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jueves, 15 de diciembre de 2022

El amor en tiempos de hambre


 

Sitges se cerró este año con BONES AND ALL, última propuesta del director Luca Guadagnino, que obtuvo una acogida dispar, que fluctuaba entre quienes babeaban con su "alto concepto del terror romántico" y quienes babearon entre ronquidos. Ni una cosa ni la otra. A mí me parece ua película honesta, valiente y con cosas que contar, pero que no es tan "echao p'alante", y además desaprovecha hallazgos tan desarmantes como el complejo papel de Mark Rylance, que debería haber centralizado esta historia de antropófagos enamorados. Con esa frase queda definida la titubeante trama, que no sabe si ser un drama generacional o romántico, un film gore o de terror "elevado". Es honesta porque Guadagnino no se muestra pedante (y mira que...), sino que parece enamorado de sus personajes, dándoles siempre una oportunidad de explicarse, y encontrando en una narración clásica la mejor aliada para combatir los muchos amagos de narcisismo involuntario. Es, más que nada, una road movie, excéntrica a su manera, que empieza fuerte, pero desecha indagar ahí, perdiendo intensidad y quedando casi como un libro de viajes anonadante. No es mala, pero da la sensación de poder haber sido muchísimo mejor. Y el casting, desigual, pierde a dos o tres posibles iconos por el camino.
Si la idea era escandalizar, no lo logra; si era modular una variación sobre la excusa romanticona, puede ser hasta divertida.
Expriman los escasos minutos de Rylance.
Saludos.

lunes, 21 de enero de 2019

Coreografía del mal



La gran sensación el pasado festival de Sitges fue, no cabe duda, la "posible" relectura que Luca Guadagnino ha realizado sobre SUSPIRIA, la gran obra maestra de Dario Argento, y uno de esos títulos que el tiempo ha ido colocando en una especie de altar inalcanzable y de culto. Personalmente, creo que esta SUSPIRIA está hecha de la única forma que se podría (y debería) haber hecho. Es decir, desde el respeto al original, para seguidamente abandonar su pathos y transitar por sus propias obsesiones y recurrencias formales. La espina dorsal está ahí, y sobre ella se cimenta esta desconcertante alegoría sobre el feminismo, la maternidad, la destrucción del amor y, en definitiva, las trampas que la vida plantea a quienes aún no hacen más que aprender a vivirla. Sí, claro que hay terror, incluso alguna que otra escena desagradable (la de la sala de espejos cuenta ya como una de las más impactantes del año), pero en mi opinión pesa más la contienda interna que Guadagnino se exige a sí mismo entre forma y contenido. No hay más que ver la importancia de las escenas de baile, mientras el misterio oculto tras las paredes de la academia de danza berlinesa se despliega mediante las frases codificadas de sus habitantes. Creo que es mejor no desvelar demasiado de esta ¿versión? ¿reinvención?, ni tampoco crear una tendencia que podría llamar al equívoco a los adoradores del film original (entre los que nunca me he encontrado), aunque sí advierto de que no es una película de visionado fácil. Guadagnino, lo reconozco, es un director a veces irritante, relamido y con afición a mirar al espectador por encima del hombro; y quizá el barroquismo desmadrado del "universo Argento" le venga como anillo al dedo, como si al fin hubiese encontrado la horma de su zapato, no convirtiendo a personas normales en excepcionales, sino todo lo contrario.
A mí me ha gustado, pero hay que verla y opinar.
Saludos.

viernes, 16 de marzo de 2018

Aquel verano perfecto



Todos hemos tenido un verano adolescente, de descubrimiento, de experimentación. En esos veranos era muy probable que tuviésemos cara de tonto, que tanto equivale a decir que fuimos fugazmente felices, en algunos casos puede que por primera y última vez. Ha habido tantas cosas que hemos merecido tener y se nos han escurrido como arena entre los dedos, que nos hemos sentido culpables, empequeñecidos, observados como un insecto por un entomólogo; toda idea bella desechada, todo impulso refrenado. Y entonces, se acabó el verano.
Sólo un reproche a CALL ME BY YOUR NAME. El cine no es publicidad, y no se puede contentar a todo el mundo; cuando Luca Guadagnino entienda esto será un cineasta mayúsculo. Mientras tanto, contar con un excepcionalmente escrito guion de James Ivory es algo de lo que no muchos directores pueden presumir y aprovecharse. El film lo sostienen los actores, no sólo en estado de gracia, sino ajenos a toda homologación categórica, mientras Guadagnino lucha esforzadamente por buscar la perfección en cada imagen sin resultar relamido, lo que no logra siempre.
Y luego está la historia. Y ésta es una historia de Amor, con mayúsculas, porque, pese a que ustedes aún no lo crean, dos personas pueden amarse de forma pura, aunque para ello deban hacerlo a escondidas. No hay mucho más, ni mucho menos, excepto una película que pasa en un suspiro, como uno de aquellos veranos, a caballo de un puente de Monet... Bueno, sí hay algo más. Una escena hermosísima, en la que un maravilloso Michael Stuhlbarg habla con su hijo, cosa que recomiendo encarecidamente a todos los padres que estén leyendo esto...
Saludos.

martes, 15 de abril de 2014

Difícil equilibrio en constante búsqueda



Antítesis perfecta e inesperada de la muy celebrada LA GRANDE BELLEZZA, el joven director Luca Guadagnino parecía advertir de nuevas formas en el cine italiano, una cinematografía en perpetuo desafío a sus propias posibilidades tanto estéticas como semánticas. IO SONO L'AMORE se valía de una puesta en escena semejante a la usada por Sorrentino, sólo que con inquietudes muy diferentes. Aquí el relato incluye los mismos vastos e ignotos grandes espacios de la alta burguesía, y también obtiene respuestas del confrontamiento entre la convivencia, casi siempre imposible, de lo aristocrático como tapadera perfecta de bajos instintos y sentimientos reprimidos y represores. Pero no hay mucha conexión entre el perplejo Gep Gambardella y la, por así decirlo, "asumida" Emma Tancredi, casi un objeto de origen desconocido y cuya fisonomía, tan poco italiana, parece anunciar su posterior desubicación a raíz de una inesperada aventura amorosa. Lo que Guadagnino parece esforzarse en poner de relieve es el triunfo imposible de la persona frente a la institución, de los sentimientos desatados ante una estabilidad económica que es incapaz de aportar sentido a una existencia que se sepa sensible. Es cierto que quizá, para lo que cuenta, le sobren algunos minutos (especialmente en el alargado tramo final), pero merece la pena regocijarse en la maravillosa interpretación de Tilda Swinton, una presencia que todos buscan sin querer realmente encontrar y que parece hacerse más liviana a medida de su descubrimiento personal. Aparte de un trabajo de fotografía notable a cargo del francés Yorick Le Saux, que afilaría aún más al año siguiente en la soberbia CARLOS; y no me gustaría olvidarme de la impresionante partitura de John Adams, un músico que particularmente me encanta y que siempre es un acontecimiento reencontrar.
En resumen, un film que cobra actualidad en estos días y que, precisamente por ello, podría considerarse punta de lanza de esta nuova rinascita.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!