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viernes, 13 de diciembre de 2019

Uf



Uf, sí. U y Efe. Porque llevo mucho tiempo defendiendo con uñas y dientes el cine de Jim Jarmusch, la honestidad con la que reclama una salida al exterior de los cineastas no visibles, sin temor ni vergüenza, sin complejo de inferioridad. Y resulta que THE DEAD DON´T DIE es una canallada, simpática pero muy lejos del cine que Jarmusch venía haciendo. Y aún más canalla me parece que abrieran Cannes con esta película, aunque de Cannes ya no me sorprende nada. Lo que sí me sorprende es la dejadez con la que Jarmusch va desentendiéndose de la película, cuando el preámbulo es interesante (la primera escena de Iggy Pop es para descojonarte vivo). Sí, claro que es una comedia, de ahí el tono general; y claro que siguen estando ahí las metarreferencias, esta vez poniendo el acento en una sociedad literalmente zombificada, que ya no reviven para comer cerebros, sino para seguir atiborrándose de sus antiguas adicciones. Incluso Jarmusch roza la genialidad durante un par de minutos, cuando tira abruptamente la cuarta pared en un diálogo entre unos apáticos Bill Murray y Adam Driver. Ni lo sueñen, sin querer destriparles nada (nunca mejor dicho), lo que sigue es una ida de olla pero por la cara, y a la que es imposible encontrar una explicación. En fin, que es Jarmusch, y siempre puedes esperar algún chispazo de su genio, pero es seguro que no se trata de su mejor film ni de lejos.
¿Autohomenaje? ¿Hartazgo existencial?...
Uf...
Saludos.

sábado, 8 de diciembre de 2018

De(s)troit



La música es un artefacto maravilloso, de maravillosas e interminables caras, como el cine, como todas las artes. Y es maravilloso indagar en esas caras, descubrir que no siempre sabemos el qué y mucho menos el porqué, o que no tenemos ni idea de cómo hemos llegado a descubrir qué ahora nos gusta lo que nos gusta, si no es buceando hasta el otro extremo, el que queda fijado como detonante, o lo que conocemos como "seminal". Que The Stooges sigue siendo un grupo esquinado para algunos, reverenciado para otros, o directamente desconocido para muchos es ampliamente explicado en GIMME DANGER, quizá no el mejor documental musical de la historia, pero desde luego sí un documental musical que debía ser hecho, y que incluso considero que llega algo tarde. Realizado por Jim Jarmusch en una indisimulada vertiente dual de director y absoluto fanático, lo mejor es su reivindicación constante de la crudeza del cuarteto de Detroit, la misma que descolocó al panorama musical de finales de los sesenta, que no tenía dónde ubicarlos. Ahora sabemos del imparable carisma de Iggy Pop, el martillo pilón de Scott Asheton o la guitarra, luego mil veces imitada, de su hermano Ron, autor de algunos de los riffs más desconcertantes del Rock. The Stooges fueron únicos porque no tocaban, explosionaban, y por ello son considerados como el referente más citado de precursores del punk, cuando este término ni siquiera existía. Jarmusch usa el montaje hábilmente, con frenética energía e intercalando multitud de guiños ajenos, pero que sirven para inmersionarnos en esos pocos años en los que el Rock sufrió una sacudida que aún perdura y de la que no deberíamos perder perspectiva. Porque como dice el propio Iggy Pop "No quiero ser glamouroso, ni pertenecer a la tele, ni a los medios, sólo hacer lo que quiero hacer"...
Saludos.

jueves, 6 de julio de 2017

creación





Vi una película
pequeña, como una caja de cerillas
pero que su grandeza allí cabía
que no escondía sus colores ni defectos
y aumentaba con los dolores de abdomen
Una película cortada como lonchas de jamón
que se repliega en una sonrisa asustada
que limpia sus sonetos escondidos
y navega hacia el ocaso
Una película
que enfrenta al hombre con el hombre
para reconciliarlo
con el mundo


Saludos.



viernes, 27 de junio de 2014

Con un poco de azúcar...



Debo ser justo con ONLY LOVERS LEFT ALIVE, la última propuesta de Jim Jarmusch; recién estrenada y avalada por su gran acogida en Cannes y su (justo) premio en Sitges, me parece, me sigue pareciendo, que hay poca gente que entienda de verdad a un cineasta que carga orgullosamente una maldición difícil de perdonar: su absoluta independencia. No recuerdo un solo director de cine norteamericano que lleve tanto tiempo como Jarmusch haciendo las películas que él quiere hacer y mostrar, de paso, que puede obtener cierta relevancia e incluso unas nada desdeñables cifras de taquilla. Los vampiros se llevan, los vampiros venden... pero ésta no es una película "de vampiros", ni en plan CREPÚSCULO ni en plan DRÁCULA; Jarmusch amplía su fondo de exploración ética y vuelve a dar una lección sobre el fin de nuestra civilización, de los valores, de la cultura y, evidentemente, de la humanidad. Sin apocalipsis, sin tsunamis, sin monstruos, pero con un par de testigos eternos, Adam y Eve, que son vampiros desde que los hombres balbuceaban las tonterías que luego empezarían a gritar. Adam y Eve son vampiros y amantes, y a veces tienen que separase para echarse un poco de menos; ella en Tánger, y no es casual, como tampoco lo es que él prefiera la decadente Detroit como reclusión voluntaria. Sí, beben sangre, pero la obtienen de bancos y sólo la de alta calidad, por miedo a contagios; el contagio, la impureza, el hastío que Adam siente por una humanidad empeñada en repetir sus mismos errores, en autodestruirse en lugar de avanzar hacia una posible felicidad. Estos vampiros componen música, se emocionan con la poesía, aman el arte y son como guardianes de todo lo bueno que aún queda en la civilización; la gran preocupación de Jim Jarmusch no es que el público se quede embobado con sus hermosas imágenes, sino que reflexionen sobre lo que están viendo y hagan autocrítica. Y, sí, claro que es como la eterna discusión que no lleva a ningún lado sobre Radio3 o Los 40 Principales, pero yo debo dejar constancia, una vez más, sobre ello, es mi único deber en estas páginas... Y luego están Tilda Swinton y Tom Hiddleston...
Saludos.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 3



GHOST DOG: THE WAY OF THE SAMURAI no ganó la edición de 1999 de Cannes porque tuvo que ganarla la inolvidable ROSETTA, en un año en el que participó Lynch con THE STRAIGHT STORY o Kitano con su "KIKUJIRO", nada más y nada menos. Sin embargo, la sensación de que Jarmusch tiene en este título su obra más redonda ha seguido creciendo con el transcurrir de los años hasta convertirlo en un film genuinamente de culto. Referencias, todas las que se quieran, pero ajustadas con convicción a los deseos y obsesiones de un cineasta que nunca, ni siquiera en sus películas más circunspectas, ha renunciado a un saludable sentido del humor. Y luego está Forest Whitaker, que lejos de seguir los modelos de personaje puestos a su disposición crea uno propio; este "perro fantasma", mitad samurai, mitad rapero, amante de la literatura y las palomas, es, en una vertiente menos abstracta, lo que decíamos el otro día de Isaach de Bankolé (presente aquí también en un hilarante personaje): una especie de asesino a sueldo, sí, pero cuya conciencia le hace distinguir estéticamente por encima de la ética, teniendo en cuenta que su mundo está podrido. Jarmusch logra en GHOST DOG un equilibrio casi imposible entre la radicalidad de su cámara, que nunca encuadra gratuitamente, y el compromiso con una narración que siempre parece al borde del suicidio, del absurdo, pero que sabe muy bien qué quiere contar y cómo ¿Es una película sobre un asesino a sueldo? Sí, claro. Pero hay mucho más encerrado en sus imágenes. Hay una lección de moralidad casi imperceptible y que va marcando el camino de este imperturbable samurai moderno, que reflexiona en silencio cada acto; y nada, ni siquiera su pose de rapero desaliñado logra que apartemos la mirada de su rocambolesca peripecia: un negro, salvado por un mafiosillo italiano (impagable la banda, con el gran Henry Silva al frente) y que lo tomará como maestro... Simplemente acojonante. No se la pierdan...
Saludos fantasmales.

lunes, 19 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 1



Comienza una nueva semana monográfica, ésta por entero (con el permiso de Ozu, por supuesto) dedicada a esos seres fríos y solitarios que son los asesinos a sueldo, teniendo en cuenta, sobre todo, cierta tendencia postmodernista que se viene advirtiendo (al menos en El Indéfilo lo vemos así) desde hace varias décadas encarnada en la figura de unos personajes capaces de suscitar tanta fascinación como rechazo. Y qué mejor que empezar con un título reciente, polémico y descarnadamente personal, una de esas películas que, curiosamente, pese a ser coproducida en nuestro país tardó más de un año en encontrar una distribución más que deficiente. Cosas de casa.
La pregunta es: ¿Se puede hacer una película (de autor) sobre un asesino a sueldo en clave metafísica? La respuesta es: Sí. La hizo Jim Jarmusch y se llama THE LIMITS OF CONTROL. Intentar entender esta intrincada película es imposible en términos usuales, de género más bien; pero si uno se abstrae de toda lógica, atiende a las pistas que el guion le va mostrando, y que precisamente por obvias pasan inadvertidas, se termina por llegar a una parte final tan reveladora como inesperada, y a mi juicio genial. Jarmusch filma en las calles de Madrid a un Isaach de Bankolé de austeridad de medios perfectamente justificada; un ser solitario que parece seguir un plan prefijado aunque desconocido, que tiene sucesivos encuentros en terrazas, donde siempre pide dos cafés expresos y donde, por medio de unos personajes cada vez más extravagantes, va recibiendo unas órdenes a cuál más críptica. Sabemos muy poco de este personaje hasta que Jarmusch explicita que, quizá, más que un personaje sea, pueda ser, una idea proyectada, un ideal hecho hombre, y más concretamente un asesino ¿pero un asesino de quién... o de qué? Yo pediría para este film un cuasiimposible, que no se aburran con la sucesión de escenas repetidas (calcadas), ni las idas de olla del director de DEAD MAN, con la que por cierto tiene no pocos puntos en común; en este caso la estructura de videojuego in progress queda a merced de el nihilista final, donde un impagable Bill Murray destapa dos o tres claves, no ya sobre la esencia del mismo film, sino de el delicado estado actual de las cosas... y del arte, por supuesto. Y ésta tenía que estar aquí, de seguro...
Saludos ilimitadamente controlados.


sábado, 9 de abril de 2011

Carrera nocturna



Hoy les voy a hablar de mi película favorita de Jim Jarmusch, lo es desde que la vi hace veinte lejanos años, y lo es porque la he vuelto a ver y ha resistido dignamente los embates del tiempo, que normalmente no suele dejar títere con cabeza cuando uno se deja llevar por la mitomanía menos indicativa. Y lo es también porque NIGHT ON EARTH es una película con la que te ríes, lloras, abres la boca y luego la risa se convierte en sonrisa de complicidad; y te das cuenta de que Jarmusch es un tío honesto hasta la médula, quizá uno de los últimos directores honestos norteamericanos con una trayectoria ya longeva y por tanto susceptible de acomodo.
La cosa es muy simple: cinco taxis por la noche, en diferentes ciudades del mundo (Los Angeles, New York, París, Roma y Helsinki); sus historias, con sus conductores, sus pasajeros. La noche como mudo testigo de esas pequeñas historias que se van desenvolviendo lentamente con la estupenda música de Tom Waits como grand partenaire (lo que hubiese dado yo por un episodio estrella con Waits de taxista). Winona Ryder es una desgarbada y grasienta chica sujeta a una linterna que conduce con pericia un enorme ranchera; masca chicles y fuma al mismo tiempo, y una guía de teléfonos le sirve para llegar al volante. La maravillosa Gena Rowlands es una agente de castings que vive en Beverly Hills y se queda prendada de la inesperada naturalidad de su inusitada conductora.
Giancarlo Esposito se hiela en el concurrido centro de Nueva York, desesperado por trincar un taxi, pero éstos pasan pitando a su lado sin hacer mucho caso a su evidente figura salida de Brooklyn. Un renqueante taxi se para a su lado, su conductor es Armin Mueller-Stahl, un emigrante recién llegado de la Alemania Oriental, que apenas habla inglés, no tiene puñetera idea de conducir un coche automático y por supuesto no conoce la ciudad. Su destartalada peripecia seguirá con el pasajero como improvisado conductor y la insoportable Rosie Perez en el asiento de atrás.
Isaach de Bankolé es costamarfileño y conduce un Peugeot por un París desierto y mojado, sus pasajeros son dos jactanciosos africanos elegantemente vestidos que terminarán violentamente expulsados. Seguidamente sube Béatrice Dalle, que es ciega pero ni lleva gafas de sol ni tiene pelos en la lengua; su carácter choca con el del orgulloso taxista, que no ha tenido su mejor noche, lo que desmbocará en una tensa disputa que no es discusión sino intenso tanteo.
Roberto Benigni habla, habla mucho, habla solo, con las calles, con las farolas; le molesta lo poco iluminada que está Roma de madrugada, pero se niega a quitarse las gafas de sol... Recoge a un cura de aspecto resignado que resistirá estoicamente el tsunami verbal, de dudosa moralidad católica, del taxista en el que es, sin ninguna duda, el episodio más surrealista y divertido de los cinco.
Normalmente a nadie le gusta el último capítulo de NIGHT ON EARTH, pero es mi favorito; me parece el contrapunto perfecto para todo lo que hemos visto anteriormente. Helsinki se convierte así en ese final de partida (del mundo, quizá) que sorprendentemente poco tiene que ver con su cineasta más famoso. No hay rastro de Kaurismaki, sólo sus actores, y un inmenso Matti Pellonpää cabecea en torno a una helada rotonda (sí, el fin del mundo; no hay nada más allá) cuando recibe un aviso que le llevará a recoger a tres borrachos en la puerta de un bar. No sé si será por lo mucho que me identifico con este último capítulo o por la elegancia con la que va soltando su halo de resignación y tristeza. Es mi favorito; lo fue hace veinte años y de nuevo se obró el milagro el otro día, cuando volví a ver esta obra maestra, humanista por los cuatro costados, una maravillosa película que define a la perfección el inquieto y juguetón espíritu de su director, un tipo que nunca ha sido lo que pueda parecer viendo su facha, Jarmusch es ese amigo de toda la vida con el que te encanta compartir una madrugada en torno a una botella de bourbon y un paquete de cigarrillos... o dos...
Háganse un favor y véanla.
Saludos de un noctámbulo empedernido que, sin embargo, ya no coge taxis a menos que sea estrictamente necesario...

martes, 11 de enero de 2011

Microcosmos



Ahora que la ley de marras contra los fumadores, no contra el tabaco, que sería la oración semánticamente correcta, está en marcha y nadie puede pararla, me ha parecido oportuno traer aquí una película del que quizá sea el director que más y mejor ha defendido el derecho y el placer de fumar. COFFEE AND CIGARETTES fue rodada a partir de la idea original que Jim Jarmusch ya adelantó en un exitoso corto que presentó diez años antes en Cannes, llevándose de calle la Palma de Oro. Fragmentada en sketches, la película ofrece un fondo y una forma perfectamente imbricados en ese espacio mítico que son los bares, y más concretamente las cafeterías típicamente neoyorquinas, donde conocidos y no tan conocidos se citan y charlan sobre lo divino y lo humano entre volutas de humo y platillos anegados en el combustible de las tazas. Jarmusch no logra una obra redonda por lo disperso de su mensaje, a veces deleita nuestros sentidos, como en el corte con Iggy Pop y Tom Waits que parece más una disputa de marujas que de dos ídolos de la  música; la surrealista intervención de Cate Blanchett desdoblándose en pantalla con su habitual maestría; o el delirante relato, quizá el mejor, con un Alfred Molina soberbio y un Steve Coogan que no le va a la zaga, donde sale más bilis que en una operación de estómago. Luego hay, sí, historias más o menos interesantes, sobre todo teniendo en cuenta la afinidad de cada espectador con cada actor, sólo que a veces nos da la impresión de que se trata de un marco algo más excusatorio, no tan definitivo. Aun así, es un film que suelo recomendar encarecidamente como una una exquisita extravagancia de Jarmusch e ideal para ver en casa con una cafetera, una botella de Carlos I y un paquete de Marlboro... y unos amigos, claro...
Saludos humeantes.

jueves, 21 de octubre de 2010

Los outsiders



Lo debo reconocer: DOWN BY LAW es una de mis pelis favoritas de Jim Jarmusch; uno de esos títulos que voy recomendando indiscriminadamente allá donde me preguntan en plan "acoso y derribo", y, curiosamente, siempre salgo airoso de tamaño envite. Tranquilos, da igual que os llamen "gafapastas" o cosas por el estilo, hace treinta y cinco años eran "ratas de cineclub"; pero aquí prima el cine, el buen cine, y Jarmusch trufa este extraño cuento sobre camaradería y traiciones de imágenes que perduran para siempre en la memoria. Sea por el improbable trío protagonista (Tom Waits, John Lurie y Roberto Benigni), por los diálogos surrealistas o por el suicida encadenamiento/montaje, más cercano al cine mudo que a otra cosa, el caso es que, como luego el propio Jarmusch ha ido reflejando en muchos de sus films, se trata de una huida hacia adelante, la de estos tres tipos, que tras trapicheos varios son metidos en una celda y, pese a sus insalvables diferencias de carácter, planean una estrepitosa fuga que les llevará por parajes desolados hasta un pantano de esos que le gustan tanto al director norteamericano y finalmente a una cabaña donde ya el nivel de surrealismo es tremendo e imprevisible. Hay dos otres escenas maravillosas en DOWN BY LAW, principalmente la que abre el film, con un Tom Waits espléndido que persigue literalmente por un nervioso y desnudo escenario callejero a aquella gran y olvidada actriz que fue Ellen Barkin, por no hablar de la sorpresa final, que no desvelaré aquí y que tiene al insoportable y verborréico Benigni como protagonista. Uno de los títulos fundamentales de su autor, como fundamental es para entender el devenir del cine independiente de los últimos tiempos y la influencia que ha ejercido este cineasta sobre las generaciones posteriores.
Saludos convictos.

lunes, 1 de junio de 2009

Don Juan en chándal

Jim Jarmusch llevaba seis años sin asomar su singular talento (COFFEE & CIGARETTES es un extraño experimento), justo desde la minusvalorada GHOST DOG, cuando decidió aportar su granito de arena a esa especie de "estudio sobre un rostro" en el que se ha convertido la carrera de Bill Murray. Esto algunas veces resulta exasperante cuando se pretende dotar de trascendencia, es el caso de LOST IN TRANSLATION, pero se torna eficaz cuando hay una situación perfectamente reconocible al principio y que da pie a un posterior desarrollo más o menos sorpresivo y que extrae su propio interés de la adecuada concatenación de dichas situaciones. Es éste el caso de BROKEN FLOWERS, casi un punto y aparte en el devenir de Jarmusch, la constatación de que sólo partiendo de una (auto)crítica se pueden asaltar nuevas propuestas tras una carrera de casi treinta años. BROKEN FLOWERS es simple en su argumentación inicial pero terriblemente compleja, complejamente terrible, cuando logra que nos identifiquemos con un personaje que no es ni bueno ni malo, sino como cualquier otro, un tipo que eligió la falta de compromiso y que un par de pasos antes de la vejez paga las consecuencias. La idea de partida es tan fascinante como desoladora: Murray, abandonado por su última amante, recibe una misteriosa carta en la que se le informa de la existencia de un hijo ya adolescente. En mitad de un pseudodepresión, el antiguo conquistador, convertido ya en un cincuentón embutido en chándal, decide ir a visitar a sus antiguas conquistas. Todo es antiguo, todo es nuevo, la sorpresa de no saber cómo reaccionarán, la familiaridad recuperada casi artificialmente. Todos estos elementos, aparentemente banales, como piadoso retrato de madurez, sirven perfectamente a Jarmusch para reinventarse a sí mismo y dejar constancia de que hace mucho que dejó de ser "un raro" para convertirse en un contundente autor, uno de los pocos ejemplos de verdadera autoría en la tierra de los asalariados.
Saludos florecientes.

viernes, 13 de junio de 2008

El relato fantasma

Prefiero, a la hora de hablar del viejo tío Jarmusch, al menos en esta ocasión, hacerlo de una de sus obras más atípicas, quizás también más denostadas, más serias, puede ser que menos Jarmusch.
Me refiero a DEAD MAN, ese ¿western? filosófico-poético-esotérico que decepcionó a algunos y fascinó a otros.
Yo, ni una cosa ni la otra. Me gustó el juego permanente en el que Jarmusch (director juguetón donde los haya) embarca al espectador menos avisado y no me gustó esa sensación de difuminación casi fantasmagórica, como si el largo se debiese haber quedado en corto. Y es que la primera hora es excepcional, mágica, aunque curiosamente se trate del tramo más realista del film, porque el resto parece estar rodado bajo los efectos del opio.
DEAD MAN lo dice todo en esa media hora y en su título; ya está, no hace falta comerse más el coco. Johnny Depp encarna a lo que en el lejano oeste se denominaba un greenhorn, es decir, un tipo blandito, procedente de la ciudad, que va a desempeñar algún trabajo en uno de esos puebluchos que se construían con tres tablones, mucho fango, mala hostia y litros de whiskey. Y ahí queda el asunto. A Depp, en medio de un feo malentendido, le disparan y le matan, pero eso sólo lo sabemos tras su lisérgico encuentro con un indio, digamos... "peculiar". Antes asistimos a la inevitable galería de personajes singulares, fruto de la factoría Jarmusch y, sobre todo, disfrutamos de lo mejor: esa tenebrosa fotografía conjuntada con una tristísima composición del maravilloso Neil Young.
Y poco más, la verdad. una película que Jarmusch intenta tejer a golpe de ingenio, pero que parece improvisada de principio a fin, lo cual se nota muy mucho, sobre todo porque trasladar esa galería de extraterrestres neuróticos y depresivos al marco de un genuino western lastra, y de qué manera, el esperanzador arranque.
Salvemos, al menos, el surrealista sentido del humor; lo descolocados que saldrían de la sala algunos seguidores incondicionales de la religión "jarmuschiana"; o su loable intento de marcar un cierto "camino" que, desgraciadamente, no veo que nadie se hay aventurado a seguir.
Saludos muertos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!