domingo, 31 de enero de 2016

Rincón del freak #222: Gamberrismo de autor



A menudo cometemos el grave error de identificar rápidamente a un señor con Palma de Oro en Cannes y domicilio fiscal en país exótico con un sesudísimo autor de triste figura y discurso inaccesible. Esto es así, supongo, en algunos casos, pero no en el del tailandés Apichatpong Weerasethakul, un tipo que intuyo con una democracia interna (sea esto lo que sea) que no le permite un gramo de divismo, que es lo que en realidad esconde la pose de dichos autores; autores de hecho y cohecho, que con su presencia adornan estos festivales, a la vez que esculpen su nicho eterno, que es lo mismo que una estrella un poco más lejos. Weerasethakul se vistió de Tarantino hace ya 13 años y filmó una chuchería visual tan divertida como intrascendente. Como lo oyen, THE ADVENTURE OF IRON PUSSY (traduzcan, please) narraba las alocadas aventuras de un agente secreto transexual (Shaowanasai, que también es co-director), que por el día trabaja en un "Todo a 100" y por las noches se dedica a patearle el culo a los malvados. Siempre viaja "a la amazona" en una Vespa que conduce su compinche, al que salvó de la drogadicción, y jamás se separa de su barra de labios, que le ha salvado la vida en más de una ocasión.
La película (por llamarla de alguna forma) tiene buenísimas intenciones, pero rápidamente muestra sus carencias, que son muchas, y Weerasethakul confunde el impulso de la serie B con dejar la función en una sucesión de sketches filmados como una telenovela barata, lo que dejó este curioso artefacto justamente en un olvido al que el gran director tailandés no ha sucumbido por resucitar. Ese es, en último término. el gran triunfo de Tarantino desde hace más de dos décadas: haber creado escuela y dificultar la copia barata.
Saludos.

sábado, 30 de enero de 2016

La gusanera



Se nos van dos maestros más del séptimo arte. Scola y Rivette, dos concepciones absolutamente diferentes de afrontar el cine como materia. Dos cineastas fundamentales. Me da que pensar, que el cine de Bruno Dumont, aun en su cerrazón estilística, tanto le debe a ambos; al primero por su negativa al "embellecimiento" inane de las imágenes, y al segundo por la búsqueda incesante de la imagen "virgen", no filmada. Iremos con ellos, pero ahora toca Dumont, toca FLANDRES, que obtuvo el Gran Premio del Jurado en Cannes'06 y que causó un gran revuelo por el escabroso punto de vista del cineasta francés sobre el intervencionismo bélico. Ya es un acontecimiento que Dumont rodara en Túnez, puede que recreando otro país, Afganistán quizá; hecho que escinde el film en dos y le resta, a mi modo de ver, gran parte de la tensión creativa que componen sus grises parajes del Norte de Francia. Aunque todo parte de la región que da título a la película, un aburrido no-lugar rural en el que los jóvenes apenas dejan pasar el tiempo entre la banalidad y la inacción. Dos de ellos, hastiados, deciden alistarse en el ejército; atrás queda una chica (bastante ligerita de cascos, todo hay que decirlo) que solía intimar con ambos... indistintamente.
Encuentro un problema insalvable en FLANDRES que me impide juzgarla benévolamente. Hay dos películas, el magistral retrato de una juventud abocada al vacío, y que el autor profundizó mucho más en su debut, LA VIDA DE JESÚS. Y por otra parte, el drama bélico, muy crudo, muy bestia y muy seco, pero que es otra película distinta a la que se pretende sumar como un todo que desgraciadamente no termina de funcionar. Así, FLANDRES es un compendio de fogonazos, más o menos inspirados, que igual toma de los dos directores arriba mencionados como de contemporáneos, y se me ocurre Villeneuve, por ejemplo, y su magnífica aunque también irreconciliable INCENDIES.
Una película eminentemente desagradable, con unos personajes inabordables y un par de secuencias de las que te quitan las ganas de cenar. Puro Dumont, vamos...
Saludos

viernes, 29 de enero de 2016

German. Rodar pese a todo #3



En 1977, Aleksey German rueda su tercer largometraje, donde queda de manifiesto la dificultad que ya empezaba a tener para emprender cualquier proyecto. La desclasificación de su cine, en absoluto alineado con el régimen comunista, le dejaba en un limbo mediático que pesaba demasiado en un país al que no le gustaban las críticas soterradas, por lo que German prácticamente no tuvo la oportunidad de distribuir el film, hoy día el menos conocido de su por otra parte poco conocida filmografía. Y es que DVADTSAT DNEY BEZ VOYNY (VEINTE DÍAS SIN GUERRA) pulsa el desencanto de gran parte de la población soviética con un régimen totalitarista que ya duraba seis décadas, pero lo hacía con una tremenda inteligencia, narrando el desplazamiento de un oficial tras el infernal asedio de Stalingrado hasta una pequeña ciudad, donde llega buscando a una mujer por petición expresa de un soldado caído en combate. German escoge el camino más retorcido para internarse en la mente de un disidente que no puede mostrarse como tal, pero cuyos actos y palabras muestran el hartazgo existencial de un hombre que no se reconoce en un país sin aliados, que sólo puede resistir desde la obstinación y el orgullo. El encuentro con la mujer es significativo; ambos son personas cultas, reflexivas; seres atrapados en una rutina que apenas les podría otorgar unas horas de felicidad, y es sólo en el último día del permiso de veinte que se deciden a ser francos y mostrar sus sentimientos sin reservas. Todo el trayecto anterior, de haber servido para algo, ha sido para el oficial Lopatin un viaje sin ningún sentido, forzado a volver al Frente cuando al fin cree haber encontrado una razón para quedarse.
Saludos.

jueves, 28 de enero de 2016

En el goce



Me parece necesario hacer un punto y aparte en la filmografía de Apichatpong Weerasethakul llegados a su segundo largometraje, porque BLISSFULLY YOURS se revela como su trabajo más audaz y a la vez más convencional. A los ojos occidentales, un descarado tratado de inocencia en estado salvaje, al tiempo que da la primera medida sobre un creador de imágenes que por libre no es menos riguroso y observador. Lo que más llama la atención es su estructura; con los títulos de crédito prácticamente a la mitad, realmente la película, la narración, se "desdobla" conscientemente, sin atisbo de diletantismo o pedantería gordal, sino más bien dejando claro que para los personajes principales hay un antes y un después muy acusado toda vez logran conquistar sus minutos de plenitud y felicidad, que Weerasethakul identifica con dos espacios alegóricos: la frontera birmano-tailandesa y un bucólico y apartado lugar en el bosque, junto a un pequeño lago. Un joven es examinado por un médico por una dolencia tópica, le acompañan una joven y una mujer de mediana edad; el joven no habla, y las mujeres lo achacan a que la infección que sufre le ha afectado la garganta. Después los tres se encaminan hacia Birmania. Con apenas un par de trazos, el director tailandés nos ha descrito la situación en un país y en otro, y tras los "intertítulos" de crédito, empieza "la otra película", casi un ejercicio renoiriano en el que los diálogos quedan compuestos por banalidades e importa la sensualidad de los cuerpos, disfrutando de unos momentos de goce, y universalizando la humanidad como unidad de medida de nuestros anhelos, pero también de la incapacidad que sufrimos actualmente para amar sin reservas. Porque lo que BLISSFULLY YOURS propone, sobre todo, es una emocionante vuelta a la infancia, si fuese posible, siendo adultos.
Maravillosa.
Saludos.

miércoles, 27 de enero de 2016

Culpables por placer



A treinta años de su realización, LABYRINTH puede ser perfectamente identificada como una preciosista miniatura pop. Con todos sus condicionantes, sí; con sus licencias, y cardados, y muñequitos no del todo simpáticos. Con un uso, digamos, discutible de las canciones, y con una trama y desarrollo que hemos visto cientos de veces, tanto en cine como en literatura... ¡Pero pop! ¿Y por qué sigo insistiendo en esto? Pues porque lo que ha hecho que este film, éste y no otro, haya perdurado en nuestro inconsciente como una joyita de culto, en lugar de irse a las bajas estanterías del antaño uvehachesero, es la maravillosa desfachatez con la que George Lucas amparó una multitud de elementos aparentemente irreconciliables. Por un lado, al dirigirla Jim Henson estaba claro que los muppets harían acto de presencia, dando el toque onírico a este extraño y por momentos oscuro cuento de hadas, donde las hadas, por cierto, son seres despreciables... Luego, tengamos en cuenta que el guionista fue el genial Terry Jones, integrante de Monty Python, que no dejó pasar una para gamberrear a su gusto, sobre todo en la construcción de personajes, a cual más estrambótico (la escena del pantano de la peste eterna es puro MP's). Además, Frank Oz hizo un memorable trabajo de animación con estos entrañables muñecos, y la banda sonora es ya un clásico, obra del naturalizado compositor sudafricano Trevor Jones. Mención aparte merecen los dos protagonistas, una incipiente Jennifer Connelly, que ya apenas lograba infantilizar sus rasgos de quinceañera, y el "elemento desestabilizador", a mi entender, un imponente David Bowie. Su caracterización del Rey Goblin Jareth se hace imposible de pensar para ningún otro actor sin que pensemos en lo ridículo que se vería haciendo de este siniestro monarca de peinado imposible y canciones no muy juveniles, la verdad. De hecho, me resulta más que sugerente recordar la escena en la que Bowie intentó trajinarse a la "cándida" Jennifer... No sabemos si consiguiéndolo, claro... Pero qué recuerdos...
Saludos.











martes, 26 de enero de 2016

Chantal Akerman, enemiga íntima #3



Cuando nos referimos a Chantal Akerman como "cineasta experimental", apenas rozamos su verdadera dimensión como artista "natural", alguien a quien poco le importan las convenciones de la empresa a ensayar, y sí que el resultado, además de satisfactorio, sea capaz de abrir puertas a las generaciones futuras, creando lazos invisibles y de hecho borrando los absurdos límites transgeneracionales. LA CHAMBRE, por ejemplo, un corto de apenas diez minutos, es un mortífero, aburridísimo plano secuencia en el que Akerman mueve la cámara 360º sobre su eje horizontal, filmando su habitación, mostrándonos la decoración (por cierto, de muy buen gusto) y apareciendo ella misma mientras se come una manzana con lasciva fruición. Ahora bien, hay que hacerlo; un aspirante a cineasta ha de crear al mismo tiempo que impone e indaga en las posibilidades estéticas y filosóficas que el medio filmado le ofrece. LA CHAMBRE es una joya de concisión e intención, casi un borrador a partir del cual se abren multitud de opciones con las que desestabilizar el cine inmovilista y conservador. Cine que nos llega del pasado para advertirnos sobre nuestro futuro inmediato.
Saludos.

lunes, 25 de enero de 2016

D. W.: El padre del cine #47



Hoy voy a hacer una cosa que no debería hacer jamás y que de hecho creo que nunca he hecho, que es escribir sobre una película que no he visto. La razón es simple: la película ya no existe. Y a menos que algún coleccionista loco la haya conseguido salvaguardar durante los ochenta años que han pasado desde su última exhibición, no parece probable que podamos disfrutar de THAT ROYLE GIRL, primera colaboración de Griffith con el superpopular cómico W.C. Fields, y que transfiguró su cine hasta moldearlo en los parámetros del slapstick. Aunque la novela de Edwin Balmer contenía un trasfondo trágico sospechosamente cercano a Dostoievski, ya que gira en torno al director de una orquesta de jazz que se enamora de una joven (cómo no, Carol Dempster) y cuya vida se derrumba tras el extraño asesinato de su ex-esposa, lo que hará recaer todas las sospechas en su figura. Sin embargo, la joven inicia una serie de indagaciones hasta que descubre que un antiguo amante suyo, un gangster llamado Baretta, podría haber sido el verdadero asesino.
Una lástima no poder disfrutar de esta película, primero porque supuso el retorno de Griffith a uno de los grandes estudios (la Paramount), pero también porque intuimos una gozosa mixtura de géneros, que va desde la comedia alocada hasta el cine negro. Uno de los films perdidos más buscados por coleccionistas y cinéfilos de todo el mundo, y del que apenas existen varios fotogramas aislados y, eso sí, numerosa bibliografía de la época, ya que el film obtuvo varios premios, y todo pese a que la crítica de la época no terminó de ver con buenos ojos la "extraña pareja" que formaron Fields y Griffith...
Saludos.

domingo, 24 de enero de 2016

Rincón del freak #221: La invasión de las strippers alienígenas del futuro pasado



A finales de los años sesenta, en aquel swinging London que vio nacer, entre otros muchos, por ejemplo a David Bowie, no eran infrecuentes las publicaciones, formato fotonovela, en la que se "intentaba" contar una historia más o menos coherente con la excusa de mostrar señoras longilíneas y de eficacia lactante aprobada. Una de las más celebradas fue "Zeta", que combinaba impúdicamente la ciencia ficción en tanto que lánguidas jovencitas en cuerolátex amarillo miraban bovinamente a la cámara desde una silla-huevo que simulaba girar sobre una alfombra de naranja acrílico. No se hizo esperar la película, claro. Lo malo es que ZETA ONE es horripilantemente infecta, y no precisamente por dejar de celebrar el universo "Barbarella" con su poquito de picante añadido, sino porque se ve a leguas que todo es una superchería barata para el masturbatorio del inglés de bombín y gabardina, que aún no se daba por enterado de que las mujeres podían exceder el mero florero. Así, la cosa comienza curiosa, como una mezcla insana de 007 y Alphaville, pero pronto se disipan las dudas, en cuanto el espía de bigote falso y cuello alto le arrebate los (escasos) ropajes a una rubia sospechosa, partida de póker mediante. A partir de ahí ya nada importa demasiado, porque cualquier cosa que ocurra tiene una o varias señoras simple y llanamente en pelota picada, por supuesto sin decir nada y posando como en un anuncio de jarabes. Impagable la lucha final entre las amazonas alienígenas (ataviadas con poco más que un tanga y algo de rimmel) y un inenarrable ejército formado por cazadores de zorros, que habrían hecho las delicias de Peter Gabriel y compañía. Aunque la palma se la lleva la ultramachista secuencia final, en la que el espía (una vez se ha deshecho del bigote falso) es agasajado, no se sabe muy bien por qué pero da que pensar, por estas muchachas, sirviéndole cerveza con ostras a la par que varias de ellas se le ponen encima con aviesas intenciones y otra baila al estilo sesentero mientras busca, sin éxito, las bragas...
La han reeditado en Blu-Ray... para que vean que lo de las nuevas tecnologías es un camelo...
Saludos.

sábado, 23 de enero de 2016

Extra(ños)diegéticos



Es posible que TWENTYNINE PALMS sea la peor película de Bruno Dumont, y la principal razón es que, curiosamente, cuesta rastrear ese cúmulo de lugares comunes que nos ha hecho su cine tan reconocible. Y es curioso, porque el efecto es el contrario al esperado: el traslado de la fría y desapacible Normandía hasta la desértica localidad californiana que da título al film, de indicar algo es que Dumont hostiliza su prosa y sus personajes si su entorno se calma. Y eso que esta autista remembranza de un "algo que se perdió por el camino" no puede ser más inhumana. Los dos personajes (prácticamente los únicos) conducen un gigantesco Hummer por polvorientos caminos, pasean desnudos por las rocas; llegan a un bungalow alquilado, se meten en la piscina; comen pizzas, helados, nadie por las calles. Suponemos que él es fotógrafo y americano, ella es europea y parece modelo, quizá van a hacer una sesión de fotos, quizá no. Tienen sexo, desconectan, se dicen cosas intrascendentes, se pelean, se insultan. Son como dos extraños que se conocen de algo, y sus conversaciones, repletas de monosílabos y onomatopeyas, suenan como música extradiegética que no pega. Resumiendo, es demasiado larga, demasiado seca, demasiado inconexa, y no hay muchas más pistas hasta llegar a su desagradable desenlace, por lo que todos celebramos, creo yo, que esta aventura norteamericana sólo quedase como una chuchería hecha a medida del ego de su creador.
Aunque merece la pena ver a la bellísima Yekaterina Golubeva poco antes de su triste y extraña desaparición. Poco más.
Saludos.

viernes, 22 de enero de 2016

German. Rodar pese a todo #2



Tres años después de su ópera prima, en 1971, Aleksey German realiza PROVERKA NA DOROGAKH (CONTROL EN LOS CAMINOS), nueva vuelta de tuerca a las obsesiones del cineasta acerca de la identidad, la justicia y, globalmente, lo absurdo de la cuestión humana en tiempos de guerra. En esta ocasión se nos cuenta la detención del Sargento Lazarev, que había servido en las filas alemanas, tras el ataque de un grupo de partisanos a un destacamento nazi; Lazarev intenta explicar los motivos de su extraño enrolamiento a Lokotkov, jefe de los partisanos, pero la escasa veracidad de su relato le granjea no pocas desconfianzas, e incluso la petición de su ejecución como traidor a la patria. Sin embargo, Lokotkov confía en ese hombre calmado y sensato, que no pide desesperadamente el perdón, sino una simple oportunidad para demostrar que en su momento fue coaccionado contra su voluntad. Así, German compone un excelente retablo de opiniones formadas, sin tomar partido por ninguna, sino dejando que los acontecimientos fluyan y la historia se explique por sí misma. CONTROL EN LOS CAMINOS es una película que pasa en un suspiro, y que constituye la germinación definitiva de un gran cineasta, capaz de dominar por entero grandes escenas bélicas (aquí más presentes) para, seguidamente, revelarse como un minucioso observador del alma humana, con sus miserias y contrariedades en primer término. De nuevo la reducción al absurdo termina por confirmar qué vanas son las justificaciones cuando éstas se extrapolan al inescrutable ámbito de las patrias, o de cómo, con suma sutilidad, se encara el totalitarismo (sea del color que sea) justo desde el interior de uno. No es de extrañar lo cara que tuvo que pagar esta valentía un director tan indomable como Aleksey German.
Saludos.

jueves, 21 de enero de 2016

La originalidad inconveniente



Ser original no está bien visto por la mayoría. Primeramente porque se confunde la originalidad con la inventiva; se inventa a partir de elementos preexistentes, pero no se puede originar algo si no se parte desde la nada. Es un argumento extremo, lo sé, y quizá no tan eugenésico como la primordialidad de lo que se desea expresar, que es una reformulación de los conceptos del cine como lenguaje en sí. Desde mi punto de vista, el cine no avanza por acumulación ni por refinamiento de unos códigos que no por antiguos son menos válidos, pero seguimos sin avanzar ¿Qué hacer? Se lo preguntó Apichatpong Weerasethakul en el año 2000 para estructurar su primer largo. Si lo logró, entonces estamos ante un hito, uno de esos rarísimos momentos en los que un medio artístico se para a reflexionar sobre su existencia, y la conveniencia o no de la misma, e intenta ensayar un nuevo código semántico, que de irrumpir arrastraría la imagen filmada hasta el terreno de la moral, por cuanto exhibe dicha cuestión ante otros tantos narradores y les obliga a replantearse sus modos y métodos. Como una torrencial transfusión de sangre aún sin contaminar, MYSTERIOUS OBJECT AT NOON parte de un planteamiento sencillísimo para poder indagar en la complejidad del relato oral, una vez se bastardea y retuerce hasta sus mismos límites. El director (casi más encuestador que otra cosa) recorre localizaciones humildes para escuchar las historias de la gente; las historias empiezan de una forma, luego se confunden unas con otras y llega un punto en el que no seríamos capaces de discernir si hay algo de real en ellas o son puras invenciones folclóricas. Parece poco, o que no es mucho, pero se trata de un experimento fascinante: desnudar a la "película" de su armazón, su coraza de tramoyas, montajes y ex machinas, y volver a repensar si no estaremos dando demasiadas vueltas a la noria.
Una zanahoria no estaría mal...
Saludos.

miércoles, 20 de enero de 2016

Polos opuestos



Estamos teniendo días complicados en lo que a desapariciones se refiere en el mundo del cine, y una de las que más he sentido, por su talento y la admiración que le profesaba, ha sido la del actor Alan Rickman, uno de esos caníbales de la pantalla, capaces de interpretar cualquier tipo de personaje y concentrar sin esfuerzo la atención del espectador. Son multitud los títulos que han aparecido en el blog en los que Rickman ha brillado con fuerza como actor, sea como secundario (creo que el rol que mejor le venía) o protagonista, pero quizá no sepan que en dos ocasiones se atrevió a dar el salto a la dirección, y precisamente son estos dos trabajos suyos los que comentaremos casi consecutivamente. Su debut fue en 1997 con una película que me parece extraordinaria, por su calidez y humildad, a la vez que ofrecía un duelo interpretativo absolutamente memorable, el de la gran Emma Thompson y su madre, Phyllida Law, que si se estaban interpretando a ellas mismas lo cierto es que lo bordaron. THE WINTER GUEST es un alarde de guion y una lección de cómo dotar del tiempo justo a cada escena y a cada personaje; Thompson es una fotógrafa sumida en una depresión tras la muerte de su marido, lo que le ha hecho posponer indefinidamente el viaje que tenía pensado hacer con su hijo a Australia desde una Escocia que Rickman retrata fría aunque acogedora. Su madre, una fuerza de la naturaleza, llega con la intención de levantarla sea como sea, y es aquí donde se revela la potencia del guion escrito por Rickman y Sharman Macdonald, ya que no se trata del enésimo telefilm de superación repleto de buenas intenciones, sino de una cruda terapia de choque, donde la madre hace ver a su hija que, por mucho que nos pese y nos resulte difícil, la vida sigue. Montada paralelamente, Rickman hace avanzar su relato intercalando el aprendizaje amoroso del hijo y los impagables diálogos entre dos niños, por un lado, y dos ancianas por otro. Una película simplemente deliciosa, con un trasfondo más áspero de lo que sus preciosistas imágenes indican y que pasó extrañamente desapercibida, aunque se hace necesario rescatarla en estos momentos y dotarla de su justa dimensión, que no es poca.
Saludos.

martes, 19 de enero de 2016

Chantal Akerman, enemiga íntima #2



Los hemos visto, o leído, e incluso alguna vez nos hemos alojado en uno de ellos. Chantal Akerman, en su primer largo documental (y qué rara se hace esta palabra en el cine de la directora belga) lo filmó, o más bien construyó una historia imposible a partir de la fantasmagórica incursión en un hotel de mala muerte en Manhattan, adonde había fijado su residencia. Hace poco invocábamos aquí el espíritu, enigmático y hermético, de Edward Hopper en un film que intentaba por todos los medios atrapar "la historia" tras la composición pictórica; si hay una película que haya logrado definitivamente tal propósito (y quizá sin proponérselo explícitamente), puede que sea HÔTEL MONTEREY. Este excepcional documento, carente de sonido y compuesto únicamente de largos planos de las habitaciones y pasillos de dicho hotelucho, nos lleva a Hopper, pero también invoca a Carver, Dos Passos, Bukowski... Hay un elogio de la marginación, la soledad, la pobreza. Los cuartos débilmente iluminados dejan paso a pasillos toscamente pintados; las habitaciones vacías, que parecen paralizadas, se encuadran repentinamente con otras que están habitadas por seres quietos, de mirada perdida, a los que les puede quedar una hora en el hotel, toda una vida en el hotel. Akerman filma a sabiendas de que fija una imagen vaga y perecedera, pero sus deslumbrantes composiciones van más allá, y el Hotel Monterey es, a ojos de un extrañado recién llegado, como una fotografía que siempre fue vieja.
Saludos.

lunes, 18 de enero de 2016

D. W.: El padre del cine #46



En AMERICA, de 1924, Griffith vuelve a dar un ejemplo de cómo fusionar el "gran" relato histórico y el melodrama sin caer en grandilocuencias innecesarias ni relamidas historias de amor. A horcajadas de los primeros años de la recién constituida Norteamérica, el estricto guion de Robert W. Chambers frecuenta los grandes salones, donde discuten los afectos a la Corona Británica y los seguidores de George Washington. Incapaces de ponerse de acuerdo, los frentes bélicos seguirán abiertos hasta la famosa rendición del General Cornwallis. Mientras tanto, el film nos va narrando la complicada historiade amor entre dos jóvenes de familias confrontadas, los Montague y los Holden. Y, sí, es un film tremendamente largo, algo plomizo y repetitivo, pero se sigue aprendiendo muchísimo cine observando las soluciones aportadas por Griffith a los problemas derivados de su ya irreversible bancarrota, lo que le obligaba a reciclar multitud de tomas de otros trabajos suyos y que tuvo como culminación la demanda de Lillian Gish tras ser despedida de los estudios de Griffith, que prefería absolutamente el talento de Carol Dempster a la belleza de la diva. Por contra, es remarcable la gran interpretación de Lionel Barrymore, que volvía a trabajar a las órdenes del director tras toda una década.
Saludos.

domingo, 17 de enero de 2016

Rincón del freak #220: El chiste malo de la semana



Hoy no hay cine. Hoy les voy a contar un chiste para explicarles qué diantres es CREEPSHOW 3, aparte de que si no ha supuesto una demanda de Stephen King y George A. Romero, entonces no sé qué puede haber pasado.
El chiste (y entiendan ustedes que contar un chiste escrito no es tarea fácil) presenta a un señor haciendo eses con el coche, lo paran en un control de alcoholemia y el Guardia Civil le pide el carné de conducir. El tipo no puede ni hablar de la curda que lleva, pero el Guardia Civil le dice que se baje del coche, que se ponga sobre una pierna... que camine en línea recta... que... En un momento dado, el hombre le dice al Guardia Civil: "¿Pero qué basa?... ¿que no te lo creeshhh?"...
Sí, el chiste es malo, pero yo no me creía que pudiese hacerse un desastre tan infecto como CREEPSHOW 3... Y sí, lo han hecho...
Saludos.

sábado, 16 de enero de 2016

El santo



Bruno Dumont es el otro cineasta cuya filmografía vamos a completar en las siguientes semanas, y como ya hablamos aquí de su ópera prima vayamos directamente a su segundo largometraje. Premiada triplemente por el jurado en Cannes'99 (actor, actriz y película), L'HUMANITÉ es, quizá, el film que mejor define la esencia de Dumont, su hermético discurso pone de relieve lo que vemos sin ver, que es lo que cotidianamente se nos escapa, a menudo por no saber mirar en la dirección adecuada. A estas alturas es poco menos que ridículo implementar un discurso en torno a la "inexpresividad" o el plano "vacío"; se puede criticar una lentitud no siempre justificada, incluso es insoslayable el regodeo que Dumont perpetra en cada trabajo (pero para eso hay que verlos todos), sus férreas convicciones estéticas, su alienígena sentido del ascetismo formal o, claro, su impúdico (a veces gratuito) tratado del sexo. Lo que a mí me interesa es otra cosa, el mensaje que se instala tras la polémica y la minuciosa y paciente construcción de un mundo hecho a medida de un narrador que parece no querer contar nada, sino que seamos nosotros quienes descubramos los mensajes ocultos. Nos desviaríamos si inscribimos L'HUMANITÉ en el género policíaco, porque los sinuosos meandros por los que se despliega su descarnado devenir indican otra cosa, una especie de introducción a los pequeños infiernos de cada día, dando por hecho que éstos van a estar ahí, delante de nosotros aunque pretendamos obviarlos. Lynch lo hizo a través de una oreja cercenada, Dumont nos invita a observar en el límite de lo soportable a partir del crudísimo primer plano de una vagina infantil violada. No es un mundo para ser explicado, sino un mundo que algunos, alguna vez, logran desnudar de su propia falacia.
Saludos.

viernes, 15 de enero de 2016

German. Rodar pese a todo #1



Otro nombre importante que nos dejó recientemente (2013) fue el de Aleksey German, al que en algún momento, en un arrebato de lucidez mística, alguien, no sabemos quién, otorgará el lugar que se merece en la cinematografía soviética, rusa, europea y hasta mundial. German rodó poco, apenas seis largometrajes en casi cincuenta años de una carrera agitada, inconformista, contra todo y contra todos. Una carrera inclasificable, que se truncó al poco tiempo de lograr terminar su film más ambicioso y que le ocupó varias décadas de su vida; tan difícil de ubicar entre los directores de su generación como inapelable ha sido (reconocida unánimemente) su influencia en los cineastas más radicales e insobornables. German debutó en 1968 con SEDMOY SPUTNIK, con apenas treinta años y que necesitó el apoyo, sobre todo técnico, de Grigori Aronov. Y se nota desde el mismo inicio que estamos ante un cineasta diferente, nada relamido ni recargado, y sí un creador genuino, sin miedo a introducir cuanto "elemento extraño" le pueda ayudar a componer su certera prosa, que intuimos más cerca de un insólito surrealismo "protesta" que del panfleto del régimen en el que tuvo que hacerse, con no pocas dificultades. Este "séptimo satélite" lo es encarnado en la triste figura (y no es casual el cervantismo) de un General zarista que es hecho prisionero por las tropas revolucionarias en el San Petersburgo de 1918; su pasado como abogado militar y profesor de derecho le salva la vida y devuelve la libertad, ya que en un juicio defendió a un bolchevique. Sin embargo, el devenir del General se tornará una pesadilla kafkiana; sin un lugar a donde ir (su casa ha sido "okupada" por varias familias), con su familia y amigos muertos, regresa abatido al campo de prisioneros buscando cualquier ocupación, incluso como encargado de la lavandería, aunque el Ejército Rojo lo volverá a utilizar, enrolándolo en sus filas y prácticamente obligado a ir a uno de los frentes que aún quedan abiertos en una remota región. A esas alturas, la rocambolesca peripecia del antiguo General lo ha dejado irreconocible, prácticamente un fantasma sin identidad que asiste a la destrucción de toda su vida, y cuyo círculo se cierra de la forma más inimaginable posible.
48 años después, pocos debuts se recuerdan de una madurez y firmeza como éste. Intachable.
Saludos.

jueves, 14 de enero de 2016

No importa



Uno de los dos cineastas contemporáneos que vamos a completar en las próximas semanas es el tailandés Apichatpong Weerasethakul, un director de cine dotado de una visión única e inclasificable y que consigue que una cinematografía tan ignota como la tailandesa atraiga cada año el interés de los grandes festivales, habiéndose alzado incluso con  alguna que otra Palma de Oro. Su trayectoria comenzó en 1998 con un polémico cortometraje titulado THIRDWORLD, cuyas aparentemente inocentes y plácidas imágenes de la cotidianidad en un pequeño poblado escondían una lúcida y agresiva afirmación: el "tercer mundo" sólo existe porque alguien lo ha construido. La potencia del discurso de Weerasethakul no se extingue con el tiempo, sino que se hace vigente a cada visionado y revela a un extraordinario pensador del estado de las cosas, al que parece no pesarle la responsabilidad de conciliar crítica y narrativa. Vemos a unos humildes campesinos trabajar, mientras la voz del propio director dicta: "A ojos de los países ricos, nuestra situación es inamovible, nosotros vivimos así y ellos viven así. Somos como una masa informe, como embutido vivo, moviéndose sin ningún propósito. No nos exterminan de una vez, y debemos estar agradecidos. Esa es la visión que tienen de nosotros".
Saludos.

miércoles, 13 de enero de 2016

Un beso antes de morir



Se fue David Bowie. Nadie sabe por qué galaxia andará en estos momentos, a nosotros nos toca recordarlo como merece, con películas suyas. La primera, MERRY CHRISTMAS, Mr. LAWRENCE. Y qué diferente habría sido esta extraordinaria película de no haber sido dirigida por un japonés; e incluso, si no hubiese sido dirigida por un japonés tan atípico como Nagisa Oshima. Se podría haber quedado en un típico film bélico desarrollado en un campo de prisioneros; es decir, que podría haber tenido su dosis de puñetazos y disparos, o centrarse más en las condiciones de los prisioneros, las torturas, las injusticias... No he leído la novela de Laurens van der Post, pero dudo mucho de que ahonde en la ambigüedad sexual y la poética del dolor que Oshima insufla a unas imágenes que casi siempre logran transmitir mucho más de lo que aparentan. Es anecdótico que dos músicos (Bowie y Sakamoto) fueran elegidos para los papeles principales, supongo que la elección dependería de la popularidad de ambos, y si bien al japonés se le ve pelín forzado (aunque su caracterización es mítica) Bowie sencillamente borda un papel complicado, el de un militar que parece de vuelta de todo y que aprovecha la atracción que su captor siente por él (flagrante desde el primer encuentro) para humanizar el trato que reciben los prisioneros. Mucho más interesante, desde luego, es el excepcional duelo interpretativo entre dos actores formal y aparentemente en las antípodas, como el escocés Tom Conti y Takeshi Kitano, que poco a poco se erigen en los auténticos protagonistas de esta compleja historia de amor, odio, amistad y no poco sadismo en tiempos de guerra, una película que se contiene escenas absolutamente míticas, como el fantasmagórico y tenso beso (nada casto, pese a ser en las mejillas) de Bowie a Sakamoto, o el diálogo final entre Conti y Kitano, con los roles invertidos, que es uno de los finales más delicadamente hermosos que uno puede encontrar en un film, ya digo, aparentemente bélico.
Es cierto, no ha perdido nada de fuerza con los años. Nosotros volveremos con Mr. Bowie la semana que viene...
Saludos.

martes, 12 de enero de 2016

Chantal Akerman, enemiga íntima #1



Se nos han ido gente del cine, gente importante. Desde esta semana, cada día (menos los Domingos, of course) va a tener un propósito definido, alguno menos testimonial que otro. Daremos merecido homenaje a dos cineastas recientemente desaparecidos y aprovecharemos "la ola" para completar la filmografía de otros dos, pertenecientes a una generación inmediatamente posterior, ya que ambos, a su manera, podrían muy bien ser considerados "hijos" artísticos de los otros. Y no podíamos menos que repasar la interesantísima, para algunos primordial, filmografía de Chantal Akerman, una de las escasas cineastas que lograron romper el molde del "cine hecho por mujeres" y dar un paso decisivo y valiente ahuyentando los prejuicios de los sectores más conservadores, que apenas han dado importancia a las directoras con un discurso propio y arriesgado. Y parece una jugarreta del destino, o quizá la puesta en escena desde el minuto uno de una constante, pero lo cierto es que SAUTE MA VILLE (algo así como SALTOS EN MI CIUDAD), vista hoy, es como un tenebroso anticipo (quizá inocentemente inconsciente) del triste final que tuvo la propia cineasta belga. Rodada con apenas dieciocho años, sus trece minutos son un desafío a quienes quieran entroncarla con inocentes puntadas surrealistas del cine tan mal llamado "sesentayochista", porque puede ser todo lo chispeante y experimental que se quiera, pero no cae en el sinsentido gratuito, y es un debut de una madurez insólita, precisamente la causa de que Akerman abandonara bruscamente sus estudios en la Escuela de las Artes de Bruselas. Básicamente, se trata de un ejercicio godardiano (Akerman declaró que sólo quiso ser directora de cine tras ver PIERROT EL LOCO, tres años antes), en el que imagen y sonido se superponen y casi luchan por no encontrarse, mientras la actriz/directora, que acaba de llegar a su casa, empieza observando su entorno y casi no reconociéndolo como propio. Caben las interpretaciones, desde el deseo de ruptura con lo establecido, los lazos familiares o la imposibilidad de crear desde la explicitud del homenaje, y pese a que es un trabajo básico y profundamente influenciado, extraña el rigor y el sentido de la composición de alguien tan joven y prácticamente sin experiencia palpable más allá de su propia cinefilia. Aunque aún más extraño y acongojante, 48 años después, es ver lo que no parece otra cosa que la representación del suicidio de una persona que en ningún momento logra encontrar su lugar adecuado, ni en la pantalla ni en la vida...
Saludos.

lunes, 11 de enero de 2016

D. W.: El padre del cine #45



Ya en 1924, Griffith adoptaba una postura formal cada vez más cercana al expresionismo alemán, sin abandonar nunca su extraordinario rigor en la puesta en escena y con un apego a su cuadrilla habitual de actores y actrices que cohesionaba cada trabajo suyo. La"marca Griffith", incontestable desde casi dos décadas atrás, sonaba como un marchamo de seriedad y calidad, aunque lo más importante (el tiempo lo ha demostrado) fue la delineación de lo que, sólo a partir de entonces, se conoció como "superproducciones". Y eso que Griffith no gozaba ya de presupuestos como los que manejó en INTOLERANCE, pero aún era capaz de poner en pie proyectos complejos como ISN´T LIFE WONDERFUL, que interiorizaba las tremendas vicisitudes de una familia polaca refugiada en la devastada Alemania que intentaba reorganizarse tras la Primera Guerra Mundial. Tratándose de un guion original suyo sorprende que todo el elemento melodramático no esté expuesto innecesariamente, sino que forme parte intrínseca del desarrollo narrativo en un juego de interiores y exteriores de una gran emotividad; mientras el marido sufre una grave enfermedad por las duras condiciones laborales, la mujer lucha por un trozo de pan en interminables colas de racionamiento; con las decisiones extremas de los gobernantes se alimenta inconscientemente la revuelta de una población hastiada de no sentirse dignos. Griffith filma lo que a muchos les podría recordar a Eisenstein; el director soviético reconoció hasta su muerte que era exactamente así... pero al contrario.
Una de las grandes películas menos mencionadas de David Wark Griffith.
Saludos.

domingo, 10 de enero de 2016

Rincón del freak #219: Un tebeo ramplón



Sí, bueno, como prometí en su momento vamos a terminar de desmenuzar la problemática saga de CREEPSHOW, que en su segunda parte recortó considerablemente tanto cualitativa como cuantitativamente, y es que el asunto quedó en apenas tres historietas de irregular desarrollo y terminado, dejando la impresión de una producción menos cuidada que la original. "El viejo jefe Cabeza de Madera", que abría la función, es un cansino relato acerca de un pueblecito perdido donde no pasa nada. Hay una tienda que regenta un señor mayor (George Kennedy) y su mujer (Dorothy Lamour), y que tiene una imponente estatua de madera en la puerta que representa a un viejo jefe indio. No hay mucho que contar: la tienda está al borde de la quiebra, pero el jefe actual del clan indio le da al tendero unas valiosas joyas en pago por su larga amistad y el servicio que le ha hecho a su gente. Sin embargo, un indio joven y díscolo llega con la intención de robarle las joyas y marcharse a Hollywood, pero las cosas se dislocan y los dos tenderos acaban muertos, lo que despertará la ira del jefe "Cabeza de Madera"... Podía haber sido mejor, pero todo luce desganado; los diálogos, los actores, la trama. Su definición es: olvidable.




En "The raft" (La balsa), hay un ligero subidón, sobre todo por la economía de medios y un saludable gusto por los diálogos y situaciones delirantes. Se trata del típico grupete de jovencitos y jovencitas que se van a un apartado lugar a desfogar sus alteradas hormonas, en este caso un pequeño lago en niguna parte al que han ido en temporada baja para evitar incómodas aglomeraciones. En el medio del lago hay una especie de balsa flotante de madera a la que inmediatamente se van nadando... pero en el lago hay algo, una extraña mancha circular que se mueve a conciencia y que parece acechar al cada vez más asustado grupo, que se ve incapaz de abandonar la balsa. En fin, el típico y efectivo cuentecillo de terror que no se anda mucho por las ramas y extrae el clima de la misma extrañeza que supone la incapacidad de entender la naturaleza de lo que se está viendo. Tiene algunos momentos de risa floja, pero eso ya es culpa de la incompetencia del director.





El tercer y último segmento parece, cuando empieza, que va a ser el mejor. Un espejismo. "The hitchhiker" (El autoestopista) arranca con un sugerente planteamiento, que nos lleva a la placentera vida doble de una señora adinerada, que obtiene el placer de un gigoló al que debe despedir en mitad de la madrugada para poder encontrarse con su marido sin levantar sospechas. A lo mejor, quién sabe, de estas pequeñeces nacen cosas mayores; lo digo porque, salvando las distancias, lo que viene después se parece mucho a LA MUJER SIN CABEZA, de Lucrecia Martel... Bueno, a lo mejor estoy desvariando... Sí, la mujer atropella a un autoestopista y se marcha sin socorrerlo, pero lejos de indagar en cuestiones filosóficas y morales lo que sigue es un maltrecho muerto viviente que persigue a la asustada señora incomprensiblemente, ya que no importa lo lejos que vaya, el tipo siempre estará ahí con una frase para el recuerdo, algo así como: "Gracias pr llevarme, señora"... En fin, que Stephen King salía aquí haciendo de camionero, pero tampoco ayuda mucho a que esta segunda entrega tuviese una continuación... ¡Y el caso es que la tuvo!... Ya les contaremos otro Domingo...
Saludos.

sábado, 9 de enero de 2016

Cómo recargar el vacío



Guillermo del Toro es un cineasta apegado a un dilema constante. Por una parte se ve en la obligación de no defraudar a quienes le otorgaron su aura de autor iconoclasta en su momento, que ya hace un tiempo de ello; por otra, su cine, al crecer en expectativa y ambición, necesita tomar prestados muchos de los lugares comunes del cine comercial, por lo que, pese a que es capaz de mantener intacta sus constantes más reconocibles, sus películas cada vez son menos arriesgadas, y lo que es peor, se parecen demasiado unas a otras. Esto afecta considerablemente a CRIMSON PEAK, un pretendido giro de tuerca a los clásicos cuentos de fantasmas, casas encantadas, secretos ocultos y ambientación barroca. Todo esto está, de acuerdo, y no está pobremente realizado, porque del Toro es un director ya con oficio y recursos suficientes para entregar un montante cohesionado. Lo que no me ha gustado es lo que no me gusta del cine del director mexicano: ¿Qué diablos quiere contar, aparte de la exposición de sus criaturas (cada vez, por cierto, más infográficas y, por tanto, menos naturales e impactantes) y los homenajes explícitos a sus grandes referentes? Y aquí he logrado aunar a REBECA, el DRACULA de Coppola, THE INNOCENTS y, por supuesto, Poe, el gran asidero formal de del Toro. No es necesariamente censurable, un autor arriesgado tiene que hacer suyo el legado de los grandes, ensayar nuevos vericuetos, mixturarlos a la búsqueda de formas novedosas. Y más allá de las actuaciones ajustadas (Hiddleston y Chastain están estupendos, nada sobreactuados) o las múltiples objeciones argumentales para que no se desparrame el contenido, lo que sigo echando en falta es el motivo principal, el verdadero motor que me tranquilice al preguntarme por qué esta película debía hacerse y por qué no caerá en el olvido inmediato de "lo serial". Yo no lo veo, sólo me he encontrado sustitos de tercera, decorados digitales y frases recargadas para disfrazar la imposibilidad de una genuina creación de diálogos vivos y palpitantes. Me temo que del Toro está echando barriga, y lo que es peor: le gusta.
Saludos.

viernes, 8 de enero de 2016

Asilo político-cinéfilo



John Erick Dowdle es un director que empezó inmejorablemente, coqueteó con el telefilm revisado por Shyamalan y actualmente corre el riesgo de quedar como un simple técnico (brillante, eso sí) a la búsqueda de una historia que haga justicia a sus elaborados planos. Esto está meridianamente claro a lo largo de la totalidad del metraje de NO ESCAPE, su último y desbordado (más que desbordante) trabajo tras la incomprensible AS ABOVE, SO BELOW. Casi todo es trillado y previsible en este batiburrillo, que a veces parece una oda a la familia luchadora y unida, pero otras no me hubiese sobrado un Chuck Norris dando patadas. Todo, desde la sobadísima introducción de personajes en el avión hasta el bizarro desenlace (no lo desvelo, pero tiene que ver con un país que se hizo tristemente famoso en los sesenta), pasando por esas ya inaguantables escenas en las que todo está perdido... hasta que llega el salvador de no se sabe dónde. Y aquí ocurre en varias ocasiones... Sí, y además Owen Wilson no pega como ingeniero, ni tampoco como justiciero improvisado. Lake Bell está un poco más entonada, pero su personaje no tiene peso más allá de los clichés de última hornada. Aunque peor parado sale Pierce Brosnan, claro... Y sin embargo, no se pierdan la escena en la que se prepara la revuelta de los insurgentes contra la policía, porque pone los pelos de punta. Es así. A Ridley Scott le ha pasado durante toda su vida, y ahí está...
¿Que si es entretenida? Un montón, y eso es lo malo, porque el trasfondo sociopolítico hubiese dado para mucho más.
Saludos.

jueves, 7 de enero de 2016

Creo yo



No tengo tiempo. Ni para los Reyes Magos, ni para las series de televisión, ni para las relaciones coadyuvantes, ni para los lametones de falsedad, ni para el espectro que nos domina en tiempos de entrenamiento verbal. Ni para nada, me parece. Ya el tiempo me falta, como el oxígeno a un astronauta o las razones a un político. Falta a las personas de bien el sosiego de estar frente a un trozo arrancado de parlamento, aproximadamente crudo, digamos que asimilando la intentona de los grandes narradores de faltar a la verdad cuando sea necesario, que más o menos es siempre. Es por ello que THE KNICK me concilia junto al fuego que nunca vi de parte de Mr. Soderbergh, porque nunca le tomé mucho más en serio de lo que me parecía que su ojo húmedo le otorgaba en fricciones allende. He visto la primera temporada y no necesito creerme nada, festonear nada, así por la gran celebración que supone tener a un tipo que al fin se ha dado cuenta de que la realidad, semióticamente, no traspasa a las personas de bien, sino que las inflama de estandartes y gemas del pasado. Y esta, señores y señoras, no es una serie del pasado, es un presente abrupto y doloroso, que se abre paso con la voz de un parto sin anestesia, y que, desapasionadamente (que es como debería ser todo para que doliese menos) enseña lo que normalmente (mala, muy mala palabra) no se enseña.
El coito de nuestros abuelos. La asunción de la mugre. El deseo de que la humanidad no se acabe nunca.
Si fuese por hombres como Thackery, yo daría mi sangre y mis vísceras... ¿Y ustedes?
Y no, no pueden perdérsela...
Saludos.

miércoles, 6 de enero de 2016

Nieva sobre los hombres



¿A que se acuerdan de lo que les advertí ayer acerca de las nuevas y celebradas colaboraciones entre directores veteranos y nuevos guionistas?... Vale, los Coen no son lo que se dice nuevos, que ya llevan tres décadas en el negocio, pero su prosa sigue reinventando el lenguaje cinematográfico, colocándoles de paso en un lugar privilegiado de Hollywood, aunque de difícil ubicación semántica. A lo mejor, sin proponérselo (bueno, yo creo que sí), han devuelto la sonrisa a Steven Spielberg, que en BRIDGE OF SPIES ha recuperado gran parte de su olfato para el arte del cuento. El cuento, sí. Porque aunque esto vaya de espías en la Guerra Fría y del Telón de Acero, de la construcción del Muro de Berlín y de los microfilms y las pastillas de cianuro y los mensajes encriptados, en realidad ésta es una maravillosa y necesaria película sobre la nieve cayendo sobre los abrigos. Y los hombres ateridos, despojados. Es una película "de sombreros", de las buenas. Y es una película en la que parece haber una cálida pesadumbre que rasga sonrisas forzadas y asiste a los apretones de manos con un copazo para calmar ese frío que no disminuye ni en los interiores. Spielberg, señores, lo ha vuelto a hacer: ha filmado emociones, sensaciones que traspasan la pantalla, como en sus mejores títulos, la mayoría ya tan lejanos... Y a lo mejor los Coen le han dado un empujoncito, quién sabe, pero si me dicen que la primera media hora la ha filmado Fritz Lang o que el final lo ha hecho Alfred Hitchcock, uno puede hasta creérselo.
Buenísima. E inadjetivable.
Saludos.

martes, 5 de enero de 2016

No sólo de patatas vive el hombre...



No, no parece una película de Ridley Scott. Y eso que THE MARTIAN, aparentemente, reúne todos los elementos que un día hicieron del director británico un maestro de la ciencia ficción. Pero claro, el guion está firmado por Drew Goddard, y parece que en los últimos tiempos al fin los grandes dinosaurios han consentido en entremezclar fuerzas con los jóvenes que, literalmente, les han ido comiendo el terreno en todos los aspectos, pero sobre todo en la inventiva que han aportado a su visión del lenguaje cinematográfico, al comercial al menos. Porque THE MARTIAN es una película que se puede resumir en pocas líneas; es muy muy entretenida, un poco larga (pero esto ya nos tendría que dar igual), con unas interpretaciones estupendas, un desenfado poco común en productos similares (las pesadísimas GRAVITY e INTERESTELLAR, por ejemplo) y una gran habilidad para conjugar acertadamente la didáctica científica y el entertainment comedido de un director que nunca ha hecho una comedia, aunque curiosamente ésta podría ser la primera. No debería desvelar mucho de su argumento, aunque el tema central está ahí desde el mismo arranque: una misión en Marte sufre un grave contratiempo al sobrevenirle una gigantesca tormenta, los tripulantes de la nave inician una huida de emergencia que se complica, dejando atrás a uno de ellos. Le creen muerto, pero este botánico (cada tripulante posee una especialidad específica), tras despertar solo y herido en el desolado paraje marciano, demostrará ser mucho más duro de lo que parece.
Hay algunos momentos intrascendentes, mucha palabrería del Tío Sam y todo eso, y al final queda claro que aquí no se pretendía ninguna mutación existencialista ni vanaglorias del (súper)héroe enfrentado al mito de Sísifo, sino un film ágil y dicharachero, con Matt Damon haciendo de astronauta gamberro y el resto del elenco puntuando el montante con unas actuaciones astutamente dosificadas. Y, bueno, claro que no es ninguna cosa que vaya a trascender, pero pueden comerse las palomitas tan panchos mientras ven a Damon plantar patatas en su huertecillo de Marte al ritmo de algunos clásicos disco-setenteros... ¿Alguien da más a estas alturas?...
Saludos.

lunes, 4 de enero de 2016

D. W.: El padre del cine #44



ORPHANS OF THE STORM unía a las hermanas Gish, Lillian y Dorothy, para representar el papel de dos huérfanas que ni eran huérfanas ni eran hermanas... Y que además es lo de menos en este fastuoso retrato de la gestación de la Revolución Francesa, que Griffith realizó a partir de la novela de d'Ennery y Cormon, o al menos no es tanto motivo central como instrumento ético y estético. Una, Louise, además de ciega es fruto de la indeseada unión de un hombre del pueblo con una marquesa, por lo que es abandonada y recogida por un hombre de buen corazón, que la cría junto a su hija natural, Henriette. Ambas crecen felices hasta la muerte del padre, por lo que quedan desamparadas y separadas; una a merced de los deseos de un aristócrata bastante hijo de puta (el adjetivo no puede ser otro), mientras que la otra es explotada como mendiga, aprovechándose otra ídem de su ceguera. Pero dos horas y media dan para muchas cosas, y Griffith aprovecha para circular con energía e intención alrededor de la decadente clase aristocrática francesa, y de paso presentar al ínclito Robespierre y al reverenciado Danton, que es incesantemente presentado como "el Lincoln francés". Aún con sus grandes altibajos, su inacabable trasiego de personajes y amalgamiento de sucesos históricos, se trata de un film en mi opinión notable, de una fuerza expresiva increíble, que denota a un narrador seguro de su profesión, al tiempo que confirma a Griffith como un incesante inventor de imágenes. No hay más que echar un vistazo a su colosal parte final, ocupada ya por entero por las imágenes de la Revolución, y en la que todos los afluentes apuntados confluyen en un grandioso espectáculo visual, algo que no debía resultar novedoso en un director acostumbrado a las grandes empresas, aunque es cierto que este film es a menudo considerado como la definitiva claudicación de Griffith hacia un cine más recatado, por decirlo de alguna manera.
Yo, por hacerme el interesante nada más, se la hubiese puesto varias veces a Sofia Coppola... Pero no me lo tengan en cuenta...
Saludos.

domingo, 3 de enero de 2016

Rincón del freak #218: Ovejita... ovejita...



Comienzo del nuevo curso indéfilo tras unas magníficas y creo que merecidas vacaciones. Y como dejamos el tinglado en un Sábado cualquiera, lo suyo era continuarlo en un Domingo como éste, que es un día ya recoleto de fastos y excesos navideños. De excesos va CAPITALISM: A LOVE STORY, una película de Michael Moore... Y creo que muy poco más es necesario añadir a estas líneas, porque el film lo vi hace poco y de mucha casualidad, porque la tenía por ahí grabada y me acordé de que ya le había dado calabazas en varias ocasiones.
Yo sé quién es Michael Moore, y a estas alturas lo sabe hasta mi abuela. Michael Moore no es un director de cine, sino un agitador tan expeditivo como entusiasta; utiliza el sentido del humor para disfrazar su falta de inventiva y, qué demonios, al fin y al cabo Yanquilandia es la patria de dos cosas: el entretenimiento y el dinero. CAPITALISM... habla de lo segundo usando las pautas de lo primero, nos cuenta que el gobierno estadounidense anduvo secuestrado por Wall Street y que todos los movimientos en el Congreso pasaban por la ideología ultracapitalista de Goldman Sachs. Todo eso es magnífico, aplaudible y piropeante, pero Moore cree que su propuesta ética es tan potente, tan indiscutible y justa, que cualquier parecido al rigor o a la inventiva no aparece por ningún lado. Hay a quien no le importa, se llama panfleto y da igual que esté cercano a tu propia ideología, el panfleto no inquiere, no duda, no retuerce, simplemente está del lado de la verdad, y quizá así sea en este caso, pero para que yo valore justamente la "obra" más allá de la bandera y la pancarta necesito algo más que a este orondo señor rodeando un centro de inversiones con cintas policiales y "arrestando" a los atónitos ocupantes del mismo. Efectivamente, también necesitaría una percutiva más profunda que nos aclarase "por qué". El "cómo" ya lo sabemos.
... Ah, y que Obama no ha solucionado nada...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!