jueves, 30 de noviembre de 2017

La culpa de todo la tiene Felipe González



Mucho tiempo para comentar una película que se vio en su momento en el SEFF, uno de esos objetos fílmicos no identificados que de cuando en vez surca el desolado panorama patrio para reivindicar nuevas formas de expresión, aunque se cuente el seísmo desde la evocación, más bien fantasmagórica, de un pasado que nos atañe e interpela directamente, mirándonos a los ojos con el mismo semblante de un perro abandonado que agoniza en una esquina. EL FUTURO no muestra nada de forma gratuita ni frívola, pero todo en sus enfermos y floculantes 67 minutos rezuma una extraña frivolidad que nos sería tan necesario confrontar sin paños calientes, pues en los ecos de la lejanía resuenan las cacofonías de lo indecible en nuestra contemporaneidad, tan reseca de corrección. Porque húmeda e incorrecta es la película de Luis López Carrasco (al que se puede y debe rastrear en el colectivo "Los hijos"), desde su arranque ciego, que impone el discurso de investidura del secretario general del PSOE, transformándolo casi en un monólogo roto y sardónico. El núcleo duro del film es la fiesta en alguna/ninguna parte de ¿Madrid? en aquel 1982, sin adornos, sin diálogos inteligibles, sólo los rostros y cuerpos de una juventud que es la misma que ahora, igual de idiotas, igual de listos, igual de salidos e igual de drogados. Suena Aviador Dro, Parálisis permanente, Ataque de caspa... Un filtro avejentado de las momias de ayer, reflejado sin concesiones en el páramo totalitario de hoy, auspiciado por el mismo dictador con chaqueta de pana... entonces, convertido en tecnócrata despiadado... ahora. Y llegan las fotografías (resuelvo que posiblemente familiares) de la España aún más pretérita, la de Landa y Alemania como solución; Benidorm y Torremolinos como póster inalcanzable; y la represión sexual/mental como código en la relación sadomasoquista que la España franquista (que es también la de ahora) ha mantenido con sus sombríos disidentes. Todo bautizado con el apocalipsis que Servando Carballar ya anunciaba entonces... Sí, por supuesto.
No hay futuro, nos dijeron...
Saludos.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #48



TOP GUN es otra de las películas cuya participación en este monográfico in progress me parecía poco menos que impepinable. Y es que pocas películas ilustran tan certeramente la tendencia del cine comercial norteamericano a mediados de los ochenta como esta imbecilidad bonita. Porque es imbécil y es bonita. Porque sus actores y actrices, pese a que la mayoría tuvieron una estupenda carrera después, están paa matarlos, sin parar de sonreír para enseñar sus bonitas dentaduras, como si estuvieran permanentemente drogados. Porque he sido capaz de contar no menos de 55 minutos (de un total de 110) de "postales fílmicas", planos que no aportan nada al desarrollo de la historia pero que quedan mu bonicos con su fondo musical y sus filtros Kodak. Aunque lo mejor de todo es precisamente que todo lo demás da igual. Da igual que los diálogos sean de parvulario, que Val Kilmer ande como un pavo real mascando chicle o que Tom Cruise parezca un labriego con gorra y que la pobre Kelly McGillis implore con la mirada que la deje en paz, en la que es una de las parejas con menos química de todos los tiempos. Da igual, porque lo mejor de todo esto es que no conozco a nadie que sea capaz de contarte de qué va exactamente la película, aparte de enseñar aviones con voces ininteligibles de fondo. Dirigía el añorado Tony Scott, un tipo capaz de hacer mejor lo peor y viceversa, y que al menos siempre tuvo la decencia de no esconder sus verdaderas intenciones tras pomposas declaraciones de falsa trascendencia. La chica con camiseta blanca, las pegatinas en la chupa de aviador, las Ray-Ban de pera, los machos sudorosos y las motos de 500cc rugiendo; y todo con Faltermeyer de fondo, y todo con las barras y estrellas de fondo... Trump, lo que te perdiste...
Saludos.

martes, 28 de noviembre de 2017

Wajda. Brillo y dominio #13



1968 fue el año en el que multitud de directores de cine abrazó la estética pop, en algunos casos como ruptura con un clasicismo que dejaba pocos resquicios a la innovación, y en otros como trazo anudante a una especie de vuelta a los orígenes expresionistas. En este sentido, resulta especialmente significativo el trabajo que Wajda realizó para la televisión polaca, un mediometraje de poco más de 30 minutos en el que se presenta un futuro que ahora ya no nos parece tan lejano, uno en el que las modificaciones corporales sean tan extremas que lleguen incluso a distorsionar la identidad del individuo. PRZEKLADANIEC (traducido, algo así como "Una tarta de varios pisos") es un guion original de Stanislaw Lem (célebre autor de "Solaris"), que narraba la increíble historia de dos hermanos que se dedican a unas arriesgadas carreras de coches. Tras un terrible accidente, uno de los dos muere, y para poder salvar al otro los cirujanos implantan parte del cuerpo y el cerebro del hermano muerto. La gracia está cuado surge la disputa entre las compañías de seguros para distribuir las indemnizaciones, ya que el fallecido dejaba mujer y tres hijos y el hermano es soltero, pero la mita de su cuerpo es el otro hermano... Una espiral surrealista, pero que encierra una reflexión muy sugerente y que atañe a cómo afectarían a nuestra identidad unos cambios que penetran incluso en la psique, y si "realmente" podríamos seguir siendo nosotros mismos, o al menos quienes éramos antes. Wajda adopta un tono más displicente que de costumbre, acusadamente cómico, con unos personajes estrambóticos pero que sirven para ilustrar este delirante ejercicio de estilo, con mucho vinilo blanco, señoritas en minifalda y raccords a tutiplen. Un Wajda reinventado e incesante.
Saludos.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #47



No sé si han sido ustedes jóvenes en los 90. No fue fácil reinventarlo todo otra vez de nuevo, certificar el enterramiento definitivo de los cacareados 80, buscar una cierta estética, un logotipo que definiese la mezcla de hastío existencial, abandono de las utopías y escupitajo a cualquier tentación ingenua de convencionalismo. Aquello se llamó "Generación X", pero ni siquiera dos décadas después hay un solo documento, tratado o conferencia que atestigüe que no existió sólo en nuestra imaginación febril, lábil y veinteañera. No había nada real contra lo que luchar, así que todo fue una derrota constante, desde el principio, sin pecados que expiar ni otro lema que el "hazlo ahora". Es una lástima que en España, donde se gestó una granada y aún reivindicable escena musical independiente (Los Planetas vendían casi lo mismo que Miguel Bosé), casi el único testimonio al que se alude como crónica de aquel tiempo sea HISTORIAS DEL KRONEN. La novela de José Ángel Mañas, pequeña, imperfecta, llena de errores honestos, al menos tenía la decencia de no expandirse hacia los territorios del sermón autocompasivo, que es el gran error del film de Montxo Armendáriz. Enormemente popular en aquel 1995, esta irregular película comienza bien, con una larga secuencia que engloba al grupo de amigos que se reúne en el bar homónimo y los lanza a la interminable noche madrileña, donde hay conciertos, sexo esporádico, rayas, pantalones de pinza y mucho alcohol cuando se fumaba en todas partes. Luego, no mucho después, nos amos cuenta de que aquellos eran unos pijos consentidos, no mucho mejores que los imbéciles de ahora que sujetan pitbulls y porros con igual destreza, unos tipos de poca sesera que a mí ya me pareció imprudente en su momento que fueran presentados como representantes de un afortunadamente breve lapso temporal, justo el que va de la proclamación general emancipatoria y la gestación del huevo de la serpiente que nos está matando en etos penosos años de desierto moral. Sería interesante escuchar qué le parece a un joven de ahora este film, aunque yo le recomendaría otra cosa, claro...
Saludos.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Rincón del freak #291: Nacen... se reproducen... y, con Cucal, mueren...



Sí, amigos, porque si la semana pasada eran avispas humanas dispuestas a reventar el heteropatriarcado a base de aguijonazos, lo de hoy no tiene desperdicio. Basada en un manga original de Sasuga y Tachibana, TERRA FORMARS se sustenta en la delirante idea de la colonización de Marte para evitar la superpoblación en la Tierra. Nada que no hayamos visto antes, pero la gracia aquí proviene de que la transformación del planeta rojo en un hábitat adecuado necesitaba nada menos que un proceso de 500 años tras enviar a las dos especies más resistentes del mundo: el musgo y las cucarachas. Pasado ese tiempo, Marte se puede habitar... excepto por un pequeño detalle: las cucarachas han evolucionado tanto que se han convertido en unos humanoides que mezclan lo mejor de humanos e insectos, y que ahora suponen un problema que hay que erradicar. En fin, que estamos ante un film de Takashi Miike, un director más prolífico que las cucarachas reproduciéndose, y al que es imposible seguir la pista si no es a salto de mata, ya que suele alternar producciones más "serias" con barrabasadas como ésta, un insólito cruce entre los Power Rangers y Alien (por decir algo), en el que los protagonistas son un grupo de condenados a muerte a los que se les otorga el poder de mutar en diversos insectos, adquiriendo sus propiedades genéticas. Al principio no está mal del todo, y tiene su gracia el primer encuentro con estas cucarachas gigantes, pero luego Miike hace de las suyas y lo convierte todo en un sinsentido al que le canta la preproducción y que encierra dos incógnitas: ¿Qué hace Rinko Kikuchi aquí?... ¿Por qué seguimos viendo estas cosas?...
Saludos.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #46



BIENVENUE CHEZ LES CH'TIS ejemplifica a la perfección una tendencia, bastante malsana, a la que se suele agarrar el cine comercial cuando le escasean las ideas. Aquí en España sabemos algo de ello, desde aquel desgraciado cine del (sub)desarrollismo, en el que la excusa del elogio regional terminaba como todos sabemos, con joteras a cholón, boinas a rosca y suecas en bikini. Cierto es que los gabachos demuestran tener algo más de comedimiento con el asunto, y aunque nos parezca significativo que se trate de la película más taquillera de la historia en el país galo, alguna cosa tiene fuera del landismo. Ahora bien, el argumento, así contado, es para agarrar a alguien del cuello como mínimo: Un funcionario de correos se hace pasar por inválido para conseguir un puesto como director en el Sur cálido y costero, previo chanchullo y tráfico de influencias, ya que su pobre mujercita no aspira a menos de ese destino. Claro, le cogen, porque el tipo es imbécil por partida doble, pero aun sí Dany Boon, que lo dirige todo, nos quiere hacer creer que se trata de un señor entrañable. Lo mandan al Norte, al Pas-de-Calais, que es descrito como un infierno helado y repleto de sucios alcohólicos, pero lo cierto es que el tipo descubre que la gente allí es llana y simpática, y no tan superficiales como en la capital. Da igual, porque la excusa argumental es la misma, la de un mentiroso y cobarde que nos tiene que caer bien; en el otro extremo, el personaje interpretado por Boon parece salido de las peores pesadillas de Bruno Dumont, solo que éste sí que es un imbécil declarado, que vive con la madre y tiene posters en el dormitorio... ¿?... Ambos deben convencer a la mujer del director que éste está pasando un calvario cuando va a visitarle, pero, pobrecita, se siente engañada porque a su marido le encanta vivir en el Norte. Es llamativo que tamaña caterva de indeseables sean los elegidos para protagonizar una comedia que pasa por amable, pero cuyos gags apenas se limitan a la exageración gutural del ch'timi, mientras que su amabilidad siempre es impuesta, cuando no impostada. Una película de la que hay que huir mientras se esté a tiempo, de ella y de la miríada de imitaciones/secuelas que ha suscitado.
Saludos.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Apecalypse now



Sí, efectivamente, la última película de Matt Reeves sobre el universo creado, años ha, por Pierre Boulle es un homenaje indisimulado al celebérrimo film de Francis Ford Coppola. Pero también es una magnífica película por sí misma, la mejor de las que ha dirigido Reeves y un acertado colofón a una trilogía que amenazaba con eternizarse y ha acabado de la mejor manera. WAR FOR THE PLANET OF THE APES enseña sus cartas desde el principio, mostrando un marco en el que las acciones pacíficas no tienen cabida y el ser humano es un único ente militar, decidido a acabar con los simios tras descubrir que el virus que les hizo inteligentes tiene el efecto contrario en ellos. Reeves va solventando hábilmente cada escollo que el guion propone, mantiene dos poderosas figuras, Cesar, el líder simio y un coronel sin nombre (un estupendo Woody Harrelson), que encabeza el plan de exterminio y que sólo pretende mantener un reducido grupo de esclavos, como los gorilas a los que llama "Donkeys", obligados a servir a los humanos a cambio de su vida. La película propone un interesante giro en un momento dado, cuando la tragedia golpea por sorpresa a los simios y Cesar decide ir a acabar de una vez por todas con el coronel y su ejército. Es aquí donde el guion vira y se recrudece, mostrando un campo de trabajo que apenas se diferencia de lo que tantas veces hemos visto recreado en el cine y que remite directamente al nazismo. Aun pasando por alto muchas reflexiones evolutivas (al fin y al cabo no deja de ser cine comercial), la película mantiene el nervio y no defrauda en su mensaje apocalíptico; la mejor prueba es el excelente final, que en apenas unos segundos coloca a cada especie en su sitio justo cuando es la naturaleza la que habla.
Muy recomendable.
Saludos.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #45



Existen diversos desenganches fílmicos, y el más agradecido es el que te permite, como espectador, desembarazarte de los tópicos más típicos de esta odisea que es ver cine y añadirle algo de criterio. THE LAST OF THE MOHICANS cumple por estos años la nada desdeñable cantidad de 25, y podríamos aseverar, sin temor a equivocarnos, que es uno de esos films "intocables", un tótem al que el espectador más esporádico y guadianesco vuelve una y otra vez como referencia ineludible y casi traumática (un buen trauma, claro), con lo que, estando ya en otras cosas, no es raro ese incómodo parlamento en el que se nos obliga una y otra vez a rescatar a Daniel Day-Lewis corriendo con la melena al viento, sostenido por la algo reiterativa banda sonora de Trevor Jones. EL ÚLTIMO MOHICANO ha sido de esas películas que han destruido gran parte de la afición al cine, una enmienda a la totalidad que aspiraba a no dejar resquicios ni dudas tras sus rotundos planteamientos, lo cual no tiene nada que ver con su calidad intrínseca, que es incuestionable e incluso parece incrementarse a cada nuevo visionado (el Director's cut que ha salido por su 25 aniversario es impresionante). No, el problema de esta gran aventura, de formas y tiempos clásicos, no es otro que esa contribución histérica a formar "incinéfilos" (y permítanme la brutalidad léxica), o aún peor, resolver, mediante sus poderosos iconos, que ya podríamos morir tranquilamente de confort.
Saludos.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

¿Qué es la identidad?



¿Qué nos define como personas? ¿Qué somos? ¿Somos realmente lo que somos? ¿lo que creemos ser? ¿Y qué ocurre si alguien se convirtiese en nosotros? Todas esas cuestiones son abordadas en un mordaz, insólito y arriesgado documental que se ha podido ver en estos días en Netflix. JIM & ANDY: THE GREAT BEYOND parte del material rodado por la antigua pareja de Andy Kaufman en el set de rodaje de MAN ON THE MOON; un material que podría haber sido simplemente un seguimiento impersonal, pero gracias al cual entendimos que Jim Carrey no interpretó a Kaufman, sino que simple y llanamente fue Kaufman. El propio Carrey puntúa el documental con sus palabras, casi sin poder explicar qué le llevó a adoptar otra personalidad, hasta el punto de perder incluso el sentido de su propia identidad y, por supuesto, desquiciando a todo el equipo de rodaje, comenzando por Milos Forman, que agotó literalmente la paciencia. Sé que aún no he hablado auí de MAN ON THE MOON, es un film que me deja perplejo, y que me da constantemente directrices y opiniones encontradas, rozando el sinsentido surrealista. He visto en Kaufman a un asesino en serie, un iluminado esquizofrénico, un intelecto superior que jamás se conformó con actuar o hacer reír, sino que pulsó los límites de lo que consideramos comedia hasta convertirlo en otra cosa más intrincada y subversiva. Y, como si de una posesión espiritual se tratara, esto queda corroborado en cuanto vemos a Carrey siendo Kaufman siempre, cuando el director daba por terminada la escena, en las interminables sesiones de maquillaje o incluso en las entrevistas. Y en este sentido, no se pierdan la genialidad de la visita a la mansión Playboy, absolutamente digna de ese genio al que nunca podremos comprender enteramente llamado Andy Kaufman... Con el permiso de Tony Clifton, claro está...
Saludos.

martes, 21 de noviembre de 2017

Wajda. Brillo y dominio #12



En 1965, Andrzej Wajda asume la titánica tarea de llevar al cine la obra maestra del escritor Stefan Zeromski, "Las cenizas", que abarcaba gran parte de la guerra civil que se desató en Polonia a finales del Siglo XVIII, cuando la población se dividió entre los nacionalistas y los que apoyaban la intervención francesa, bajo el dominio de Napoleón. POPIOLY bien podría ser considerada una especie de LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ polaca, aunque ambas propuestas disten enormemente tanto formal como argumentalmente, y de hecho Wajda respeta incluso los tiempos de la novela, separando los capítulos exactamente y otorgando la misma importancia tanto al comienzo, que básicamente expone a un pueblo polaco despreocupado y satisfecho, incapaz de vaticinar su futuro próximo; mientras que la segunda mitad del film incide en la decisiva intervención napoleónica y el grave dilema de identidad que suponía para un pueblo enfrentado a la rendición o la destrucción. No es una película fácil, y sus cuatro horas de duración son una empresa al alcance de espectadores amantes de los dramas bélicos de época o simplemente de cinéfilos pacientes. La experiencia, aunque agotadora, merece la pena y recupera gran parte de la mejor inspiración del director polaco, que trufa el exhaustivo metraje de algunas imágenes memorables, como el asalto a la fortaleza costera o la penosa caravana de desterrados.
Saludos.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #44



Una decisión especialmente difícil de tragar es la de hacer pasar a un actor o actriz por un papel del género contrario. Es un asunto controvertido y que no suele dejar recuerdos positivos, ni en el público ni en los actores, y prácticamente nunca en los directores, cuya difícil tarea es no caer en la parodia chusca. En este sentido, TOOTSIE es un punto y aparte, una comedia que tiene mucho de enredo pero también se aprovecha de dos circunstancias que rara vez se dan en un film aparentemente convencional como éste; Dustin Hoffman es un excelente actor, por entonces en su momento más álgido, y Sidney Pollack era un director capaz de manejar guiones de gran complejidad. El resultado fue sorprendentemente digno, y por un momento nos olvidamos de que estamos viendo una comedia, pese a que los gags, brillantes y bien ubicados, se suceden con la misma velocidad del viejo Hollywood. Pollack aprovecha la circunstancia y arremete contra el machismo de la industria cuando nadie se preocupaba de esas cosas, y el papel doble de Hoffman revierte cualquier convencionalismo, ya que pasa de ser un actor cuarentón al que nadie contrata a "infiltrarse" en una teleserie de éxito haciéndose pasar por una mujer, lo que le obligará a mantener esa identidad falsa incluso fuera de los platós. En TOOTSIE, además de la proeza de Hoffman (su imagen ha devenido en icono del inconformismo de todo tipo), el reparto está perfectamene equilibrado con dos actores con una vis cómica innegable, como Teri Garr y un incipiente Bill Murray, y contrapunteados por Jessica Lange, que ganó el único oscar del film. El problema de todo esto es que una película como TOOTSIE necesita la alineación de los planetas para funcionar y no quedar como una ridiculez; son muchos los que luego han intentado lo mismo con resultados por debajo de lo mediocre, porque, ser o parecer, esa es la cuestión...
Saludos.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Rincón del freak #290: ¡Que te pico, leche!



De nuevo reunidos en torno a la caspa dominical, me pregunto qué sería de esta legendaria sección sin que incluyésemos de vez en cuando esas películas que de verdad otorgan caché a quienes se declaran como auténticos freaks, consumidores compulsivos e irracionales de esas "producciones" que rayan lo insanamente cutre. Aquí amamos profundamente el cine de Roger Corman, por irrepetible, por ser mil veces (mal) imitado, por su entrañable ingenuidad pese a que yo me inclino a pensar que había una autoconsciencia que pocos se atreverían a tener en cuenta. Corman filmó, entre los 50 y los 70, una miríada de títulos insospechables, que conforman una mitología al margen de la "industria oficial" y que, con mayor o menor fortuna, de haber tenido un gran mérito éste sería el de indicar a las siguientes generaciones cómo afrontar el reto de dirigir una película prácticamente a coste cero. En este sentido, THE WASP WOMAN ha resistido los embates del tiempo por su descabellado punto de partida. Supongamos que mi idea de hacer una peli de terror tenga el histriónico trasfondo musical de Fred Katz, capaz de pasar a Espinete por un monstruo de pesadilla; el problema es que ya los créditos iniciales auguran algo extraño: se nos dice que en breve veremos a la horrible mujer avispa, pero lo que vemos en realidad es un enjambre de abejas... ¿?... Da igual, en la serie B podemos crear tensión viendo a un grupo de apicultores, mientras el científico loco en realidad es un pobre hombre que investiga cómo extraer la jalea real de las avispas, en lugar de hacer miel. Cuando es despedido, encuentra acomodo en una empresa de cosméticos que va a la quiebra, y que está regentada por una mujer luchadora (bien por Corman) que en lugar de resignarse decide probar en sus carnes el producto del pseudo-científico, que la transforma en una veinteañera, con lo que el éxito de sus productos de belleza está asegurado. Lo malo es que a la señora se le va la mano con la dosis y terminará convertida nada menos que en una avispa humana, que, lejos de parecerse a la criatura del cartel promocional (otra constante en Corman), queda apenas como una careta repleta de pelo (tampoco lo entiendo) y ojos como coladores, cuyo terrorífico afán es lanzarse sobre la gente cual luchadora de wrestling y darles un bocado, o un picotazo o yo qué sé...
Y les digo: si no tienen un plan que merezca la pena para este Domingo o ayer se pasaron con el mezcal y los barbitúricos, no sé a qué están esperando a ver este clásico anti-resacas. Sale la gran Barboura Morris fumando y la no menos sugerente Lynn Cartwright limándose las uñas. Porque aquí las mujeres son las que cortan el bacalao...
Saludos.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #43



Los que pertenecemos a cierta generación hemos tenido como icono de la literatura fantástica a Michael Ende, un escritor que conectaba inmediatamente con las sensibilidades infantiles con su fórmula, que básicamente consistía en refreír a los clásicos y añadirles unas gotas de contemporaneidad, dando como resultado unas novelas de gran agilidad narrativa pero que difícilmente resisten un análisis más profundo. La gran obra de Ende fue LA HISTORIA INTERMINABLE, una especie de gran aventura que se desarrollaba en los profusos dominios de la imaginación de un niño que accedía al libro del mismo título, con lo que Ende conseguía el mismo efecto que aquellos entrañables juegos de rol, en los que "tú" eras el verdadero protagonista. La adaptación cinematográfica parecía inevitable, pero era el año 1984 y Ende no era un autor que se entusiasmara con la idea de reducir las aventuras de Atreyu y Fujur hasta el formato de un largometraje convencional, por lo que hizo falta algo más que ventusiasmo para convencerlo, y cuando THE NEVERENDING STORY vio la luz su presupuesto se había desbordado tanto que la versión que todos vimos ni siquiera roza la superficie de la novela. Es una película, ¿cómo decirlo sin que suene mal?... apresurada, que no llega a lo chapucero tan sólo porque contaba con un material de partida importante, y porque Wolfgang Petersen, más allá de tener que supeditarse a unos efectos visuales regulares, siempre ha sido un estupendo director de cine, y fue capaz de extraer algunos momentos que han quedado insertos en la antología del cine infantil de aventuras. El problema no es ese, porque la película aún hoy día se deja ver más o menos, pero tampoco es plan de seguir reivindicando treinta años después un film que es normalito, por mucho que el trauma de ver a un indio montando un dragón con cara de Setter nos haya arruinado la infancia...
Saludos.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Alta redefinición



El otro día cayó en mis manos la remasterización de BARON PRÁSIL, la obra maestra de Karel Zeman y film fundamental para comprender y apreciar hasta qué punto se puede extralimitar la creatividad para alcanzar cotas nunca vistas. Esta inagotable fuente de referencias, que se inspira libremente en aquellas "aventuras del Barón de Münchhausen", escritas por Rudolf Erich Raspe, y que son la cumbre de la hipérbole en tanto que creación pura. Aquéllas fueron las exageraciones de un noble exageradas por un escritor, y cómo no iba un autor como Zeman, maestro del ensanche y expansión perceptivo, a usar todo ello en su beneficio y facturar un film inclasificable y libérrimo, en el que igual estamos en el pasado que en el presente, en la Tierra o en la Luna, en Turquía o en América. Un paseo deliciosamente anárquico por la exaltación de la libertad de posibilidades, en el que los personajes pasean y se mueven y saltan y se estrellan entre grabados de Gustave Doré y una gama cromática que trasciende las etiquetas "color"y "Blanco y Negro". Una oportunidad imperdible para disfrutar esta maravilla de 1961 en la nítidez del BluRay, que le sienta especialmente bien y que hace de puente entre Méliès, su predecesor más preclaro, y el film de Terry Gilliam, que a duras penas llega a ser un rendido homenaje al gran director checoslovaco.
Imprescindible.
Saludos.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #42



En la primera parte de este monográfico incluí E.T., perfecto complemento, algo más infantilizado, para la que nos ocupa hoy y que es una de esas películas que tan perjudiciales han sido para el devenir de directores menos dotados que Spielberg, aunque, a cuarenta años de su multitudinario estreno, supone un deleite visual para cualquier buen aficionado al cine. CLOSE ENCOUNTERS OF THE THIRD KIND es, en puridad, un film extraño, atípicamente construido, desarrollado y concluido, que presta más atención a la arquitectura de la atmósfera, al preámbulo del espectáculo, que se concentra fundamentalmente en su inolvidable y antológico final, todo un clásico en sí mismo. Son muchas las decisiones controvertidas que Spielberg, que venía del encumbramiento de su TIBURÓN, asumió para "personalizar" al máximo la que bien podría considerarse la obra cinematográfica más importante sobre la posibilidad de vida extraterrestre. El tiempo ha demostrado esto, pero también que John Williams era capaz de "acompañar" solamente las imágenes, en una banda sonora mucho más sutil de lo que luego acostumbró; la elección del director François Truffaut (del que Spielberg era admirador) para uno de los papeles principales; y, sobre todo, ese final, a caballo entre lo espectacular y lo íntimo, que prescinde de truculencia alguna y que, entre doremís, luces de discoteca y cuellos dislocados, enviaba un mensaje demasiado esperanzador para ser cierto, que los pueblos, por diferentes que sean, están obligados a entenderse. ENCUENTROS EN LA TERCERA FASE es esa gran piedra angular y fuente inagotable de la que luego han bebido una pléyade de cineastas, sin que de momento ninguno haya sido capaz de captar esa luz única que nos fascinó entonces y nos epata ahora. No han sido, de momento, ni Abrams, ni Villeneuve, ni tantos otros, todos intentan descifrar el misterio, pero quizá desconocen que con apenas 17 años el director de esta maravillosa película ya dirigió un pequeño corto acerca de una invasión extraterrestre...
Saludos.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Un credo increíble



Resumo: De repente, a alguien se le ocurre adaptar un videojuego y hacer una película. Resulta que hay pasta de por medio, así que se contrata a un buen puñado de actores y actrices más que conocidos y solventes. El guion es delirante, pero no importa, es un videojuego. Una vez más, se usan efectos digitales para recrear una ciudad, que para más inri es la mía... ¿?... Con lo bonita que es al natural...
Resultado: ASSASSIN'S CREED, una película sin pies ni cabeza, donde sale el glorioso Michael Fassbender dando saltos sin camiseta, Marion Cotillard como una doctora o científica de algo muy secreto, Jeremy Irons y Charlotte Rampling poniendo el punto senior, y el pobre Javier Gutiérrez con una nariz de goma sin propósito alguno. Curiosamente, el único que cumple con su papel sin muchos aspavientos es Hovik, magnífico monologuista y actor que les recomiendo encarecidamente, mucho más que este tostón que, de servir para algo, sería para perder dos horas de neuronas...
Saludos.

martes, 14 de noviembre de 2017

Wajda. Brillo y dominio #11



El tema de las películas por episodios, tan en boga allá por los años sesenta y setenta, ha dejado al descubierto, más que otras producciones más convencionales, la diferencia insalvable entre unos autores más dotados que otros. Y siendo muy benévolos, pues aún cuando el montante pueda ser identificado como un todo más o menos cohesionado, cosa que no ocurre las más de las veces. EL AMOR A LOS VEINTE AÑOS (prefiero traducir de primeras, dado el carácter internacional de lo que nos ocupa) era un proyecto que, sobre todo, le pertenecía a François Truffaut, que abría con el segmento más largo, y seguramente el mejor, un nuevo aldabonazo en la trayectoria de su alter ego, Antoine Doinel, aquí mostrado como un joven independizado a duras penas, que es empleado en una fábrica de vinilos y que se enamora, como no puede ser de otra forma, de una chica algo mayor que él, sólo para comprobar que el establecimiento y la costumbre son los enemigos mortales del amor, y aún peor, que los padres de la muchacha lo quieren como a un hijo, mientras ella "elige" para salir a alguien de su edad...
Luego, el nivel baja considerablemente con un episodio dirigido por Renzo Rossellini, vástago del director de TE QUERRÉ SIEMPRE, que ofrece un culebrón insulso sobre dos mujeres (¿20 años?...) que se pelean por un mismo hombre, las muy incautas... 
Algo mejor es el trabajo de Shintarô Ishihara, un hombre del renacimiento, cuya compleja y controvertida figura merecería una análisis más en profundidad del que puedo ofrecer yo hoy y aquí, y que, pese a desmarcarse también del supuesto epígrafe del encabezado, es casi un tratado sobre la oscuridad, en el que, más que el amor, lo que es retratado es la incapacidad para amar de un hombre, que sólo puede canalizar su frustración asesinando a las mujeres a las que se ve impotente para conquistar amorosamente.
El penúltimo episodio, dirigido por el prestigioso documentalista Marcel Ophüls, a la sazón hijo del maestro Max Ophüls, que prácticamente debuta en la dirección con un plomizo tratado sobre la responsabilidad de ser padres involuntarios y esas cosas que nos molestan tanto a los veinte años...
Sin embargo, y para no extendernos mucho más, el otro punto fuerte del film es el cierre, a cargo de Andrzej Wajda, un triste y algo angustioso vaivén emocional, el que va desde el impactante arranque hasta el desolador desenlace. Un hombre salva a una niña de ser devorada por un oso cuando ésta cae al foso por accidente; el suceso despierta los sentidos de una joven, que literalmente pierde la razón y abandona a su prometido (que no ha movido un dedo) y se marcha con el desconocido, del que luego sabremos que tiene un turbio pasado como soldado en la guerra, y que tras participar en un juego con los amigos de la chica cae derrumbado, víctima de sus fantasmas. Ella, que sólo tiene veinte años, vuelve al candor y dspreocupación de su antiguo novio, porque hay edades en las que es mejor seguir sin saber nada sobre la vida...
Saludos.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #41



A veces no me queda más que preguntarme sobre la conveniencia de este monográfico, y así sería de no ser por películas como la de hoy, que junto a otras que ustedes saben conforman el núcleo duro del desenganche fílmico. FRIED GREEN TOMATOES es una de las películas más tramposas que he visto jamás; no digo mala, digo tramposa. Y he tenido que volver a verla para convencerme de que esta sensación ha perdurado a lo largo de las dos décadas que separan ambos visionados. Y me explico: uno ve la ambientación, correcta pero sin licencias; la música con todos los clarinetes y violines que le han permitido meter a Thomas Newman; unas interpretaciones más enfáticas que las fuentes no desveladas de "Sálvame"; y para rematar, un montaje en paralelo que tiene la mala virtud de que tengamos la sensación de estar viendo dos películas distintas. TOMATES VERDES FRITOS no es una mala película, es una película sobrevalorada hasta decir basta, una historia aquetípica contada típicamente y dirigida por un señor que venía de hacer RISKY BUSINESS. Es decir, un título que debería haber estado algo más marginado y que, incomprensiblemente, sobrevuela el imaginario cinematográfico de cualquier espectador capaz de tragarse maratonianas sesiones televisivas en la 1. O mejor: cómo dar vueltas y más vueltas, retorcer lo retorcido y prometer sin ofrecer realmente, y todo por no tener los cojones de decir abiertamente que ésta es, ni más ni menos, una historia de amor lésbico.
Saludos.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Rincón del freak #289: Muerte de un fistro



No sería justo que yo hablase en términos puramente cinematográficos de una bazofia como AQUÍ LLEGA CONDEMOR, EL PECADOR DE LA PRADERA (nótese que no omito ni una palabra del horrendo título), porque rebajaría notablemente el poco amor propio que aún destilan estas páginas diariamente. Pero lo que sí haré es hablar un poco sobre Gregorio Sánchez Fernández, Chiquito de la Calzada, uno de los últimos y más elocuentes ejemplos de ese sentido del humor surreal y abstracto que sólo puede ser comprendido habitando su propio universo, pues sólo a él le pertenece esa jerga ininteligible y esos personajes que uno no puede más que identificar con el hombre perplejo de hoy. Chiquito fue una conmoción tardía, el éxito le llegó cuando muchos ya piensan en la jubilación y, como no podía ser de otra manera en este miserable país, se le convirtió en un producto de marketing que le exprimiría hasta no dejar una sola gota de espontaneidad. El homenaje, por tanto, sólo va para Gregorio, Chiquito, un tipo único y que intuyo dotado de una humanidad que iba muy por delante de la horda de mercachifles que lo colocaron, por ejemplo, en una basura ínfima como la que, miren por donde, me sirve para darle el último adiós.
Saludos, cobardes...

sábado, 11 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #40



¿Qué hago aquí?... Si siguiese por esa línea argumental probablemente no me quedase ya nada más que comentar, nada que mereciese la pena o no ofreciera más que disgusto y hastío. A los cinéfilos se les llama injustamente culturetas, pero no se comprenden los amores, no se pueden explicar los sentimientos que hacen que sigamos un camino definido ¿o es indefinido? Por eso se les llama así, despectivamente, desde la coraza de la indiferencia ignorante, protegidos todos con el quorum de necedad meritocrática correspondiente. Sólo un amante, un enamorado abierto en canal, podría afirmar que FALSTAFF "CHIMES AT MIDNIGHT" es un dulce y nunca bien ponderado fracaso, una de esas películas inasibles e inasumibles para las etiquetas y los encabezados. CAMPANADAS A MEDIANOCHE es ese film que hace que eyacules con 16 años y que tres décadas después te avergüences de seguir profesando ese amor lascivo como una hoja de afeitar. La obra maestra (otra) de Orson Welles, empujado por sus propios rechazos y bancarrotas, se hizo en España cuando era un país sin libertad. Ironías de la vida, porque Welles comprendió que su genio no cabía entre iguales, él era el colonizador consciente, el demiurgo de sí mismo, y no podía más que demostrarlo refundiendo un puñado de obras de un tal William Shakespeare para dar forma a otra cosa, un monstruo imperfecto con aspecto de puñetazo a todo lo biempensante, una historia que salta en aceite hirviendo y desnuda las vergüenzas de los grandes poderes a través del ladrón y pícaro Falstaff, un humano demasiado humano que apenas se preocupa más que de tener la barriga llena y los bolsillos vacíos. Un desheredado que traba una inquebrantable amistad con el príncipe heredero, porque éste encuentra en él a su verdadero padre y no el inhumano yugo del Rey, Enrique IV. Por todo ello, por su teatralidad bien entendida, por esa historia más grande que la vida, por el insólito despliegue de producción o por el atrevimiento de apropiarse de textos eternos, es ésta una película imposible de defender en público; y al igual que el recién coronado y deshumanizado Enrique V, ya no hay un solo hueco para quienes nos quisieron de verdad. Ese ladrón obeso y malhablado no es más que el pálido eco desterrado de alguna pasión que una vez nos perteneció. Desengánchese de ella antes de que se queden completa y mortalmente solos.
Saludos.









viernes, 10 de noviembre de 2017

Amistades que son para siempre



Es curioso, ahora me lo parece, que siendo un ávido lector de comics (entonces lo fui) no estuviese Spiderman entre mis obligatorios. No, nunca me incliné ante la idiosincrasia del hombre araña, ni ante su sentido del humor, de la justicia, su familiaridad y cercanía, o sus muchos lugares comunes. Es por eso que tampoco me ha interesado tanto sus recientes adaptaciones cinematográficas, ni las que inició, hace unos años ya, Sam Raimi, ni las fallidas incursiones de Marc Webb. Sólo empecé a cogerle gustillo al amistoso vecino trepamuros con la acertada inclusión en el último film sobre los Vengadores. Se ve que alguien ha leído los brillantes guiones sesenteros de Stan Lee, además del estupendo pulido que les dio, una década más tarde, Gerry Conway, y aparcó convenientemente la exuberancia y presuntuosidad que introdujo Todd McFarlane a principios de los noventa, una ciénaga idearia con la que un personaje tan empático como éste corría el peligro de quedar en un segundo plano que en los comics nunca fue el suyo. Y en SPIDER-MAN: HOMECOMING, todo esto queda de manifiesto; en sus hechuras de pequeña historia con contenido, en sus ajustadas interpretaciones y en ese aroma a cómic de antaño que siempre se agradece. No es THE AVENGERS, ni falta que le hace, es un film de largo metraje que se ve de un tirón, y un magnífico ejemplo de cómo se pueden meter muchas cosas dándole su sitio adecuado a cada una. Lo mejor, aparte de la chispa de Tom Holland, el interesante y ambiguo villano compuesto por Michael Keaton, un "Buitre" que es capaz de desarmar de razón a un superhéroe y dejarnos pensando un buen rato acerca de la verdadera naturaleza de ciertos personajes que dábamos como de una sola pieza.
Entretenidísima.
Saludos.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #39



WITNESS fue una película tremendamente popular a mediados de los ochenta, un afortunado compendio de lugares comunes que comprendía a dos personalidades perfectamente complementarias, como eran a mediados de los ochenta el director australiano Peter Weir y Harrison Ford, un sex symbol emergente como Kelly McGillis, un guion que remitía directamente a los clásicos el cine negro y una ambientación de lo más pintoresca, nada menos que una comunidad amish. Sin haber perdido nada de su fuerza de entonces, el film de Weir (un director al que jamás me atreveré a criticar) bordeaba peligrosamente un ridículo que, en su caso, nunca llega, pero que nos ha dejado a cineastas más incapaces intentando emular este salto mortal sin conseguirlo. La historia gira en torno a un chaval amish (un Lukas Haas que con apenas 9 años ya daba muestras de su talento interpretativo) que presencia por accidente el asesinato de un policía a cargo de otros dos compañeros; a partir de ahí, el agente encargado de la investigación se verá obligado a huir para esconder y proteger al chico, ya que todo su entorno policial parece manchado de corrupción y dispuesto a eliminarlos a ambos. ÚNICO TESTIGO es hoy día un título mítico, con escenas inolvidables, actores que tuvieron su primera oportunidad y un final que es todo un homenaje a Gary Cooper y Fred Zinnemann. La advertencia iba para todos los enterados que entonces dijeron "¿Policías corruptos, niños, amish y desnudos frontales?... Eso es pan comido"... Pues eso.
Por cierto, no se pierdan la estupenda y muy "bachiana" banda sonra del maestro Maurice Jarre.
Saludos.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

La Piedad



Un debate, tan interesante como estéril, que abre tantos caminos de discusión como se los cierra a los puristas, versa sobre la posibilidad real de una poesía visual más allá del estereotipo de la imagen, más o menos bella, que nos evoca sensaciones fuera de la pantalla. No es ese, precisamente, el objeto de discusión, sino de qué manera se podría poner un poema, una cierta poesía, en imágenes. Un escollo complicado y artero, y al que se han enfrentado, con mayor o menos fortuna cineastas metidos a poetas y poetas que un día se decidieron a coger una cámara. No siempre se acierta con lo buscado, y me vienen a la memoria los ejemplos más certeros, que, dejándome muchos por el camino, podrían ser Alain Robbe-Grillet, Philippe Garrel o Marguerite Duras (la prosista poética por excelencia), que no sólo se han limitado a filmar, sino que lo han hecho bajo su conciencia poética y como poetas. Pero hay un ejemplo tan singular y remarcable, que dejar de mencionarlo constantemente, reconociendo el inmenso valor de su legado cinematográfico y poético, es un error de cálculo imperdonable. KHANEH SIAH AST (LA CASA ES NEGRA), fue la única filmación que dejó la inmensa poetisa iraní Forugh Farrokhzad, prematuramente desaparecida en 1967, con sólo 32 años. Con apenas 28, Farrokhzad se interna en los lugares más inaccesibles, tenebrosos y abandonados de la sociedad, una leprosería, en la que las personas que han sido despojadas de su humanidad misma esperan pacientemente a que les llegue su hora. Y lo filma con una naturalidad y una piedad sin límites, devolviendo esa humanidad arrebatada a golpe de verso, con una poesía del encuadre tanto como la de sus propias palabras, que retumban duras y hermosasy nos recuerdan que no estamos en ninguna antesala del infierno, sino ante unas personas a las que se les ha dado la espalda injustamente.
He aquí una cineasta tan efímera como poderosa, que demostró no tener miedo, ni de las palabras, ni de las personas ni de las imágenes que muchos no se atreven a filmar. He aquí la poesía filmada.
Saludos.

martes, 7 de noviembre de 2017

Wajda. Brillo y dominio #10



En SAMSON, también de 1961, Wajda adaptaba una crudísima novela de Kazimierz Brandys, llevándola al terreno de un Dostoievski enfebrecido y casi autista. Narra la pesadillesca deriva de Jakob Gold, un joven judío que se ve constantemente acosado por sus compañeros de escuela, hasta que un desgraciado episodio lo incrimina como causante de la muerte de uno de ellos y es encarcelado. Sin solución de continuidad, Gold sale libre en el peor momento posible, justo al inicio de la Segunda Guerra Mundial, con una Polonia ocupada por los nazis y en la que de nuevo se ve perseguido por su condición, obligado a esconderse y huir para sobrevivir. El tratamiento de Wajda es el de un personaje principal omnipresente, que nunca alcanza a comprender qué le está pasando exactamente y que se ve zarandeado tanto por quienes le inculpan como por quienes le ayudan, lo que le otorga al film una apariencia de mal sueño, un aspecto que se ve incrementado en su tramo final, con Gold escondiéndose de casa en casa, sin dormir y cruzando una helada Varsovia para encontrar el gueto de los judíos. Una película que parece de transición, o de continuidad, pero que es un excelente puente para entender hacia qué temas, y con qué tratamientos, iba yendo el cine de Wajda.
Saludos.

lunes, 6 de noviembre de 2017

A la discreción



LITTLE SISTER es una de esas peliculitas que llevan aflorando en Estados Unidos desde la última década y media, y que comparte no pocos puntos en común con el a menudo denostadamente proceloso mundillo del mumblecore. Films de bajo presupuesto pero que contienen una dedicación profesional encomiable por parte de quienes afrontan la aventura de rodar prácticamente sin más apoyos que su entusiasmo y fe. De fe va esta historia, moderadamente excéntrica, acerca de una joven novicia que recibe un coreo electrónico de su madre, con la que apenas tiene contacto, y que le pide que vuelva a casa para ver a su hermano, que ha vuelto tras quedar desfigurado en la guerra de Irak. El gran acierto del film es su tono reposado, unas interpretaciones contenidas y la puesta en escena de la conmiseración mutua que los miembros de esta familia llegan a sentir unos por otros. Por contra, se echa de menos algo más de agilidad y cohesión en un hilo narrativo que siempre está al borde de la inconexión, sin saber muy bien si decantarse por el oxímoron que representa la joven, que años atrás profesaba una imagen y actitud gótica; el infierno interior de su hermano, que ha perdido todas las ganas de vivir o la desestructuración misma de la familia, con unos padres que se refugian en las drogas para olvidar su sombrío presente. No estoy muy seguro de si Zach Clark, que bordea siempre lo inclasificable, tenía en mente un drama familiar, una comedia sofisticada o una especie de exorcismo personal; LITTLE SISTER contiene mucho de estas cosas, pero sigue dejando la sensación de bosquejo apresurado, de la labor de un director joven que aún sigue buscando su tono propio sin querer parecerse a nadie.
Interesante si se ve con paciencia.
Saludos.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Rincón del freak #288: Billy Wilder... sigue en los cielos. Películas para desengancharse #38



En el discurso de agradecimiento del oscar recibido por BELLE ÉPOQUE, Fernando Trueba dijo lo que más de uno piensa, que Dios es Billy Wilder, o al revés. Dos años después, Trueba tenía las puertas de Hollywood abiertas para rodar la película que llevaba toda la vida soñando, una comedia de enredos al estilo clásico, con un reparto internacional y la libertad de elegir incluso el texto y el guionista, que al final fue su hermano David. Y, bueno, Trueba hizo TWO MUCH. Cualquier parecido con la elegancia, ironía y maestría en el manejo de los tiempos y la dirección de actores de Wilder suena a chiste malo, a una de esas bromas fuera de lugar que dan por zanjada una reunión que estaba poniéndose incómoda. Y esa es la palabra que define con exactitud esta película, la incomodidad de unos actores que sobrepasan el mero estereotipo y se zambullen en la caricatura del cómico malo, que ya no sabe qué chiste contar para que la gente se ría. Antonio Banderas intepreta a un tipo bastante repelente que le endosa cuadros a los familiares de recientes difuntos, hasta que llega al funeral de un mafioso (o eso parece), cuyo hijo (un Danny Aiello que es de lo poco salvable) acaba persiguiéndolo, aunque se refugia en el coche de la ex-mujer de éste y termina en su lujosa mansión, donde también conoce a la hermana de dicha señora, y, como no puede ser de otra manera, se hace pasar por su inexistente propio hermano gemelo para poder beneficiarse a ambas. La sinopsis, así contada, no parece tan terrible, pero es la ejecución final, la zafiedad de lo que debería ser armónico y sutil, lo que hizo que Trueba se cerrase él solito las puertas doradas que tanto tiempo llevaba anhelando traspasar. Nunca he sido muy devoto de su cine, pero reconozco que tiene algunos films notables y que sus comedias de principios de los ochenta, con unos ineludibles Óscar Ladoire y Antonio Resines, han ganado con el tiempo. Esto... bueno, esto al menos sirvió para oficiar como el comienzo de la relación entre Banderas y Melanie Griffith... Algo es algo.
Saludos.

sábado, 4 de noviembre de 2017

Empoderamiento. Ventajas y peligros de querer ser en la mímesis



Hay dos lecturas que me parecen absolutamente necesario confrontar dentro de WONDER WOMAN, (pen)último producto superheróico de la factoría DC, que continúa buscando a marchas forzadas ese éxtasis hegeliano en fritadas pseudo-panteístas que miran demasiado a menudo hacia conflictos morales irresolubles, que merman el disfrute del producto de entretenimiento en sí y los dejan en penosos artefactos de pedantería insufrible. Pero aquí, DC acierta, porque, sin ser una película redonda, esta WONDER WOMAN respeta profundamente el espíritu del personaje original, la Amazona Diana, hija ilegítima de Zeus y, en puridad, una buenaza... en todos los sentidos. Personalmente siempre he visto con algo de recelo este personaje (excepto cuando lo retomó el gran George Perez), que oscila mareantemente entre la reivindicación del poder femenino, capaz de emanciparse sin ayuda del masculino, y la exhibición impúdica precisamente de algo tan masculino (y poco femenino) como el mamporro en cualquiera de sus violentas variantes. Esto es lo que uno va a encontrarse en la búsqueda de su propia identidad de Patty Jenkins, autora de aquella insólita y desacomodada MONSTER, aunque las dos horas y media contienen demasiados momentos prescindibles, y que yo achaco al ideólogo en la sombra de todo esto, que no es otro que el príncipe del plano ultra-lento, Zack Snyder. En definitiva, una película de superhéroes que se desarrolla en la I Guerra Mundial, que tiene la maravillosa osadía de mostrar a Robin Wright y la diosa Connie Nielsen repartiendo leches y a la que hay que acercarse con pocos remilgos y ganas e disfrutarla, aunque en este caso los que fallan son los malos, que dan poco yuyu, pero todo se andará. Esperamos, con este aperitivo, a la gloriosa JLA...
Saludos.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #37



Comienzo esta reseña sin medias tintas. El personaje central, protagonista absoluto y peligroso icono mesiánico de FORREST GUMP es, efectivamente, imbécil. No vayamos por otro lado porque entonces los imbéciles seremos nosotros, y no deberíamos serlo tan sólo por ser conscientes de la torticera manipulación a la que Robert Zemeckis y Tom Hanks someten a quien no puede dar otra lectura que no sea la literal a un guion repleto de bobadas y lugares comunes, la respuesta bovinista a Faulkner, que una vez acometió el intimidante reto de pensar como lo haría un disminuido mental y crear una visión de la vida desde su punto de vista. Esto es otra cosa, un film que funciona estupendamente como melodrama cómico y buenista, con una narrativa ágil, tan efectista como efectiva. Hasta ahí, hasta el atropellado repaso a la historia reciente de Norteamérica, sus conflictos bélicos, sus modas y galimatías generacionales, FORREST GUMP se ve con una mezcla de agradable fluidez y empatía cómplice. A partir de ahí, en el preciso instante que empecemos a gustarnos y creernos capaces de vislumbrar la posibilidad de un mensaje trascendental, que sólo nos está buscando a nosotros, entonces, como dije, estaremos atrapados, como espectadores y personas, en ese peligroso leit motiv: no pienses, sólo actúa. Recibe órdenes, acátalas. El mundo es simple, tú eres simple, la felicidad es simple. Y los animales camino del matadero, incluso Franju se percató de la maravillosa simplicidad que se reflejaba en sus pupilas...
Saludos.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Escuchemos a los niños



En la pasada edición de los oscar, en el apartado de mejor película de animación, asomaba tímidamente, tras los zambombazos de Disney/Pixar, una pequeña producción franco-suiza de poco más de una hora, rodada en un sutil Stop-Motion y con un guion que, no por estar caracterizado en su mayoría por niños, lanza algunas cargas de profundidad (por profundas) contra la irresponsabilidad de los adultos. MA VIE DE COURGETTE está narrada desde el punto de vista de Calabacín, un niño circunspecto y solitario pero dotado de una imaginación desbordante, que ingresa en un orfanato tras la muerte de su madre alcohólica. No es el más alentador de los arranques, pero precisamente es esta inversión la que permite a Claude Barras iluminar a sus personajes sin caer en la cursilería ni el infantilismo; aquí los niños son niños, pero también son personas que van a tener la difícil misión de abrirse camino en la vida por sí solos, madurando a marchas forzadas y con la incomprensión de unos adultos que también tienen sus propios problemas. LA VIDA DE CALABACÍN es una película extraordinaria, hermosa y dura, con momentos en los que se palpa la plena felicidad y donde la tristeza no es impostada, sino que forma parte del día a día. Un film que no subestima a ningún espectador, y que es apta para no aborregar tanto a los chavales como a los mayores; un inteligente, sensible e inolviable viaje al corazón de la que debería ser siempre la mejor etapa de nuestras vidas...
Saludos.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Películas para desengancharse #36



Hay películas que pertenecen por derecho propio a un lugar incómodo dentro del imaginario sentimental de cualquier cinéfilo, films a los que se les ha prestado menos atención de la que merecerían en una tardía y sosegada revisión... o no. Sí, porque AN OFFICER AND A GENTLEMAN es uno de esos títulos en los que uno piensa a base de clichés y lugares comunes tales como "la pareja del momento (Winger y Gere) mirándose arrobada en una puesta de sol", "la arquetípica (y aquí ultramachista) manifestación del sueño americano encarnado por el rebelde que lo apuesta todo por ser piloto y la chica que vive al lado de la academia y que sólo sueña por ser rescatada por el susodicho", "el amigo que se esfuerza menos por ser de extracción social más acomodada" o simplemente "el pastelazo de la temporada con canción machacona de por medio". Todo eso lo podríamos convenir, pero, de no ser prudentemente observadores, correríamos el riesgo de caer nosotros mismos en el cliché del espectador acomodado que es incapaz de ver más allá de las apariencias. Comenzando por la firme dirección del siempre irregular Taylor Hackford, un director eternamente oscilante entre el mainstream y la autoría, que comenzó su carrera con un imprescindible retrato sobre Charles Bukowski y luego ha filmado obras magníficas (BOUND BY HONOR, DOLORES CLAIBORNE) junto a medianías sin pena ni gloria. Lo cierto es que OFICIAL Y CABALLERO no es ni Kubrick, ni Coppola, pero es justo reconocerle que esa historia romántica no escatima momentos de alto voltaje erótico y poca sutileza, que los personajes femeninos tienen su justa importancia en medio de tanta testosterona, que el personaje del más que solvente David Keith protagoniza un desenlace inesperadamente truculento, y que de no habernos empachado en las radiofórmulas con ella "Up where we belong" sería otra maravillosa canción compuesta por el inolvidable Jack Nitzsche con la voz rota de Joe Cocker. Además, el señor Lou Gossett Jr. ejecuta aquí el papel de su vida... Con todos estos elementos, reivindicar este drama romántico universal sería fácil, pero no podemos estar toda la vida enganchados de ella... ¿no les parece?
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!