sábado, 31 de octubre de 2009

A cada uno lo suyo

Hace escasos días me refería aquí a una película, EL SECRETO DE SUS OJOS, que va a ser de lo mejorcito que se va a ver de aquí a mucho tiempo. En el otro extremo, el más alejado, podríamos incluir el debut del uruguayo Federico Veiroj. ACNÉ tuvo un periplo curioso para tratarse de la película que se trata, del tipo de cine que intenta ser. Se vio hace un año en Cannes, fue nominada a los Goya y tuvo una aceptable distribución no sólo en nuestro país; sin embargo, se dictó sentencia respecto a Veiroj y su ACNÉ. Y es que muchas veces nos gusta hablar de ese "otro cine", incómodo, inteligente sin ser listillo, apto sólo para los muy cinéfilos; ese cine que, queramos o no, elige a su propio público y le va otorgando cierto status. Ése podría ser el caso de ACNÉ, el problema es que no lo es. Hablamos de un film que confunde estaticidad con tedio, repetición con énfasis; lo que Veiroj propone lo hemos visto un montón de veces, y mejor. Y lo que propone no es más que un ligerísimo retrato, en supuesta clave de educación sentimental, por parte de un chaval de ascendencia judía, en busca del afecto perdido. El chaval, afectado de acné galopante, sólo busca ser besado; antes visita burdeles, se tira a la asistenta... todo sustentado por una familia acomodada que sustituye el cariño por dinero a todas horas. Vale ¿y qué? Quiero decir, no hay emoción en ACNÉ, ni siquiera la emoción que subyace en la falta de emoción, ni siquiera hay un intento por incomodarnos; al igual que esos padres que le dan al pobre Rafa (descendiente directo de Buster Keaton) dinero cada vez que lo pide, Veiroj parece tener miedo de sacar los pies del tiesto y dar algún golpe de mano, lo que acaba por dejar el film en tierra de nadie, tibio de maldades. Ni a lo comercial, ni a la autoría feroz. Una oportunidad perdida y un film que se diluirá sin remedio, si es que no lo ha hecho ya.
Saludos con pomada.

New pin

viernes, 30 de octubre de 2009

Engañabobos VI

Creo que por primera vez en lo que este blog lleva de andadura no voy a hablar de una película... ¿o sí?... no lo sé. Primero porque no estoy seguro de que SAW VI sea una película, pero se supone que antes había otras cinco, así que...
Bueno, ocurre lo siguiente: esto es una mierda que no hace falta ver, pero nos hemos encontrado con una esplendorosa publicidad viral en la que SE NOS ADVIERTE!!! que el bodrio en cuestión va a ser clasificado X (Jajajaja!!), como si estuviésemos en los tiempos de Arias Navarro y esas cosas... Bueno, que el bodrio en cuestión, A.K.A. SAW VI, hace apología de la violencia... ¡Toma! y Berlusconi, y el reggaeton, y Salsa Rosa, y los telediarios de sobremesa... A lo único que atiende la dichosa X es a fomentar el morbo alrededor del bodrio en cuestión y que la gente, en tiempos malos para la lírica, acuda masivamente a su sala de plexiglás más cercana ¿Qué hice yo? Pues como no voy a darle dinero al mamonazo que vaya a enriquecerse con esto, me he descargado el bodrio en cuestión, por la cara. Sólo un dato: dura menos de hora y media; he tardado en verla tres días... ¿De qué va? Da igual, no importa, no es más que un bodrio en cuestión que, tristemente, no va a ser cuestionado por esa miríada de mentes a las que va dirigido; mentes perfectamente preparadas para tragar la papilla, sin tener que pensar nada. Porque, no nos equivoquemos, este bodrio en cuestión es cualquier cosa menos subversivo; porque ver un poco de sangre y gente mutilándose no significa gran cosa a menos que exista algún tipo de mensaje, algo que nos haga pensar. El mensaje aquí está claro: "Paga, gilipollas, paga"...
Saludos emulados.

Serial thrilla

jueves, 29 de octubre de 2009

Espada y brujería

Ésa es la imperecedera etiqueta con la que habrían de conocerse las aventuras de Conan, el Cimmerio, personaje mítico salido de la genial mente de Robert E. Howard, que por sí solo ya merecería una reseña.
Quería adelantarme al cachondeíto que nos espera el año que viene, el "año Conan", como el que proclama el año Xacobeo o el año Olímpico... Y como éste no es el blog de las primicias, sino todo lo contrario, hablaré hoy de un film imprescindible y que nadie debería atreverse a remover de nuevo, porque el batacazo puede ser de órdago, aunque el dólar manda, amigos...
CONAN THE BARBARIAN abre muchos frentes y es capaz de tumbar mucha pedantería cinéfila, porque se trata de un film rotundo, de una magnífica adaptación que recrea todo el espíritu del cómic original; un espíritu sangriento, amoral, trepidante, barroco y repleto de estampas de las que, por ejemplo, THE LORD OF THE RINGS adolece (y me refiero a la trilogía de Jackson). Luego está el hecho de que Arnold Schwarzenegger debería haber puesto punto y final a su "carrera" como actor aquí, porque éste era el único papel a su medida, un personaje que debía traslucir mucho de brutalidad y poco de sutilezas, simplemente un bárbaro. CONAN... es también la consagración de John Milius, que quiso probar fortuna tras el escalofriante guión de APOCALYPSE NOW. No volvería a alcanzar este nivel nunca más. Pero CONAN... supone, creo yo, y ahora más que nunca, la mejor adaptación que mis ojos han visto de un cómic; teniendo en cuenta una cosa con la que, en estos años de adaptaciones mil, creo que no se cuenta: en el film se ha capturado la esencia de la viñeta y se ha dejado de lado la posturita, el guiño al fan o la imagen para el póster. Todo en CONAN... nos produce una extraña reflexión que culmina con esa imagen final, deudora de El Pensador de Rodin...
No sé qué nos deparará el artefacto del año que viene; yo me quedo con ésta...
Saludos... ¡por Crom!

King of kings

miércoles, 28 de octubre de 2009

Buenas noticias

Efectivamente, buenas, buenísimas noticias desde Argentina, porque después del boom iniciado hace unos quince años (boom un poco exagerado, la verdad), parece que este cine, mestizo por naturaleza, vuelve a resurgir con fuerza. Decía lo de mestizo por lo cerca que están algunos cineastas (Alonso, Martel) de la nouvelle vague y lo cerca que están otros del mejor cine clásico. Punta de lanza de esto último es Juan José Campanella, un director francamente insólito para estos tiempos; un tipo que mezcla a Capra, Huston, Hawks y Wilder mientras sus personajes recogen sin embozo el interesantísimo corolario de lo que ser argentino significa. EL SECRETO DE SUS OJOS se fue inédita de San Sebastián, y yo aún me pregunto por qué; la película de Campanella es al cine hispanoparlante lo que MILLER'S CROSSING o ROAD TO PERDITION al angloparlante: una excepcional renovación del género negro, capaz de subvertir sus reglas clásicas sin que el resultado final se vea resentido por ello, es más, que salga ganando.
Lo que más me ha llamado la atención de este magnífico film es ese desparpajo tan inusual hoy día con el que los personajes van deslizándose por la pantalla. Los primeros duelos verbales remiten inevitablemente a Bogart y Bacall bajo la batuta de Howard Hawks; la fluidez con la que Campanella engarza la intriga policíaca con el humor costumbrista y hasta, atención, el melodrama romántico, a mí me recuerda al Ford más castizo (vaya expresión), cuando no al Hitchcock más socarrón. EL SECRETO DE SUS OJOS habla de muchas cosas y todas son interesantes. Habla del ponzoñoso ocultismo de aquellos años en los que mandaban los hijos de puta; habla del empecinamiento de un hombre por que se haga justicia; y habla de la pérdida de la juventud, de la imposibilidad por recuperar lo perdido, las oportunidades que quedaron atrás; y habla también de venganza, una venganza visceral que nace de la ausencia de justicia. Pero lo más importante es ese afán por ofrecer (y quiero recalcar la palabra "ofrecer") al espectador dos horas de cine inolvidable, del que perdura; con unas interpretaciones realmente soberbias (atención a Ricardo Darín, que pone los pelos de punta) y con un desarrollo que nunca intenta aparecer confuso, sino que está en todo momento al servicio del espectador, que se encuentra con ese cine que parecía casi perdido.
Grande Campanella por ofrecérnoslo, aún no se lo he agradecido lo bastante.
Saludos en secreto.

Sobre un vidrio mojado

martes, 27 de octubre de 2009

Paseos

En el colmo de la desfachatez más retorcida, alguien me dijo una vez: "Quiero ver una película que sea buena y mala a la vez. Es lo único que me falta por ver". No se lo tengan en cuenta, ya hace tiempo que no lo veo; además era fan acérrimo de Neil Labute... así que...
Yo no apuntaría tan alto, me conformaría con poder mantener intacta la capacidad de asombro y disfrutar con algo que, de alguna manera que no puedo explicar, aún no he visto. Algo así me pasó con KIKUJIRO NO NATSU (la verdad es que me pasa siempre con el cine de Takeshi Kitano), que durante dos horas estuve absolutamente desconcertado, no sabía si me estaban tomando el pelo o si aquello era otro maravilloso punto de inflexión en la incierta carrera del séptimo arte justo al finalizar el siglo pasado. Hablar de argumento en EL VERANO DE KIKUJIRO es tan fatuo como pensar que se trata de una pretenciosa obra filosófica; me parece que ni lo uno ni lo otro. Lo que Kitano intenta, a mi modo de ver, es comenzar una road movie sin echar mano de la camaradería ni de los despertares, sólo dejando que el niño haga de niño y Kitano (una vez más) haga de Kitano, embebiéndose toda la ¿narración? de cosas que nos suenan, pero que nunca habíamos visto antes. Llama la atención el empleo del tiempo, con largos intervalos de vacío (la escena de la parada de autobús es asfixiante) y momentos de auténtico batiburrillo, como el delirante final, en el que Kitano parece querer llenar la pantalla de cualquier cosa que se le ocurra.
En espera de algún sesudo estudio que sea capaz de desvelar la incuestionable valía de esta extrañísima película, yo no me atrevería a calificarla en parámetros convencionales, como si fuese una obra de Woody Allen o de Martin Scorsese. Por eso Kitano es único, por esa facilidad para desmarcarse de cualquier etiqueta y, sin embargo, seguir reclutando adeptos a medida que su leyenda crece.
Saludos veraniegos.

Seeing hands

lunes, 26 de octubre de 2009

¡Qué difícil es hablar de libertad!

Alan Parker venía de deslumbrar a medio mundo con su extravagante puesta en imágenes del disco The wall, de Pink Floyd, cuando decidió realizar su cuarta incursión en Hollywood, eligiendo para ello una descabellada adaptación, nada menos que la primera novela publicada por William Wharton (de quien aprovecho para recordar que en esta semana se cumple el primer aniversario de su muerte).
BIRDY vio la luz en 1978, cuando su autor recién ingresaba en la cincuentena, y narra la surrealista y nada cómoda historia de un tipo ciertamente peculiar con un amor desmedido hacia los pájaros, tan desmedido que a su vuelta de la guerra de Vietnam sufrirá una progresiva transformación psicológica que le llevará a creerse él mismo un pájaro.
Evidentemente, y con mucho de MIDNIGHT EXPRESS, Parker no escatima ilusión y desparpajo a la hora de que empaticemos con un personaje tan poco convencional como rebosante de humanidad; es por ello que lo que más perdura en la retina (y es una lástima) sea todo el periplo de Birdy en la institución psiquiátrica, mientras queda obviada la más que interesante relación de amistad/incomprensión con Nicholas Cage, acertada antítesis de Birdy que intenta, sin lograrlo, que éste tenga los pies en el suelo, nunca mejor dicho. Es por ello que siempre me ha parecido un film inclasificable y de múltiples interpretaciones, un canto a la libertad más radical o un grito de rabia contra la estupidez humana. Indudablemente se trata de uno de los mejores films de su autor, que sabe imprimir su habitual dosis de histrionismo (aquí bastante justificado) y en el que sobresale un Matthew Modine que luego no volvería a brillar con tanta fuerza.
Saludos alados.

Free as a bird

domingo, 25 de octubre de 2009

Control remoto, y 2

Supongo que habrá alguien que haya captado la intención principal del título que acompaña esta reseña y la de ayer. Me parece interesante, estimulante y muy curioso el modo en que Lars von Trier, que pasaría sin problemas por el prototipo moderno de "artista", con las múltiples connotaciones que esto conlleva, tenga tantísima premura a la hora de aleccionar a un público que, según él, tan poco sabe de la Historia y sus infinitos matices.
Y yo me pregunto: ¿Para cuándo, señor von Trier, su corrosiva y despiadada visión sobre la sociedad danesa? Aquélla que, por ejemplo, fue la primera que permitió el establecimiento de los nazis en el norte de Europa. No es casualidad que el director danés desee machacar a la sociedad norteamericana actual presentándola en un formato atípico, primero porque en ningún momento vemos la actualidad, sino que se aprovecha de un momento que nunca es escogido al azar: la última gran depresión. Si nos fijamos, y mucho más en MANDERLAY que en DOGVILLE, el envoltorio con el que von Trier va dando sus clases maestras de lo hijoputa que es la gente recuerda infinitamente más a DIES IRAE que a THE GRAPES OF WRATH, por ejemplificarlo someramente ¿Podemos estar seguros de que es de la sociedad americana de la que nos habla este señor? ¿Era Estados Unidos ese lugar indeterminado donde se ubicaba DANCER IN THE DARK? ¿Dónde ocurre ANTICHRIST? Curiosamente, Lars von Trier sí explicita a su propia sociedad, la danesa, en su única comedia, THE BOSS OF IT ALL... una comedia negra, pero mucho más indulgente que la que nos ocupa; por no hablar de IDIOTERNE, que es ya el colmo de la autoindulgencia: todo se perdona porque, al fin y al cabo, somos idiotas. En cambio, DOGVILLE termina con una matanza, mujeres y niños son exterminados. MANDERLAY no sólo mantiene la inquietante catadura moral de su director, sino que cita de manera inequívoca al Takeshi Kitano de SONATINE, aquél que se ponía una pistola en la cabeza esgrimiendo una magnífica sonrisa. No nos engañemos, ANTICHRIST es un slasher sin gracia alguna, la verdadera película de terror de Lars von Trier es MANDERLAY. Y quise incluirla en aquel homenaje que hice a los films que me hicieron temblar, pero tenía que ponerla al lado de DOGVILLE para no caer en una preocupante falta de perspectiva.
¿Creen ustedes que lo peor ha pasado ya? Esperen al estreno de WASHINGTON.
Saludos dominicales... aunque parezca mentira.

Goodnight, sweetheart

sábado, 24 de octubre de 2009

Control remoto 1

El weekend se presenta movidito, pues va a estar dedicado a desentrañar le estructura de dos films sin estructura aparente; se trata del díptico que Lars von Trier amenaza con convertir próximamente en tríptico. E intentaremos hacerlo sin caer en la cargante dicotomía buena/mala, a ver qué sale.
Hoy toca DOGVILLE. Lo primero que recuerdo al ir a verla al cine es un comentario que hicieron dos señoras de avanzada edad en la cola: "¿Sabes tú de qué va esto?" "No, pero sale la Nicole Kidman"... Elocuente y conciso. Las dos señoras salieron de la sala a los tres cuartos de hora. Elocuente y conciso.
El problema con DOGVILLE es su preocupante desubicación dentro de algún parámetro que pueda servir de asidero a un espectador-tipo medio a la hora de juzgar si era necesaria tanta parafernalia para llegar a una idea que es única e inamovible, como si el director danés la hubiese hecho desde el más profundo resentimiento. Tres horas de escenarios vacíos, de interpretaciones excesivamente controladas (siempre sabemos de qué pie cojea cada uno), de una maldad nunca justificada (trasladar los problemas mundiales a una pequeña comunidad es un poquito pretencioso) y de un barrido emocional justo al final, para atar cabos; una catarsis de venganza que deja en paños menores cualquier "tarantiniada" y que probablemente sea lo mejor de un film demasiado largo, demasiado evidente y demasiado encerrado en su propia circunstancia de "núcleo moral" ¿Que si debe verse? Por supuesto. DOGVILLE es una película que tiene una gran virtud si se ve con 16 años: es reclutadora de cinéfilos, nuevos cinéfilos ávidos de pasar página y descubrir ese otro cine un poco antes de empezar con Bergman, Antonioni o Tarkovski; un aperitivo de lujo para los primeros platos. Otra cosa sería empecinarse en que el discurso de von Trier es intelectualmente terrible o terriblemente intelectual, porque es un discurso intelectual y es un discurso terrible, pero no es nada que no esté imbricado en cada fotograma de un Hitchcock o un Hawks, donde ningún elemento es casual sino que atiende a la necesidad expresa de contar algo.
Yo terminé de ver DOGVILLE, no es que sus tres horas se hagan largas, el problema principal reside en que salimos del cine con su impactante final grabado en la memoria reciente y seguidamente empezamos a preguntarnos si para llegar a eso era precisa tanta lección moral.
Ni es la peor de von Trier ni mucho menos la mejor... Vaya, al final hemos caído...
Saludos sin paredes.

Back in your own back yard

viernes, 23 de octubre de 2009

La cara oculta de la Tierra

MOON es, hoy en día, una película relativamente fácil de hacer ¿Por qué no abunda entonces este tipo de cine, el cine que antepone la sagacidad y la emoción a un vacío muestrario de efectos técnicos? La respuesta se encuentra perdida en una miríada de despachos a los que nadie con sentido común podrá acceder jamás. Algo parecido a lo que Duncan Jones relata en su ópera prima. MOON es, contrariamente a lo que muchos puedan pensar, un film pequeño, de pocas ambiciones pero grandes conquistas; se aprovecha, paradójicamente de haber sido concebida en unos tiempos tan inciertos. MOON es la desesperanzadora historia de Sam, un tipo que lleva tres años en la Luna, extrayendo Helio 3, el combustible que ha terminado con los problemas terrestres, o eso es lo que se nos cuenta en un principio acertadamente desarrollado en forma de spot. Sam está completamente solo con Gerty, una computadora con la cara de Smiley que controla toda la base; el problema viene cuando Sam, al que le quedan escasas dos semanas para volver a la Tierra, sufre un accidente y es rescatado... por él mismo. MOON muestra una paradoja y la resuelve con la mayor normalidad, sin estridencias ni mamoneos innecesarios. Sí, Sam no es más que un clon que no tiene un contrato de trabajo de tres años, sino que se trata de su fecha de caducidad; así, Duncan Jones, al que habrá que seguir la pista, realiza un tratado sobre humanidad sin humanos, en un único espacio, un actor (Sam Rockwell) en estado de gracia y una computadora cuyas reminiscencias a Hal 9000 no son más que conjeturas y a la que le pone voz magistralmente Kevin Spacey (véase por tanto en V.O.). MOON habla de la soledad, de la camaradería, la desesperación y la esperanza, que es capaz de crecer en cualquier parte. Una de las mejores sorpresas de esta temporada, no se la pierdan.
Ah, sí, que es el hijo de Bowie, pero da igual, vamos...
Saludos lunares.

Fracture

jueves, 22 de octubre de 2009

Y las lágrimas no te dejarán ver

Si debo ser sincero, sé que si Neil Jordan no hubiese rodado THE COMPANY OF WOLVES, THE CRYING GAME sería mi película favorita; y si no hubiese rodado THE END OF THE AFFAIR, THE CRYING GAME sería mi película favorita. Si debo ser sincero, prefiero que sea así y poder disfrutar también de esas otras dos obras maestras; pero debo ser sincero: THE CRYING GAME sigue siendo el techo cinematográfico del director irlandés.
Resumir en unas pocas líneas el intrincado laberinto de esta compleja película es poco menos que un intento tan vano como pretencioso; buscando una frase adecuada se me ocurre que Jordan engaña continuamente al espectador para terminar revelándole una gran verdad, contrariamente a la falsedad cubierta de "verdades" del cine moderno.
En THE CRYING GAME, asistimos primero a una emotiva interpretación por parte de Stephen Rea, un terrorista del IRA, y Forest Whitaker, un soldado británico que es secuestrado por el antes mencionado. Como piedra de toque, esta declaración de intenciones puede dar con sus huesos del convencionalismo más manido, pero Jordan no permite (su pulso narrativo es envidiable) tregua al espectador ni a sus personajes; la aventura no ha hecho más que empezar y el laberinto comienza a bifurcarse cuando Whitaker, consciente de que su fin está próximo, le pide a Rea que visite a su novia, una peluquera y no la deje en la inopia. Esto ocurre, pero el terrorista queda prendado de Dil, que así se llama la chica, y es incapaz de sincerarse con ella. En este punto, lo lógico es que todas las buenas intenciones se despeñen por donde lo hacen todos los ridículos dramones en los que la redención es siempre el fin último. En lugar de eso, Jordan efectúa un triple salto mortal sin red y muestra a dos personas antagónicas que terminan por amarse en la traición, la soledad e incluso el desprecio; desprecio que golpea desde la pantalla en una de las secuencias más sorprendentes, francas y lacerantes que recuerdo en una pantalla, aquélla en la que Dil se muestra tal y como es ante el terrorista que va a abandonarlo todo por amor. Es cierto que el impacto de entonces pudo ser mayor al verla con 18 años, pero las revisiones posteriores no han hecho más que enriquecer a una gran película, una película cruda y valiente que no tiene miedo a enseñar lo que casi nadie quiere ver, sin que ello la haga caer en un innecesario amarillismo.
Rescátenla si pueden, merece la pena.
Saludos lacrimosos.

Isa vs el partido humanista

miércoles, 21 de octubre de 2009

Con pena y con gloria

A menudo tenemos esa horrible sensación, la peor sensación tras ver una película; sabemos que no va a durar en nuestro imaginario ni un par de días. No hay problema cuando se trata de producciones de consumo rápido, conscientes de su función de entertainment de pocas pretensiones; lo chungo viene cuando nos venden la burra en plan (y atención) "Actuación de Al Pacino con monólogo incluido. No olviden que aquí hace ni más ni menos que de alcalde de New York. John Cusack en su habitual rol de tocapelotas trepa, pero cómo actúa el chaval. Danny Aiello llevándoselo calentito, pero finalmente redimido porque se pega un tiro ¡Jaja! Y de vez en cuando sale Bridget Fonda, pero no la vamos a desnudar porque esta es una intriga política y en el guión está Paul Schrader ¡Toma ya! También salen Martin Landau y Tony Franciosa, pero da igual. Y miren qué música más chula le ha salido a Jerry Goldsmith (el del plus), aunque suena mucho a Gershwin". Esto se puede vociferar sin problema, porque CITY HALL fue un fracaso tan grande como grandes eran sus aspiraciones; unas aspiraciones, la verdad, un poquito infantiles, con un alcalde a ras de suelo porque le pegaron un tiro a un niño... Bueno, estos americanos son capaces de convertir la comunión del niño en un docudrama de sobremesa y forrarse. Afortunadamente, son pocos los que recuerdan la oscura cinta del irregular Harold Becker... ¿Qué me estará pasando?
Saludos súper súper Gürtel...

Free

lunes, 19 de octubre de 2009

Ver para creer

Hay una cosa a la que me niego: poner aquí cualquiera foto del tipo de la derecha con el megatanga fosforito.
Hay otra cosa que me choca de BORAT: CULTURAL LEARNINGS OF AMERICA FOR MAKE BENEFIT GLORIOUS NATION OF KAZAKHSTAN (es el título original) y que me parece que nadie ha reparado en ello: está producida por la FOX...
En realidad me niego a dos cosas: si tengo que explicarles esto último pues cierro el blog y me hago ermitaño en Turkmenistán.
La cosa es la siguiente: ¿Es BORAT... una película divertida? La respuesta es: sí. Lección 2: ¿Pretende BORAT... que nos riamos de nosotros mismos?: La respuesta es: no, porque usted nunca será ese norteamericano ignorante que tanto le gusta retratar p.e. a Michael Moore. Ni siquiera Michael Moore es un norteamericano medio. Así pues, ahora la pregunta sería otra: ¿Es BORAT... simplemente una película de inequívoca vocación comercial y disfrazada de saludable incorrección política?: pues yo creo que sí, porque Sacha Baron Cohen no cambia nada con las desventuras de este estrafalario segundo mejor reportero de Kazajistán... ¿o quizás sí?... Ah, ya caigo. Sacha Baron Cohen logra al fin su sueño, no el de Borat sino el suyo: hacerse un hueco en el Star System yanqui y así seguir trabajando para la FOX con un caché similar al de Johnny Depp, por ejemplo. No sé, pero cuando el trazo es tan grueso que se ve venir a leguas, suelo recelar compulsivamente. Manías que tiene uno.
Ah, y no he visto BRÜNO... ya les mantendré informado...
Saludos políticamente incorrectos.

Place your hands

domingo, 18 de octubre de 2009

La progresiva deshumanización y pesimización de nuestro anteriormente simpático vecino Esteban

Podríamos aplicar a Steven Spielberg la misma ecuación que a Quentin Tarantino, estando ambos en una antípoda cinéfila consciente, y llegaríamos a la misma conclusión. Si A.I. hubiese sido firmada por el geniecillo de treinta años de turno, aunque no hubiese vuelto a rodar nada más, ahora estaría considerada como un clásico instantáneo de culto. Esto no es así por varias razones, pero se me antoja que la principal es que Spielberg no puede ser juzgado sino con recelo; es duro estar en la cumbre.
Pero vayamos al asunto, porque A.I., aun con todos sus excesos, con todas sus licencias y su preocupante falta de emoción, es una magnífica película acerca, precisamente, de todo eso: un relato profundamente pesimista sobre una humanidad sin humanidad ¿Que Kubrick lo hubiese hecho mejor?, eso no importa, es un debate sin sentido. Spielberg filmó más con un ecualizador que con una cámara y el resultado es así de irregular, con una exposición inicial deslumbrante; unos actores (Osment y Law acojonantes) casi perfectos; un desarrollo en tierra de nadie que la hace insoportablemente larga y un final polémico y que todo el que la vio destrozó. No es mi caso, a mí me dejó fascinado el final de A.I., el más oscuro de toda la carrera de Spielberg y una compleja declaración de principios.
David Lynch ha declarado repetidas veces que no volverá a rodar con cámaras que no sean digitales; puede que Spielberg se haya hecho en alguna ocasión el juramento de no volver a mirar con buenos ojos a la humanidad. Sus razones tendrá, pero habrá que ver cómo puede afectar esto a sus próximos proyectos, pues no me parece que Tintín, ni la revisión de El invisible Harvey encajen precisamente con el nuevo lado oscuro del otrora luminoso Rey Midas de Hollywood. Veremos.
Saludos artificiales.

Runaway

sábado, 17 de octubre de 2009

Rabia en dosis

Lo reconozco: también yo caí víctima del influjo "triple G". Aquello que se llamó así por G. Iñárritu, G. Arriaga y G. Santaolalla; aquel triunvirato que rescató al perdidísimo cine mexicano, un cine acomodado al estilo Bollywood, con naderías románticas junto a la playa o grandes tragedias de las de ponerse el dorso de la mano en la frente. El caso es que no me parece a mí que Iñárritu tenga mucho que ver con Guillermo del Toro y mucho menos aún con Alfonso Cuarón, el más interesante de los tres. La cosa es que, nos guste o no, el rompedor debut de G. Iñárritu sigue marcando, a casi una década de su estreno, ese cierto estilo que bebe más del underground yanqui que del cine europeo. AMORES PERROS tiene tantas licencias como hallazgos; de su corteza visual se desprenden algunos momentos de una extraña fuerza narrativa pocas veces vista. Olvídense del "momento Tarantino", con el coche lleno de sangre y los enlaces caprichoso-temporales; tampoco trasciende el "modelo Cronenberg", con la chica paralítica y el perro devorado por las ratas en la tubería; como no cala la absurda justificación de "el chivo", un personaje tan fascinante como improbable. Nada de eso es lo que eleva a AMORES PERROS al estatus, buscado, deseado, de gran película; eso queda reservado para un par de escenas que se encuentran entre lo mejor que uno ha visto en mucho tiempo: el perro ensangrentado que muere en los brazos del dueño y el que debe ser sacrificado por "el chivo", una vez que éste ha descubierto con estupor que ha matado al resto de perros. Los perros. Son los perros los que dimensionan este violento relato de pasiones encontradas, los que irónicamente humanizan a esos personajes tan lejanos de la misma humanidad, unos outsiders que llevan el destino marcado, como perros.
Saludos ladrados.

Corre

viernes, 16 de octubre de 2009

Un chiste sin gracia

Supongo que a Nicolas Winding Refn (pseudofrikis, absténganse) le mola lo de hacer ruido (¿Han visto por un casual la trilogía de PUSHER? ¿no?, vale, lo entiendo...); me imagino al hipercarburado y supervitaminado director danés rascando una pared ante sus colegas, golpeándola más tarde, si es necesario usando su propia cabeza. "Lo que sea si llama la atención" sería un buen eslogan para definir su cine, si es que lo consideramos como tal y no como un videoclip estirado hasta el infinito y mucho más allá.
El caso es que su último artefacto se llama BRONSON y cuenta (es un decir) la monótona peripecia de un tipo que existe de verdad en el Reino Unido y que lleva entre rejas 34 añitos y ha pasado por un centenar de prisiones, porque lo de la buena conducta parece que no va con él. Y poco más les puedo contar, porque el argumento consiste en colocar la cámara en posición cenital y que Tom Hardy (lo poco destacable es su interpretación) se pelee constantemente contra un montón de policías. En un momento dado lo drogan y lo meten en un pabellón psiquiátrico, y aunque se parezca en demasía a lindezas como LA NARANJA MECÁNICA o ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DEL CUCO, el vacío es ciertamente preocupante. No sabemos nada del tal BRONSON, ni sus motivaciones, ni si la charanga visual responde a algún tipo de denuncia carcelaria o si este tipo nos quiere acojonar (mirad qué gente más malita hay por ahí)... no sé; todo es confuso, con musiquilla guay (se dice cool ¿no?), iluminación de hospital... Bueno, le hará gracia a esos tipos que llevan un colgante con el logotipo, perdón, quería decir símbolo, de la paz y una camiseta de Charles Manson, que me consta que los hay. A mí, francamente, no me hizo ni puta gracia.
Saludos entre rejas.

The chicken

jueves, 15 de octubre de 2009

Reflejos a media luz

Debe ser Clint Eastwood el director que más veces ha sido convocado en este blog; para mí, un honor además de un placer; para ustedes, espero que no suponga un latazo. La cosa es que Eastwood se ha convertido en el director vivo del que más veces reviso su impresionante obra; obra que él mismo no cesa de ampliar no sólo en cantidad, sino cualitativamente. Y uno de sus trabajos más redondos (cumple, aunque parezca mentira, seis años) fue MYSTIC RIVER, devastador compendio de traumas, miedos, miserias y un complejo (y completo) tratado acerca de la sordidez humana.
MYSTIC RIVER abre varios frentes como si tal cosa y los pone todos a funcionar. Por un lado, el espectador se topa de bruces ante un misterio que no ha sido resuelto a lo largo de varios años, lo que es consecuencia asimismo del trauma sufrido por uno de los tres niños que son la columna vertebral del film, tres personalidades tan diferentes como bien definidas.
Cualquier otro autor de hoy en día, tal y como se despachan, con tan poca paciencia, las historias, hubiese tenido los mimbres perfectos para perpetrar el dramón del año, ablandar los lacrimales, llevarse el oscarcillo de turno y engrosar la interminable lista de DVD's de medio pelo que sólo alquilan solteronas/es los sábados por la noche, tarrina mastodóntica de helado de por medio. Nada más lejos. MYSTIC RIVER supone un aterrador y desasosegante viaje a las esquinas que ni siquiera las cámaras se atreven a doblar; nada de crípticos mensajes donde "todo está en la mente", porque aquí el dolor se nota a ras de piel, las heridas se muestran tal y como son. Mención aparte merecen unos actores verdaderamente implicados, espectaculares en el caso de Sean Penn y Laura Linney y simplemente sublimes (dificilísimo lo suyo) si hablamos de Marcia Gay Harden y Tim Robbins.
Se puede (se debe) seguir revisitando MYSTIC RIVER, posiblemente el trabajo más oscuro y pesimista de Eastwood; no sólo no perderá interés y vigencia, el mazazo estará ahí, esperando para darnos donde más nos duele.
Saludos frente al río.

Symphony Nº 3 Allegro 2

miércoles, 14 de octubre de 2009

Trabajo sucio

De nuevo Cassavetes, es necesario, es imperante. Cassavetes firmó una obra impactante en 1968, con cuatro duros y un grupo de amigos como actores. La diferencia entre otros cuatro duros y estos cuatro duros reside en que John Cassavetes era un talento puro, un narrador capaz de transgredir cualquier norma que perteneciese al relato clásico; además, los actores no sólo eran su esposa y amigos, sino unos grandísimos actores.
En FACES no importa lo que se cuenta, y me atrevería a decir que ni siquiera cómo se cuenta; lo verdaderamente importante es que Cassavetes consigue inocularnos todo lo que ocurre en la pantalla y dejarnos pensativos con esa nueva infección. Infección de buen cine, de sentimientos salvajemente agolpados, con diálogos que son puñetazos, escupitajos. El argumento no es más que una mera excusa para que Cassavetes pueda dirigirse frontalmente al monstruo de mil cabezas, la industria y sus hombres pagados de sí mismos; el dardo de Cassavetes va dirigido a ellos y no a otros, a los hijos de puta sin mácula aparentemente visible, a los que creen poder comprarlo todo. John Marley, reputado actor de teatro clásico, tuvo constantes disputas con el director neoyorquino, la razón: Cassavetes no le dejaba actuar. Lo colocaba en un rincón y le gritaba que se limitara a observar, y que si tenía que insultarle dirigiese ese insulto al otro actor. Ésa era la caótica, tenaz y bella forma de rodar de este superdotado del instante. Aquí no se trata de un simple asunto de cuernos, se trata de que cada segundo cuenta, de que los actores transmiten esa amarga agonía con la que conviven; se trata de que uno nunca está del todo seguro de cuál será el siguiente fotograma, y no se me ocurre un acercamiento más veraz a nuestra propia vida, a la realidad, incluso más que un documental, porque Cassavetes no pretende "enseñar" la realidad, sino que nos entre por los ojos y nos avergüence, queramos o no queramos.
Saludos sin cara.

Twenty small cigars

martes, 13 de octubre de 2009

Los síntomas de la enfermedad

Sería algo vergonzoso por mi parte achacar algún tipo de correspondencia, e incluso responsabilidad, al sintomático último trabajo de don Luis García Berlanga, el maestro Berlanga, y usarlo como arma arrojadiza contra esas hordas diletantes que llegaron después (aunque algunos ya estaban antes), adaptando torpemente el libro de estilo que el valenciano fue construyendo con mano maestra junto a Rafael Azcona. Berlanga se despidió con PARÍS TOMBUCTÚ, quizá su peor trabajo y que no hizo justicia a una filmografía tan insigne como la suya. Aquí, el alter ego interpretado por un perdidísimo Michel Piccoli se inmiscuye (y creo que ésta es la palabra adecuada) en Calabuch sin ser mesías ni mártir, tan sólo un observador desencantado y sobre todo muy cansado, cansado de luchar, de pretender que le escuchen, de ser brillante... cansado de vivir. Este personaje busca el suicidio sin conseguirlo y por el camino "se entretiene"; todo el mundo es amable con él, las mujeres se lo disputan y hasta logra el bendito derecho a rechazar el mundo material mientras saborea una paella junto al mar... Demasiadas cosas para tan pocos argumentos, pese a que en el cine de Berlanga, es cierto, siempre hubo muchas cosas, lo que pasa es que aquí falta quien las ordene y clasifique; hay un sospechoso tufillo anarquistón de sainete, republicano a lo "Don Friolera"... ustedes me entienden... Un batiburrillo en el que pocas cosas se tornan visibles y donde sólo debería salvarse el hecho de que Berlanga usa este incomprensible artefacto como particular corte de mangas contra una sociedad, la nuestra, la de ahora, la de aquí, a la que ya ha dejado de intentar comprender. Y es que si a Berlanga no se lo perdonamos todo ¿a quién si no?
Saludos levantiscos.

Días de escuela

lunes, 12 de octubre de 2009

A los que aman el cine

Una de las mejores sorpresas que dejó el año pasado fue la bellísima declaración de amor que Michel Gondry dejó firmada mientras, como un Frank Capra del siglo XXI, nos reconciliaba con ese viejo espíritu del do it yourself que alguna vez hubo de embargarnos en la niñez. Es allí, donde deseábamos jugar a ser piratas, astronautas, cowboys, o princesas que esperan a su príncipe; allí donde no existen los absurdos límites castradores del merchandising, Gondry pone la cámara y se pone a grabar no lo que se supone que se debe hacer en una película, sino lo que haríamos nosotros si pudiésemos, si nos dejasen.
BE KIND REWIND es la improbable, demencial, enternecedora y arrolladoramente libre, historia de un modesto videoclub de barrio regentado por un hombre (Danny Glover) que ama las películas y que mantiene heróicamente el formato VHS frente al monopolio impuesto del DVD; junto a él siempre está una extraña pareja formada por el bobalicón Mos Def (extraordinario papel el suyo) y un desastre hiperactivo llamado Jack Black. Este último convence al otro para boicotear una planta eléctrica, pues está seguro de que de allí salen ondas malignas y perniciosas; de tal hecho, Black sale imantado, así que borra todas las películas del videoclub. La primera media hora de BE KIND REWIND es la que cuenta esto y su simplicidad gamberra no se corresponde con el resto, donde asistimos al delirante periplo de esta pareja cuando deciden grabar ellos mismos cada película borrada, de forma totalmente casera. Así, por nuestros ojos pasan las versiones de CAZAFANTASMAS, ROBOCOP y hasta PASEANDO A MISS DAISY que todos querríamos hacer, con el barrio como decorado, los vecinos como intérpretes, cero presupuesto y una caradura impresionante que deviene tierna ingenuidad y que muchos no habrán podido ver sin que una furtiva lacrima asomase por ahí, estoy seguro. El momento Capra sucede ya al final, con la proyección de ¡la primera producción con guión original!, basada en las improbables aventuras de un oscuro músico de blues que supuestamente vivió en el edificio donde ahora está el videoclub. Al final la lección de humanidad de Gondry es aún mayor que la de cine, mostrando un barrio que se une en pos de una idea descabellada pero de enorme belleza intrínseca, desafiando cualquier convención, por inamovible que parezca.
Si aún no la han visto no sé a qué esperan para correr hasta su videoclub más cercano...
Saludos rebobinados.

Assessment

domingo, 11 de octubre de 2009

Pasajeros al tren

No debe ser casualidad que entre el original de Delmer Daves y el remake/tributo de James Mangold existan exactamente cincuenta años de diferencia; se nota en el cariño de Mangold hacia aquel trepidante western que protagonizaron Glenn Ford y Van Heflin. Ponerlo al día es otro asunto y APPALOOSA es el ejemplo perfecto de que no son suficientes las buenas intenciones e interpretaciones solventes; sin embargo, no es el caso de 3:10 TO YUMA, ligeramente superior a su predecesora. Indudablemente, James Mangold es mejor director que Ed Harris, pero habría que señalar lo bien escritos que están los personajes, tanto principales como secundarios, cortesía del trío farmado por Michael Brandt, Derek Haas y Halsted Welles, que realizan una aproximación fabulosa a la novela de Elmore Leonard.
En 3:10 TO YUMA se encuentran condensadas todas las constantes que hicieron grande al género y que se habían ido dejando de lado últimamente tras la constatación de que seguir por el camino trazado por Clint Eastwood en UNFORGIVEN era cosa de locos. En vez de ello, Mangold se esfuerza en no perderle la cara a la historia y dejar bien claro que los que mandan son los actores, unos aguerridos Russell Crowe, en el papel de un asesino y ladrón de bancos con principios aunque sin escrúpulos, y Christian Bale dándole justa réplica como un granjero ex soldado que debe guiar al prisionero Crowe hasta un destino que se torna casi imposible a medida que el film avanza: el susodicho tren. Y hasta aquí todo está bien, el metraje nunca se torna pesado y el interés crece con la intriga; la lástima son algunos detalles, casi de principiante, que pondrán alguna sonrisa que otra. Por ejemplo: la cojera de Bale, exagerada al principio, desaparece más adelante, haciendo éste algunos movimientos más propios de "su Batman"; luego, la mayoría de los tiroteos son exagerados, como si en vez de revólveres se usaran ametralladoras; finalizando con unas concesiones a la galería (hacer otra cosa hubiese dejado a Crowe como un villano total, y por lo visto no es el caso), moralizando a un personaje que nos han vendido al principio como sanguinario y despiadado. En definitiva, un western muy entretenido y digno que sólo no gustará a algunos espectadores con demasiados prejuicios, aunque lo cierto es que por las carteleras pasó sin pena ni gloria.
Saludos desde el andén.

Riding on a train

sábado, 10 de octubre de 2009

No lo intenten en casa

Hay un grave problema con el cine de género: subvertirlo siempre necesita de la colaboración de los elementos conformantes de dicho cine, de sus excesos y claves, de sus limitaciones y derivados; pretender que se posee una llave mágica para entrar o salir de cada compartimiento, sea éste narrativo, filosófico o meramente entretenedor, es la prueba más evidente de que un impostor va a intentar hacerse pasar por autor total, capaz de abordar el género de forma totalmente original.
En este dilema, me dispuse a ver una película llamada LES REVENANTS, dirigida por un tal Robin Campillo. La historia es simple aunque, a priori, resulta muy atractiva por su novedoso tratamiento acerca de ese género dentro de otro género (pelis de terror que son de zombis) que aúna tantos fanáticos como detractores. En este caso, Campillo juega a ser el más listo de la clase y se caga fuera, literalmente. En LES REVENANTS, los muertos se han despertado y vagan por las calles en lenta procesión; sufren una especie de amnesia parcial que no les deja recordar con claridad cómo era su vida antes de morir y además los tipos van de punta en blanco, como si se hubiesen muerto hace sólo tres horas. No hay descomposición, ni ropas raídas, ni antropofagia descontrolada, claro; sólo el lento deambular de estos seres "de regreso". El único afán del director consiste, a partir de esa premisa, y como un buen neocon concienciado, en mostrarnos los problemas burocráticos y económicos que le va a suponer a una comunidad el reinstalar a esta nueva masa social (ahórrense las concordancias con la inmigración), darles una ocupación y volver a considerarles como miembros de dicha comunidad, con sus derechos y demás. Es decir, un revelador informe, seguro que sin pretenderlo, de lo mierdas que somos los del primer mundo, el único mundo visible y válido, donde "los demás", esos recién llegados de segunda categoría, tienen que ser aprobados por nuestra moral de primera. A ver, si este señor se hubiera limitado a enfocar a un furioso zombi comiéndose un intestino grueso, puede que hubiese olvidado este despropósito y no se me hubiese ocurrido ensañarme; la cosa es que además de obtusamente pretenciosa, LES REVENANTS es aburrida hasta decir basta, así que si la ven en algún dvdstore simplemente pasen de largo, no va a enseñarles nada nuevo, ni bueno.
Saludos de vuelta.

Monkey and the underdog

viernes, 9 de octubre de 2009

Esto es cerca... y esto es lejos...

Es posible que definitivamente me haya ganado la partida la programación infantil, pero no he hallado un mejor y más acertado título para hablar de una película tan inclasificable como CITIZEN KANE.
Orson Welles la hizo y luego demostró que podría filmar lo que se le antojase porque su talento no era de este barrio. Pero no sé si se ha hecho justicia a lo largo de estos sesenta y ocho años al cogollo de una obra tan grande, tan poliédrica, tan universal. Porque CITIZEN KANE habla de miles de cosas en un lenguaje audaz y directo, el único idioma posible para Charles Foster Kane, pero hay una constante que sobrevuela su fascinante metraje: Kane es un megalómano que usa la megalomanía para no tener que desvelar que es un hombre terriblemente sensible, que cambiaría su reino por un trineo y que sólo teme una cosa: quedarse solo. La soledad en la cumbre, de la que bebió recientemente P.T. Anderson en su excelsa THERE WILL BE BLOOD y que disecciona hasta la atomización un carácter caprichoso, campechano y de una fisicidad que casi podríamos afirmar que molesta nuestros ojos, acostumbrados a mirar más al suelo que al cielo. Ahí es donde radica, según mi opinión, la grandeza de CITIZEN KANE y la de un debutante de veitiséis años que puso al mundo del cine totalmente bocabajo. Y la cosa es que encima los actores están estupendos, Welles realiza un trabajo de interpretación soberbio y la fluidez con la que pasamos, sin que nada se resienta, de un imprevisto flashback a un borroso acercamiento a una especie de "futuro pasado", conforman una pasta de calidad innegable que contienen grandes dosis de esa esencia de cine puro que tantos y tantos se afanan en encontrar. Welles lo tuvo siempre, siempre estuvo ahí y él lo utilizó según quiso, puede que en mayor medida en este debut que en otro trabajo suyo. Bendito 1941, que aun con el fragor de la segunda guerra mundial fue capaz de presentar una nómina de títulos simplemente irrepetible, porque ahí estaban, cuando las nominadas eran nada menos que diez, BLOSSOMS IN THE DUST, de Mervyn LeRoy; HOLD BACK THE DAWN, de Mitchell Leisen; LITTLE FOXES, de William Wyler; SARGEANT YORK, de Howard Hawks; SUSPICION, de Alfred Hitchcock; THE MALTESE FALCON, de John Huston o la que arrebató la estatuilla a Welles (y justamente, creo yo), nada menos que esa colosala obra maestra que fue, es y siempre será HOW GREEN WAS MY VALLEY, del maestro Ford. Ahí queda eso, ahora compárenlo con el año de TITANIC o CRASH... Sobran las palabras...
Saludos de un cinéfilo.

Evil urges

jueves, 8 de octubre de 2009

Cenáculos alternativos

Lo que pudo ser y no fue... o lo que no se aspira a ser y finalmente se logra aunque no se quiera. Así de contradictoria (toda ella lo es) se mostraba una curiosísima cinta alemana en el festival de Berlín de hace unos diez año, para acabar llevándose el oso de plata por aclamación popular.
AIMÉE & JAGUAR deja de lado el cansino costumbrismo adquirido de los dramas enclavados en la segunda guerra mundial y los subvierte en busca de cierto chorro de personalidad perfectamente reconocible. Se trata de un amargo canto a la libertad justo cuando (y donde) la libertad no es más que un fantasma al que nadie se aferra; una especie de invitación de nosotros mismos a nosotros mismos, para no perder de vista las perspectivas. Imaginen a un grupo de alegres lesbianas judías que sobreviven con más picaresca que otra cosa en pleno Berlín del 42; en el otro extremo, una neurótica ama de casa, casada con un oficial nazi, le pone los cuernos al ausente cada vez que puede, aun con sus tres críos revoloteando por la casa. AIMÉE Y JAGUAR alude a los seudónimos utilizados por dicha ama de casa y una de las judías antes referidas para encubrir sus encuentros epistolares, en lo que para una será un fatal equívoco heterosexual y para la otra, frívola y resuelta, su único contacto con esa cosa llamada amor. Lo complicado aquí es no caer en el relato rosa una vez que se le ha dado importancia al hecho de ocurrir donde y cuando ocurre; de hecho, AIMÉE Y JAGUAR no puede ser considerada como otro subproducto de temática gay más, lo corrobora el espectacular y dramático crescendo de su parte final, más deudora de THE HOURS (salvando notables diferencias) que de rasposos melodramones con eventos históricos como tenebrosa excusa. Puede que chirríe en su primera mitad, cuando los personajes aún no están del todo trazados ni delimitados, pero cuenta con dos primorosas interpretaciones y, sobre todo, con un saludable gusto por no evitar el choque frontal, algo que su director busca con insistencia y sólo consigue en algunos (los mejores) momentos del film.
Saludos sin equívoco.

Love rollercoaster

miércoles, 7 de octubre de 2009

Un discurso afilado

No soy fanático de Tim Burton, ni de los musicales, ni de las puestas den escena teatrales, ni de los ambientes góticos. No, por muy atractivo que todo esto pueda ser. Y eempezaría por resaltar algo que puede sonar extraño, pero que se revela verdadero a poco que hagamos un ejercicio de memoria. Tim Burton, un director que se ha hecho famoso gracias a su retorcida visión del mundo, dotando a sus trabajos de cierto aspecto lúgubre, fúnebre, cadavérico casi, no ha sido más ni menos correcto que cualquier otro director de cine "convencional". Y es que Burton sólo suele quedarse en la pátina, el envoltorio, en ese brillo apagado que dota de macabra intensidad sus obras; más cercano entonces a cierto clasicismo, más interesado en sugerir que en mostrar, que a la contemporánea tendencia al exceso visual por explicitar cada detalle, por nimio que pueda ser. Pero Burton filmó SWEENEY TODD: THE DEMON BARBER OF FLEET STREET, la obra musicada de Stephen Sondheim, y, pese a que todos los elementos de su cine son fácilmente reconocibles, estamos, sin duda, ante la obra más terrorífica, sangrienta y maliciosa de este director.
SWEENEY TODD... alterna unos números musicales muy bien interpretados, con un dinámico sentido del ritmo que permite no perder en ningún momento una trama que va tornándose más oscura a medida que nos adentramos en los motivos que llevan a Todd (extraordinario Depp) a construir una demoníaca venganza contra el captor de su esposa, un juez corrupto al que da vida un excelente Alan Rickman. Entre medias, se aliará con una inquietante vendedora de empanadas cuyos ingredientes me cuidaré mucho de revelar aquí, una sorprendente y rompedora Helena Bonham-Carter. Y entre amenazadores números musicales (cantados, más que bailados) y una ambientación cuidada al detalle, SWEENEY TODD... es capaz de sorprender con varios elementos, como el ingenio mecánico mediante el que el barbero diabólico degüella a cientos de incautos sólo para calmar su inacabable sed de venganza, y que contiene los momentos más gore de toda la filmografía de Burton; amén del retorcido y muy logrado personaje al que da vida el polémico Sacha Baron Cohen. Una orgía de sangre que recuerda al mejor Poe y que personalmente (sólo pondría por encima la magistral ED WOOD) me parece su mejor trabajo hasta el momento.
Saludos afilando la navaja...

Demolición

martes, 6 de octubre de 2009

Agitado, no mezclado

Una de las cosas que más me rechinan a la hora de hablar de cine es la tendencia de demasiada gente a mezclar ideología y calidad. Ya me he referido varias veces a la inutilidad de dicho argumento y a las sorpresas que uno se lleva tanto por una parte como por otra. Así, panfletos ultrasolidarios y conscientemente humanistas, no son más que menudos estudios de supuestos directores en los que la habilidad dramática se ve barrida por dicho asunto; mientras que hay obras de filiación poco menos que repugnante que son consideradas como obras maestras del séptimo arte. Y es que mezclarlo todo suele dar como resultado un impúdico cóctel cargado de dogmatismos y falsos axiomas.
Y un ejemplo claro de esto vendría a ser ON THE WATERFRONT, la cima de Elia Kazan, un tipo terriblemente contradictorio, tan sospechoso moralmente como digno de adoración en cuanto a su trabajo, donde ha sido uno de sus mejores representantes. Kazan denunció a no pocos compañeros de profesión durante aquellos biliosos momentos que se dieron a conocer como "caza de brujas" y que hicieron pasar a la posteridad a un bellaco tan minúsculo como el senador Joseph Raymond McCarthy. En un acto tan desesperado como difícil de entender, en busca de una redención que jamás llegaría, Elia Kazan filma a Marlon Brando, Lee J. Cobb y Karl Malden en un hermético canto al "método interpretativo". LA LEY DEL SILENCIO (me encanta esta traducción) es un indiscutible y poderoso drama con el trasfondo de los desmanes llevados a cabo por unos patrones erigidos en mafiosos que controlan las actividades en un muelle de carga y descarga. Un drama de corto recorrido que alcanza proporciones universales por varios motivos; primero por lo anteriormente referido, ya que no son pocas las referencias al escabroso asunto de la persecución comunista. Pero yo prefiero dejar todo eso aparte y hacer mención especial a la maestría de Kazan para colocar cada figura en su sitio exacto, sin que sobre ni falte nada; un ejercicio de estilo que no resulta teatral gracias a la vigorosa aportación de unos actores en plenas facultades. Brando haría aquí uno de sus papeles más memorables, el de un pelele demasiado orgulloso para ser víctima de una sumisión confortable, mientras los crímenes se siguen cometiendo impunemente. La escena final, con un Brando conmovedor y un Lee J. Cobb enorme, continúa, 55 años después, levantando al espectador de su asiento con un extraño sabor de revancha en el paladar. Un clásico pero de los buenos.
Saludos de uno que no se calla.

Fernández, Parker, Guy, Lytton (improvisation)

lunes, 5 de octubre de 2009

Truco o trato

Después del amargor que inundó el blog ayer, y pese al dulzor con el que me acosté tras el épico partido de mi equipo, simplemente volvamos con los maestros, hablemos de cine.
Una pregunta que sigue a una afirmación: John Lee Hancock firmó el guión de A PERFECT WORLD, uno de esos títulos de Clint Eastwood que a veces se pierde en la frágil memoria de sus aduladores ¿Pero quién es John Lee Hancock? ¿Acaso es importante para Eastwood un currículum tan discreto como el de este señor para que cuatro años después de esta obra maestra vuelva a bordarlo en MIDNIGHT IN THE GARDEN OF GOOD AND EVIL? Evidentemente no. Eastwood es un artesano, manejador impecable de su oficio y que atesora un talento único, un sello que se nota en cada fotograma. Sin ir de autor, puede que hablemos del último gran autor que ha dado Hollywood... ¡Qué narices! ¡Lo es! Eastwood es capaz de captar nada menos que a aquel Kevin Costner enseñoreado en su burbuja particular, tras arrasar en los oscar con DANCES WITH WOLVES, en taquilla con ROBIN HOOD y convenciendo a la crítica con su intensa interpretación en JFK, vestirlo de mortífero asesino recién fugado, ponerle a un niño con careta de Casper y que todo encaje a la perfección en uno de los títulos imprescindibles de la década de los 90 (¿Cuántos imprescindibles tiene este hombre?). A PERFECT WORLD es otro vibrante pulso al corazón y a la mente del espectador, nunca suficientemente avisado, capaz de conjugar la trágica huida hacia delante de esta extraña pareja, con la admiración sentida por el niño secuestrado por tan infame personaje y la posterior redención de éste, encauzada en un demoledor proceso de humanización y que desemboca en uno de los mejores finales rodados por Eastwood, muy a lo "Madison" pero mucho más cruel y expeditivo. El tío Clint anduvo por allí junto a la desencajada Laura Dern, dando vida a la "segunda unidad", "los buenos"; sin embargo, y sin que sirviese de precedente, no era ese el tapiz de este tremendo relato que borra finalmente una serie de fronteras que parecen insalvables. Y me hago otra pregunta antes de acabar recomendándoles vivamente este título mayor... ¿Qué habría sido de Kevin Costner de haber elegido más cuidadosamente sus trabajos?
Un saludo perfecto.

Calling to you

domingo, 4 de octubre de 2009

Negroclarocasiazul

Como ésta va a ser la madre de todos los equívocos, debo empezar esta reseña dominical aclarando que no deben dejarse llevar por la foto que la acompaña; efectivamente, ya comenté 2001: A SPACE ODISSEY hace tiempo...
Bueno, no voy a ser cruel con Lars von Trier por varias razones. Primero porque ANTICHRIST no es su peor película, sólo la constatación de que el danés no sabe hacer pelis de miedo. Luego, me gustaría poner casi como encabezamiento la significativa dedicatoria del film a Andrei Tarkovski en los títulos de crédito; porque a nadie se le escapa que ANTICHRIST es el fracasado intento de von Trier por acercarse al maestro ruso, a SACRIFICIO, más concretamente. Aquí es donde el dilema se hace más preocupante, cuando von Trier debe resolver su tendencia al mainstrean (un mainstream oscuro, sí, pero repleto de concesiones) en cada momento decisivo de un film que está rebosante de momentos decisivos, pero donde da la impresión de que lo de menos es la resolución, pues antes está el golpe de efecto. El danés busca desesperadamente golpear los sentidos del espectador a base de imágenes impactantes, discursos amorales y algún que otro sustito que, la verdad, sobraba. Otra cosa que me mosqueó al final fue caer en la cuenta de lo impostado de ese principio, rodado como un anuncio de colonias porno, con la celestial música de Handel para que los espectadores descubran por sí solos (manda cojones la cosa) que estaba compuesta para un castrato... En fin, que la película tiene varios aciertos, como cuando von Trier se coloca otra chaqueta, esta vez la de Bergman (y tampoco con mucha maestría ¿eh?), y hace dialogar a un inexpresivo Willem Dafoe con una Charlotte Gainsbourg que no sé qué le ven los directores para ponerla en pelotas en cada película que hace. Sólo un espejismo, porque apenas hay un par de estas líneas de diálogo, en las que se hace hincapié en la enfermiza psique de la madre/bruja que asiste impasible a la muerte del hijo en pleno y febril fornicio. Lo que sí abundan son los desastres cinematográficos, como un zorro que habla como Tom Waits... o las interminables imágenes slow motion en HD repentinizado de los huevos; y venga a caerle bellotas a Dafoe en el coco, y venga las hojas moviéndose, y el flequillo del Dafoe que no se mueve, y la Gainsbourg venga a enseñar el culo, que esta chavala no sabe lo que es un pijamilla de estar por casa y unas pantuflas como dios manda...
Total, un despropósito que se deja ver si luego no me vienen con memeces como "film profundo" o "intelectual maldito", porque, aunque von Trier no lo sepa, estamos curados de espanto.
Y me ahorro unos cuantos de spoilers porque da lo mismo, oyes...
Saludos anticristianos.

Feels so good

Atiende, Lars. atiende...


sábado, 3 de octubre de 2009

Demodè fashion overlookin´ guys

Que no, que no me he vuelto loco. Que ya no salgo los viernes..., bueno, ya es que casi no salgo... Hombre, no seré yo quien defienda a un tipo tan sospechoso como Ben Stiller, pero si atendemos a las tibias producciones supuestamente "corrosivas" que Hollywood nos cuela cada vez con más asiduidad, lo cierto y verdad es que Stiller ha encontrado una manera de denunciar la imbecilidad imperante en yanquilandia sin por ello dejar de entretener y hasta haciendo caja, que ya viene a ser el colmo de la papanatería. Un buen ejemplo de todo esto es la magnífica TROPIC THUNDER, donde Stiller y su camarilla habitual elevan el ácido sulfúrico y arrasan con cualquier cosa que huela a políticamente correcto. Pero Stiller ya dio su primer aldabonazo con una comedia que se atiene a adjetivos como "esperpéntica", "indecorosa" o "desvergonzada". ZOOLANDER es, si sólo nos interesa la parte lúdica, un slapstick rodado en 2001, sobre un modelo masculino y sus intrascendentes tribulaciones. Punto final. Ahora, ZOOLANDER es otro caramelo envenenado, donde es Stiller el que mira de frente al espectador y le pone delante de las narices su propia condición de zoquete integral. Uno pica al principio, porque lo que se presenta no es más que eso, una nadería repleta de sobreactuaciones, cameos imposibles y una línea argumental propia de Steven Seagal o Chuck Norris. Hay que ver un poco más allá, porque ¿qué sentido intrínseco se nos está presentando como un monumental equívoco? Efectivamente, la pérdida de valores en una sociedad que eleva al cielo la frivolidad como rol a seguir y que idolatra a personas sólo por su imagen, imagen impuesta machaconamente y sin pudor alguno. Stiller sólo se sirve de esa misma puesta en escena y la traslada a su aparentemente inocentona comedia palomitera, el resultado es simplemente explosivo si no fuera porque también cae en la búsqueda de la risa fácil y se olvida en muchos momentos del sarcasmo sutil. Una escena: impagable el grupito de modelos masculinos que salen por ahí para calmar la "depre" de Derek Zoolander y que se convierte en un spot publicitario, sólo que tienen la ocurrencia de rociarse alegremente con gasolina mientras juegan con las mangueras... Imaginen el resto.
Pongo una mirada y... saludos.

Fireworks

viernes, 2 de octubre de 2009

Notas estrictamente subjetivas

Y a mí que se me antoja O BROTHER, WHERE ART THOU? mucho más carismática, o rompedora, o inclasificable, que otros films de los Coen que sí han obtenido esos calificativos casi por unanimidad; y digo, por ejemplo, THE BIG LEBOWSKI, NO COUNTRY FOR OLD MEN o, por supuesto, FARGO. Desde luego me divertí muchísimo más que con las otras tres (sí, ya sé que excepto la primera, las otras dos no tienen mucha gracia), pero lo mejor de todo fue esa sensación de no tener ni puñetera idea de qué iba a encontrarme a partir de esos tres improbables presos fugados. Y es que O BROTHER!... salta a través de los géneros con una facilidad desarmante, algo a lo que contribuye George Clooney, encarnando a su enésimo Cary Grant elevado a la máxima sinvergonzonería y un John Turturro menos excesivo que de costumbre, esperando el momento adecuado.
Son los "Tres amigos", los Marx, los tres chiflados, la viva y paradigmática estampa de un tiempo y un lugar donde la picaresca era la única manera de salir adelante. Sin embargo, en una película de los Coen puedes esperarte cualquier cosa, y si no se tiene suficiente con la descacharrante huida (muy Jarmusch, sí) o la interminable sucesión de secundarios, se incluye aquí una de las mejores escenas (y de las más delirantes) de toda su filmografía, la imposible grabación del disco a punta de pistola, a partir de la cual se desarrolla una barroca sucesión de acontecimientos de lo más surrealista. Puede que su trama sea más "ligera" que la de otros títulos más famosos, pero ello no nos priva de pasar una hora y media de cine de lo más divertida, lo que empieza a no ser poco hoy en día, qué quieren que les diga.
Ah, y la banda sonora es una pasada.
Saludos, hermanos.

The moon scolds the morning star

jueves, 1 de octubre de 2009

La religión de los cobardes

Una de las posibilidades más interesantes del cine es la de enfrentar al hombre con sus miedos y debilidades sin que éste pueda añadir nada en su defensa; así, y aunque el malo siempre sea "el otro", uno ve la película en cuestión y al intuir la denuncia no le queda otra que azorarse, además de enmascarar su vergüenza.
En 1972, el británico John Boorman ya se había hecho cierto hueco en la industria americana con las tremendas POINT BLANK y HELL IN THE PACIFIC; lo normal habría sido acomodarse un poco y ejercer de buen artesano en la Warner, algún drama familiar o un lucimiento para algún actor o actriz de incipiente carrera. Sin embargo, Boorman se embarca en un proyecto francamente complicado, contando nada menos que con Burt Reynolds y Jon Voight, por entonces en la cima de su carrera. DELIVERANCE es un film inusual, donde nada es lo que parece o podría parecer a priori; una salvaje declaración de principios sobre la maldad humana en estado puro. Para que nos entendamos, hablamos de las terribles desventuras de un grupo de aburridos urbanitas que deciden pasar un fin de semana en plena naturaleza, cazando, pescando y alejados del mundanal ruido. Después de vista, DELIVERANCE se recuerda sobre todo por su durísimo (y sorprendente) desenlace, con algunas de las escenas más explícitas del cine americano de la época, escenas impensables ahora, por ejemplo. Pero hay un desasosiego aún mayor, el que experimentamos cuando reconocemos que hemos construido ciudades para estar a salvo de una naturaleza a la que no somos capaces de dominar. Al igual que esos cazadores que son finalmente cazados, el espectador cae en la trampa de esperar una buena cinta de acción principalmente dirigida al público masculino y se encuentra con una reflexión sobre la violencia sin sentido, cuando los seres humanos son capaces de quedar por debajo de un animal cualquiera.
Saludos defensivos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!