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viernes, 16 de junio de 2023

Películas para desengancharse #107


 

Una de las películas en las que me parece más necesario separar su logro artístico de sus licencias (y en este caso son muchas, aunque no lo parezca) es MISSISSIPPI BURNING, piedra angular en la impresionante filmografía de alan Parker y posible detonador de un policíaco que a partir de entonces se tomó muy en serio las formas. No hay medias tintas en este áspero e intenso drama racial, porque así lo pretende el rocoso guion de Chris Gerolmo, sin ocultar a los culpables de un terrible asesinato en un pueblo del Sur más racista, justo en la ascensión al poder del aperturista Kennedy. Más que una investigación es una denuncia, un grito de impotencia que se eleva desde la impunidad de los asesinos, recorriendo cada fotograma con una precisión que asusta. Y lo es tanto como la complicada relación entre los dos investigadores del FBI (unos inolvidables Willem Dafoe y Gene Hackman), con métodos de trabajo diametralmente opuestos, y que chocan con la asfixiante atmósfera de un lugar que parece haberse quedado anclado en el peor de los tiempos. ARDE MISSISSIPPI es ese tipo de película, la tomas o la dejas, y no te va a pedir tu opinión, porque esa es la última moraleja desprendida de sus terribles imágenes: quizá lo ortodoxo no siempre sea lo correcto.
La mejor película de su autor, y no es poco.
Saludos.

sábado, 8 de agosto de 2020

Cuando todo se va a la mierda



Desgraciadamente, en este intervalo vacacional se han sucedido algunos obituarios, lo que nunca es deseable pero siempre aprovechamos para acercarnos a la figura de quien ya no estará más entre nosotros, excepto a través de su trabajo. Es el caso del cineasta británico Alan Parker, por el que siempre he tenido cierta debilidad, y al que curiosamente había vuelto a revisitar recientemente. Son muchos los títulos suyos que han aparecido por aquí, pero me acordé de uno bastante olvidado, y que supuso su primer aldabonazo en Hollywood, además de una meritoria nominación a la Palma de Oro de 1982. De hecho, podría afirmarse que SHOOT THE MOON resuena en otros tantos films que, de una forma u otra, han abordado las siempre problemáticas relaciones "post-maritales", esto es, durante y tras el divorcio. Con el último trabajo de Noah Baumbach aún fresco, son tantas las similitudes que puede llegar hasta a mosquear, aunque, gustándome tanto aquélla como ésta, prefiero pensar en un fino trabajo de pulido y puesta al día. Aquí Parker se apoya en dos estupendas interpretaciones de Diane Keaton y sobre todo Albert Finney, que siguen debatiéndose sobre si lo correcto es separarse, incluso cuando todo hace indicar que el amor ha acabado... o quizá no. Es un poco larga, teniendo en cuenta que el desarrollo del argumento se toma su tiempo, y son sólo esas dos o tres escenas repletas de intensidad las que realmente llegan a levantar al espectador, rozando en algún caso la indignación, aunque eran los ochenta y la corrección política era otra cosa. Un film no tan brillante como podría haber llegado a ser, pero sí un ejemplo del dominio de los tiempos que siempre caracterizó el cine de Parker, alternando secuencias calmadas con verdaderas tormentas visuales.
Le echaremos de menos, aunque se retiró demasiado joven.
Saludos.

viernes, 5 de junio de 2020

Una carta de amor



A todos vosotros, después de estos días duros en los que hemos tenido que alejarnos unos de otros, quizá hayamos aprendido, o no, aunque luego volvamos a no poder vernos, a tirarnos los trastos, a recelar de los que tanto hemos echado de menos. A vosotros os podría dedicar una película como quien dedica una peineta, o un abrazo, o una cosa que no tiene nombre pero los gallegos llaman "morriña". THE COMMITMENTS es una película maravillosa, no conozco a nadie que no le guste, ni siquiera a quien no la ha visto, que ya... Lloras, ríes, te emocionas, comprendes un par de cosas sobre la gente, sólo para dejar de comprenderlas un poco después. Alan Parker hizo un casting de músicos, no de actores, y le salió genial; a lo mejor es que los músicos, si están bien dirigidos, pueden actuar bien (al revés me permito dudarlo). No sé, no hay mucho más que decir, excepto esa sensación por la espina dorsal, de gente de barrio humilde, con la ilusión de un niño, sin importar el dinero. Hoy día es otra cosa, y ves a pazguatos dando entrevistas sobre nosequé un par de meses antes de que la trituradora de las mass media los manden a tomar por culo.
Está a punto de cumplir 30 años, y sigue siendo un film bello y honesto, honestamente bello, y con algunos de los números musicales mejor filmados de la historia, y con un puñado de personajes que se quedan en tu retina para siempre.
Quédensela hoy, guárdenla en su alma y sigan disfrutándola como si supieran que mañana se acaba el mundo...
Maravillosa.
Saludos.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Películas para desengancharse #74



Enfilando la recta final de este monográfico me encuentro ante uno de esos títulos "rotundos", teniendo en cuenta la magnitud de la palabra en toda su extensión y motivo. MIDNIGHT EXPRESS evoca, casi por inercia, aquel cine "de dos rombos", al que solía acompañar un halo de extraña solemnidad, proveniente de la dureza de lo que se atrevía a mostrar. Durante todo este tiempo, el film de Alan Parker (por entonces en su mejor momento creativo) parecía encabezar un cine que apostaba por la verosimilitud, aunque sin perder toda la fuerza de impacto de su relato, en este caso narrado en primera persona. Basado en el libro de Billy Hayes, tras sufrir un severo encarcelamiento en Turquía, explicita las ínfimas condiciones del sistema carcelario de dicho país, en una espiral de degradación que roza en algunos tramos lo extático. Apoyado en un puñado de extraordinarias interpretaciones, con dos gigantescos Brad Davis y John Hurt fundamentalmente, se invita al espectador a "creer" a pies juntillas en un guion deliberadamente adulterado, del que fue responsable Oliver Stone, y que tiene muy claro qué fibra sensible tocar en cada momento. Por tanto, es curioso que se la haya catalogado como film "realista", cuando su fuerza reside en una ponencia dramática al borde del expresionismo. No era Turquía, sino Malta; y luego el propio Hayes tuvo que recapacitar y matizar algunas de las cosas que supuiestamente le ocurrieron. Nada más y nada menos, pero también es verdad que han pasado más de cuarenta años y se sigue hablando de referente...
Saludos.

lunes, 10 de mayo de 2010

Como lágrimas en la lluvia

THE LIFE OF DAVID GALE fue uno de esos extraños casos de películas que, aunando varios triunfos (excelentes actores, director solvente e historia potente e imaginativa), pasó de inmediato a un ostracismo del que nadie la ha reivindicado siete años después de su anecdótico estreno. Si no la han visto, les resumo su apasionante argumento, a ver qué les parece.
David Gale (Kevin Spacey) es un tipo ejemplar, inteligente y comprometido. Da clases en la universidad, tiene una hermosa familia y, por si fuera poco, resulta ser un activista que lucha a diario contra la pena de muerte. Una vez planteado esto, lo que nos llama la atención es que Gale sea acusado de violar y asesinar a su compañera de activismos (Laura Linney) y espere su ejecución en el corredor de la muerte. Evidentemente, la baza de Alan Parker era el sobreexcitante extrañamiento de tan exótico planteamiento, por lo que resolverlo de manera satisfactoria era, indudablemente, su mayor quebradero de cabeza. No podemos, por tanto, desvelar mucho más de una historia que va desenrollándose continuamente hasta su explosivo y poco menos que pantagruélico final, tan polémico como desconcertante y que dividió por completo a cuantos la vieron. Las confesiones de Gale a una joven periodista (Kate Winslet), extrañas, casi incriminatorias, son un punto a favor del tambaleante entramado que nos es presentado; mientras que el exceso de efectismos, que la enclava directamente en el cine comercial más chabacano, es lo que la convierte definitivamente en un título invisible y poco apreciado. No es que yo la defienda por encima de cualquier cosa, pero al menos me parece un digno intento de ir un paso más allá en la construcción de tramas imposibles.
Saludos sin salvación aparente.

lunes, 26 de octubre de 2009

¡Qué difícil es hablar de libertad!

Alan Parker venía de deslumbrar a medio mundo con su extravagante puesta en imágenes del disco The wall, de Pink Floyd, cuando decidió realizar su cuarta incursión en Hollywood, eligiendo para ello una descabellada adaptación, nada menos que la primera novela publicada por William Wharton (de quien aprovecho para recordar que en esta semana se cumple el primer aniversario de su muerte).
BIRDY vio la luz en 1978, cuando su autor recién ingresaba en la cincuentena, y narra la surrealista y nada cómoda historia de un tipo ciertamente peculiar con un amor desmedido hacia los pájaros, tan desmedido que a su vuelta de la guerra de Vietnam sufrirá una progresiva transformación psicológica que le llevará a creerse él mismo un pájaro.
Evidentemente, y con mucho de MIDNIGHT EXPRESS, Parker no escatima ilusión y desparpajo a la hora de que empaticemos con un personaje tan poco convencional como rebosante de humanidad; es por ello que lo que más perdura en la retina (y es una lástima) sea todo el periplo de Birdy en la institución psiquiátrica, mientras queda obviada la más que interesante relación de amistad/incomprensión con Nicholas Cage, acertada antítesis de Birdy que intenta, sin lograrlo, que éste tenga los pies en el suelo, nunca mejor dicho. Es por ello que siempre me ha parecido un film inclasificable y de múltiples interpretaciones, un canto a la libertad más radical o un grito de rabia contra la estupidez humana. Indudablemente se trata de uno de los mejores films de su autor, que sabe imprimir su habitual dosis de histrionismo (aquí bastante justificado) y en el que sobresale un Matthew Modine que luego no volvería a brillar con tanta fuerza.
Saludos alados.

lunes, 31 de agosto de 2009

¿Y quién es el albañil?

Bueno, sí, vale, que THE WALL nos ha marcado a todos los que hemos crecido creyéndonos el ombligo del mundo. Pues ¿qué es si no este ambicioso trabajo sino un colosal e impúdico canto al individualismo menos defendible? Porque una cosa es la película, un experimento de lo más entretenido, con unas animaciones espectaculares para la época y un sentido bastante anticipatorio del ritmo (ahora omnipresente) del videoclip, y otra bien distinta todo el embrollo que supuso la grabación del disco doble más controvertido de la historia tres años antes; un disco que supuso la separación del grupo y la constatación de que Waters fue el que acabó con Barrett... (bueno, esto último como si no lo hubieseis leído ¿eh?).
El caso es que Pink Floyd vendió discos a cascoporro con una sórdida historia repleta de ecos autistas y alienantes y luego la adaptación de Alan Parker se convirtió casi sin quererlo en un clásico instantáneo... y todo eso en el período en el que los punks tardaron en ponerse hombreras... Lo cierto es que THE WALL es un sinsentido enormemente imaginativo (si es que eso es posible), un videoclip de hora y media con momentos muy logrados (el desfile de los martillos es imponente y las animaciones lo mejor de su irregular metraje) y otros menos inspirados (los megalómanos últimos momentos de Geldof, convertido en un nazi sin cejas ¿?), lo que ha contribuido indudablemente a que 27 años después algo tan freak y tan inusual se haya convertido en uno de esos títulos que hasta algunos abuelos recuerdan. Y es que así fue Pink Floyd, algo que ahora es imposible: un grupo de minorías consumido por mayorías.
Tengo pendiente hablar del disco en el otro blog, porque me encanta y además fue el primero que compré con mi primer sueldo... por si fuera poco, jolines...
Saludos de cara a la pared.

domingo, 8 de junio de 2008

Vacaciones infernales

Aprovecharemos que Don Sol empieza a picar de lo lindo y que, por lo tanto comienza nuestro particular martirio veraniego, para hablar de una película más sudorosa y grasienta que un concierto de Motorhead.
Me refiero a ANGEL HEART, del siempre interesante aunque a menudo desaprovechado Alan Parker.
La trama, en un principio, no es nada que no se haya visto antes: un detective desastrado es contratado por un pulcro y enigmático personaje para esclarecer un misterioso asesinato.
Hasta aquí vamos bien. Lo que diferencia a ésta de otras peripecias detectivescas es que la víctima resulta ser el propio detective, que se ve bandeado durante todo el metraje en una opresiva atmósfera que incluye vudú, extorsión, corrupción y hasta al mismísimo diablo.
Hay algunas escenas memorables en las que Parker explota su faceta más inquietante, como la entrevista entre Robert de Niro (grandioso) y Mickey Rourke (la primera vez que se puede hablar de él como un actor, de la segunda y última hablaremos próximamente); de Niro hipnotiza al detective con ingeniosos giros verbales mientras pela un huevo duro; ni efectos especiales ni ruidos innecesarios, sólo sabio minimalismo visual para crear terror en estado puro.
Como tremendo es el encuentro de estos mismos personajes en una iglesia (imagínense) y departiendo de lo divino y lo humano.
Menos me gusta, por ejemplo, la resolución (sorprendente, por otra parte) del caso, donde los repetitivos flashbacks desvirtúan la tensión que se había creado con anterioridad.
Una recomendación: si pueden rescatarla en DVD, no se pierdan los títulos de crédito, donde el detective desciende literalmente al infierno en una ingeniosa secuencia intermitente que muchos seguro que se han perdido por las incomprensibles mutilaciones televisivas.
Saludos rituales.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!