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martes, 27 de diciembre de 2016

Primos mal avenidos



El último film de los hermanos Taviani pretende, nada menos, trasladar a la pantalla el "Decameron" de Boccaccio, pilar fundamental de la literatura universal y verdadero pórtico al Renacimiento; obra sencilla en su concepto pero diabólicamente compleja de abordar en toda su inmensidad como retablo de pasiones, debilidades y, en resumidas cuentas, todo el espectro definitorio del ser humano. Explicar sin ningunear, mostrar sin exhibir. El reto no es pequeño, pero los Taviani, además de poseer un imaginario propio, que debe tanto a Pasolini (quien, por cierto, ya se atrevió con ello) como a Fellini, pasando por un tamiz de rigurosidad ideológica, que hace que su prosa dialogue constantemente con el espectador y su tiempo, desecan la puesta en escena y la ponen en el acendrado justo del florentino y su dardo infalible. MARAVIGLIOSO BOCCACCIO traslada, literalmente, al espectador moderno a aquel Siglo XIV, oscuro y apocalíptico, en el que la peste diezmó a toda Europa, pero que sirvió como drástico punto y final a la barbarie de la Edad Media, encaminando a la humanidad a un esperanzador recomienzo. Así es, en todo caso, esta obra inmortal y eternamente actual, una disección milimétrica de todo lo bueno y lo malo que es inherente a la condición humana ¿Qué hay más grande que poder mostrarlo como crítica, pero sin criticarlo? También nosotros estuvimos ahí, sin llagas exteriores, pero con una enfermedad interna a la que quizá  tendremos que poner nombre para poder erradicarla...
Saludos.

sábado, 27 de junio de 2015

Parte del rebaño



Y, efectivamente, como quería dejar zanjado el exhaustivo repaso a Cannes'77 antes de irme de vacaciones (que este año será muy pronto), vayamos con la gran ganadora de aquel año. Gran película y gran reflexión sobre esos aspectos de una sociedad que nos suelen pasar desapercibidos y que al final resultan ser los más importantes y cruciales para entender exactamente de dónde provienen nuestros problemas más irresolubles.
PADRE PADRONE es una cruda disección, la que efectúa, a modo de exorcismo vital, Gavino, que ahora es escritor, pero que tuvo que luchar para no convertirse en una simple bestia de carga. Los hermanos Taviani, con su severo sentido del espacio, exponen una historia hiperrealista sin plegarse a los mandatos de un naturalismo forzado; al contrario, el ejercicio de dominio de un padre brutal e insensible, que confunde protección con aislamiento, que es incapaz de distinguir a un niño de un adulto, es contenido en un diámetro obstinadamente teatral, a la búsqueda de un instante de lucidez en la mirada vacía e infernal de un Omero Antonutti irrepetible, alejado de clichés estéticos, jamás regodeando a su personaje en su miseria moral.  PADRE PADRONE tiene apenas un defecto, que proviene de la dificultad de abarcar un arco temporal tan extenso y conjugarlo con el gusto por el detalle que recorre toda la obra. Visualmente brutal, imperfecta, lírica, como un puñado de tierra directo a los ojos, esta es la historia de un hombre que obligó a su hijo a ser analfabeto, a follarse a los animales y a rehuir el contacto humano; pero también es la historia de otro hombre, que antes fue niño, que se obsesionó con la idea fija de huir a donde fuera, a cualquier sitio donde no le estuvieran apalizando constantemente ni tuviese que beber la leche que se había mezclado con la mierda de las cabras. 38 años después, sigue conmoviendo, creando repulsión y controversia, haciendo pensar y mostrando un camino insobornable a todos esos nuevos creadores de imágenes incómodas y necesarias.
Yo se lo hubiese dado a Robert Altman, pero esta película es una barbaridad.
Saludos.

viernes, 26 de septiembre de 2014

¡Ave, César! #12



Fin, por tanto, del monográfico sobre Julio César, del que me he dado cuenta de las pocas luces y muchas sombras que tan insigne personaje ha terminado por dejar, hasta el momento, en el imaginario de unos directores más empeñados en hagiografiar absurdamente que en explorar las ricas facetas dejadas no ya por Shakespeare, sino también por los muchos vericuetos (políticos, históricos, poéticos, sentimentales de membresía) tras la retahíla de secundarios y adláteres.
No es el caso de una película extraordinaria, si mis cálculos no me fallan la última con el gran César de fondo. Aunque es de justicia señalar que CESARE DEVE MORIRE va mucho más allá de cualquier etiqueta o fácil sintagma, al estampar con toda naturalidad contrapuestos aparentemente irreconciliables. El primero, pasmar al espectador con su salvaje mezcla de realidad y ficción, o metarrealidad ficcionada, puesto que es completamente cierto que los actores son presos de la cárcel de Rebibbia... solo que ¡no! son actores, sino actores improvisados que ensayan el "Julio César" para la obra que van a representar en la misma penitenciaría. Así, arrastrados por la límpida prosa de los hermanos Taviani (gloriosa resurrección la suya), apenas si podemos discernir qué está siendo representado (los ensayos, a veces incluso admirados por los vigilantes) y qué ocurre en la realidad (si el encontronazo entre el intérprete del César y el de Decio es figurado... ¡Qué maravilla!); lo que consigue crear una especie de libertad entre rejas, al escapar estos presos mediante su esfuerzo mental por imaginarse en la piel de de unos personajes inmortales. Alternada entre el Blanco y Negro de los ensayos y el impactante uso del color en la representación final, austera pero de poderosa fisicidad, CESARE DEVE MORIRE es un colofón insólito, que me deja un cuerpo agradabilísimo y una sensación de confianza en que, aunque se trate de dos creadores octogenarios, el riesgo siempre es una apuesta.
Quizá peque de entusiasmo, pero en mi opinión, obra maestra.
Saludos.

lunes, 16 de julio de 2012

La política como convicción



Apoyados en una tradicional canción popular, los hermanos Taviani filmaron, hace ahora cuarenta años, un austero y muy lúcido film que, centrado en la figura de Giulio Maneri, un supuesto anarquista, contaba una peripecia que ahora se nos hace muy presente, pese a estar situada justo al comienzo del siglo XX. SAN MICHELE AVEVA UN GALLO contiene tres partes bien diferenciadas aunque indisolubles unas de otras. La primera nos muestra a un exultante Maneri con un exiguo grupillo de fieles anarquistas (aunque esto estaría por probar) en una fría mañana a las puertas de su pueblo, donde pretenden tomar el poder por la fuerza y expulsar a su alcalde, a quien acusan de exprimir a los trabajadores del campo. Maneri es decidido, culto y elocuente, pero no calcula su inferioridad numérica y, tras una breve escaramuza, acabará dando con sus huesos en una solitaria celda acusado de subversión. Allí, su prolongado confinamiento le hará imaginar a diversos personajes interpretados por él mismo; un cínico, un abnegado, un embaucador, un reflexivo... Saldrá al cabo de los años, envejecido pero con sus ideas intactas, sólo para descubrir que los idealismos ya no tienen cabida en una sociedad conformista y ablandada por las comodidades. Finalmente, en un largo trayecto en barca, dialogará con otras personas que lo tomarán por una especie de loco salido de ninguna parte. Es éste un film que usa el recurso filosófico del aislamiento, en el que el ser humano toma una conciencia propia al margen de lo que la sociedad vaya dictando. Pero también es un doliente retrato, el de un político suicidamente utópico, que cree en la libertad individual como valor máximo y que, en estos tiempos tan desesperanzadores, aparece como inusitado bálsamo de corte humanista. Buena y muy olvidada película de los Taviani, en cualquier caso.
Saludos anárquicos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!