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lunes, 4 de marzo de 2024

Sangre y arena II


Debe ser difícil, pero también necesario, escenificar toda la épica de DUNE 2 en base a la magnitud de lo que se pretende narrar. Para quienes hemos leído toda la obra de Herbert, es más que satisfactorio enfrentarse a esta nueva entrega con la certeza de que no se omite nada del libro adaptado, y aún más, lo bien que se ha preparado el camino para la que debe ser el cierre de una de las trilogías más importantes en la historia del cine. Villeneuve juega sus mejores cartas sin entretenerse en vaguedades políticas e ir a lo que siempre he considerado lo más controvertido y sobresaliente de la obra original. Es aquí donde entra el as bajo la manga de Thimotée Chalamet, cuyo poderío va creciendo exponencialmente junto al de Paul Atreides, que experimenta la drástica transformación de mero superviviente a líder fundamentalista, y me atrevería a decir que enloquecido por un mesianismo del que aquí no veremos más que una demostración que nos debe preparar para, intuyo, un cierre apoteósico. Esta segunda parte corrige y aumenta a su predecesora, quizá con una dimensión menos colosalista, pero con una narrativa más sutil y mejor hilvanada. El resultado es un (otro) clásico instantáneo, que quizá esté definiendo las líneas maestras de cómo afrontar el sci-fi en una era que ya recela del digital, buscando imágenes más corpóreas y sensitivas. Un espectáculo apabullante en pantalla grande, que demuestra la vigencia del cine-espectáculo, pero cuyo discurso hay que desgranar con atención, y nos puede ayudar a entender algunos acontecimientos históricos actuales.
Tiene dos o tres momentos en los que te agarras a la butaca de puro vértigo.
Saludos.

viernes, 8 de octubre de 2021

Sangre y arena


 

La versión de DUNE, a cargo de Denis Villeneuve, se antoja necesaria por varios motivos, y no siempre bien comprendidos. Lo primero que me llama la atención es la cohesión del relato, sólo posible por la secuenciación constante, que no duda en sajar sin miramientos todo lo que ralentice el programa principal, a sabiendas de que la monumental obra de Frank Herbert es imposible de despachar en un formato normal de largometraje. Después, se entiende todo muy bien, y es sorprendente, porque las intrigas y personajes se cruzan sin cesar, y se podría correr el riesgo de perderse de no conocer de antemano, al menos lo básico del original. Tampoco hay traiciones, ni a Lynch (como si le importara), ni a la "imposible" de Jodorowsky, ni al sentido del espectáculo, ni a esa aplastante atmósfera de tragedia constante, que Villeneuve consigue que prácticamente mastiquemos. Pero sobre todo se es respetuoso con el libro del que bebe, el primero, del que calculo que ha llegado más o menos hasta la mitad. El director canadiense hace suya la epopeya de Herbert y filma una de sus mejores películas; la mejor, desde luego, de todas las que reconocemos como superproducciones. Y ésta lo es, pero hay algo que la coloca en un lugar particular, porque ese presupuesto no parece despilfarrado, sino puesto al servicio de un argumento desbordante, nunca desbordado. Y por supuesto los actores, constantemente sobreponiéndose a la compleja labor de elaborar, insisto, desde una fidelidad que intuyo agotadora. Es uno de los castings más acertados de los últimos tiempos, y no me sobra absolutamente nadie, aunque ya veremos si no echamos en falta a alguien para la segunda parte... porque va a haber segunda parte, y quién sabe si tercera.
En mi opinión, una de las mejores y más gratificantes experiencias visuales a los que uno puede asistir hoy día en pantalla grande.
Espectacular.
Saludos.

viernes, 12 de enero de 2018

No se puede planificar un suicidio



Villeneuve las tiene mejores. Ryan Gosling ya hizo DRIVE antes. Harrison Ford pega los mismos puñetazos que cuando era Indy. Ana de Armas es un holograma obvio. Jared Leto siempre será un actor incomprendido. Robin Wright siempre está muy bien peinada. Roger Deakins no tendría por qué copiar a nadie. Y Hans Zimmer tampoco, pero Hans Zimmer es un caradura tremendo. Por último, Philip K. Dick se revuelve en su tumba de cuando en cuando, pero a nadie parece importarle.
La pregunta: ¿Es BLADE RUNNER 2049 una mala película? ¿una "película mala"?
La rspuesta: No, claro que no. Está demasiado bien peinada y es adorablemente caradura para serlo. Denis Villeneuve es un prestidigitador que acopla dos horas y pico de peoncismo pedantista sobre una primera media hora que parece una escena de Budd Boetticher copulando su propio incesto con un Leone en horas de oficina. Lo que cuenta Villeneuve, al menos aquí, da completamente igual, y roza el culebrón desfasado. Todo ese rollo acerca de creaciones y orígenes, vidas naturales o artificiales es como un chiste que tienes que explicar, se reitera y pierde el sentido. Por eso está muy bien para las nuevas generaciones de envoltorio bonito y gramática genitiva, pero se alarga en exceso para viejos carcas como yo, que por lentitud entendemos, por ejemplo, siete horas de Tarr...
Es, supongo, otra película atrapada en la película que parece ser, que pretende ser; una puesta al día innecesaria y que llega nada menos que 35 años tarde. Pero a mí me encanta el cine de Villeneuve (bueno, la de las naves no), y hay algunos momentos que están muy bien filmados, y los actores (algunos) están bien dirigidos, con nervio y brío. Pero esto no es una genialidad, una genialidad es como un suicidio. Una anomalía en mitad de un planteamiento lógico. Por eso, pese a que Villeneuve es más serio rodando que Ridley Scott, aún sigue buscando el "pellizco", ese par de títulos que, rodados en mitad del caos, se han quedado para siempre en la memoria sentimental de cualquier cinéfilo.
Saludos.

miércoles, 8 de marzo de 2017

El miedo a la complejidad



Una de las notas más discordantes de las nominaciones a mejor película en los oscar ha sido la inclusión de ARRIVAL, de Denis Villeneuve, y puede que esta disonancia la dejara fuera de las quinielas desde el principio, pese a acumular nada menos que ocho, triunfando sólo en los efectos sonoros. No creo que al director canadiense le vaya a resultar fácil empatizar con la industria hollywoodense, a menos que siga en la línea de elegir historias más convencionales, como es este caso. Y sé que se pondrán las manos en la cabeza al oír esto, pero no sé qué tiene de novedoso, rompedor o revolucionario un relato acerca de una llegada extraterrestre en la que los visitantes intentan advertir a los cazurros terrícolas de que deben aflojar el pistón para no autodestruirse. Esto ya lo hemos visto antes, y más elaborado, y me mosquea mucho el tono mesiánico (esas imágenes a lo Malick...) de un director que no tenía miedo de explorar a sus personajes ni las circunstancias que le rodeaban. De hecho, toda la parafernalia visual, las naves, los trajes, la iluminación, remiten incontestablmente a la "odisea" kubrickiana, por lo que ARRIVAL parece, sobre todo, un sentido homenaje a la película que redefinió el concepto de ciencia ficción hace ya medio siglo, lo cual no es malo en sí, porque Villeneuve tiene el talento y la fuerza suficiente para elevar su producto por encima de la media, pero no le permita explorar sus propias posibilidades como cineasta y autor. Es una sensación extraña la que me deja esta película, bien en las formas, incluso en su ritmo pausado, bien los actores, pero me da la impresión de que el film va a calar en el imaginario colectivo mucho menos de lo que cabría presuponer a sus ambiciosos propósitos.
¿Que si hay que seguir confiando en Villeneuve? Yo, con los ojos cerrados. Sólo espero que le lleguen guiones que estén a su altura.
Saludos.

sábado, 23 de abril de 2016

En la casa de los valientes



Denis Villeneuve se muestra en SICARIO más seductor, menos suicida; más seguro del producto que ofrece, por lo tanto menos interesante y sorpresivo. SICARIO es una película sólida, bien construida, pero que quizá hubiera agradecido más un formato de miniserie en la que poder desarrollar más la multitud de ramificaciones con las que el guionista Taylor Sheridan nos pone a prueba, como si nos interrogara acerca de cómo realmente creemos conocer los métodos del realizador canadiense. Así las cosas, son dos horas de tramas y subtramas bastante tramposillas, en las que vamos viendo el desarrollo, pero intuimos otra cosa. La historia habría quedado mejor como el oscuro viaje iniciático que es, pero el personaje de Emily Blunt es poco agraciado y apenas puede sostener una trama que obtiene oxígeno de un superlativo Benicio del Toro, que no necesitaba tantos acompañantes. los secundarios ya no son lo que eran en Hollywood, y a veces un extraordinario director de actores, como es el caso de Villeneuve, se ve desbordado por tener que repartir "minutos de calidad" entre un elenco de caras famosas; así, el personaje de Josh Brolin es un extraño McGuffin que aparece y desaparece sin aportar nada, excepto el carisma del actor; otro tanto ocurre con un inconsecuente Daniel Kaluuya, que rechina hasta lo patético. De irregulares resultados, se trata de un batiburrillo complicado de conciliar, una lucha más que sucia contra el imperio de la droga en la misma guarida del lobo y que, eso sí, tiene dos momentos en los que Villeneuve, del que no podía esperar menos, se luce de lo lindo. El arranque, extraño y terrorífico, y que sitúa con acierto en qué terrenos se va a mover después el film; pero sobre todo el desenlace, que no voy a desvelar por motivos obvios y que es un alarde de concisión en el diálogo y ese elemento sorpresa del que hablábamos antes.
No es su mejor película, pero sigue siendo una película estupenda para lo que se puede ver por ahí.
Saludos.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Todos los caminos



No había visto INCENDIES. Me ha gustado INCENDIES. Pero me ha gustado menos que las dos últimas películas de Denis Villeneuve ¿Por qué?, me digo ¿Por qué, si todo es excelencia y hay un buen guion, buenas interpretaciones y un ritmo narrativo encomiable? Creo, simplemente, que es debido a que Villeneuve controla más su artefacto, "lo hace suyo" de forma consciente, y, temiblemente, cae en las redes del cine de autor menos defendible. No debemos, por tanto, englobar este film dentro de la valiente senda que el director canadiense está actualmente transitando prácticamente en solitario y sin caer (aún) en las redes de la gastroenteritis visual hollywoodense. Yo, personalmente, lo veo en el camino de un compatriota suyo, Egoyan, y aun sin tener absolutamente nada que ver como cineastas, pero existe un trasfondo menudamente ético (etiquético) que desambigua esta epopeya repleta de crueldad y miseria moral desde Canadá hasta Líbano con, por ejemplo, lo que con menor fortuna vimos en la incompletísima ARARAT. Es cierto, no obstante, e incido en ello, que se trata de un esfuerzo magnífico el expandir una obra seca e íntima hasta elevarla por encima de los límites de la representación: convertir el teatro en cine,que es lo que debería ocurrir siempre.
Les ahorro, claro, los detalles escabrosos (que son muchos y de difícil digestión algunos), para solamente recomendarla por esas explosiones controladas que ya son marca de autor perfectamente reconocible. INCENDIES es dura, sí, pero también es hermosa y esperanzadora, y dentro de su oscuridad moral brilla una llama difícilmente sofocable: la de la insobornabilidad. Pero francamente, me encandila aún más cuando relame a Arcand por sobre su vientre...
Saludos.

viernes, 23 de mayo de 2014

Doble o nada



Lo primero que debo decir sobre ENEMY es que no tiene mucho que ver con la novela de José Saramago con la que creo que se la está asociando. Y mejor así, puesto que la (pen)última propuesta del que me parece uno de los directores más interesantes y frescos del cine más incómodo que se hace ahora mismo es un trabajo que se desborda de puro visual, un falso tratado psicológico que en realidad va en busca de una imagen no filmada o, al menos, no registrada como ceros y unos. Y es muchas cosas más, desde luego. Primero un tremendo trabajo de Jake Gyllenhaal, capaz de interpretar a dos personas (¿realmente lo son?) absolutamente opuestas y que, sin embargo, comparten una curiosidad que va avanzando pausadamente a partir de su, debo reconocerlo, confuso arranque. Y es que esta cinta está tan llena de fetiches como podría hacerlo David Lynch, que es la única referencia de peso que se me ocurre; tenemos llaves misteriosas que abren lugares que no conoce nadie, la mortífera representación de la feminidad represora en clave arácnida (arañitas primero y arañas gigantes después), y, por supuesto, esa especie de certeza que tenemos de que en realidad a quien descubre Adam, apocado profesor de Historia, no es a un actor de tercera fila que es idéntico a él, sino que estamos ante, quizá, la primera representación cinematográfica de la esquizofrenia, no desde nuestro punto de vista, sino desde el del enfermo. Ello dejará al más pintado con un palmo de narices, incapaz de explicar por qué están sucediendo esas cosas, además del proceso autodestructivo al que termina(n) llegando su(s) protagonista(s). ENEMY es un film extrañamente saludable para el enfermizo tema que trata, y aunque Villeneuve consiga no tener por qué detenerse en un solo compartimento (sea psicológico o físico), siempre nos dejará con ganas de más, incluso a sabiendas de que tras esa puerta secreta a lo mejor ni siquiera hay nada...
Saludos.

lunes, 20 de enero de 2014

Creación con plenas facultades



El cartel de PRISONERS es bastante banal, lo dominan las efigies de sus dos grandes bazas: los actores Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal y su semblante no deja dudas de que lo que vamos a ver es un thriller... ¿vertiente? Sí, asesinos en serie... ¿o no? En el centro de dicho cartel, la letra "O" del título semeja un laberinto circular. No es baladí, y lo descubriremos a lo largo de sus intensísimos 150 minutos; para mí los más intensos que he tenido oportunidad de disfrutar en este curso, y Villeneuve un descubrimiento inesperado. Pero hablemos de PRISONERS, que comparte la misma vocación rompedora y subversiva de aquella magnífica película que era ZODIAC, una intención por despeñar todo el contenido en una difícil búsqueda, la de esa originalidad que ha de subyacer en cualquier texto, por muy trillado que pueda parecer. PRISONERS es uno de esos pocos casos en los que parece preclara su modernidad, porque contando lo mismo de siempre es capaz de aturdir al espectador más avisado. Su leyenda parece advertirnos: "No encontraréis aquí lo que ya sabéis". Ésta es una película peligrosa, capaz de hacer tambalearse la moralidad por su punto más débil, que es la gran mentira que permite que el espectador crea que puede llegar a saber más que el creador. Villeneuve moldea los tiempos a su gusto y nos hace creer una cosa para, seguidamente, darnos con nuestras "ideitas" en las narices; él gana siempre, y en su victoria fílmica (que espero sea reconocida como merece) no cabe otra que mencionar un espectacular trabajo con los actores. No porque haya conseguido que me crea a Hugh Jackman como un actor de primera categoría o que me haya quedado pasmado con Paul Dano, al que normalmente no soporto, sino porque ni siquiera me he dado cuenta de que eran actores por lo estupendamente bien ubicados que están (todos) en una narración que funciona como un metrónomo aun dando la impresión (y esto también es complicado) de resquebrajarse en su ilimitada complejidad. Y si les gustan los personajes ambiguos, no se pierdan el recital de un Jake Gyllenhaal en estado de gracia y nacido para este papel... Pero claro, a éste sí me lo esperaba...
Grandiosa y, al mismo tiempo, desesperanzadora. Una obra maestra.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!