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miércoles, 12 de mayo de 2021

Metafísica a mamporros


 

Tenía mucha curiosidad (a mí la curiosidad siempre es algo que me sobreviene a lo loco) de indagar acerca de posibles conexiones cinematográficas con el universo creativo de Grant Morrison. El autor escocés, conocido principalmente por haber firmado algunos de los mejores comics de los últimos 30 años, ha logrado su propio lugar en el Olimpo, con un estilo que fluctuaría desdela tiranía demiúrgica de Alan Moore, hasta las mitologías replegadas de Neil Gaiman, entendiendo este triunvirato como el más importante salido de las islas británicas. Morrison parece, desde luego, tomarse menos en serio a sí mismo, y conjuga gozosos momentos de expansión lúdica (exageradísima incluso) con agudas observaciones metafísicas, que interpelan al propio espectador como parte más que importante de la propia existencia de la narración que le es ofrecida. Así, me encontré con HAPPY!, una serie producida por SyFy allá por 2017, y que fue cancelada tras su segunda temporada, sin que llegase a trascender (se puede encontrar en Netflix) a este lado del charco. Barroca, absurda, desbordante, y más inteligente de lo que parece hacernos creer que es, HAPPY! es una sinfonía de iconos, que van desde la Navidad a los falsos dioses televisivos, pasados por el fino bisturí de Morrison, y plasmados en una figura y un actor que parecen hechos el uno para el otro. Christopher Meloni interpreta a Nick Sax, un ex-policía politoxicómano, y con una visión de la vida un poco más allá del nihilismo. La serie transita un lugar de contrastes infinitos, del slapstick al horror cósmico, de los mafiosos sin escrúpulos a los espectáculos infantiles. De hecho, sus dos protagonistas son este mercenario desencantado y borrachuzo, y un unicornio azul imaginario... Me abstengo de contarles más, por supuesto. 
Sin embargo, no todo son buenas noticias. Les prevengo de la sustancial diferencia cualitativa entre la T1, más brutal y sorprendente, y la T2, en la que intuyo que Morrison quiso dar un giro aún más descabellado, y el resultado es decepcionante. 
Tiene algunos momentos memorables, casi todos entonados hacia unas coreografías destructivas, y otros directamente de piloto automático. Aun así, y aunque sólo sea por lo desapercibida que ha pasado, merece la pena echarle un vistazo.
Saludos.

viernes, 5 de marzo de 2021

Reivindicando (desde) la anomalía


 

Vayamos por partes. Oí hablar de LOVECRAFT COUNTRY un poco de pasada, como una más de las series que componen el extenso catálogo de HBO. Luego, en uno de esos bombardeantes trailers, me pareció que no podía haber mayor extravagancia que mezclar el imaginario del de Providence con un argumento (por ahí andaba Jordan Peele) basado en la problemática racial (racismo, sin eufemismos), que en Estados Unidos parece no acabar nunca. No la tuve muy en cuenta, pero pasó algún tiempo y vi que no eran pocos los que le dedicaban comentarios elogiosos, así que me dispuse a ver sus 10 episodios con una pregunta preconcebida sobre la cabeza ¿No era genial subvertir la narrativa comprometida, denunciar la hipocresía racial estadounidense, tomando como punto de partida a un autor que nunca ocultó su recelo hacia razas más oscuras que la suya? La respuesta es sí. Luego toca hacer una buena serie, y ésta lo es sólo a ramalazos. El principal problema es querer aglutinar demasiadas cosas en tan poco tiempo, lo que deriva en una trama excesivamente confusa para lo poco que se cuenta. Y es que tras la oleada de referencias raciales, toca implementar el horror cósmico, y en mi opinión, si no queda de lo más forzado, sí que parece apenas una excusa para justificar la coexistencia de tantísimos opuestos. Lo que queda es lo siguiente: una serie de factura correcta, incluso con momentos interesantes, con esos personajes buscándose la vida en un "territorio hostil", y que es loable en su intento de normalización en historias que históricamente no contaban con los negros como protagonistas. Pero supongo que será culpa mía, porque yo lo de la metáfora lovecraftiana no he logrado verla por ningún sitio. Es decir, que les habría quedado más chula como ensayo de lo apuntado en films como GREEN BOOK, que es a lo que más se parece.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!