hacerse cargo ¡por fin! de la adaptación del impresionante cómic EL ETERNAUTA, del guionista Héctor Germán Oesterheld y que tuvo como dibujantes, entre otros, a Francisco Solano López y el maestro Alberto Breccia. Me pone muchísimo esta noticia, porque creo que EL ETERNAUTA es una obra injustamente desconocida en nuestro país y que yo siempre consideré precursora absoluta de lindezas como, por ejemplo, el WATCHMEN de Alan Moore. Parece que la Martel aceptó el ofrecimiento en un principio, para rechazarlo en mitad de la realización del guión y volver a retomarlo recientemente, con lo que parece confirmado que a finales del año que viene habrá nuevo film de esta directora, una de las más interesantes del panorama actual y a la que seguiremos la pista incondicionalmente desde este blog a partir de este pequeño monográfico.
Saludos descabezados.

Headless cross

jueves, 9 de diciembre de 2010

De los rostros: El cine de Lucrecia Martel 2



El título del monográfico no es casual, el cine de Lucrecia Martel es un cine eminentemente de rostros, rostros que miran desvergonzadamente a la cámara como el objeto invisible de sus deseos más ocultos, unas intimidades tan complicadas de plasmar en una pantalla sin caer en cierto exhibicionismo y que la directora argentina usa como eje principal de sus historias emborronadas. Es en LA NIÑA SANTA, el siempre difícil segundo film, donde los rostros, las presencias físicas, cobran una importancia primordial y quedan en un plano incluso superior al de la misma historia. No hay mucho que contar en un film de apenas dos o tres esbozos: un extraño colegio-hotel-balneario donde conviven profesores, alumnos, médicos y asistentes en perpetuo barullo y sin que queden claras nunca las verdaderas intenciones por las que cada uno está donde está y hace lo que hace. Hay una adolescente que asiste a unas edificantes charlas catequistas, la amiga íntima que le llena la cabeza de imágenes calenturientas y con la que, al igual que ocurriera en LA CIÉNAGA, se intuye el recodo lésbico de poca maldad. Y la madre de la muchacha, que está divorciada y (parece que) convive entre habitaciones y comedores con un tipo que a veces parece interno y otras que viene de fuera; y luego hay un médico que llega un día para dar una charla y, como en "la montaña" de Mann, se ve incapaz ya de marcharse, poniendo excusas a su mujer para alargar la estancia; finalmente, seducciones escabrosas, infidelidades y consecuencias. LA NIÑA SANTA carece de la rotundidad de LA CIÉNAGA, en cambio, de la producción de "El Deseo" almodovariano recoge cierto gusto por la perversidad ya no tan enfermiza, sino simplemente acogotada en un lugar y un espacio que es pura asfixia, moral y sentimental; otro aldabonazo gordo de la Martel a su sociedad argentina post-corralito, a la que no se sabe si le tiene cariño, lástima o inquina.
Saludos santurrones.

Lipstick on your collar

miércoles, 8 de diciembre de 2010

De los rostros: El cine de Lucrecia Martel 1



Supongo que algunos de ustedes les parecerá significativo haber abordado la figura de un director joven, argentino y con una marca autoral tan acusada (hablo, claro, de Lisandro Alonso) aislando su escueta filmografía en un monográfico por delante de nombres puede que más reconocibles; el "milagro" del cine argentino, nacido directamente de las herrumbres de su crisis económica, que empezó antes que la de los demás, no sólo deja una industria revitalizada y reconocible, sino también un puñado de nombres curtido en festivales, normalmente apoyado por productoras europeas y que se yerguen con su discurso único entre las propuestas más interesantes de los últimos años. Lucrecia Martel encarna todo esto a la perfección.
LA CIÉNAGA ha sido considerada como el film sudamericano más importante de lo que llevamos de siglo, lo cual es tan vano y pretencioso como incompleto, aunque algo de eso hay. Y lo hay porque el primer largometraje de la argentina es una obra tan críptica en su estilo como elocuente en su mensaje. Ya desde el primer y sorprendente fotograma, en el que un decadente grupo de fofos bañistas, ebrios de vino, arrastran ruidosamente unas sillas con la ley del mínimo esfuerzo; pocas metáforas tan precisas y terribles sobre el estado emocional de todo un país. Y dicha decadencia sobrevuela la escueta filmografía de Martel, aunque nunca con resultados tan inquietantes como en esta especie de película de terror sin terror, un film inclasificable al que veo muchos más puntos de conexión con la exuberante literatura de Cortázar o Borges que con algún cineasta de su generación. El descubrimiento de Lucrecia Martel constituye, en esta década, un salto de enorme interés y tremendamente estimulante en el panorama de ese invento posmoderno que es el cine de autor; porque no veo tanto "autor" aquí como sí una mirada inquieta, indagadora y que sirve como necesario cronista de un tiempo que nos parece lejano e impreciso, pero sólo porque precisamente es el tiempo que nos ha tocado vivir a nosotros mismos.
Mañana más. Saludos insalubres.

Swamp thing

martes, 7 de diciembre de 2010

La razón a cualquier precio



Ahora mismo, con la que está cayendoen todas partes, con esa corrección política que suaviza cualquier guarrada por insoportable que pudiera ser, la visión del cine de denuncia ha mutado tan radicalmente que apenas es reconocible si se compara con el de décadas precedentes. GREEN ZONE es un buen ejemplo para darse cuenta del cuidado que hay que tener para identificar de qué estamos hablando en cada momento. El film de Greengrass no denuncia tanto a la guerra de Irak como a nosotros mismos, la noción que tenemos de dicho conflicto, de sus actores, sus mártires, sus motivaciones y sus excesos; es una guerra, pero parece una invasión... ¿o es al revés? En una trama deliberadamente confusa, un trasunto de Bourne llamado Roy Miller es testigo de los inventos de sus altos mandos para justificar a toda costa la presencia militar en Bagdad; como esto a mí no me motiva lo más mínimo, porque pase lo que pase nunca hay responsabilidades, pasamos bruscamente de la revelación antisistema al thriller bélico con héroe reconocible, que es un género que sólo saben hacer bien los americanos. Por eso GREEN ZONE no es tanto como en un principio parece; ni su denuncia es tan escandalosa, ni su acción nos levanta del asiento por muy realista que parezca; en lugar de eso, vendría a ser un hijo bastardo de la saga Bourne y el embozo conspiranoide de SYRIANA, lo que da como resultado un film que nace a la sombra de THE HURT LOCKER, pero sin el empaque psicológico de aquélla. Muchos tiros, muchos uniformes chulos, mucha sospecha y mucho "yo soy el que manda aquí, ¡copón!". Así que si quieren creer que han visto una peli inteligente para señores inteligentes como usted, de acuerdo; aunque a la media hora usted se revuelva inquieto en el sillón mascullando "¿De qué diablos hablan estos tipos? ¿dónde está John Wayne?"... Es lo malo de estos tiempos tan ambiguos, que ya no distinguimos a los cowboys de los indios, y eso es un verdadero coñazo.
Saludos verduzcos.

Wake me up when September ends

Un buen trabajo




Respecto de la guasa que nos estamos comiendo en forma de marronazo con esa casta de cabrones que son los controladores aéreos, uno llega a la conclusión de: 1- Sí, los ricos también lloran. 2- Sí, también se puede hacer una peli sobre ellos y que salga hasta Angelina Voight. 3- Sí, en Yanquilandia los controladores aéreos también hacen barbacoas en el jardín.
Yo creía hasta no hace mucho que Mike Newell era un buen director, un artesano de correctas maneras y no poco talento para desenvolverse en cualquier género sin grandes batacazos; su llegada a Hollywood desde Gran Bretaña no pudo ser mejor, pues supuso su gran obra maestra, DONNIE BRASCO, cuyas cotas no creo que vuelva a igualar. Animado por esta satisfactoria primera toma de contacto, Newell aceptó un encargo de la Fox sobre las vicisitudes de ese desconocido gremio que son los controladores aéreos, tan de actualidad ahora mismo. Y, bueno, teniendo en cuenta un reparto más que solvente, con John Cusack, Cate Blanchett y Billy Bob Thornton, la verdad es que el resultado es de esos de "ni frío ni calor"; hay algunos momentos de tensión, con la pantallita de marras y los dos protagonistas enfrentados por sus cuitas personales mientras juegan con la vida de cientos de personas (sí, son así de imbéciles); y también el típico juego erótico-festivo con la esposa/Blanchett por un lado y la "curvas peligrosas"/Jolie por otro. En definitiva, y para no extendernos mucho, PUSHING TIN, cuyo nombre alude a la jerga que compara hacer despegar un avión con empujar una lata, presenta a  un Cusack como un quemado hombre de familia que sólo obtiene emociones derivadas de su trabajo y un Thornton haciendo de misterioso recién llegado, con un pasado que le precede y una Harley Davidson en el garaje. No hay mucho más que contar, porque la historia está bastante trillada y todos nos la sabemos de memoria; justo al contrario de la resolución del marronazo que se nos ha venido encima por culpa de un colectivo avaricioso, irresponsable y despreciable.
Saludos bajo control.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Rincón del freak #5: La comedia yanqui por la jeta



Sí, amigos... ¡hay gente a la que le gusta BENNY & JOON!... ¡y representa su ideal de buena película!... ¡Sois unos freaks!... ¡Por dios!...
Ah ¿que no saben qué demonios es BENNY & JOON? Joder, intentaré explicarlo, pero mi salud mental está en juego... A ver, que sale Aidan Quinn que es mecánico con Oliver Platt y tienen un taller que parece una tienda de golosinas de lo bien que se lo pasan arreglando motores y manchados de grasa. Y el pobre Aidan no tiene tiempo de vivir su vida porque tiene que cuidar de Joon, que la interpreta un trasunto de actriz llamado Mary Stuart Masterson. Ambos dos son hermanos, y la chavala es insoportable con todas las letras; en la carátula del DVD te venderán que es "mentalmente inestable", pero a mí me parece una mantenida que pasa de currar y se pega todo el día inventando chorradas sin sentido. Para cuadrar el círculo, aparece por allí Johnny Depp haciendo del segundo personaje más insoportable de la historia del cine, después de Joon, claro. Benny es un pirado integral que va vestido de Buster Keaton e imita patéticamente a Chaplin, plancha las tortitas esas que desayunan los americanos, y los sandwiches, literalmente, con una plancha... Es decir, un chorrica con todas las letras. Cuando los dos éstos se juntan dan ganas de matarlos muy lentamente, que sufran, porque vaya estupidez de trama se inventaron para contar lo de siempre. Para colmo, a una pipiolesca Julianne Moore (pobrecica mía) la embaucaron para hacer de timorata pretendida del Quinn, vestida de "opusdeica" y en uno de los pocos papeles realmente malos que logro recordarle. Y, sí, hay gente que le gusta este engendro que transcurre por los meandros de la sordidez creativa y el sonrojo constante; eran principios de los noventa y el diablo andaba suelto. Si les da por verla, acuérdense de este humilde blog que les advirtió de su desgracia...
Saludos inocentes. Sí, porque encima el subtítulo que se inventaron para la edición española era "El amor de los inocentes"... pa mear y no echar gota, vamos...

The love parade

sábado, 4 de diciembre de 2010

La avaricia rompe el saco



A SIMPLE PLAN es la mejor película de Sam Raimi, un tipo que de vez en cuando demuestra que sabe dirigir y la mayoría de las veces parece empecinado en lo contrario. Enclavada justo entre sus maravillosas locuras de juventud y la claudicación a la industria en la que se encuentra actualmente, esta terrorífica película, que paradójicamente no es de terror, da buena cuenta de las miserias del ser humano en clave trágica. Tres tipos que viven en un pueblecito en algún lugar de la deep America encuentran un avión estrellado y cubierto por la nieve; dos de ellos son hermanos, y uno de los hermanos es el típico tonto del pueblo con pocas luces, o eso parece. Resulta que el avión, además de un piloto muerto, contiene nada menos que 4.500.000$: el principio del fin. Lo que en un principio es un regalo de los dioses se convertirá en una maldición cuando los tres decidan no devolver el dinero y guardarlo un tiempo antes de repartirlo. Billy Bob Thornton está estupendo en su papel de idiota que irá revelándose como el único personaje capaz de pensar con elocuencia; mientras que Bill Paxton encarna con igual fortuna a un esposo diligente y abnegado que trabaja como contable y que parece el más inteligente de los tres (el tercero en discordia es un borracho sin trabajo conocido), pero que no es más que un soplapollas sometido a la pérfida tiranía de su mujer (¿qué diablos ha sido de Bridget Fonda?), un maquiavélico personaje disfrazado de ángel capaz de dictar órdenes en la sombra incluso horas después de dar a luz. Los tres acuerdan a regañadientes que sea Paxton quien guarde el dinero, dejando pasar el tiempo suficiente para que el avión sea descubierto y esperar acontecimientos. El gran acierto de A SIMPLE PLAN es la fluida adaptación que Scott B. Smith, moroso autor de sólo dos novelas, hizo de la que fue su primera y aplaudida obra, y que obtuvo la nominación a los oscar; una narración en caída libre que logra poner en pie una vorágine de situaciones que siempre bordean lo ridículo y lo impensable, y sin embargo conforma una hipnótica película de dos horas, a cuyas cotas de calidad no ha vuelto a asomarse un Sam Raimi más pendiente de los dictados de la taquilla que de aquel antiguo desparpajo que nos cautivó en sus primeros trabajos. Rescátenla ahora que aprieta el frío.
Un buen saludo para todos ustedes.

Un plan mejor

viernes, 3 de diciembre de 2010

Menos es más



LAST TANGO IN PARIS es una gran película, por muchos motivos; fundamentalmente por su libertad, sus ganas de transmitir esa libertad aun a costa de una historia demoledora y vacía de toda esperanza. Bertolucci concibió un relato esquizofrénico, autodestructivo y arrasado, con un trasfondo de honestidad ingeniosamente travestido de impostura y un actor en estado de trance. Marlon Brando no necesitaba al americano de la camiseta bajo el abrigo para estallar de talento, cualquier otro sí, pero no Brando; y, sin embargo, su composición roza el aliento poético desde la baladronada de su discurso o los titubeos iniciales, cuando no sabemos qué va a pasar con ese destartalado fantoche que se dedica a perseguir sombras con nombre de mujer. LAST TANGO IN PARIS no es nouvelle vague, y no lo digo por su año de realización, sino porque no lo es, no puede ni quiere serlo; igual que no es cine italiano, ni americano, ni francés, Brando, su personaje, el motor que da sentido al film, construye un mundo estancado al tiempo que lo va destruyendo todo a su paso; es capaz de hacernos creer (especialmente en sus reveladoras escenas junto a Léaud) que todo responde al 68 para, sólo unos minutos después, tirarlo todo a la basura, sin nostalgia, sin miedo, sabiendo que todo empieza y acaba exactamente ahí, en el corazón del vacío ¿Existencialismo?, bien, de acuerdo, es una forma de encontrar un cierto calor ajeno, pero LAST TANGO IN PARIS no está hecha de preguntas ni respuestas, sino de ausencias insoportables; Bertolucci se atreve a mostrar la fragilidad del ser humano, su impotencia ante lo que no entiende y cómo reflejamos esta impotencia  en actos de violencia verbal, sexual y moral, mediante el sometimiento del "otro", convertido en pentimento de lo que se fue y no volverá. Luego está la historia en sí, el argumento, que personalmente no me atrae tanto como el espacio rasgado en el tiempo que Bertolucci logró consumar apostando decididamente por caminar por el alambre. LAST TANGO IN PARIS es una obra insólita e inmortal porque está construida sobre su propia circunstancia y no sobre su leyenda; luego están los detalles, las frases, el cine... Aunque también sea otra historia...
Últimos saludos.

Day by day

jueves, 2 de diciembre de 2010

1... 2... 3... 4...



Considerada por multitud de críticos como la mejor película de lo que llevamos de siglo (aunque la estadística nos indique que fue realizada en el anterior), YI YI, la obra póstuma de Edward Yang es un complejo entramado de casi tres horas que pretende un imposible: el sueño proustiano del absoluto narrativo. Casi lo consigue; no se puede conseguir. Pero YI YI (traducido, "uno a uno") es una obra maestra; sobre todo lo es por su honestidad, rasgo en el que radica gran parte de su poderoso mensaje, un mensaje que fluctúa entre la imposibilidad que tenemos los seres humanos para controlar nuestro destino, nuestras vidas y, por supuesto, la de los demás ¿Cómo narrar coralmente trozos de vida sin que aparezca la exageración, la grandilocuencia o el deshilvanamiento? Hemos asistido a este tipo de películas de la mano de Robert Altman, sobre todo, o Paul Thomas Anderson, con desigual fortuna y cierta querencia por la acumulación, cosa que no ocurre en la delicada, respetuosa, pero también enérgica y contundente cinta del taiwanés. YI YI transcurre a partir de las miradas, sabiendo que "lo mismo" no es igual dependiendo del punto de vista; hay un esbozo de personaje central, el empresario que se aferra a los valores más básicos contra la especulación más desalmada, pero no seríamos justos, porque la misma importancia cobra la hija adolescente en mitad de un malentendido amoroso o el pequeño que transmuta su timidez en unas sorprendentes aptitudes artísticas. La anciana en el lecho de muerte a la que hay que hablar constantemente; el cuñado despilfarrador y patoso que no encuentra sentido en su nuevo matrimonio; el socio japonés que terminará por abrir su alma antes que sus acciones... YI YI no es una colección de microhistorias amalgamadas, sino un ingenioso mecanismo por el que, con toda tranquilidad, transcurre un pedacito de vida ante nuestros ojos, durante tres horas que no queremos que acaben nunca.
Francamente, no sé si hablamos de la mejor película del siglo XXI, es demasiado aventurar, pero estamos ante una cumbre, que no se repetirá por la repentina muerte de Yang hace tres años, pero que traza un camino ético (sobre todo ético) acerca de qué utilidad vamos a buscarle al audiovisual de aquí en adelante. Imprescindible.
Saludos.

Cinco

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Tres tristes tigres



A punto, se lo juro yo a ustedes, a puntito de dejar esta CASTILLOS DE CARTÓN, enésima adaptación de la escritora más pesá del reino, en terreno de bizarradas sonrojantes patrias ¿Qué me reprime de mi impulso primero? Desde luego que no es tan mala, porque está bien rodada y los actores intentan mantener un único registro en una historia que se despeña por el ridículo más espantoso desde su complicada escena "iniciática", aquélla en la que el bisoño (todo es bisoñez aquí) Gª. Ruiz juega, sin lograrlo, a emular al Bertolucci de THE DREAMERS, lo que termina siendo demasié pa su body... Supongo que mi adorado Enrique Urbizu (indudablemente mejor director que guionista) intentó hacer lo posible por engrasar unos resortes que rechinan a la mínima sacudida.
Madrid, años 80 (Lo de Madrid lo pongo yo, porque es una novela de la Grandes... Lo de los 80 ni me extiendo...). Una Facultad de Bellas Artes con chavalines y chavalinas que pintan, dibujan y explotan al amor y la vida.... Ejem... Hay un como flechazo entre una chavalina y un chavalín, se enrollan y se desnudan sobre el canapé; en pleno gatillazo, el tercero en discordia entra y dice textualmente mientras se quita con naturalidad los calzoncillos de algodón blanco, los que todos tuvimos algún día: "Esto lo arreglo yo en un periquete"... Juro que esta escena es así, tal cual; lo normal es que uno ya haya sacado el DVD y olvide que aún quedan 85 minutos, pero no, nos puede la curiosidad de ver a dónde puede derivar una situación tan rocambolesca. Tras esta escenita, una de las peor rodadas en lo que va de siglo, la cosa se calma un poco y Gª. Ruiz endereza el rumbo con un triángulo amoroso más cándido y pudoroso de lo esperado y deseable, en base a algunos guiños a aquella movida que ya nos empieza a oler un poquito a naftalina (el playback de los Zombies es grotesco) y una resolución que no por esperada deja de sorprender por lo que de incertidumbre contiene.
En fin, no sé; si tenéis pizca de morriña de aquella época o tuvísteis alguna experiencia guarrindonga similar en vuestra adolescencia/juventud y no habéis podido desahogaros aún con nadie, no lo dudéis e id raudos a por CASTILLOS DE CARTÓN a vuestro dvdstore más cercano, la SGAE os lo agradecerá... ¿Se imaginan a la Sinde en un trío?... Brrrrrrr!!!
Tres saludos, tres...

Cuando ya no me quieras

martes, 30 de noviembre de 2010

Defensa irracional



Curiosamente, me he dado cuenta de que en los dos años y medio de vida de este blog aún hay nombres fundamentales del séptimo arte que no han aparecido por aquí; uno de ellos, Walter Hill, un tipo al que siempre he admirado y al que he atribuido muchos méritos que luego se han adjudicado otros cineastas más famosos. Hill, poseedor de un rotundo e inquebrantable discurso cinematográfico, es capaz de usar y hasta abusar del "género" más trillado (llámese western, bélico, aventuras) y dotarlo de un soplo revitalizador y francamente original. Huelga ponerse aquí a desgranar la amplia filmografía de este verdadero outsider de Hollywood, así que mejor vamos con el título que he elegido para hoy. SOUTHERN COMFORT es una original vuelta de tuerca a un subgénero, como es el de "asedio, resistencia y defensa", por llamarlo de alguna forma, y del que podríamos extraer algunos títulos como la fundacional THE LOST PATROL, de John Ford; DELIVERANCE, de John Boorman; o la mismísima PREDATOR, de John McTiernan. Sea como fuere, Hill propone aquí un avispero en mitad de los frondosos pantanos de Louisiana y en el que se ven envueltos un pintoresco grupo militar que se dedica a hacer maniobras de reconocimiento con armas de fogueo; un malentendido despertará a un enemigo invisible que va diezmando al asustado grupo, que se ve desorientado, amenazado y sin forma de comunicarse con el exterior. El valor de la cinta de Hill consiste sobre todo en la inteligente utilización de la dualidad ataque/defensa, con el que el espectador no logra ponerse de ningún lado. Los soldados no atacan realmente, pero median una provocación que es recogida por un grupo de cazadores Cajún como un ataque real, así que su propio ataque no es más que una defensa. Puede que el tramo final dé un poco al traste con la tensión acumulada a lo largo de su intenso metraje, pasando de la tensión emocional al mero tiroteo, pero SOUTHERN COMFORT sigue siendo un título tan recomendable como desconocido, y ya va siendo hora de reivindicar a Walter Hill como el gran cineasta que es.
Saludos pantanosos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!