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jueves, 13 de marzo de 2025

Jazz perdedor


 

THE FRENCH CONNECTION es muchas cosas, muchísimas, y a medida que pasan los años es más cosas aún. No debería ser casual, un policíaco netamente americano pero con continuas miradas a la nouvelle vague, despreciando la ortodoxia desde movimientos rítmicamente calculados. Una historia que se desdobla, gracias al portentoso montaje de Gerald B. Greenberg, desde los bajos fondos neoyorquinos hasta los marselleses, pasando por los de su personaje principal, Popeye Doyle, donde la modernidad del film cobra sentido. Doyle encarna a un policía que roza la psicopatía obsesiva, lo que le granjea fama de intratable, y que sigue una pista como una intuición, sin sospechar que un modesto hilo lo va a llevar hasta uno de los grandes capos de la droga francesa, a punto de desembarcar con un gran cargamento de heroína. En ese trasiego, Friedkin agarra al espectador por las solapas a lomos de un inmenso Gene Hackman (ese año el oscar fue suyo), y el contrapunto de un inolvidable Fernando Rey. La cámara en mano, invasiva, con la banda sonora, excelsa y deshilachada de Don Ellis, todas las escenas prácticamente coreografiadas sobre la marcha en las calles de un Nueva York que huele a corrupción y decadencia. Y cómo no, esa persecución en coche, cátedra de montaje, estudiada en las escuelas de cine, sin olvidarnos de otra impresionante persecución, esta vez a pie. Sin este film, no existiría THE WIRE, por ejemplo; lo extraño es no haber seguido refinando las formas de este policíaco casi sin resquicios. El único que se me ocurre, y por el que no la considero una obra maestra absoluta, su dispersión de ritmo... pero quién soy yo para hablar de jazz...
Saludos.

martes, 15 de septiembre de 2015

El juego musical de las sillas



Desde el principio, uno sabe que no va a ir bien. Desde el principio, cuando un tipo llama a la puerta de su casa bajo la lluvia, desesperado porque se está meando, y le abre su madrastra literal y frontalmente desnuda. Porque, tras la micción, el tipo se encuentra con su padre alcohólico y le propone matar a su madre alcohólica para cobrar el seguro, que está a nombre de su hermana. Porque le propone también que lo haga Joe, un policía que se gana sobresueldos así, matando gente. Porque Joe, que sólo cobra por adelantado, acepta una especie de aval, ya que no le van a poder pagar de antemano. El aval es la hermana. La hermana se enamora de Joe. El hermano va de paliza en paliza, porque el tiempo va pasando y sus acreedores ya no esperan; pero Joe se ha instalado cómodamente en su casa, junto a su hermana, y su padre, y su madrastra...
KILLER JOE es el film que William Friedkin realizó con 76 años, en 2011, y que, además de otro recital de Matthew McConaughey, una imposible mezcla de brutalidad y humor surreal vestido de vaquero, ofrece una mirada más que fresca acerca de la incorrección política en tiempos de corrección política. En KILLER JOE todos están tarados, es cierto, pero precisamente es esa disfuncionalidad la que imprime el ritmo insano que la película va adquiriendo, hasta un desenlace oscuro, tétrico y en el que absolutamente nadie sale bien parado. Se habló (más bien poco, no sé por qué) de la enésima y burda copia tarantiniana, pero a mí me recordó mucho más a otro cineasta, David Lynch, que cuando se ha puesto con un buen guion ha entregado trabajos magistrales.
Creo que en su momento ni siquiera se llegó a estrenar en España, por lo que impera recuperarla, ahora que su protagonista está en la cima...
... Ah, y está la escena del pollo frito, claro...
Saludos.

domingo, 22 de febrero de 2015

Rincón del freak #186: La rama que mece la cuna...



La cosa es como sigue: un domingo perezoso, de los que uno se siente afortunado por el calor del hogar (aunque no sea una chimenea) y con ese chándal/pijama que no parece querer abandonarnos de ninguna de las maneras. Ocurre que, con estos mimbres, me voy mentalizando para la noche de los oscar, cuyas ocho películas nominadas repasaré a partir del martes, pero como para hoy aún no tenía el título dominical, me dispuse a ver una película de la que tenía un par de dudas razonables,porque me sonaba haberla visto hace tiempo (es de 1990) y tampoco tenía muy claro que fuese un mal trabajo, teniendo en cuenta que su director es nada menos que William Friedkin.
Dudas resueltas. Efectivamente, yo ya había visto THE GUARDIAN, aunque la recordaba a retazos; y, sí, es bastante cutrecilla, por mucho que sea verdad que la mano de Friedkin se nota en algunos momentos, por otra parte demasiado escasos. En resumen, es una película de terror con aroma a serie B descarada, y cuyo baluarte para aterrorizarnos es la enigmática presencia de una niñera que se dedica a secuestrar bebés para oficiar una especie de rito pagano en honor de un árbol. Como lo oyen, el malo es un árbol. Luego está la intrahistoria que yo me creo para mí mismo, porque el guion es flojito tirando a malo; porque si es verdad que hemos construido las ciudades para estar más seguros y tranquilos, y que aquéllos fueron años de especulación constructora a tutiplein, éste podría ser un buen ejemplo para justificar un lobby en contra de esa molesta naturaleza, cuyos insidiosos ramajes no nos deja ver la belleza de las autopistas, mientras las raíces pugnan por reventar nuestro preciado asfalto... Finalmente, la cordura se impone y el héroe arregla el desaguisado de la única manera posible: con una motosierra...
La película es mala, pero las protagonistas están buenas... Algo es algo...
Saludos.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Cine en crisis #9



El único error que le reconozco a William Friedkin al rodar SORCERER, título maldito donde los haya, es su falta de perspectiva al adaptar el film que ya hizo Clouzot veinticinco años antes. Era imposible mejorar EL SALARIO DEL MIEDO, pero la idea era otra, quizá utilizar el inflamable material de partida para demostrar que el no-relato, la tensión vehicular, podían convertirse en el gran motivo por el que atomizar el guion convencional. Esto ya lo hemos visto muchas veces, pero recientemente; en 1977, con esta historia sólo podía fabricarse un thriller de los a menudo mal llamados "serios", pero, obviando la significativa mutilación del material original, que dejó el film en "sólo" dos horas, SORCERER es una película que sólo puede molestar o fascinar en la misma medida que resiste el paso del tiempo con abnegada obstinación.
Hablaríamos aquí de ese lugar en ninguna parte a donde van a parar los que desean no ser encontrados, cómo todos saben que es una especie de purgatorio donde, a cambio del anonimato, sólo hay que aceptar la pérdida de la propia personalidad. Nadie encontrará allí a estos parias, pero pronto comprenderán que es imposible huir, y es entonces cuando la película comienza su segunda y bestial ponencia. Desesperados, aceptarán conducir a través de la selva dos monstruosos camiones cargados de unos explosivos ultra sensibles; una misión suicida a la que sólo quienes desean salir del agujero donde están confinados podrían atreverse. SORCERER fue una apuesta a todo o nada, cine hecho con las tripas, imperfecto y de fisicidad rayana en la penitencia; la elección de los actores, por ejemplo, no podía ser más heterodoxa, a Roy Scheider había que sumar el estupendo Bruno Cremer, el exótico Amidou o un inquietante Paco Rabal haciendo de un tipo muy malo. Además, la mítica banda sonora compuesta por Tangerine Dream supone otro punto de extrañeza ambiental. Si se deciden a verla les recomiendo que entiendan las condiciones extremas de su rodaje y que ello les sirva para comprender cómo su estrepitoso fracaso en taquilla no debe empañar su, desde luego, inconsciente osadía. Un clásico involuntario, y muy poco clásico.
Saludos.

miércoles, 12 de octubre de 2011

En tierra de nadie



El tema de la caza del hombre ha dado frutos lo suficientemente desiguales como para que desconfiemos de cualquier título que, cada cierto tiempo, redunde sobre dicha premisa. Así, a vuelapluma, recuerdo la maravillosa y crudísima DELIVERANCE, la correcta SOUTHERN COMFORT, la inefable FIRST BLOOD o THE FUGITIVE, con la que llevo tiempo queriendo reconciliarme. Y otra que pasó (justamente, creo) totalmente desapercibida por nuestras pantallas, pese a tener todas las papeletas para haber sido un sonado éxito, fue THE HUNTED. Y en THE HUNTED, por ponernos en situación, tenemos una especie de John Rambo, solo que más oscuro y con una planicie conceptual mucho menos acusada; suerte que este papel se lo reservaron a Benicio del Toro, lidiando, como ya es habitual, con la parte más chunga. Mientras, a Tommy Lee Jones le dan el no mucho más agradecido rol del veterano maestro encargado de detener al descontrolado alumno... Todo como muy visto y con poco que aportar a este gastadísimo subgénero, al que ahora, por si fuera poco, hay que sumarle la corrección política mediante un garrulo tuercecuellos se convierte en un "servidor del camino recto", una máquina de matar que cae simpático porque es amigo de la naturaleza y esas cosas. No sé, me da cosa ver a un ilustre veterano como William Friedkin salvando los garbanzos con estos artefactos, más cerca de lo de Chuck Norris que de otras causalidades, aparte de los actores, claro, que no se lo merecían; incluso aparecía por ahí una de mis escasísimas debilidades sexual-cinéfilas, la bellísima Connie Nielsen...
Si se la pueden ahorrar, pues eso...
Saludos cazados.

sábado, 28 de junio de 2008

Traspasando el discurso

Conchabados como estamos a estas alturas en esta maravillosa experiencia que se llama cine compartido, los temas se deslizan, abren y cierran bocas, hacen dudar, sonreír, agudizar los sentidos, sembrar la inquietud. Cobran vida a través de la colaboración y la aportación desinteresada (para mí siempre es interesada, pero bueno).
Pero como diría el Señor Lobo: "Dejémonos de...", en fin, pues eso.
A lo tonto, sin casi darme cuenta, lo cierto es que he debido ver THE EXORCIST al menos diez veces, lo cual es más que suficiente para darme por enterado, creo yo.
Es posible que, al ser una de las películas con más "aura" de la historia, uno se enfrente cada vez a cierto y misterioso dilema o, digámoslo así, reto personal.
Queremos que cada vez nos asuste menos; encontrarle los fallos, que sí, son muchos, pero la mayoría disculpables; y saber de una vez (aunque sea mentira) que se trata no más que de una película que da sustito y poco más.
Porque lo cierto y verdad es que la cinta de William Friedkin tiene una primera parte donde se confrontan, de manera inteligentísima, el mundo de la ciencia y el de la superstición, resaltando la desesperación de la madre, incapaz de encontrar medios racionales para la extraña enfermedad de la niña.
Yo soy un híbrido entre ateo, agnóstico y desencantado crónico, lo cual debería haberme disuadido las más veces a la hora de encarar ciertos "síntomas" propios de la superstición. Sin embargo, existe (existe) un vacío legal (que diría Groucho) en nuestra alma (o como se llame) que nos empuja decididamente hacia ese vórtex de lo subhumano. Es posible, por tanto, que este tipo de películas vengan a rellenar parte de ese vacío que otras personas tan cubierto tienen.
Sea como fuere, THE EXORCIST (La primera. De las otras que se ocupe alguien con más paciencia) es una película que contiene escenas memorables, una tensión dramática inigualable y un final que, si bien puede dejar a más de uno a medias después de tanto jaleo, resuelve de forma tajante lo que otros directores menos doctos que Friedkin (no olvidemos su sublime FRENCH CONNECTION) habrían extendido, embrollado y descuartizado en aras de una supuesta potencia filosófica (véase la continuación de John Boorman).
Cine adelantado a su tiempo y que contiene algunas cositas más que "un simple giro de 180º".
Saludos poseídos por el espíritu del vino.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!