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sábado, 6 de enero de 2018

Al principio...



Nunca he ocultado mi admiración y fascinación por el cine insobornable, magnético y desolado de Philippe Grandrieux, en mi opinión el gran cineasta experimental de las dos últimas décadas. Poco a poco, con lentitud paladeada, hemos ido acercándonos a la mirada de este taumaturgo de lo escondido, lo que quizá nadie imaginó que podía ponerse en imágenes. Su paso por el SEFF hace un par de años puso patas arriba a un jurado desconcertado y fatalmente indispuesto para juzgar una obra que simplemente ya iba por delante de ellos. Y eso que se trataba de una obra "convencional", todo lo convencional que puede ser Grandrieux; pero en sus dos trabajos anteriores se advierte la pulsión de la videoinstalación y el deseo de encontrar un camino virgen hacia lo que una narración al uso no permite. WHITE EPILEPSY son 68 minutos de oscuridad, un vacío de luz que comprime primero un cuerpo desnudo y luego otro; dos cuerpos que parecen estar en mitad de una naturaleza que sólo suena, que se mueven con gestos inhumanos, lentos, como en una danza de ciegos. Si no se nos explicara nada daría igual, pero la intención de Grandrieux es poner en imágenes (nada menos) la primera cópula, esa idea arcana que nos acerca al paraíso como primigenia expresión de la humanidad, y que aquí fondea los márgenes de lo que podríamos definir como la nada. Siendo exactos, los únicos instantes de luz que se permite Grandrieux son, paradójicamente, los más oscuros, y muestran a la parte vencedora, la femenina, con iluminación sobreexpuesta, el gesto una vez más animal y la sangre en los labios del homicidio postcoital. Y todo para terminar con lo único que se puede poner en imágenes antes de la extinción, la vejez, el desmoronamiento de la carne que seguirá dando paso, una vez más, al siguiente comienzo.
No se pueden explicar más cosas ni más importantes con menos imágenes.
Saludos.

lunes, 27 de enero de 2014

Viento entre susurros



Hablar de un creador de imágenes como Philippe Grandrieux insistiendo en un vanguardismo que no le hace justicia, a tenor de su cada vez mayor acercamiento a un lápiz primitivista, deja demasiadas cosas fuera del ámbito de uno de los cineastas más interesantes de las dos últimas décadas. Su penúltimo film, UN LAC, es de hace unos seis años, y supone el ingreso definitivo de Grandrieux en lo que parece ser la recta final de su autodeconstrucción narrativa, trasladando su falta casi absoluta de narración por el descubrimiento (la apuesta de-) de la imagen nueva, total y completamente nueva porque no merece la estadía de una lente/cámara, sino la de una retina desnuda. Sólo al final podemos comprender qué poco importa la excusa argumental del aislamiento, incidental o no, en un entorno hostil; en esa desnudez, Grandrieux se ve capaz de darnos decenas de pistas, atajos que cada espectador puede tomar, o no, según la conveniencia de su necesidad "informativa". Insisto en que esto importa menos, pero ahí está. El valor de su cine, cada vez más, consiste en aclarar y oscurecer, determinar la potencia gradual de unos tonos predominantes (en este caso negros y blancos absolutos) y enfrentados al seísmo gutural de un temblor que casi hace volver la mirada a quien debería estar pendiente del guion y sus recitales. Desde el comienzo del blog (curioso, porque comenzó el año en que se estrenó [no en este país] este film) he mostrado mi incondicional entusiasmo por un artista (su procedencia es el videoarte) cuya influencia es aún incierta, lo que le hace más interesante si cabe; con la certeza de su último trabajo, queda constatado que aún resisten unos pocos suicidas dispuestos a inmolar su propio trabajo. Estemos de enhorabuena.
Saludos.

sábado, 4 de mayo de 2013

Fondo de aire negro



En diferentes ocasiones he manifestado mi admiración por el cine de Philippe Grandrieux. Lo hice a propósito de su primer y fascinante largometraje, SOMBRE, y este sentimiento no ha hecho más que crecer a medida que he ido descubriendo su poderosa obra. La lástima es lo poquísimo que este cineasta y videoartista se prodiga (cuatro films en quince años, el último estrenado este mismo), lo que me ha obligado a extender el tiempo para comentar sus películas; algo que, al menos, me ha dado la suficiente perspectiva para analizar con calma al que, en palabras de quienes han visto su último trabajo, WHITE EPILEPSY, es el cineasta que mejor ha filmado la oscuridad. En LA VIE NOUVELLE, su segundo film, el mismo extraño temblor recorre unas imágenes que nos sitúan en un lugar que es reconocible y marciano al mismo tiempo; Bulgaria, Sofía, aunque todo se encuentre tan exhaustivamente comprimido que queda reducido a unas habitaciones que contienen cuerpos silenciosos, ambulantes o estáticos; unos cuerpos que poco a poco irán perdiendo sus trazas de humanidad, dirigiéndose hacia una animalidad que está perfectamente representada en su brutal final, que por supuesto no desvelaré. Sin ningún tipo de simpatía por lo que está contando, Grandrieux narra la enfermiza obsesión de un joven norteamericano (¿de vacaciones? ¿cuáles son sus intenciones en un sitio tan apartado?) con una enigmática prostituta (una bellísima esfinge llamada Anna Mouglalis) que es el reflejo del siniestro mercado de la carne en Europa del Este. Esto podría haber dado lugar a un plomizo ejercicio de ese desfasado cine de denuncia, tan bienintencionado como inofensivo, pero que en la mirada de este heredero directo de David Lynch es revelador y descorazonador al no dejar un solo resquicio a la esperanza. Estos personajes (todos y sin excepción) saben que no pueden escapar a ningún sitio, que su destino está marcado a corto plazo, por eso todos, las prostitutas, pero también los chulos y los camellos, se quedan pasmados ante la actitud del joven, desubicado en un mundo que no es el suyo, y le insisten para que se marche cuanto antes. LA VIE NOUVELLE, sin llegar a la excelencia de SOMBRE, es (también) una experiencia sensorial de primer grado, un desasosegante paseo por el infierno de la mano de uno de los directores actuales más interesantes y que, por supuesto, sigue inédito en España. Así que sigan hablando de cultura en los grandes salones...
Un nuevo saludo.

jueves, 16 de julio de 2009

Películas que me hicieron temblar #3

Muy de vez en cuando, en mitad de un inmenso océano de películas mediocres, prescindibles, asquerosamente rastreras, aparece un "elemento desestabilizador", como yo lo llamo. Muy de vez en cuando.
En una fantástica borrachera con mi amigo Charly, hará un par de meses, saqué a colación un film ciertamente extraño y que no podía quitarme de la cabeza; intenté darle una idea aproximada del torrente de emociones encontradas a lo largo de su metraje, pero me resultó de todo punto imposible y sólo pude hacerle un torpe resumen superficial. Bueno, y porque tuve un par y la vi en francés sin subtítulos, lo que no tiene demasiada importancia ya que no hablamos de una película "francesa" al uso, de interminables diálogos. No, diría que SOMBRE es más una experiencia sensorial fuera de lo común y que es capaz de evaluar si el espectador está preparado o no para dicha experiencia.
¿Y de qué va? Si nos quedamos en la superficie diríamos que SOMBRE no es más que otro tortuoso viaje al infierno personal de un asesino en serie... Sí, puede ser. Pero hay algo indefinible en su oscura fotografía, en su ansia por retratar parajes naturales obsesivamente, hasta lograr que algo bello nos parezca amenazador. Philippe Grandrieux, curtido en el mundo de la videoinstalación, coloca a un personaje fuera de todo discurso moral, un hombre que asesina prostitutas sin énfasis ni emoción, como si sólo pudiera hacer eso. Luego, este hombre, cuyo trabajo consiste en asustar artificialmente a los niños con sus marionetas (magistral la secuencia de apertura), conoce a una chica que le confiesa su virginidad y a su promiscua hermana; logra su confianza hasta que se revela brutalmente mientras se bañan en un lago. Seguidamente, inmoviliza a la hermana y se lleva a la chica a una especie de verbena en el pueblo, donde se emborrachan y bailan, pero no hay nada de festivo en ello, como si la tragedia flotase constantemente en el ambiente. Allí conocen a un par de tipos, ebrios también, que les llevan a casa de uno de ellos... Y entonces... me quedé literalmente pegado a la pantalla con una de las escenas más intensas que recuerdo haber visto. No, no tiene nada de especial, son sólo esos cuatro personajes, bebiendo, bailando el Bela Lugosi is dead, en un juego oscurísimo de rechazo y flirteo que acaba con el asesino defendiendo a la joven de una posible violación y recibiendo una brutal paliza, mientras ella aprovecha para huir y liberar a la hermana.
Al final he tenido que echar mano de la narrativa (algo que uso poco) para poder plasmar todas las sensaciones derivadas de este film duro, áspero, inquietante pero fascinante; y es que es francamente complicado dar una idea aproximada del mismo a alguien que no la haya visto. Mención aparte es la nula distribución en nuestro país de este director que debutó hace doce años con la que nos ocupa, continuó con la también inédita LA VIE NOUVELLE y acaba de estrenar este mismo año su nuevo trabajo, UN LAC, que se pudo ver en Las Palmas.
Es cine incómodamente necesario o necesariamente incómodo. No para cualquier espectador, desde luego.
Saludos en la sombra.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!