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viernes, 4 de abril de 2014
La pantalla que respira
Me parece muy evidente que, de no ser por la emotiva y florida interpretación de un casi omnipresente Joaquin Phoenix, HER habría terminado siendo un coñazo irremediablemente considerable. Me resulta complicado entender, meterme en la piel de unos personajes y unas situaciones que me son por completo ajenos, cuando no directamente hostiles. No es por lo descabellado de su premisa argumental (un tipo al que le cuesta encontrar el amor tras su reciente divorcio se enamora de un Sistema Operativo... como suena). No. En realidad lo que me chirría son los goznes de una interminable catarata de face to face aparentemente trascendentales; lo que me viene a demostrar dos cosas cuanto menos inquietantes: que los americanos cada vez se parecen más a los japoneses (lo que es terrorífico como concepto) y que para remarcar "un cierto estado de calidez humana", lo mejor es no incluir en tu campo de pruebas cualquier atisbo de agobio económico. Estos personajes tienen siempre, en su unidimensionalidad, una parte importante de su existencia perfectamente resuelta, lo que a partir de ahí les permite (en realidad se lo permite a un guionista que sea vago) no tener que ocuparse de nada más que de "su gran problema". Es igual, nada va a cambiar al respecto, excepto que lo que hace un tiempo era una chorrada de novela romántica ahora puede ser perfectamente reconvertido en una "historia de amor más allá del tiempo y el espacio", porque el cine de ahora no se permite ni siquiera un fallo en su lisa y brillante esfera de brand new audiovisual.
E insisto: menos mal que eligieron a Phoenix...
Saludos.
martes, 22 de marzo de 2011
¿En qué piensan los hombres?
Increíblemente, Charlie Kaufman resulta ahora que es un creador popular (popular es que le gusta a mucha gente); y no lo digo por lo raro que es el tipo, sino porque no lo oculta, ni siquiera lo disfraza. A mí ni me gusta ni me disgusta, me parece un excéntrico apocado (!!), con su pizquita de talento, sus obsesiones, sus manías y lugares comunes; Woody Allen lo hace mucho mejor, pero a día de hoy olemos a Kaufman a poco que algo suyo aparezca por una pantalla. Hay mucha gente que alaba ADAPTATION, una película que promete mucho más de lo que ofrece y que empieza mucho mejor de lo que acaba; una pirotecnia extravagante disimulada con un corolario de emociones, en su mayor parte superfluas y con poco sentido. Sí, la crisis creativa y, paradójicamente, el juego dramático que da cuando en realidad no hay absolutamente nada que contar. El principio es lo mejor, mostrando al propio Kaufman interpretado por un Nicolas Cage igual de gesticulante que siempre, lleno de miedos e incertidumbres; no tiene tanta importancia lo que sí la tendrá luego, la excusa del guión adaptado y toda la cosa aquella de las orquídeas... No sé, sólo creo que lo que en propuestas similares no es más que un chiste privado a Kaufman se le eleva a la categoría de hallazgo metacinematográfico, y tampoco es eso. Una vez presentados los personajes, uno piensa en una especie de metáfora hiriente, como ocurriría (curiosamente de forma invertida) en la muy superior SYNECDOCHE, NEW YORK; sin embargo, ADAPTATION se conforma con que nos apiademos de ese guionista del que, francamente, me cuesta creérmelo, porque ¿cómo llega uno a un puesto así con tantos miedos e inseguridades? ¿Una pose?, claro, a todos nos gusta el drama, sobre todo para hablar de nosotros mismos, y Kaufman, que no tiene un pelo de tonto, lo sabe perfectamente; el problema es que todo este artefacto devenga en una historia atractiva y bien contada. En lugar de eso, está todo el rollo de las orquídeas, el papel de Chris Cooper, que está muy bien interpretado pero no logro imbricarlo en lo del guionista; la fascinación de Meryl Streep, aquí la escritora del libro a adaptar, por dicho personaje y su natural aventurero; el hermano gemelo de Kaufman, Donald, que es un pasota sin talento pero mucho desparpajo, así que un escrito suyo triunfa pese a carecer de calidad literaria, según el propio Kaufman, claro... No sé, no me lo trago, no en la medida de correspondencias que el guión de Kaufman exige; un guión que no es complicado sino enrevesado, y hay mucha diferencia entre una cosa y la otra. Y del final no hablo, que es de lo peorcito que he visto en años; sólo diré una cosa para concluir: ya va siendo hora de que nos dejen de poner accidentes de tráfico para rematar una escena que ha perdido toda la fuerza por sí misma; y en esta película hay varios...
Saludos hidropónicos.
sábado, 26 de diciembre de 2009
Corre Conejo, corre

Aclaración no tan fundamental: Spike Jonze es un cineasta tan atípico que él solito se las apaña para que nos cueste trabajo apreciar su trabajo; aquí notable en muchos aspectos e incomprensible en otros tantos. Incomprensible es que dos buenos actores como Catherine Keener y Mark Ruffalo (especialmente este último) no pasen de mera anécdota... Pero, en fin, esas son las cosas de Jonze. Incomprensible es la actitud de "film para treintañeros disfrazado de poesía infantil"... como si Gloria Fuertes copulando con Ginsberg... brrrrrr!... creo que me he pasado... Luego está lo bueno, y lo bueno es el tono visual, que no cae en nada que hayamos visto antes, curiosamente porque los efectos digitales están minimizados y se ha optado por la (re)construcción física. El niño bien, los bichos bien, se echa en falta un poco más de ritmo... Todo está demasiado claro o demasiado confuso, demasiado naif para un adulto y demasiado sofisticado para un niño; y no creo que los niños hayan salido del cine dando palmas, porque el habitual tono depresivo del universo Jonze sobrevuela todo el metraje. Para mí, que ni soy un niño ni me suelo deprimir, lo que de verdad me mosqueó fue la ausencia de ambición; no se aprovecha la llegada del niño a esa tierra poblada de seres fantásticos y se intenta construir "lo nunca visto", sino que aquí la supuesta imaginación consiste en que vemos un muñeco al más puro estilo Espinete hablando como Woody Allen... Puede que cuele para alguien no habitual del cine del neoyorquino, pero una vez superada la sorpresa inicial (la llegada es lo mejor del film) la cosa se va difuminando hasta caer en un preocupante estado de apatía; preocupante y extraño, porque la película termina y uno cree firmemente que podía haber dado más de sí.
Y para los que no la hayan visto, pues va de un niño cabroncete y maleducado que escapa a un mundo imaginario (no, nada de eso existe) donde hacer el hijoputa está bien visto, aunque esto es así porque ese mundo está en su propia mente, así que... ¡Arrgh!... ¡El efecto Jonze!...
Saludos desde donde vivo yo.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!