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martes, 4 de diciembre de 2012
La soledad del asesino 8
Es curioso el caso de SONATINE, cuarta película de Takeshi Kitano, puesto que tuvo una repercusión absolutamente enfrentada en el momento de su estreno, repartiendo premios en Cannes y Berlín con, por ejemplo, un increíble ostracismo de cinco años en nuestro país, que tomó (entonces sí) al cineasta japonés como una figura de culto, lo que haría que, de golpe y porrazo, se editara toda su primera producción, hasta entonces inédita. A Kitano se llegó tarde, o es que él siempre ha ido un pasito por delante; y esto es sintomático en una de sus mejores películas, que contiene toda la esencia de su cine aparte de sostener sin aparente esfuerzo una demostración de depuración estilística pocas veces vista después. En SONATINE, que comienza como el típico film de yakuzas, continúa como una suerte de "Kikujiro" decididamente surreal, y que termina de forma desgarradora, se puede decir que está implícito el motor de todo su cine posterior, su deconstrucción del personaje del asesino sin sentimientos y de vuelta de todo, implicado en un proceso de (auto)destrucción una vez ha comprendido que lo que antes era su mundo y su razón de vivir ha dejado de tener sentido. Esa es la gran soledad que queda, la de un tipo que se muestra mortífero, tanto que se ha vuelto un problema para los jefes, que le envían en una supuesta misión a una apartada playa junto a varios de sus hombres. Lo que sigue es una extraña mezcla de tedio y sospecha, y mientras el primero es combatido con una serie de actividades que reducen a unos asesinos a la condición de niños que se entretienen como pueden, la segunda será confirmada en la última y sangrienta parte del film, donde el personaje de Kitano es el único que no se sorprende por la emboscada a la que han sido confinados. Una soledad, la suya, consciente, y que no le permite huir cuando puede, sino que prefiere extinguirse en silencio en una secuencia, la última, de gran belleza y sentido, de lo mejor que ha filmado Kitano. Es, quizá, ahora cuando mejor vamos comprendiendo su cine, tan esquivo y poco dado a los lugares comunes; quizá porque, igual que ese yakuza que lo ha encontrado en mitad de ninguna parte, el mismo cine de Takeshi Kitano se ha convertido en un lugar común para cineastas ajenos al mismo.
Saludos perdidos en el oleaje.
martes, 27 de octubre de 2009
Paseos

Yo no apuntaría tan alto, me conformaría con poder mantener intacta la capacidad de asombro y disfrutar con algo que, de alguna manera que no puedo explicar, aún no he visto. Algo así me pasó con KIKUJIRO NO NATSU (la verdad es que me pasa siempre con el cine de Takeshi Kitano), que durante dos horas estuve absolutamente desconcertado, no sabía si me estaban tomando el pelo o si aquello era otro maravilloso punto de inflexión en la incierta carrera del séptimo arte justo al finalizar el siglo pasado. Hablar de argumento en EL VERANO DE KIKUJIRO es tan fatuo como pensar que se trata de una pretenciosa obra filosófica; me parece que ni lo uno ni lo otro. Lo que Kitano intenta, a mi modo de ver, es comenzar una road movie sin echar mano de la camaradería ni de los despertares, sólo dejando que el niño haga de niño y Kitano (una vez más) haga de Kitano, embebiéndose toda la ¿narración? de cosas que nos suenan, pero que nunca habíamos visto antes. Llama la atención el empleo del tiempo, con largos intervalos de vacío (la escena de la parada de autobús es asfixiante) y momentos de auténtico batiburrillo, como el delirante final, en el que Kitano parece querer llenar la pantalla de cualquier cosa que se le ocurra.
En espera de algún sesudo estudio que sea capaz de desvelar la incuestionable valía de esta extrañísima película, yo no me atrevería a calificarla en parámetros convencionales, como si fuese una obra de Woody Allen o de Martin Scorsese. Por eso Kitano es único, por esa facilidad para desmarcarse de cualquier etiqueta y, sin embargo, seguir reclutando adeptos a medida que su leyenda crece.
Saludos veraniegos.
jueves, 13 de agosto de 2009
Humor amarillo

En fin, cosas de japos.
Saludos de mí yo él...
lunes, 16 de junio de 2008
La sublimación del estilo

ZATOICHI es la historia de un legendario samurai ciego, provisto de un particular sentido del humor y un salvaje estilo para acabar con sus víctimas.
ZATOICHI es el western crepuscular, a lo Clint Eastwood, el héroe desencantado que observa con estupor cómo se van desmoronando todas las convenciones morales que una vez le sirvieron de referencia. Dicho héroe se encuentra en la gran encrucijada de su vida, debe elegir entre el suicidio consciente de su fracaso, o bien (y aquí viene al pelo la metáfora de la ceguera) continuar ayudando a los que son extorsionados por los nuevos matones.
El gran acierto de Kitano es mostrar a Zatoichi como un tipo cansado, harto de conflictos, que no entiende cómo se puede utilizar la violencia sólo porque sí. La historia se desarrolla en el Japón rural, pero bien podría trasladarse a nuestros días, con los desmanes en materia de propiedades y propietarios, o la presión fiscal contra la que nada puede hacerse. El poder está representado con una falta total de escrúpulos y los atropellos contra el pobre ciudadano son continuos.
Y en medio de esta vorágine de injusticias, aparece de la nada un tipo sombrío, de pocas palabras (prácticamente ninguna), que primero rehuye el enfrentamiento, pero que finalmente obtiene una victoria tanto física como moral.
Kitano deja a un lado la violencia per se de sus anteriores trabajos y realiza un film de extraña estética, alejado de los convencionalismos del cine de acción y más centrado en la denuncia silenciosa, algo que sus atormentados personajes han hecho suyo a lo largo de una filmografía única, con voz propia. La onírica escena final, con todos los personajes participando en una gigantesca coreografía, da cuenta de lo rico del imaginario de este cineasta que pretende beber de muchas fuentes sin quedarse estancado en ninguna.
Es posible que TAKESHI´S, su última obra, intente decirnos, con su habitual parquedad, que el genio de Kitano se encuentra agotado, o que va a necesitar el enésimo reciclaje. Mientras tanto, disfruten de ZATOICHI, que para eso, y ninguna otra cosa, fue creada.
Cegadores saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!