domingo, 31 de marzo de 2013

Rincón del freak #102: Los 40 Principales del Far West



Yo lo siento muchísimo por toda la gente que acudió en masa a los cines para ver ese desastre llamado YOUNG GUNS, una película mala mala mala... Mal rodada, mal interpretada, con un guion de chiste y tantos arquetipos, y tan mal encajados, por minuto que uno no sabe si está viendo una película del Oeste o un videoclip de Madonna. Esto es muy simple, y ahora, por ejemplo, lo hemos sufrido con el coñazo de TWILIGHT, que, a falta de ideas, lo que hace es reunir al puñado de caras conocidas (y jóvenes, claro) y ponerlos a todos juntos, dosificando los primeros planos adecuadamente y otorgándoles sus propias habilidades especiales... Sí, como X-MEN pero sin sentido del humor. Y un poco de eso va esta tontería, de un inglés (pobrecito Terence Stamp...) que se dedica a reclutar jovenzuelos descarriados para convertirlos en hombres de provecho, aunque la verdad es que a lo único que se dedican es a disparar, lanzar cuchillos y mascar tabaco... no sé, es todo muy raro. Luego sale Jack Palance, ya bastante estropeadete, y hace de malo. También sale una china que no se sabe qué cojones pinta ahí. Pat Garrett es poco menos que una anécdota, y aparece exactamente un minuto y trece segundos. Y luego están los muchachos... Muy guapetes, muy maqueaos, con sus sombreros y sus pistolas y sus peinados de los años ochenta. Está Emilio Estévez como Billy The Kid, que básicamente dispara a todo lo que se mueve y luego se ríe como un gilipollas; Charlie Sheen, al que se cargan antes de la mitad de la peli (no sé si hubo discusión fraternal de por medio); Kiefer Sutherland, que interpreta a un pistolero poeta (???...???...???), que se enamora de la china; Lou Diamond Phillips, que interpreta el único papel posible para él, es decir: un chicano que tira cuchillos; y Dermot Mulroney, puede que el único capaz de reírse de su propio personaje, un tipo bastante asqueroso que masca ingentes cantidades de tabaco y se lava menos que un gato sin lengua... Ah, y Casey Siemaszko, que no sé quién es... O sea, que si son lo suficientemente descerebrados como para enfrentarse a su propio y ridículo pasado, ustedes mismos. Yo ya les he avisado...
No se pierdan la secuencia del peyote. No tiene precio.
Saludos, jovencitos.




sábado, 30 de marzo de 2013

Vida prócer: El cine de Hong Sang-soo #11



En OK-HUI-UI YEONGHWA (OKI'S MOVIE), Hong Sang-soo decide dispersar, sin descentrarlo, su relato habitual de personajes desorientados y relaciones entrecruzadas, en lo que se revela como un exótico armazón parecido a unas casillas contenedoras, que no sólo están interconectadas, sino que además, una vez visto el film, uno tiene la sensación de "sin principio ni final", tan caro al director coreano. Sin embargo, ocurre con esta película que, al subvertir el clima episódico, la narración queda a merced de los golpes de ingenio que su autor sea capaz de ofrecer en momentos puntuales, ya que, desafiando toda tentación de comodidad y autocomplacencia, ni siquiera nos deja empatizar con el que creemos (creemos) que es el personaje principal, Jingu, otro cineasta fantasma, sin películas ni environment cinéfilo. En lugar de ello, Hong Sang-soo nos arrebata el seguimiento exhaustivo al que somete a este personaje en el primer segmento y lo reemplaza por la introducción de la Oki del título, una joven de cama fácil y madurez cuestinable, que oscila entre el devoto Jingu (que, recordemos, igual está casado como que no) y el "profesor", un tipo cínico y posesivo que sólo tuerce el gesto cuando alguien le desliza que en la facultad donde enseña sus compañeros lo ponen a caldo. El problema fundamental de OKI'S MOVIE es que no se permite desarrollarse a sí misma, pero tampoco puede considerarse como un film de episodios, ya que los personajes son los mismos y sus actos y pensamientos se mantienen incólumes (algo reforzado al comprobar que los actores son los mismos que utilizó para rodar su episodio para el Festival de Jeonju). Es, evidentemente, otro ladrillo más en esa gran pared que no cesa de construirse año tras año. E insisto: si te gusta, aunque se repita, estás de enhorabuena; si no, mejor centrarse en filmografías menos obsesivas y pétreas.
Saludos.


viernes, 29 de marzo de 2013

El camino recto



Un hombre llega montado a caballo, desde muy lejos; nadie sabe nada sobre él ni cuáles son sus intenciones. Una familia; padre, madre, hijo; una granja de dudosa rentabilidad. Un ganadero que quiere apoderarse de un terreno aparentemente baldío. Es la lucha por la propiedad, por mantener unos ideales contra cualquier adversidad ¿Pero quién es ese misterioso y solitario hombre del que sólo se sabe su escueto nombre? "Shane, no te vayas. Quédate con  nosotros", dice el hijo. Pero Shane sabe perfectamente que sólo puede estar de paso, porque si se quedara "para siempre" terminaría por destruir esa hermosa familia. Mientras tanto, hay trabajo que hacer; hay que levantar la granja cueste lo que cueste, y los dos hombres unen sus fuerzas; ahora son más que socios, más que amigos. Son casi hermanos. Ambos erradican el último vestigio opresor: un enorme tocón de madera contra el que un hombre solo no puede más que causarle leves daños, pero que entre dos es arrancado de cuajo en una noche. Pero la amenaza continúa, el ganadero no va a darse por vencido por la llegada de un forastero; empleará todas sus artimañas para desesperar a los granjeros, que desistan y cedan; incluso contratará a un mortífero pistolero para que los mate si fuese necesario. Pero Shane, que esconde tanto tras esa mirada, una mirada que no es ni altanera ni soberbia, una mirada en la que confluyen el honor, la dignidad y el esfuerzo por hacer prevalecer la justicia, la mirada de un hombre valiente, aún tiene un par de cosas que hacer en aquel sitio al que llegó un día sin que nadie supiese por qué... antes de marcharse para siempre.
Obra maestra absoluta.
Saludos.


jueves, 28 de marzo de 2013

Vino de ninguna parte...



Sin ser uno de sus trabajos más lucidos (y esto es algo que él mismo se encargaría de demostrar posteriormente con la que es su etapa dorada como director), PALE RIDER es para la filmografía de Clint Eastwood una especie de "mapa a disposición del usuario curioso", y en el que pueden rastrearse no ya las claves de su personal manera de entender el cine, sino también las correspondencias con un cine pretérito al suyo y del que Eastwood ha sabido extraer constantes, virtudes y ese gusto por los modos ortodoxos de dirección. Que éste es un sentido y revisado homenaje lleno de admiración a SHANE no se le escapa a nadie; sin embargo, es gratificante ver a un Eastwood en plena forma mientras pule sus obsesiones y las cataliza a lo largo de un relato trufado de mística y simbolismo. Él mismo se encargaría de dar vida a ese "jinete pálido", mucho más misterioso que su predecesor y que dice de sí mismo ser un simple predicador, aunque sus sermones se limiten a hacer justicia con la misma determinación y heterodoxia usada por el cacique que oprime sin descanso a un obstinado grupo de mineros que está convencido de la existencia de una veta de oro en el margen de un río. El film es un sólido ejercicio de aventuras, un western a la vieja usanza, con unos secundarios realmente solventes y dos o tres escenas icónicas que permanecen después de muchos visionados (apenas le quedan un par de años para cumplir treinta...), como la llegada del enigmático jinete, envuelto en un constante ruido de espuelas y casi como una aparición sobrenatural, el sangriento duelo final o el inevitable homenaje al film de George Stevens, que cambia la erradicación del tocón por una enorme piedra que no deja fluir el río y que simboliza el poder de los débiles cuando deciden unirse para enfrentar al poderoso. No ha envejecido tan bien como otras obras de Eastwood, pero sigue siendo una película que se ve sin mayores agobios; una obra de continuidad de un corredor de fondo al que, eso sí, son pocos los que le pondrían un pero a estas alturas.
Saludos del predicador.


miércoles, 27 de marzo de 2013

En bronce



Hay algo que me conmueve profundamente en CHEYENNE AUTUMN (EL GRAN COMBATE, aquí), penúltimo film de John Ford y último western del gran maestro (esto no lo digo sólo por el western, ya lo saben...). Es ésta una película extraña, panorámica (amplíen el término a su gusto), cuyo mayor error es querer abarcar tantísimo terreno que parece incapaz de dejar nada atrás. De ahí surge el desgajado capítulo central, protagonizado por un divertidísimo James Stewart dando vida a un socarrón Wyatt Earp, y que desemboca en una descacharrante carrera de carros que podría haber firmado el mismísimo Chaplin. Sin embargo, sus casi tres horas quedan ubicadas en dos bloques principales, al principio y al final. Todo comienza con una imponente escultura de un indio a caballo, un fondo rojo y la partitura de Alex North que, según dicen, tan poco gustó a Ford y que a mí me parece sublime. El tema a tratar no es cualquier cosa, pues debe dar cuenta del último estertor del pueblo Cheyenne tras ser erradicados de sus tierras en Wyoming y confinados en una reserva en Oklahoma; y debe mostrar el engaño con esa mezcla de lo más noble y lo más bajo que con tanta soltura Ford deslizaba, sin aparente dificultad, entre unos planos, si bien menos elocuentes que en obras superiores, sí que amalgaman obsesivamente una fiebre pictórica llevada hasta sus últimas consecuencias. Aquí hay que remarcar el trabajo de fotografía, en un espectacular Super Panavision de 70 mm., de William H. Clothier, que estuvo en puertas del único oscar al que optaba. Los actores están bien algunos (Richard Widmark, sobre todo, y una aparición estelar de Edward G. Robinson), pero a otros la carga parece que les sobrepasa, aunque no veo justo nombrarlos, y sí que no puedo evitar qué hubiese sido de este gigantesco fresco con la presencia de John Wayne... pero ya nunca lo sabremos, claro. Es curioso cómo este "Ford" ya con 69 años busca el concilio entre el "gran relato historicista" y la hondura dramática en unos diálogos que, precisamente por su indecisión, quedan algo forzados, menos "naturales", si se quiere. Pero como testamento sigue resultando, a cincuenta años vista, francamente imponente, una estupenda lección para directores ambiciosos y, desde luego, la constatación de que todos los torpes, miopes y envidiosos que alguna vez acusaron a John Ford de racista han tenido que meterse la lengua en aquella parte tan alejada del cerebro... Véanla, con paciencia, pero véanla...
Saludos del hombre blanco.


martes, 26 de marzo de 2013

Con dos principios



Porque la verdad es que hace falta tener muy arraigado el sentido de la dignidad (hoy algo absolutamente dejado de lado) para convertir a un forajido en la gran esperanza de la humanidad. O al menos de su vertiente más hombrada. Es mitología, la del ojo por ojo; la que no dejaba crecer la mala hierba por los cojones de destripar al cobarde, al indigno de portar un arma, al tuerto. Fritz Lang era uno de esos directores que creía antes en los ciegos, por eso vio en aquel Henry Fonda, raíz de los héroes de una sola pieza, al mejor actor posible para dar vida al hermano de un, sí, un forajido. Y aunque el mito de Jesse James haya tenido multiplicidad de interpretaciones, desde el condescendiente hasta el más salvaje e indómito, me parece muy interesante volver sobre la pista señalada en THE RETURN OF FRANK JAMES; y mucho más después de haber visto (y disfrutado) la estupenda película de Andrew Dominik, que parte (sin casualidad alguna) del mismo e inmortal suceso en el cual un tipo llamado Robert Ford daba muerte a Jesse James de la manera más idiota y desmitificadora posible. El reto, por tanto, consiste en llevar el ascua a donde corresponde, que no es otro sitio que dar la vuelta a todo y convertir a Frank James en una suerte de ángel vengador, y de paso, en el gran protagonista, puede que involuntario. El film de Lang es un prodigio de concisión, apenas necesita de hora y media para abrir varios frentes, desarrollarlos y dar una resolución satisfactoria para cada uno de ellos; el resultado es uno de esos westerns sin fisuras y que adelanta (seguramente sin saberlo) a una estirpe de héroes que-siempre-van-más-allá de lo que nosotros, simples mortales, podremos entender por culpa de nuestra limitada sensatez. Frank James no sólo es el mejor con el revólver, además es justo con los que están en inferioridad, convenientemente distante con las damas, calculador en la adversidad y, cómo no, guardián del arquetipo norteamericano: práctico y diplomático a partes iguales. Si aún creen que es imposible que exista alguien así, vean la película...
Saludos fraternales.


lunes, 25 de marzo de 2013

La Historia con minúsculas



Como si de un imposible híbrido entre CARAVANA DE MUJERES y GERRY se tratase, la directora Kelly Reichardt (WENDY & LUCY) sorprendió a propios y extraños con un western de fisicidad imponente y muy difícil ubicación. Fue hace tres años que MEEK'S CUTOFF nos relataba la cruda epopeya de un grupo de colonos en travesía por el árido paraje oregoniano; comandados por el ufano Stephen Meek, una suerte de trampero bastante fantasmón, irán adentrándose cada vez más hacia lo que, en un momento dado, parece ser ninguna parte. Por una parte, Reichardt concede gran importancia al paisaje, el polvo, el calor, los estragos que las duras condiciones irán haciendo en unos personajes de obstinada terquedad, que buscan igual un lugar donde establecerse como una dignidad que quede reflejada en sus actos temerosos de dios. Meek es el sabelotodo sin creencias ni amos, pero nadie está muy seguro de que realmente sepa hacia dónde los está dirigiendo, mientras se pavonea contando sus historias de caza de osos y peleas contra los indios. Precisamente, será la inesperada aparición de un indio la que vuelque el devenir de la cada vez más desanimada comitiva, que se verá abruptamente dividida entre los partidarios de seguir a Meek, que propone asesinar al que considera un enemigo, y los que ven en el indio la única posibilidad de escapar de un territorio en el que, de seguir más tiempo, sólo les traerá la muerte. Magníficas interpretaciones de Michelle Williams y un irreconocible Bruce Greenwood en uno de los mejores westerns realizados últimamente, mientras que la fantasmagórica fotografía de Chris Blauvelt contribuye al clima de extrañeza que envuelve esta aterradora pieza de supervivencia y fe, que no contiene, sin embargo, ni un solo gramo de autocomplacencia, manteniendo una distancia que se agradece y que ya es seña de identidad del personalísimo cine de su autora. Muy recomendable para los más inconformistas.
Saludos colonizados.

domingo, 24 de marzo de 2013

Rincón del freak #101: Hippy Indian shake



El final de la época dorada del western no tuvo nada que ver con la jubilación de los grandes maestros, sino en la incapacidad, por parte de los cineastas jóvenes, provenientes en su mayoría de las todopoderosas series de televisión, de reinventar dignamente un género acorde a nuevas formas narrativas. Corría 1970 y en los cines de medio mundo se podía ver un cartel cuanto menos sorprendente: una india completamente desnuda, atada y de espaldas (la etnia se adivinaba por la pluma...), observaba en la lejanía a la caballería; debajo, unas fotos ilustrativas presentan a los dos protagonistas, nada menos que Peter Strauss, que sería uno de los iconos televisivos gracias a "Hombre rico, hombre pobre" y una jovencísima Candice Bergen. Por sus atuendos y peinados nadie podría haber distinguido si estaban en Fort Laramie o en Woodstock, además de olvidarse de los habituales atuendos mastodónticos femeninos y dejar a esta heroína de modales impropios casi en minifalda... Estaba claro que algo estaba cambiando; los géneros ya no eran lo que fueron y cualquier excusa servía para explotar la tensión sexual de los intérpretes sin que tuviese que derivar del guion, sino como reclamo visual. SOLDIER BLUE tenía más de promesa que de verdadero escándalo; y sin entrar en si esto suponía un valor en sí mismo, cualquier espectador con un mínimo de bagaje se daría cuenta de que, más que espectacular, este extraño film era descaradamente sensacionalista. Otra de las "virtudes" anunciadas a bombo y platillo consistía en el "crudo y realista" tratamiento de la violencia, algo que se reducía a representar los ataques de los soldados a los indios como si estuviésemos viendo una película gore  de segunda fila, con miembros amputados a lo bestia y sangre inequívocamente Titanlux... La película, en términos cinematográficos, es flojita tirando a mala y ha envejecido fatal, que es lo peor; yo no la recomendaría ni como curiosidad, aunque hay algunos momentos divertidos y lo mejor es la aparición de Donald Pleasence como un cazarrecompensas ciertamente peculiar. Una de esas películas de las que uno ha oído hablar de una manera, pero cuyo halo de misterio queda inmediatamente disuelto tras verla; y no me parece un asunto poco significativo teniendo en cuenta el apreciable resurgimiento que el western está experimentando en los últimos años.
Saludos azulados.


sábado, 23 de marzo de 2013

Vida prócer: El cine de Hong Sang-soo... y de Naomi Kawase y de Lav Diaz #10



Cada año, el festival de cine de Jeonju auspicia el Jeonju Digital Project, que se basa en encargar a tres realizadores tres cortos sin duración determinada, pero cuyo soporte sea estrictamente digital y, de alguna manera (aunque esto ya es más complicado), versen sobre la cultura coreana ¿Y qué mejor director que Hong Sang-soo, que en tantos films ha hecho referencia a su país, e incluso al mismo festival de Jeonju? Su trabajo, LOST IN THE MOUNTAINS, es, sin embargo, casi una travesura. Primero porque el director coreano decide prescindir de sus personajes cineastas justo en el momento más impepinable, y nos cuenta, con su habitual estilo, el disgusto de una aspirante a escritora cuando descubre que su profesor y antiguo amante se acuesta con una amiga suya... precisamente después de acostarse ella misma con otro escritor y antiguo alumno del "profesor pichabrava". Curiosamente, es el corto menos conseguido de los tres, y confirma que Hong Sang-soo necesita minutos y paciencia para otorgar sentido a sus aparentemente ligeros guiones, que tras su esquematismo esconden intenciones mucho más profundas. Lo que siempre he mantenido sobre este director: un narrador antes que un poeta.





Todo lo contrario ocurre con KOMA, el corto realizado por la japonesa Naomi Kawase. Con una austeridad y contención que rozan el ensimismamiento zen, Kawase recoge una simple excusa para dotar de trascendencia a una historia que en otras manos menos delicadas bordearía el ridículo. Un joven coreano, de ascendencia japonesa, vuelve al país natal de su abuelo, tras la muerte de éste, para hacer entrega de un misterioso pergamino a un anciano al que presuponemos un antiguo compañero del ejército. En un bucólico ambiente y tranquilo entorno rural, quedará prendado por la misteriosa hija del anciano, casi una presencia fantasmal que, finalmente, se revelará como profundamente humana. El estilo de Kawase, limpio y sosegado, es de tal belleza formal que es difícil no apreciar un relato que, de todas maneras, habrá quien encuentre pedante y altivo. Personalmente, el cine de la directora japonesa me coloca en una disyuntiva que me impide otorgarle mayor importancia, aunque este corto se ve, gracias a su corta duración, con más atención y menos devoción.





Sin embargo, el plato fuerte de la función llega desde el sitio más inesperado y actuando casi como un tajo radical y provocador. No puede ser de otra manera viniendo de quien viene. El director filipino Lav Diaz se saca de la chistera, en poco menos de tres cuartos de hora, BUTTERFLIES HAVE NO MEMORIES, que tiene tanta prosa como poesía, y cuya capacidad de inventiva y asombro parece no tener fin. La historia es como sigue: un mísero arrabal en un poblacho perdido del que sabemos, a través de las conversaciones de tres personajes, que tuvo su momento de esplendor cuando poseyó una mina de oro, pero que una vez agotada el futuro de los habitantes se ha vuelto irreversiblemente miserable. No me gustaría desvelar mucho, pues la trama es tan sorpresiva que se hace necesario el secretismo, aunque el punto de fuga del relato se dispara entorno a una atractiva joven que vuelve, veinte años después, al sitio donde nació para recordar su infancia, sin sospechar qué le espera. El guion de Diaz da para casi todo, para lo tenebroso, para lo truculento e incluso para lo melancólico y, en última instancia, lo jocoso; recuerdo pocas películas con un desarrollo tan nítido y que, sin embargo, sufra una transformación tan acusada desde el comienzo hasta el final. Un final, por cierto, sencillamente antológico.
Tan curioso como que el invitado a priori menos obvio termine eclipsando a sus dos comparsas (y permítaseme esta palabra como la más adecuada). Y aun así, VISITORS, que es el nombre global con el que se conoce el proyecto, es una experiencia estimulante y de gran valor para quien aprecie las nuevas formas del audiovisual.
Saludos.

viernes, 22 de marzo de 2013

Mientras haya esperanza



A medio camino entre A MAN CALLED HORSE y el FITZCARRALDO de Werner Herzog, MAN IN THE WILDERNESS es, aun sin alcanzar las cotas de calidad de las dos mencionadas, un artefacto lo suficientemente extraño, ambiguo y arriesgado como para no pasarlo por alto cuando de westerns borderline estamos hablando. Y es que, más que un western al uso, lo que el correcto Richard C. Sarafian (VANISHING POINT) propone podría pasar por el típico relato de aventuras, e incluso de aquellas cintas de piratas; y si no me creen, no hay más que echar un vistazo a su extravagante argumento. Richard Harris da vida, en una de sus ultrafísicas interpretaciones, a un experto explorador que guía a un capitán de barco (un muy convincente John Huston) desde Canadá hasta Missouri... Al capitán, la tripulación... ¡y al barco mismo! La expedición ya es lo suficientemente descabellada, pero todo dará un vuelco cuando el guía es atacado por un oso que lo deja moribundo, por lo que el capitán decide dejarlo a su suerte para no retrasarse. Milagrosamente, y con ayuda de unos indios, logrará recuperarse e incluso llevar a cabo su venganza, persiguiendo a quienes lo abandonaron. Abusando de unos flashbacks que aportan más bien poco a la trama, las bazas del film, aparte del odiosobrehumano acumulado por este personaje, queda a expensas de un desarrollo cuanto menos desconcertante. No es ya esa travesía en un barco sobre ruedas, incluyendo alguna batalla con los indios en los que tendrán que usar hasta los cañones, sino el estado febril de un hombre al que rodea sólo la naturaleza hostil, pero que también le proporcionará los medios para sobrevivir. Merece la pena si no la conocían y están cansados del western clásico, pero hay que verla sin ensañarse, porque el salto al vacío es notable.
Saludos asilvestrados.

jueves, 21 de marzo de 2013

Economía en largas travesías



¿De qué manera se podría abordar hoy día una historia tan simple, con tan pocas dobleces, como la mostrada en (y es sólo un ejemplo sintomático) ALONG THE GREAT DIVIDE, a la postre uno de los mejores westerns (y menos conocidos) de Raoul Walsh? Posiblemente, y en primer lugar, sin asumir el riesgo de darle el papel protagonista a Kirk Douglas, que acometía así su primera experiencia en dicho género. Pero no sólo Douglas aprueba con nota metiéndose en la piel de un personaje más oscuro de lo que parece a simple vista, un sheriff cuya integridad se ve constantemente a prueba cuando, literalmente, ha de escoltar no sólo a un hombre injustamente acusado de asesinato (un magistral, como siempre, Walter Brennan), sino a su hija (Virginia Mayo) y, circunstancialmente, al hijo del terrateniente que le sigue los pasos  hasta el pueblo donde un juez ha de probar si es culpable o inocente, mientras la intención del terrateniente es, sin más, lincharlo y ahorcarlo, pues mantiene que dicho hombre ha matado a su otro hijo. En el tortuoso camino iniciado por el sheriff, tendrá que hacer frente a los hombres que le persiguen, a la hija, dispuesta a liberar cuanto antes a su padre, e incluso a su propio ayudante, sobornado por el otro eventual prisionero. A medida que el camino se alarga, las fuerzas empiezan a desfallecer y el reto consistirá en calibrar la fortaleza moral de un hombre que terminaría con todos sus problemas si sólo dejara marcharse a sus prisioneros. Walsh filma con brio y firmeza el estupendo guion de Doniger y Meltzer, otorga el tiempo justo a cada personaje, los deja respirar y nunca los pone en ridículo, y todo pese a que se trata de una de esas historias trilladas hasta lo indecible en el western; sin embargo, es cuanto menos gratificante comprobar cómo el relato clásico no pierde su vigencia, sino más aún, cómo ha horadado tantas vanas pretensiones en títulos de corte similar pero con un ombliguismo que, el caso de un maestro como Raoul Walsh, y ya desde su etapa muda, quedaba aparcado. Y es que profesionales hubo...
Saludos culpables.

miércoles, 20 de marzo de 2013

... Habrá petróleo...



El western, como no puede ser de otra manera, se ha prestado al manoseo e hibridación con saludable impudicia. Ha habido títulos que, casi pasando de puntillas por el género, retenían el aroma inigualable e inconfundible de las "películas del Oeste"; algunas con mejor fortuna que otras, pero siempre sustentándose en una época que tiene mucho de mitología candente. En este sentido, me dispuse hace poco a recuperar una curiosísima película del muy olvidado Albert S. Rogell, a la sazón más reivindicado por aquella aproximación, en clave pseudocómica, al universo de Edgar Allan Poe que fue THE BLACK CAT; sin embargo, la que me parece su trabajo más certero y personal es IN OLD OKLAHOMA, que también es conocida por otro título, WAR OF THE WILDCATS. Y uno ve aparecer por allí a un joven (hablamos de 1943) John Wayne y con el recuerdo aún reciente de STAGECOACH, y la asociación es inmediata. Sin embargo, este film elude muchos lugares comunes, y aunque tiene gran parte del genuino "espíritu fordiano", sería recomendable un visionado atento para degustar sus muchas capas. En primer lugar, lo que el guion de Ethel Hill pretende es abarcar dos frentes: la fiebre del petróleo y la extinción de los pistoleros. Por un lado, Albert Dekker encarna al incipiente gran magnate de las perforaciones, aún con un pie en el "viejo mundo", pero dejando de lado los escrúpulos para apoderarse de cuantas tierras le sean necesarias; por el otro, irrumpe (un poco bruscamente, hay que decirlo) el pistolero/soldado, que ha vuelto tras "hacer las Filipinas" y que se encuentra con un mundo que no es el que dejó antes de partir. Ambos competirán por una explotación y por los favores de una mujer, la improbable y desenvuelta maestra de escuela interpretada por Martha Scott, más recordada por su papel en BEN-HUR. Así, S. Rogell, intenta contentar a todo el mundo y enlaza los diálogos de corte humorístico con escenas de pelea, una estampida de carromatos, un tiroteo e incluso un número musical de can-can... Demasiadas cosas, y demasiada fatiga para un resultado más liviano de lo esperado; no es una película que haya pasado a la historia, pero es curioso cuando uno rastrea las casi imperceptibles huellas de films tan insólitos como THERE WILL BE BLOOD. Y es que no sólo de westerns vive el hombre...
Saludos en crudo.

martes, 19 de marzo de 2013

Acerca de profesionales especialmente sólidos



Me motiva bastante reivindicar la figura de Budd Boetticher, y, por extensión, la de esa larga nómina de directores a menudo maltratados por la pedantería de críticos miopes, aunque en la mayoría de ocasiones sean bien recibidos por el público. Boetticher es un gran olvidado, casi un perfeccionista de una sola obra y responsable de algunos de los mejores títulos del western más incuestionable. Con una cinematografía cimentada en las "variaciones" sobre desiertos, rocas, caballos, monturas, abrevaderos, Salones, botellas de whisky, jarrillos de café humeante... y ese coloso llamado Randolph Scott, el director nacido en Chicago parece buscar ese algo inaprensible oculto tras lo que, vulgar y erráticamente, damos en llamar "género". El western es el género por excelencia, y su valía suele desprenderse de su capacidad cromática para aglutinar lo que en otros films resultaría forzado o simplemente inadecuado. Se mevienen a la mente una miríada de títulos a cual más disfrutable, pero uno de los mejores es, sin duda, SEVEN MEN FROM NOW, en la que el eterno Scott da vida a un sheriff retirado y bastante golpeado por la vida que se encuentra en mitad de una peligrosa encrucijada. Por un lado, sin nada que perder, inicia una paciente y tortuosa búsqueda, la de los ladrones que en un asalto mataeron a su mujer; mientras, tendrá que vigilar de cerca a otro grupo de forajidos, entre los que sobresale un imponente Lee Marvin, que, aparentando estar de parte del sheriff, en realidad esperan que éste les lleve ni más ni menos que hasta el botín robado. Una maravilla de la concisión y la sobriedad, un film que en poco más de una hora es capaz no sólo de trazar con claridad a cada personaje, su pasado y su incierto y trágico destino, sino que además sirve como auténtica lección de cine clásico, casi ejerciendo de manual práctico para quien se atreva, y vive dios que no debe ser fácil, a dirigir un western, como si tal cosa...
Saludos reivindicativos.


lunes, 18 de marzo de 2013

Testigo, puente y aldabonazo



Hay ocasiones en las que me resulta mareante y complicado tener que exponer mis razones de forma lo suficientemente práctica como para intentar eludir, lo más posible, la pedantería, el ensimismamiento y, por supuesto, la ridiculez. Así pues, me he sorprendido a mí mismo admitiendo que, si por mí hubiese sido, el oscar a mejor película de este año habría sido para el renacido Quentin Tarantino de DJANGO UNCHAINED. Y todo después de haber abominado su anterior film, que muchos dicen que se parce tanto a éste... No estoy de acuerdo. Si INGLORIOUS BASTERDS era un actor porno mirándose la picha mientras mea, este colosal y morrocotudo homenaje al cine porque sí, al marginado del star system, al lúdico placer de poner en escena lo que te salga de los cojones (y para abreviar, al spaguetti western), es un exquisito embaucador, al que no le hace falta bajarse los pantalones para llevarse a la chica... Ahora bien, la jugada de Tarantino, no por audaz, es menos calculada; resulta complicado quien defienda a capa y espada las directrices (por decir algo) de Corbucci o Castellari (a Leone lo dejo fuera, es otra liga), pero casi más por desconocimiento refractario y desprecio inculto que por urticaria técnica. Esto es lo que Tarantino ha sabido aprovechar meticulosamente, y "su Django" no escatima en órdagos para alcanzar su verdadero fin, que no es otro que traer otra época y otras maneras de hacer cine al aquí y al ahora ¿Cabe, por tanto, mayor acto de insumisión y reto? Más aún cuando DJANGO UNCHAINED contiene una dirección de actores sublime y una narrativa jamás confusa (probablemente estemos hablando del mejor "contador" de historias del cine contemporáneo), y sólo en su tramo final se desmelena en exceso, pero le perdonaría a Tarantino que aguardase un par de horas antes de osgarmar, cosa que en este excelente western ocurre. De hecho, creo que la estatuilla a Christoph Waltz es absolutamente merecida; que Jamie Foxx cumple con creces su cometido de ser "el raro en la sombra", sin alzar nunca la voz; que Leonardo DiCaprio compone a un villano simplemente espeluznante y que Samuel L. Jackson deconstruye la noción que teníamos hasta ahora del apacible criadito negro de la plantación; amén de los emocionantes cameos de Don Johnson y hasta el mismísimo Franco Nero, el Django original. En fin, una película admirable y que se disfruta de cabo a rabo, con unos diálogos deudores de la inolvidable PULP FICTION y que, al menos a mí, me devuelve la confianza perdida (no del todo) en un director único, posiblemente el que más referencias sigue suscitando en este blog.
Y aprovecho para indicar, aparte de que el repaso a los oscars de este año ha concluido, que en adelante nos esperan varios días dedicados al western... digamos "más personal". Nobleza obliga...
Saludos sin cadenas.


domingo, 17 de marzo de 2013

Rincón del freak #100: La vida fluorescente



Me mosquea que un libro de autoayuda sea referente del estado general de la literatura ¿Literatura y autoayuda?... algo estamos haciendo mal. Me trae sin cuidado que un director de cine que no tiene nada que ofrecer, cuyas ideas se agotaron hace tiempo, intente subsistir en la industria a toda costa. Eso también es la ley de la supervivencia. Mezcle y agite... Autoayuda y supervivencia, igual a superación que roza con la yema de los dedos lo divino. En realidad, me enerva mucho menos una cosita errática y bienintencionada como LIFE OF PI que esa tontá para imbéciles que es SPRING BREAKS, aunque salgan más tetas. Entonces ¿qué pasa? ¿por qué sentí vergüenza ajena viendo esta ida de olla para todos los públicos? Podría despedazar un montón de aspectos, pero tampoco creo que sea para tanto; ni en lo técnico, que aprovecha los medios actuales; ni en las actuaciones, que son horribles estereotipadas; y ni siquiera en lo de la credibilidad, teniendo en cuenta que la ganadora del oscar nos contaba una historia que cuesta trabajo creer aunque sepamos que fue real... ¿Entonces qué?... Pues entonces, uno, que nunca ha visto ni considerado al señor Ang Lee como un virtuoso, sino como un sólido contador de historias, no puede perdonarle de ninguna de las maneras que no haya puesto ninguna objeción al mayor despropósito de esta historia (no, no me refiero a que el protagonista se llame Pepito Piscinas). LIFE OF PI finge ser una narración "contada", aunque no es cierto ya que todo está puesto en imágenes; sin embargo, todo lo que este tipo, Pi (apócope de Piscine, que yo no miento), cuenta, es una gran falacia que encubre un gran horror, quizá más grande aún de lo que, a regañadientes, termina por admitir ante el asombrado biógrafo, que como nosotros piensa que le han tomado el pelo. Lo que quiero decir es que el señor Lee, para huir de los encasillamientos "familiar" y "para todos los públicos", que habrían limitado el vuelo a su película, nos sugiere ya al final, y tras un indigesto empacho de anguilas fluorescentes y peces voladores, que a lo mejor todo eso no es más que una versión "amable" de los hechos, y que cada elemento, cada personaje, encubre a otro. Y para no irme por las ramas, ni tampoco desvelar mucho a quien no la haya visto (que no es mi intención), yo me pregunto por qué esa dulcificación a través de lo insólito y que deviene aversión por la realidad pura y dura; y es que Lee tenía dos opciones: una era gastarse medio presupuesto en tubos fluorescentes, otra era revisar RAVENOUS... Si quieren mi recomendación, mejor vean la estupenda película de Antonia Bird...
Saludos'1416...


sábado, 16 de marzo de 2013

Vida prócer: El cine de Hong Sang-soo #9



En JAL ALJIDO MOTHAMYEONSEO (LIKE YOU KNOW IT ALL), filmada en 2009, Hong Sang-soo sublima el concepto de película-río (en su caso, más bien película-bifurcación), tronco medular y significante de toda su filmografía. Su gusto por obviar la trama y centrarse en el personaje queda aquí retratado a la misma endiablada velocidad con la que su indeciso y perdido protagonista (sí, otro director de cine al que jamás veremos haciendo nada que tenga que ver con su profesión, si no es en el fuera de campo que el director coreano maneja con tanta maestría. Todo comienza cuando seguimos a Gu Gyeong-nam mientras es jurado en un pequeño festival de cine. A partir de ahí, y entre multitud de borracheras de soju, flirteos improductivos, celos profesionales y hasta concursos de pulsos, este improbable (anti)héroe va dejando una sensación de vacío y desorientación a medida que su rumbo va teniendo más que ver con el azar que con planificación alguna. Se encontrará con un antiguo amigo y su grupo de alumnos; pasará una noche conversando con su viejo profesor, que ahora es pintor y vive junto a su joven esposa en una villa; una vez allí, le sorprenderá que ella sea un amor casi olvidado de la Universidad; y, mientras tanto, buscará, en una nueva huida hacia delante, la complicidad de otro amigo al que encuentra por casualidad, aunque un extraño sueño lo dejará cavilando sobre su absurda situación, incapaz de atarse a nadie y con graves problemas de conciencia.
Novena variación Sang-soo, retrato desapasionado del hombre moderno y su vacío existencial o, simplemente, crónica etílica de una bragueta sempiternamente insatisfecha; el caso es que, a medida que uno se interna más en el incomparable y obsesivo universo de este director, más elocuentes aparecen sus motivaciones, y se aprecia con más deleite y menos desconfianza.
Saludos.

viernes, 15 de marzo de 2013

The american way of trade



Lo digo ya para que no se me olvide luego y me aticen. ARGO no es, ni muchísimo menos, la mejor película de todas las que se presentaban a los oscars; tiene tres, y si me apuran cuatro, claramente por delante. Luego, respeto mucho a Ben Affleck, que sin dárselas de nada ya ha cimentado una reputación de director sólido y, sobre todo, con las ideas bien claritas; pero aclaro: ARGO es bastante inferior a THE TOWN y aquella maravillosa película que fue GONE BABY GONE. Dicho esto, ARGO es lo mismo que ZERO DARK THIRTY pero al revés, contado de otra forma, con menos cháchara y más ideas... Y las dos están basadas en hechos reales, así que no veo inconveniente en compararlas. Ésta es la historia de un rescate descabellado, el que un agente de la CIA ideó para sacar de Irán a seis diplomáticos que se hallaban escondidos en la embajada de Canadá tras el asalto a la ídem norteamericana por los fanáticos de Jomeini, que pedían la extradición del Sha de Persia para ajusticiarlo. Hay varios niveles en el complejo guion construido por Chris Terrio, y lo que en manos más expertas supone un valor añadido, finalmente deja un relato eminentemente basado en el suspense que sea capaz de generar, en una anécdota conscientemente artificiosa; muy bien resuelta en cuanto a ritmo y diálogos, el problema proviene de conciliar el espasmo político, el tufillo aventurero (con Affleck en plan Indiana Jones cerebral... yo hubiese usado a otro actor, pero bueno...), el retrato que apenas se atisba de un país en uno de sus momentos más convulsos y, cómo no, la puesta en imágenes del plan en sí, que uno hubiese esperado más elaborado y termina dejando un sabor agridulce. Es como si el exceso de pudor le pudiera a Affleck, o como si hubiese sido incapaz de decidirse por un solo tono. El caso es que ARGO es una película endiabladamente entretenida, pero que de ninguna manera trascenderá con el tiempo; y aun así, es un paso más, y muy necesario, en una trayectoria que, supongo que por cabezonería, aún tiene que escribir sus mejores páginas.
Saludos cautivos.


jueves, 14 de marzo de 2013

En el culo del mundo



En los oscars de este año se presentó una curiosa producción canadiense, de corte modesto, situada en ninguna parte. Es decir: situada en el África subsahariana, en las selvas donde las guerrillas matan y saquean sin que exista algún motivo real. Este es el punto más impactante de REBELLE, la crudeza con la que nos son mostradas las terribles acciones de estos pseudoejércitos sin que prime la explicación de por qué van sembrando la destrucción a su paso. Justo al principio, los "soldados" del Gran Tigre devastan un poblado, matan a todos sus habitantes y secuestran a los más jóvenes, a los que utilizarán como guerrilleros suicidas. Komana es una niña de sólo 12 años que es obligada a matar ella misma a sus padres antes de vagar sin rumbo por una selva plagada de fantasmas, ritos de iniciación y un total  desprecio por la vida humana. El periplo de esta anciana precoz nos llevará, durante los siguientes dos años, por la huida que emprende junto a otro niño/soldado, un negro albino, que casi será la única persona que muestre afecto por ella. Dos años en los que terminará quedando embarazada y perdida, buscando su antiguo poblado para enterrar a sus padres y liberarse de sus fantasmas, que la acosan a diario.
Existe en este film un loable impulso de inmediatez, de acción sobre la palabra y de no dejar un solo resquicio a unas heroicidades que, simplemente, no tienen cabida en un lugar que sólo conoce el poder del terror. Queda, eso sí, a merced de sus potentes imágenes, porque el argumento carece de enjundia y hay momentos en los que uno tiene la sensación de que hay motivos repetidos o aludidos. Sin embargo, no deja de ser una grata sorpresa que películas de este tipo hayan logrado internarse hasta el corazón mismo de Hollywood e incluso competir en los oscars.
Saludos negros.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Aguas profundas



No he tenido la suerte de ver el mítico documental que el aventurero (usar otra palabra nos dejaría a la mitad) noruego Thor Heyerdahl dejó como legado, en 1950, de su impresionante proeza, nada menos que cruzar el Pacífico en una balsa desde la costa de Perú hasta la Polinesia, y demostrar así su teoría de que sus pobladores proceden de América y no de Asia. Ahora nos llega una curiosa producción noruega que retoma  el mismo tema solo que dramatizado, y que compitió (es un decir) por el oscar a película de habla no inglesa. KON-TIKI, nombre de la embarcación, es un puro y duro film de aventuras al estilo más clasicote, con sus ventajas e inconvenientes. Las ventajas provienen de no marearse demasiado el coco con prospecciones extrasensoriales y centrarse en la extraordinaria peripecia de unos tipos, todo hay que decirlo, bastante inconscientes. La fotografía, sobria y colorista, cumple su cometido de documental de National Geographic estilizado y hay un par de escenas francamente bien rodadas, como la visita del gigantesco tiburón ballena o el paso por el arrecife; sin embargo, en el debe queda su torpe dirección de actores (de inexpresividad típicamente nórdica) y un abuso de la calma chicha que la deja, las más de las veces, en un como sopor que deja al espectador flotando a la deriva... No es ninguna maravilla pero entretiene más que la de Ang Lee... y con menos gilipolleces...
Saludos balseros.

martes, 12 de marzo de 2013

Definición de maquinaria



Oficio. No es otra sino esa la palabra que retumba en cada esquina, orificio y voluta de una película tan densa, abigarrada y compacta como LINCOLN, el "Lincoln" de Spielberg, deberíamos concluir. No es tan buena, ni tan mala... es Spielberg en estado de madurez (un poco tarde, creo yo), por preferir hacer hablar a sus personajes antes que someterlos al típico ballet infernal de sus cintas más famosas (y emblemáticas). LINCOLN roza la verborrea más insufrible, en cambio los actores están superlativos, ejecutando su oficio admirablemente, y es, por tanto, la dirección artística, ese gran intangible de un rodaje, el logro más notable de 150 minutos sobre la obsesión de un hombre por lograr la abolición del esclavismo. La historia (la Historia) la conocen de sobra, o deberían, pero la conclusión más ajustada en la que creo que hay que moverse no es en el documento histórico, sino en qué nos ofrece Steven Spielberg tras su extraña mezcla de ampulosidad y humildad. Supongo que la noción norteamericana debe ser muy diferente a la europea; hay una exaltación de los valores nacionales y quedan remarcados los trazos definitorios por los que se movería la integridad y la conciencia ante un momento de ruptura con tradiciones que no por sangrientas gozaban de menor aceptación. Normalmente, un film de este tipo, o que al menos se inscriba por méritos propios en el epígrafe "Histórico", apenas puede evitar ese momento "grande y desbordante", sea una batalla, un baile, un baño de masas... Spielberg aprueba, en mi opinión, porque aprovecha su gesto inicial, adusto y bruñido, para meter el micrófono donde nadie suele hacerlo, que es en las letrinas tras la henchidumbre y el mascoteo; así, LINCOLN, aparte de lo obvio, del deslumbrante trabajo de Daniel Day-Lewis, quedará como una estupenda lección de cómo, cuando existe la convicción de ello, los políticos pueden cambiar el curso de la historia. Este tiempo no es aquél, claramente, pero cualquier tiempo es susceptible de quedar bajo la mirada crítica... y prosperar.
Saludos enmendados.


lunes, 11 de marzo de 2013

El acto inmanente



HOW TO SURVIVE A PLAGUE, que competía por el oscar al mejor documental, conserva intacto (supongo que intencionadamente) cierto aire descuidado, falsamente amateur, que lo salva de caer en una mediocridad medida por su propia intransigencia narrativa. Casi podríamos decir que el lema principal no queda apoyado por lo que supuestamente va a contar, que no es otra cosa que la terrible plaga que el SIDA ha sido desde su descubrimiento en los años ochenta, sino en el activismo surgido "espontáneamente" en Estados Unidos y conformado por numerosos artistas, intelectuales, periodistas e incluso médicos. Y más aún, este documental tosco, fiero y con muy malas pulgas, tiene su gran baza en hacer valer su "retrato de la obstinación", precisamente la que logró que el gobierno finalmente invirtiera el dinero necesario en la lucha contra esta enfermedad. No hay medias tintas. En grupos como Act Up o T.A.G. entendieron que no había tiempo, y que la acción directa era el único camino para revertir una situación que muchos no dudaron en calificar como poco menos que apocalíptica. Éste es un documento que homenajea explícitamente a aquellos activistas que mantuvieron un desigual pulso durante más de una década, a los que lograron sobrevivir y a los que no; y su mensaje es claro y contundente, no tan emocionante como esclarecedor. Sin embargo, si le echo algo en falta es la decisión (consciente supongo) de no expandir el campo de visión; una vez está expuesto el tema y los personajes llegan a sernos incluso familiares, algún punto de fuga hubiese enriquecido el resultado final, aunque entiendo que, dada la seriedad de lo que se está hablando, para un director, que además fue activista, sea complicado apartarse del manual. Interesante si se quiere saber más sobre el tema, en todo caso.
Saludos en buena forma.

domingo, 10 de marzo de 2013

Rincón del freak #99: ... hostia puta...



En fin, yo pensaba que nadie se atrevería, peeeero... hete aquí que yo, que antes había defendido el cine de Tom Hooper, me veo en la necesidad ética y moral de dar parte y cuenta de una fechoría terrorífica. La cosa en cuestión se llama LES MISÉRABLES, y aunque en los créditos diga que está basada en la obra de Víctor Hugo, no se lo crean. Los motivos son varios, pero temo extenderme y perder mi tiempo y el de ustedes. No es un musical, porque no existe el sentido del ritmo; a lo mejor podríamos hablar de "teatro filmado", un poco "a lo Branagh", pero como hay tantos efectos digitales tampoco cuela. Los actores cantan... o eso parece; en realidad van por ahí, deambulando, y de vez en cuando sueltan un exabrupto en forma de prosa dodecafónica deconstruida... Vaya, que casi ninguno sabe cantar, pero Lee Marvin tampoco y sin embargo le hicieron una canción a su medida, cosa que aquí no se ve por ningún lado. Ustedes sabrán que la novela hablaba de las injusticias en una Francia desolada por la miseria, en cambio, Hooper se centra fatídicamente en la persecución bigger than life (si es que algo así es posible) del jefe de policía Javert al desdichado Valjean... Me gustaría dejarlo todo en una pequeña ridiculez que me recordó por momentos a los sketches del Coyote y el Correcaminos, faltaba algún cañón marca ACME, pero no puedo quitarme de la cabeza las caritas de Hugh Jackman y Russell Crowe intentando convencernos de que han tenido un profesor particular de entonación. Un despropósito terrible, una de las peores películas que he visto en mucho tiempo y que además pasará a la historia por haber conseguido que a una actriz le den el oscar por una actuación de diez minutos y justo al principio... No sé, es una cosa muy rara y muy poco productiva; y como es taaaaaan laaaaaarga, no pierdan el tiempo con ella, no merece la pena...
Saludos anti karaokes... ¡Eso es, joder! ¡Ahora me acuerdo de lo que quería decir!... Tom Hooper ha inventado un nuevo género: ¡El Karaoke digital y pseudohistórico!... ¿Alguien da más?...

sábado, 9 de marzo de 2013

Vida prócer: El cine de Hong Sang-soo #8



Son muchos los que coinciden en señalar BAM GUA NAT (NOCHE Y DÍA), de 2008, como el gran punto de inflexión en la filmografía de Hong Sang-soo, y como todas las que de un modo u otro se pueden considerar de cierta importancia, los cambios, de haberlos, que los hay, son casi imperceptibles. Es de esa sutilidad a la hora de manejar su universo dramático e intelectual de donde el director coreano desambigua géneros para transformarlos en otra cosa, un work in progress de aspecto descuidado pero con toda su carga de profundidad agazapada y señalada por ciertas balizas en apariencia poco llamativas, pero elocuentes si se saben ver. El carácter transfronterizo de esta excelente película, repleta de sentido del humor, nostalgia y compasión por sus prodigiosamente bien trazados personajes (y destaca el gran trabajo del actor Yeong-ho Kim, omnipresente en casi cada fotograma), no radica sólo en el hecho de la divertidísima y algo estrafalaria excusa del guion para trasladar la acción a París, sino en cómo no deja de lado en ningún momento su carácter de objeto extraño e incrustado. El protagonista, un pintor de escaso éxito, es detenido por fumar marihuana, por lo que decide eludir a la justicia de su país y huir a Francia; esta circunstancia no es explicada al principio en unos sobrios créditos y con la solemnidad de la Séptima Sinfonía de Beethoven, lo que remarca aún más la ironía de dicha escapada, que no es otra cosa que una huida hacia delante de un burgués aburrido de su vida y su matrimonio. En París, este tipo, a caballo entre un torpe conquistador y un diletante algo desnortado, se instalará en una triste pensión, compartiendo piso con otros cuatro coreanos e intentando hacerse creer a sí mismo que su circunstancia es, digamos, "cercana a la bohemia". Entre algunas borracheras (bastantes menos que en otros títulos de su director), conatos de flirteo y visitas a museos, este antihéroe contemporáneo tendrá tiempo de demostrar lo dura que es la vida sin reconocimiento en unas jornadas que se suceden a toda velocidad desde el verano hasta el otoño. Hong Sang-soo parece reírse de esos "artistas" a los que siempre les suceden las cosas más extraordinarias, como si estuviesen elegidas para ellos, y es capaz de narrar, como si tal cosa, el más difícil todavía: la cotidianidad. Y París, casi mezclado con Corea, es una mixtura de la que no puede sino salir algo que casi nadie entiende; quizá por eso el personaje principal se niega a aprender una palabra de francés... ¿Para qué?
Saludos diarios.

viernes, 8 de marzo de 2013

Un documento para creyentes



El documental que ha ganado el oscar este año ha sido una curiosa producción sueca acerca de la imposible búsqueda de un misterioso cantautor norteamericano de raíces hispanas a cargo de sus únicos fans en todo el mundo... en Sudáfrica... Pero no nos confundamos, porque SEARCHING FOR SUGAR MAN no es ningún peñazo transnacionalista con ínfulas bienhechoras y edulcorantes; antes al contrario, lo que el joven Malik Bendjelloul (sí, no es un nombre muy sueco, pero qué le vamos a hacer) propone en esta excepcional película, que pasa en un suspiro y dejándonos con una sonrisa de oreja a oreja, es nada menos que ajustar cuentas con una industria, la musical, que no es que esté ciega, sino que no está dispuesta a deificar a quien simplemente es capaz de mantener los pies en el suelo en mitad de la tormenta. El caso, curioso como pocos, nos lleva hasta la rígida Sudáfrica de aquel canalla llamado Pieter Botha, y sin entrar en demasiados detalles se nos cuenta el extraordinario impacto que las canciones de un tal Sixto Rodriguez tuvieron en la juventud anti-Apartheid, recluida en un sistema que apenas filtraba nada del mundo exterior. Rodriguez era un insólito cruce entre Bob Dylan, Nick Drake y cierta poesía amalgamada tras muros de ácido, un tipo muy de finales de los sesenta, aunque por aquel entonces la tipografía abundaba... de no ser porque a Rodriguez, literalmente, no le conocía ni el Tato (santo patrón de los sabihondillos). Grabó dos discos, sus productores lo alababan y no entendían cómo a nadie le podía interesar, así que pasó el tiempo y Rodriguez desapareció de cualquier tipo de escena artística... pero en Sudáfrica seguiría siendo un ídolo "más famoso que Elvis Presley". La epopeya (literal) de un audaz periodista que decidió recoger el testigo que un grupo de ultrafans le dejó para que intentara seguir el rastro de tan misterioso personaje es el eje central de un documental que, casi sin pretenderlo, cuenta muchas más cosas de las que parece, y que es un emocionante soplo de aire fresco y nada ombliguista. Lo que cuenta no es en absoluto nuevo, pero lo hace tan bien que uno no se arrepiente de haberse acercado a esta joya que perdurará, y puede que incluso más que su leyenda olvidada...
Saludos dulces.

jueves, 7 de marzo de 2013

De ninguna manera



El "No" de 1988, en Chile, es uno de los episodios más significativos de lo que deberíamos entender, ahora que todo se tambalea, como la fuerza del pueblo soberano contra la soberbia opresora de una dictadura. El General Pinochet, tras quince años de poder absoluto, se sentía con tanta superioridad, tan seguro del efecto del miedo inculcado al pueblo chileno, que se le ocurrió la brillante idea de convocar un plebiscito. A un lado estaría la opción del "Sí", representando al poder establecido; al otro, el "No" aglutinaría, supuestamente, a los opositores, provenientes casi todos de partidos de izquierda. Pablo Larraín podría haber filmado desde fuera, dejar constancia de unos hechos históricos e incuestionables, pero prefiere elegir lo que normalmente no se ve y se centra en la realización de la campaña publicitaria de dicho "No". Así, NO es un apasionante relato repleto de detalles y motivos sobre la capacidad de los medios de comunicación para despertar conciencias, pero también juega el doble juego del "¿todo vale?". Por un lado vemos a René Saavedra, un exitoso publicista que ha pasado gran parte de su vida exiliado en México y cuya visión de la victoria publicitaria es completamente pragmática y desapasionada; sin embargo, lo que se le pide es que aproveche los escuetos 15 minutos diarios de emisión televisiva para mostrar los horrores de la dictadura al mundo. Increíblemente, lo que logra hacerse tambalear a un poder casi intocable es el poder de la alegría y la esperanza; Saavedra termina por imponer un spot que nos remitiría directamente a la Coca-Cola... ¿y acaso cabe mayor factoría de persuasión que esa? Por último, una pequeña reflexión sobre esto tan obtuso del cine: NO optaba al oscar a mejor película de habla no inglesa; poco antes, se alzaba con el premio a mejor película en el Festival de La Habana... Ustedes mismos.
Sí hay saludo.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Buscando problemas donde no los hay



A medida que uno va adentrándose en el juego que la Academia de Cine de Hollywood propone, en materia de nominadas a mejor película, para los oscar, no termina de quedar clara la verdadera intención de presentar un abanico tan amplio y heterogéneo si no es, pienso yo, por cierto gusto de muestrario, algo que resta verdadera emoción pero inocula poderío a una industria, no nos engañemos, que está de bajón continuo. Si nos topamos con "una de guerra", "una de políticos", "otra del Oeste", "la musical", "la rara", "la extranjera", "la de autoayuda" y hasta la inefable "de Spielberg", la inclusión de esta SILVER LININGS PLAYBOOK colma el apartado que podríamos denominar como "comedia romántica". Ahora bien, les prevengo de que casi todo lo que se supone que debe contener el film del irregular David O. Russell, o pasa de soslayo o simplemente ni está; y es que, o lo anteriormente conocido como "comedia" va cruzado con unas nada despreciables dosis de mal rollo o es algo salido de la factoría Apatow... y no es el caso. Esto, se supone, va de locos, desequilibrados, bipolares, personas inestables que, por si no lo sabían (y para eso está el cine yanqui), también merecen una segunda oportunidad en la vida. No les atosigaré con un montón de detalles que tampoco es que tengan mucha trascendencia, sólo puedo comentar que este "chico conoce chica" extrae su supuesto interés de ponerlo todo patas arriba (o más bien cabeza abajo) aprovechándose de dos personajes con problemas... ¿emocionales?... ¿psíquicos?... No queda bien definido, y por eso donde deberíamos reírnos guardamos un respetuoso silencio que no es más que corrección política; y eso está mal, porque un film con vocación de reírse de sí mismo no debe tener miedo ni al ridículo ni al rechazo, y, sintiéndolo mucho, aquí hay mucho de eso. Ni siquiera lo digo por apostar sobre seguro, el trío Cooper, Lawrence, de Niro ofrece más autoridad y respeto, pero no entiendo por qué, estando todos tan serios como estamos, el embrollo hacia el que va abocado su desastroso guion desemboca en una avalancha de gritos ensordecedores y, sí, absolutamente gratuitos. Los locos gritan, claro, pero no necesitan caerle bien a nadie para ser entendidos.
Saludos, locuelos...

martes, 5 de marzo de 2013

Dejemos que haya luz



Otra de las películas que optaban a oscar este año fue la danesa EN KONGELIG AFFÆRE (UN ASUNTO REAL), que aquí pudimos ver y disfrutar en el Festival de Sevilla a finales del año pasado. En las antípodas de la finalmente ganadora, AMOUR, este drama de época, ambientado en la corte danesa del Siglo XVIII, sin alzar la voz ni permitirse ningún engolamiento, siempre inherente a este tipo de historias, funciona en dos vertientes aparentemente alejadas. Por un lado, da buena cuenta de un país en el preciso momento en el que su realeza atravesaba una profunda crisis de valores, dejando de lado al pueblo y con la esperanza de que la Ilustración, que era ya una realidad en el resto de Europa, tomase parte en un Estado obsoleto y tenbrosamente instalado en un cristianismo ultraconservador. Sin embargo, lo que hace atractivo a este film es la punzante historia de amor que cuenta, mucho más amarga de lo que parece. La británica Carolina Matilde es desposada con el Rey Christian VII, un tipo inmaduro y caprichoso que simplemente da curso a lo que su Consejo maquina en la oscuridad; sin embargo, un hecho poco menos que casual cambiará  para siempre el devenir del país nórdico. Un humilde médico, de ideas progresistas y apegadas a la cultura francesa, es requerido por dos nobles repudiados para que medre en la corte, ascienda a médico personal del Rey y luego devuelva el favor. Durante un tiempo, este médico, inteligente y oportunista, logrará que el maleable Rey Christian, casi como si de un juego se tratara, reforme multitud de leyes, disuelva el Consejo e instaure un tiempo de prosperidad y democracia. El problema llegará por la atracción que la Reina sentirá hacia el médico, una situación que, una vez descubierta, dará al traste con todo lo conseguido. UN ASUNTO REAL mantiene perfectamente el pulso y apenas baja el interés de un guion bien trazado y en el que, como curiosidad, intervino nada menos que Lars von Trier, además de que su productora, Zentropa, fuese la encargada de financiar el film. Además, su trío protagonista está impecable. Mads Mikkelsen está imponente como el médico de origen alemán, y le secundan la jovencísima Alicia Vikander y Mikkel Boe Følsgaard, que obtuvo el premio de interpretación en el Festival de Berlín. Una película de época, sí, pero que desvela cosas que ahora no quizá no meditamos lo suficiente, aunque no nos gustaría que nos tocaran de cerca.
Saludos cortesanos.


lunes, 4 de marzo de 2013

Alta intensidad



Lo primero que llama la atención de THE MASTER es la distancia que toma respecto a THERE WILL BE BLOOD, anterior obra de Paul Thomas Anderson. No hay rastro aquí de aquella cartografía oculta, capaz de forjar una nación desde lo más bajo, aunque en una cosa sí que se parecen: en tirar por tierra cualquier referencia moral que nos haga identificar, desde sus poderosísimos personajes, el porqué de unos actos tan cuestionables como poco agradecidos. Si Daniel Plainview era una fuerza de la naturaleza que apenas encontraba oposición en unos personajes que se veían arrastrados a su incomparable paso, las posibilidades se abren notablemente tras el choque frontal al que se ven sometidos Lancaster Dodd y Freddie Quell. Dodd es Génesis, fuerza creadora y abierta a toda nueva experiencia, mientras que Quell es Némesis, un ser  destructivo con los demás, pero sobre todo consigo mismo. Lo que eleva a THE MASTER sensiblemente sobre su predecesora es, precisamente, el abanico de posibilidades que este enfrentamiento deja en forma de unos secundarios excepcionales y que siempre parecen estar aguardando su momento justo para irrumpir. Sin embargo, faltaríamos a la verdad si no nos centráramos en el dúo protagonista, que llenaría, por sí solo, todo un manual explicativo para esta compleja y angulosa aventura que no considero existencial ni trascendentalista, sino de una humanidad que se va abriendo paso con la dificultad que requiere su espinosa circunstancia. Hay quien la ha encriptado y acompasado con esa soplapollez de la cienciología, y puede ser, pero nos quedaríamos muy lejos, y no veo a P. T. Anderson interesado en ningún tipo de denuncia gratuita ni tendencia al exhibicionismo. De la misma forma, THE MASTER dejará, aparte de su excepcional banda sonora e indescriptible trabajo de fotografía, dos interpretaciones sublimes. Porque no se parecen a nada que yo haya visto antes (al menos en el cine hollywoodense), porque tanto Seymour Hoffman como Phoenix huyen de cualquier tentación de grandilocuencia o gratuidad, y este guion daba para mucho de eso. Es una gran película, una película incómoda (se quedó sin oscars, cuando optaba a tres de interpretación, por ejemplo) y que lejos de asentar a su director en cúspide alguna, lo que confirma es la excitación que sigue despertando cada nuevo trabajo suyo. Y en ello estamos...
Saludos magistrales.




domingo, 3 de marzo de 2013

Rincón del freak #98: La confabulación de los astros... al revés



No todo lo que reluce es oro... ni siquiera plata; algunas veces no llega ni a latón bruñido. Hay títulos extraños, semienterrados por las brumas del tiempo y que, una vez visionados, constatan cosas tan inquietantes como que hasta un director que ha conquistado un gran respeto internacional tuvo unos comienzos... digamos que complicadillos. En este caso hablamos de Nicolas Klotz, autor de algunas películas clave de la pasada década y de una obra fundamental, LA QUESTION HUMAINE. Pero la ópera prima de Klotz se remonta a nada menos que 1988, donde fue requerido para tomar las riendas de una ambiciosa coproducción (échense a temblar) anglo-franco-suiza, una especie de mastodóntica historia de amor transfronteriza, basada en una célebre novela del escritor rumano Mircea Eliade y con un reparto internacional encabezado nada menos que por un emergente Hugh Grant. LA NUIT BENGALI es un equívoco total, un ladrillo de dos horas y media repleto de postales inocuas de una Calcuta idealizada hasta la náusea y con el único reclamo de ver al señor Grant ejerciendo de galán irresistible. Ni siquiera la siempre estimulante presencia de John Hurt logra remontar un film que fue tan discreto en su momento que su director lo pasa por alto... ¡y eso que luego sólo ha filmado cuatro más! Klotz estuvo doce años sin acercarse al largo, supongo que puliendo no sólo su labor de director, sino sorteando proyector que posiblemente se acercaran a este tremendo fiasco, que además de pretencioso es mortalmente aburrido.
Saludos nocturnos.

sábado, 2 de marzo de 2013

Vida prócer: El cine de Hong Sang-soo #7



En HAEBYONUI YEOIN (MUJER EN LA PLAYA), Hong Sang-soo sigue en su empeño de arrancarle pedazos íntegros a la realidad y ofrecérnoslos con un envoltorio aparentemente descuidado; aunque, observando atentamente, hay aquí una mayor elaboración del guion y menos fijación por unos personajes que, exceptuando al inefable director de cine, entran y salen de la trama central (si es que pudiésemos atribuir alguna) sin apenas dejar un rastro que no sea el de su propia levedad. Lo complicado aquí es constatar cómo el relato trífido va perdiendo consistencia hasta llegar a dicho personaje central, abandonarlo a su suerte, y, a partir de ahí, reconstruir todo el guion hasta un desenlace que, obviamente, apenas difiere del comienzo. Tenemos a tres personajes, uno es director de cine y necesita ir a la playa (las playas aquí son frías y desapacibles, no crean) para inspirarse en su próximo guion; sin embargo, pide a un amigo que le acompañe, y éste, a su vez, le advierte de que irá con la condición de que lleve a su novia. Una vez allí, el ingenio del director embelesará a la muchacha y el otro queda como una sombra agregada... ¿Problemas? No para Hong Sang-soo, desde luego. Aunque los tres se marchan otra vez a la ciudad, Kim, el director, vuelve, y pese a rogar a su nueva conquista que no le deje solo (por teléfono), las penas se le irán rápido al entablar amistad con dos amigas que "casualmente" se alojan en el mismo hotel que él. Lo que en otras manos sería una comedia de enredo, cuernos y malentendidos, el director coreano (el de verdad) lo encara con un sentido irónico que, aunque le cueste reírse de sus personajes, estos son tan deudores de su propio creador que uno, casi sin quererlo, piensa ineludiblemente en el relato autobiográfico. Y para los neófitos, puede que sea el mejor acercamiento a una obra que crece a medida que se le coge el tranquillo.
Saludos.




... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!