Mostrando entradas con la etiqueta Pedro Costa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pedro Costa. Mostrar todas las entradas
miércoles, 16 de enero de 2019
O cinema ao lado #6
Todos los grandes artistas, en mayor o menor medida, han optado por buscar su propia voz a través de unas variaciones sobre el mismo tema. Sea por obsesión, refinamiento o simple coherencia, son muchos los ejemplos de cómo toda una obra se ha ido construyendo alrededor de un mismo tema, definiendo los contornos del propio artista. Y uno de los ejemplos más reconocibles, reconocidos y estimulantes que ha dado el cine, se encuentra en la filmografía del portugués Pedro Costa, que sólo en contadas ocasiones ha abandonado el que es su tema más recurrente. Tomando el punto físico de un Cabo Verde que siempre es evocado por las palabras como escupidas al aire por el fantasmal Ventura, zombificado testigo del trágico destino de su patria y compatriotas, Costa invoca toda una mitología repleta de canciones y claroscuros, reproches y añoranzas de un tiempo y un lugar que se han quedado en el limbo de la memoria. CAVALO DINHEIRO, es, hasta el momento, el último puerto de esta monumental saga, iniciada hace varias décadas y situada en el suburbio lisboeta de Fontainhas, en este caso convertido en una especie de purgatorio apocalíptico, donde un Ventura viejo y enfermo vomita sus recuerdos sin ningún tipo de coherencia, mezclando presente y pasado, errando en los nombres de sus conocidos o repitiendo obsesivamente el estribillo de una canción que nunca existió. Una película instalada en su propia y tenebrosa poesía, atormentada pero también dotada de un inexplicable sentido del humor. Por supuesto que no es para todos los paladares, pero eso ya lo sabíamos cuando descubrimos el cine radical y transgresor de Costa...
Saludos.
martes, 10 de mayo de 2016
Chantal Akerman y otros enemigos íntimos #18
En 2007, la "Quincena de los realizadores" de Cannes presentó un arriesgado proyecto, un film colectivo que no se parecía a ningún otro. Sus seis historias, sin posibilidad de conexión, debían dar una especie de "parte" acerca de cómo pinta nuestro planeta en diversos puntos del mismo. No es que no se haya hecho antes, pero no recuerdo otro tan radical y, por tanto, libre, y que en ningún caso hubiese cuestionado la personal visión de cada uno de sus directores. Su nombre fue EL ESTADO DEL MUNDO.
El film se abría con un maravilloso corto filmado en Súper8 por el tailandés Apichatpong Weerasethakul, y titulado "Luminous people". Con su habitual sentido del humor de otro planeta, el director que luego se llevaría la Palma de Oro por su "Tío Boonmee", ensambla una serie de diálogos a bordo de una embarcación que surca un río (presumiblemente el Mekong) para llevar a cabo el ritual de esparcimiento de las cenizas de un difunto. Finalmente, en un alarde de concisión narrativa, resultan más importantes los chascarrillos y confesiones entre los tripulantes y familiares que el ritual en sí, algo muy habitual en el cine del autor de CEMETERY OF SPLENDOUR, que sumerge al espectador en la cotidianidad desde lo excepcional... O incluso al revés...
"Germano", del brasileño Vicente Ferraz, es el segmento de contenido y visión más convencional, pero que aun así supone un meritorio vistazo a un mundo poco conocido, el de la masiva desaparición de los pescadores tradicionales de Brasil. En este caso, vemos a Germano, pescador a punto de jubilarse, en su pequeña embarcación junto a su viejo compañero y su joven sobrino, que le echan en cara su empecinamiento en seguir fondeando donde ya no queda nada, por culpa de las grandes corporaciones, a las que Germano maldice y desea la peor de las suertes constantemente. Su cabezonería le jugará una mala pasada cuando se cruce con un gigantesco petrolero ruso y permanezca en el pequeño barco, como si su suicida acto pudiese hacerlo desaparecer...
"One-Way" es una curiosidad que comienza como una anécdota simpática y termina como una contundente denuncia. La directora india Ayisha Abraham narra la historia verídica de un nepalí que lleva 35 años encargándose de absolutamente todo lo que atañe a un pequeño garaje en Bangalore. Como si nada, va contando su peripecia mientras le vemos lavar coches, barrer, hacer de portero o de chico de los recados; luego, llegamos a su pobrísimo barrio en Nepal, donde el analfabetismo es casi del 80% y la gente apenas puede sobrevivir si no es en un estado de semiesclavismo. El silogismo es claro y contundente, el protagonista se lamenta de no poder regresar nunca a su tierra, pero es consciente de que quienes siguen allí apenas si pueden soñar con salir algún día, como hizo él...
A partir de aquí, empieza el núcleo duro del film con la terrible "Brutality factory", de Wang Bing, que demuestra una vez más el irresistible poder de sus imágenes, y cómo las palabras y la dramatización le restan fiereza a este cuento de horror enclavado en una gigantesca fábrica abandonada, que es usada por el régimen comunista para llevar a cabo atroces torturas a quienes consideran "enemigos del sistema". Escalofriante, seca, concisa, es antes un trabajo de valentía necesaria a cargo de un excepcional documentalista, famoso por la larguísima duración de sus films (alguno alcanza las 14 horas) y que aquí emplea apenas quince minutos para helarnos la sangre mientras somos testigos de lo que China lleva décadas ocultando y tan sólo unos pocos son capaces de desvelar, además de denunciar.
Situada en el otro extremo de la semántica cinematográfica, "Tarrafal", de Pedro Costa, es una agónica letanía narrada por fantasmas, los caboverdianos que parecen llevar varias décadas atrapados en un país, Portugal, que apenas les ignora, cuando no les reprocha su desagradecimiento. Es también un choque generacional, el de los jóvenes que jamás han visto Cabo Verde y lo tienen idealizado, y el de los mayores, que siempre acaban teniendo recuerdos amargos de un país semejante a una prisión, como la que encabeza el título. Y, en mitad de todo, como un silencioso espectro que parece saberlo todo, o nada, Ventura...
Y al final de todo, la noche cae sobre Shanghai. O los dos enmudecedores planos con los que Chantal Akerman corona este "estado del mundo". Apenas (o nada menos) el Skyline de la bahía de Shanghai, sus rascacielos vestidos con interminables y gigantescos anuncios luminosos, mientras ignotas versiones de viejos clásicos resuenan como himnos al consumo despiadadamente zombificado. Sabemos qué se oculta tras esa imagen, pero Akerman nos lo muestra desde lejos, como haciéndonos entender que no hay nada que podamos hacer desde nuestros pequeños púlpitos. Los barcos zarpan, salen de cuadro, y todo sigue igual un cuarto de hora después...
Saludos.
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Arqueología sentimental
A este paso, es posible que el cambio de cabecera que tenía pensado para el blog deba ser sustituido por una relación obituaria, porque no es normal entre una cosa y otra. Carlos Larrañaga se nos ha ido también; otro gran actor, de los que estaban ahí de toda la vida, haciendo de todo. En fin, tenía una ingente cantidad de títulos a la espalda, aunque, indagando, me he dado cuenta de que no han sido tantos los roles protagonistas; lo suyo era la presencia, el entrar en escena con elegancia y sin desentonar, como un secundario de primera fila. Nunca tuvo ese gran papel que le encumbrara más como actor que como galán, así que me ha sido difícil decantarme por un título lo suficientemente preclaro o evidente. Y, buscando buscando, resulta que me he topado con un capítulo de aquella mítica serie de los ochenta que fue "La huella del crimen", cuya sórdida trama giraba en torno del propio Larrañaga, que interpretaba a un tipo que hoy día se nos descubre como simiente de los lodos que ahora nos llegan al cogote. EL CASO DEL PROCURADOR ENAMORADO era el farragoso título tras el que un tipo de clase acomodada planea obsesivamente el asesinato de su mujer, para así poder estar con su verdadero amor, una maestra de escuela. La acción transcurre en la Salamanca provincial y profunda, el tipo no sólo queda en evidencia como un cínico egoísta, sino que es adelantado por su sufrida esposa (hija con síndrome de Dawn incluida) como ilustre poseedor de un braguetazo terratenentil de órdago y hasta seguidor de las enseñanzas de Arias Navarro... El capítulo, ustedes saben, no es ni con mucho el más inspirado de la serie, y su resolución queda ya como mero sonrojo cinéfilo (los últimos diez minutos no los superaría ni Iquino); completaban unos "insignes" Pepe Rubio (¡doblado, colega!), Ana Marzoa y Alfredo Mayo como el superfranquista a caballo... Hombre, yo lo siento porque la entrada tenía lo suyo como homenaje, pero es que tampoco había mucho que rascar... Prometo intentarlo como con Galiardo...
Saludos de inacabable luto.
jueves, 8 de marzo de 2012
La esquiva maldad del sonido
El riesgo de integrar varios niveles de arte (y sea esto lo que quiera o deba ser), consiste en que hay cierto momento en el que hace aparición la temidísima dispersión. Sin querer hablar de ello directamente, el espíritu de este blog nació y creo que se ha mantenido firme gracias a dicha integración; no es, por tanto, un problema del blog en sí, sino del objeto mirado y, claro está, de servidor, que al fin y al cabo es el que mira. Hablar de la película de la que hablé ayer, cambiar el chip en apenas 24 horas, y hacerlo hoy de un film completamente diferente, es para mí un placer, y para otros una pedantería tortuosa y que puede saltar peligrosamente de la honestidad al coñazo cultureta. La película es NE CHANGE RIEN, del portugués Pedro Costa, que para el que escribe es un grandísimo director de cine, pero que nadie conoce y jamás tendrá un lugar de privilegio entre los fastos del séptimo arte. Si han visto algún film suyo sabrán de qué les hablo, sabrán que Costa es un magnífico narrador pero que rehúye las formas clásicas de dramatización, lo que le ha llevado a contar casi siempre con actores no profesionales, casi "modelos" bressonianos; y, sin embargo, en la que nos ocupa, ocurre exactamente todo lo contrario. NE CHANGE RIEN es un viaje a las tripas mismas de la creación, en este caso los interminables ensayos de la actriz y cantante Jeanne Balibar, sus rutinas de grabación. Y lo que podría parecernos trivial, lo que nunca vemos ni podemos integrar con la actuación propiamente dicha, cobra aquí nuevo sentido, e incluso puede ser entendido como un basamento fundamental y de igual interés. No es un film fácil, sin embargo; rodado en un tenebroso blanco y negro, el rostro de Balibar emerge de unas sombras que parecen engullir notas, acordes, hilos de voz y retazos de conversaciones. Es una película más para la reflexión subjetiva, no para una mera discusión formal sobre cine; y no pretendo sentar cátedra sobre nada, el cine de entretenimiento es magnífico y saludable... y esto, simplemente, es otra cosa muy distinta.
Saludos en sombras.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!