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martes, 18 de mayo de 2021

Muerte en las ondas


 

Bruce McDonald es un cineasta que ya lleva unos cuantos años pateándose los circuitos internacionales, sin lograr eludir su vocación de "autor de serie B", pero demostrando que posee un modo propio de encarar proyectos realmente arriesgados. Sus películas, a menudo desapercibidas para el gran público, son apenas reconocidas como genuinamente "de culto", precisamente por ser unos cuantos privilegiados los que acceden a ellas, principalmente en festivales. En 2008, McDonald dio una interesante vuelta de tuerca al sobado género de zombis, con una película que elude el exhibicionismo para centrarse en la creación de una atmósfera creciente y asfixiante, con un uso del fuera de campo que es una enmienda a la totalidad. PONTYPOOL comienza con la peregrina explicación de cómo unas bragas, un gato y un puente dieron origen al curioso nombre de esta pequeña población canadiense, por la que se desliza un hombre que ha hecho de las palabras su modo de vida; un locutor de radio, que se dirige a la estación donde cada mañana inicia su programa, mientras se desata una terrible nevada. No es casual, ya que el juego de palabras inicial, aunque parezca absurdo y anecdótico, nos resitúa en una fantasía que habla de cómo el lenguaje muta dentro de nuestros pensamientos. En este caso es al revés, y son las personas las que se convierten en seres sin conciencia propia, no por un virus, sino por el misterioso uso del lenguaje, capaz de dominar sus mentes. Y como premisa es genial, aunque el film hubiese necesitado algo más de desarrollo, quedándose en una interesante vuelta a ese terror de bajo presupuesto, que apenas necesita efectos especiales, y que aplica sus toponimias en la imaginación del espectador, al que exige una capacidad de recreación y síntesis, a la que probablemente no suela estar acostumbrado.
Buen film, curioso film, bien interpretado, pero que se hace un pelín ininteligible cuando llega el momento de las explicaciones.
Saludos.

jueves, 8 de enero de 2015

No hay presente



Definición de director de cine en declive: 25 películas distribuidas en: películas de culto. Películas navideñas "para toda la familia". Películas telefilmes para canales por cable. Series de cuando las series no eran buenas. Y finalmente, el rescate desesperado de aquella película que le salió tan bien y que casi dos décadas después le sigue quitando el sueño. Pero la verdad es que no hacía falta un HARD CORE LOGO 2 (el título lo dice todo) ¿Qué diablos iba a inventarse Bruce McDonald si aquello acabó como acabó? Simplemente de la peor manera posible. Díganme qué carajo tendrá que ver el punk rock con una historia esperpéntica sobre una cantante que se cree poseída por el espíritu de Joe Dick. No, yo tampoco lo entiendo, y por muchos esfuerzos que haga la insoportable Care Failure por resultar "auténtica", acaba siendo una mezcla descafeinada de Cobain y Love (sí, Courtney), y el resto de la banda son unas comparsas anecdóticas, cosa que no ocurría en el film original. Ahora bien, la historia es una chorrada y me parece que no ha salvado la carrera de McDonald, pero el tipo bien que sale a lo largo y ancho de todo el metraje. Mejor se hubiese hecho un selfie, le sale más barato y puede que rechine menos.
Tiene algunos momentos involuntariamente hilarantes. Incoherente e innecesaria.
Saludos.

miércoles, 7 de enero de 2015

No hay futuro



Me resulta extraño que un film como HARD CORE LOGO haya pasado tan sumamente desapercibido, no sólo en nuestro país, que ahí lo entiendo, sino en general, teniendo en cuenta que hemos visto infinidad de producciones de corte similar y mucha menos enjundia. No es fácil hacer una película sobre el punk, la anarquía de un movimiento que siempre se ha resistido a ser un movimiento y el escurridizo desglose de sus santos bebedores e interminables mártires. De hecho, lo más discutible de este crudo road to nowhere es precisamente la decisión de convertir la novela de Michael Turner en un falso documental en el que el director del film "realmente sigue" al grupo que le da nombre en la que podría ser su última y caótica gira. No hacía falta; los personajes están bien construidos y los actores transmiten ese espíritu autodestructivo y fatalista que es el eje central de la historia, y como sabemos que se trata de una recreación, hay momentos que se ven impostados sin que haya necesidad. Para la historia quedará, sobre todo, la intimidante interpretación de Hugh Dillon como Joe Dick, una mezcla de Johnny Rotten y Joe Strummer; incontrolable, desafiante, deslenguado, y aun así extrañamente cercano y entrañable, uno de esos personajes que deberían incluirse en cualquier antología que pretenda catalogar el paso del punk rock por el séptimo arte. La escena final, sin ir más lejos, serviría para ilustrar todo esto sin más; si no la han visto, esos cinco minutos ya merecen la pena por sí solos.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!