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sábado, 22 de agosto de 2020

La conveniencia de la arrealidad



THE BABYSITTER, de 2017, es una grata sorpresa en todos los sentidos, una película que pasó muy desapercibida, y que reconozco que de primeras me tiraba un poco para atrás. El currículum de su director, McG, hace desconfiar a cualquiera, y su apariencia de comedia juvenil no ayudaba precisamente. Sin embargo, hay varias cosas que van elevando el nivel, hasta conformar un film sin ninguna pretensión, pero que cumple su objetivo con brillantez. Mezcla actualizada de memorables como SOLO EN CASA o NOCHE DE MIEDO, se  entra en la figura de un adolescente, Cole (un estupendo Judah Lewis), un niño hipermimado y superprotegido, que a sus doce años sigue teniendo una niñera, Bee (un descubrimiento, la australiana Samara Weaving), que parece ser la única persona que lo entiende, y con la que organiza fiestas cuando los padres no están. Sin embargo, algo no cuadra cuando le cuenta a una amiga y vecina cómo cae rendido cada noche, y ella le asegura que, cuando él duerme, la niñera hace lo mismo que todas, traerse a su novio. Sin embargo, lo que Cole descubre es aún más extraño y aterrador...
El film no deja decaer el ritmo en ningún momento, y los acontecimientos se van sucediendo con naturalidad, interponiendo el paso a la madurez del chico con, quizá, esos mundos ocultos que cada niño sueña con alcanzar cuanto antes. Incorrección política, efectos especiales marca de la casa y esa sensación de que hemos visto un film redondeado en sólo 90 minutos. No es que te vaya a cambiar la vida, pero es perfecta para una noche aburrida.
Saludos.

jueves, 23 de julio de 2009

Carajaula vs Mamporrero Kid

De verdad que me aburro, sólo se me ocurre esa explicación para haberme puesto a ver T4 (y la llamaré así para no gastar más tinta de la necesaria). Dos horas de ¡Bum! ¡Catacroc! ¡Flash! en una de las cosas más incomprensibles que he podido ver últimamente; porque llamarlo película es insultar al director de fotografía que trabajó con Budd Boetticher o Nicholas Ray o al iluminador de Lubitsch o al montador de Frankenheimer, independientemente de su nombre, porque en realidad me refiero a la profesión y a un trabajo que va en busca de un fin más o menos artístico, porque no todo el mundo puede ser un gran artista, como Kubrick o Bresson, pero sí quedar como un profesional solvente y concienzudo, como Carpenter o Lumet. Por tanto, no es que T4 sea peor que cualquier otra basura salida del descomunal vertedero llamado "industria"; por no ser no es ni la más cara; por no tener no tiene ni al actual gobernador de California, al que recrean digitalmente en un final espantoso de los de verdad. Ver T4 es ver un videojuego donde no hay cabida a la sorpresa porque todo lo que ocurre ya lo sabemos de antemano, es la misma secuencia lógica de eventos que chisporrotean y brincan y logran mantener a una persona alejada de cualquier pensamiento crítico. Todo esto, aparte de conseguir que esté tardando más de lo normal en escribir esto, queda nítidamente reflejado en un desarrollo incomprensible, deficiente siendo muy benévolos y que llega hasta un final que me gustaría resaltar, porque yo no he hablado muy bien de artefactos como MATRIX, sin embargo, son cosas como ésta las que hacen buenas a otras, porque toda la ampulosidad que se le presupone a la saga de los Wachowski termina con un aceptable "tiremos la casa por la ventana"; sin embargo, después de aguantar una hora y media insufrible ni siquiera hay un final de traca... Qué va. Nos dicen que se ha desatado una guerra mundial entre hombres y máquinas (¡toma ya!), las máquinas cosechan a los humanos y se los llevan a un sitio que es como una factoría gigantesca, así que suponemos que aquello será la leche (insisto, en MATRIX había millones de bichos de esos)... No, sale un robot ¡UNO! ¡UNO! ¡UNO!... Me cago en la leche... ¡¿Que eso no es engañar?!...
Saludos... Voy por un trago de Marlotina...
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!