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miércoles, 30 de marzo de 2016
Crónica del fin de un tiempo
Como sé que lo deseaban ardientemente, puntualmente iré trufando cada semana con una peli "de chinos", denominación que sirve para dejar de lado las molestas etiquetas e ir al meollo del asunto, que es eso que sólo "los chinos" (porque no sólo van a ser chinos, claro) saben hacer: películas que no entiendes pero que tampoco te atreves a decir que qué mala es, entre otras cosas porque están muy bien hechas. Y con este parto de la burra en el que se ha convertido lo de los oscar, por mi "ocurrencia" de entremezclarlo con los Goya, viene al pelo THE GRANDMASTER, que tuvo dos nominaciones allá por 2014, fotografía y vestuario, que creo podría haber ganado sin ningún problema. Pero más allá de los alardes de Philippe Le Sourd, mucho más accesible que Christopher Doyle, lo que Wong Kar-Wai propone en esta aproximación a la enigmática figura de Ip Man es una gozosa puesta en cuestión de los sacramentos del Wuxia, conformando una obra horriblemente narrada (lo habitual en el hongkonés, por otra parte) con la intención de alcanzar la belleza del anticlímax; esto es: ponerle los dientes largos al personal a base de técnicas y más técnicas de combate marcial, porque hay un desafío del Norte al Sur para establecer una cierta supremacía, y el Sur elige a Ip Man, un tipo poco dado a los exhibicionismos y que profesa el minoritario y nada extravagante Wing Chun. Después, nada de esto parece importarle ya a Mr. Kar-Wai y la película deriva hacia la ocupación japonesa, que duró hasta el fin de la WWII y que, entre otras muchas cosas, dejó al gran maestro separado para siempre de su familia y en la miseria, lo que le obligará a dar clases. Después, Ip Man deja de ser relevante en la narración, y el testigo lo recoge Gong Er, una mujer que además de ser asimismo maestra de artes marciales es la última representante de la dinastía Gong, y que a base de echarle bemoles será la que complete, 20 años después, el desafío que, francamente, a mí hasta se me había olvidado... Es decir, que casi es mejor (si tienen el equipo necesario) prescindir de los diálogos, que prácticamente no son más que una retahíla de proverbios cursis, y disfrutar de las excelsas coreografías, con un inspirado Tony Leung dando vida al maestro del sombrero blanco, el hombre que enseñó a luchar a Bruce Lee. Y es que parece que sólo los chinos tienen la desfachatez de hacer algo así de horrible y hermoso. Sigamos intentando entenderles...
Saludos.
viernes, 21 de junio de 2013
Besos, azúcar y cigarrillos
MY BLUEBERRY NIGHTS fue, hasta hace poco, una de esas películas a las que no lograba encontrarle un hueco en mi agenda cinéfila, bien por desidia, por desconfianza o por un instinto aún no registrado que me advierte del potencial apriorístico de una película. La vi... ¿y qué quieren que les diga?... Es Wong Kar-Wai, sí, y no sé si eso significa gran cosa, porque nunca he creído lo suficiente en los artistas que anteponen (puede que inconscientemente) su nombre, su "yo" ("La de Almodóvar... La de Lynch") a su obra, que es lo que debería importar. Pero el de esta película es un caso curioso, porque se puede intuir que la América del director hongkonés es forzadamente americana, casi con una impudicia que difícilmente se le ocurriría organizar a un director norteamericano; y aun así, es cierto que sus personajes están bien dibujados, mucho mejor (por eso digo que todo es tan raro) de lo que el cine hollywoodense nos suele acostumbrar. MY BLUEBERRY NIGHTS parece un Jacques Demy pasado por el filtro de Alan Rudolph... Pigalle en Brooklyn... a lo mejor estoy perdiendo la cabeza yo, claro, ¿pero qué esperaban de un film en el que la alabanza del romanticismo incluye tartas caseras, café, cuellos altos y cigarrillos apoyados en escaparates multicolores? Esto en un libro queda bien, se puede moldear a la manera de Philip Roth, dotarlo de un sentido mayestático que en este film la endeble Norah Jones nunca llega a lograr; mejores, sin embargo, están Jude Law (y eso que tiene el papel menos agradecido de todo el film), Natalie Portman, Rachel Weisz y David Strathairn, y muy especialmente estos dos últimos, cuya escindida aparición, casi un capítulo aparte en sí mismo, podría haber dado lugar a una historia más interesante ¿O es que el whisky no sigue siendo mucho más interesante que los batidos de chocolate?...
Mis más sinceros saludos.
viernes, 11 de noviembre de 2011
Impresionismo cinematográfico
Yo no sé si ustedes saben de qué va ASHES OF TIME... De hecho, ¿alquien tiene idea, aparte del tema económico, de si lo del "redux" supuso algún tipo de explicación que nos hubiésemos perdido? No sé, yo creo que no, que el "redux" ha sido sólo la inclusión de más metraje, lo que le da más enjundia y solemnidad y además refuerza esa sensación de que el director de este batiburrillo no era Wong Kar Wai, sino Christopher Doyle. Es osado y pedante por mi parte, pero no me cachondeo de nadie; ASHES OF TIME es un compendio de imágenes montadas a ritmo de WuXia ultraralentizado y ensimismado, punteado aquí y allá con una serie de sentencias (no frases) en búsqueda inmediata de lo absoluto y/o infinito... Es decir, una especie de THE TREE OF LIFE oriental un poquito más entretenido y un con un poquito de más inventiva visual. Casi más que una película, ASHES OF TIME es la plasmación de los esplendorosos recuerdos de un tipo que agoniza en cualquier parte; algo que podría haber quedado muy estupendo en una novela pero que desorienta cuando empiezan a revolotear esas imágenes en tono pastel chillón sin que nos podamos explicar con certeza qué diablos está pasando. Si queremos tomar una clase magistral de fotografía, entonces estamos ante el título correcto, Doyle efectúa un trabajo desbordante, lleno de sensibilidad y agresividad a partes iguales; en cambio, como película, puede que todo lo que pudiese tener de interesante se ha quedado en alguna parte de la cabeza de Wong Kar Wai, y a lo mejor hasta lo ha olvidado...
Saludos cenicientos.
viernes, 24 de junio de 2011
Te querré siempre, a pesar de todo, por encima de todo...
He dicho ya muchas veces que el cine de Wong Kar Wai, pese a reconocerle su cuota de calidad, que la tiene, no me convence, no me llena, no logra traspasarme con su supuesta emoción y sus pasiones irreprimibles. Sin embargo, todos los directores, los de cierto recorrido se entiende, tienen ese momento de inspiración en el que se olvidan por un momento de sí mismos, de su propia marca autoral, y deciden contar una historia inteligible. Es el caso de HAPPY TOGETHER, que a casi quince años de su realización sigo viendo a años luz del resto de las películas del director hongkonés. Y es que HAPPY TOGETHER lo apuesta todo a una carta: el amor. Se cuenta aquí una historia de amor de las que te dejan con las patas colgando; amor entre dos hombres, condenados a perseguirse, dañarse, engañarse mutuamente, sacrificarse por "el otro", sin el cuál, empero, apenas pueden sobrevivir. Los personajes de Wong Kar Wai son como peces fuera del agua cuando se separan, cosa que ocurre constantemente; en sus múltiples reencuentros se aman como fieras, se escupen las cuatro verdades y buscan desesperadamente algún nuevo motivo para volver a separarse. Leslie Cheung y Tony Leung soportan con su maravilloso trabajo todo el peso de una película siempre al borde del desastre y que, milagrosamente, casi como sus protagonistas, logra salir a flote tras cada intento de suicidio. Viajamos desde Hong Kong hasta Argentina, donde esta peculiar pareja busca su rebautizo en las turbulentas aguas fronterizas de las cataratas de Iguazú, donde jamás irán juntos y que se convertirá, a partir de una fascinante imagen con la voz de Caetano Veloso de fondo, en el inalcanzable símbolo de su amor imposible. Sí, todo es muy poético y muy romántico, pero también hay grandes dosis de mala leche y un malsano masoquismo recorre cada fotograma; y todo con el que creo que es el más inspirado trabajo en la fotografía de Christopher Doyle, que alterna los tonos monocromáticos con repentinas explosiones de color. HAPPY TOGETHER no es una película para ver si te ha dejado tu pareja, aunque puede resultar extrañamente subyugante si eres un soltero empedernido y te van las emociones a flor de piel; aquí hay cine de muchos kilates, un cine que va de frente, sin artificios. Y es que cuando algo nos gusta mucho, en El Indéfilo lo decimos alto y claro, sépanlo.
Saludos arrejuntaos...
jueves, 12 de junio de 2008
Bomba de vacío

Hasta hace bien poco pensaba que mi rechazo hacia ese "nuevo cine oriental", que desde principios de los noventa insiste en querer subvertir los términos y condiciones que componen el cine, era una nadería, las pensaba malas (extrañas a lo sumo) e incapaces de transmitir emociones, un artefacto exótico y resbaladizo más pendiente de interiorizar que de mostrar.
Eso era antes. Ahora me doy cuenta de que o bien me he quedado obsoleto en esto de las películas o la cosa ha corrido que se las pela y yo no me he enterado.
La verdad es que todo esto sería bastante más fácil si el dichoso cine oriental (qué poco me gusta esto de las etiquetas) no hubiese irrumpido en nuestras plácidas vidas como elefante en cacharrería.
Lo siento, quien me conoce sabe que no soy nada reaccionario, pero quedéme frustradísimo tras ver 2046, el enésimo truco visual de Wong Kar Wai, cuyas películas todos alaban pero nadie es capaz de explicarte. Perdónenme, pero necesito en primer lugar que me cuenten una historia, luego que me la crea, y en ultimísimo lugar, si no hay nada que contar, que al menos me entretengan con oficio y buen hacer. Esta película no tiene ni lo primero, ni lo segundo, ni lo tercero, sino que va por libre e intenta convencernos por huevos de que asistimos a algo por primera vez, cuando está claro (sobre todo después del la última ridiculez del senil James Cameron [y si no, indaguen]) que todo está ya hecho en el séptimo arte y, si acaso, podemos contar con autores que explotan su personal visión de mundo.
IN THE MOOD FOR LOVE tenía su gracia, una forma de hacer cine con soltura y desparpajo, recordando, sobre todo, a Bresson y al primer Godard, lo cual no es moco de pavo. Pero claro, estirar el chiste es algo que nadie en esto del cine (y bien que lo advertía Orson Welles en F FOR FAKE) ha podido permitirse sin caer (como efectivamente ha sido) en una explosión colorista y vacía de contenido. Es decir: un videoclip de lujo.
Sé que me van a acribillar por esto, pero a día de hoy mi pobre intelecto sólo da para entender a John Ford y cuatro más
"Visionarios" saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!