Mostrando entradas con la etiqueta Hong Kong. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Hong Kong. Mostrar todas las entradas

lunes, 15 de enero de 2024

Historia de dos policías


 

Enclaustrada (vayamos a saber por qué) en la sección "Órbita" de Sitges, se pudo ver un extraño film hongkonés, cuya amalgama de referencias era tal que resultaba difícil otorgarle un solo género, aunque en apariencia se trate de un thriller policíaco de altos vuelos. Con tres títulos nada menos, el original FENG ZAI QI SHI, el elegido para Europa WHERE THE WIND BLOWS, y el destinado al público norteamericano THEORY OF AMBITIONS, estamos ante un relato que nos lleva a lo largo de cincuenta años de rivalidad y amistad entre dos policías muy diferentes. Uno es íntegro y escrupuloso, lo que le hará enemistarse con todo el mundo en una sociedad dominada por la corrupción; el otro, en cambio, fue capaz de construir una especie de imperio paralelo, a base de aprovechar los resquicios de la ley. La historia no es nada que no hayamos visto antes, pero habría que hacer un aparte en el despliegue visual, que termina por ser abrumador, fastuoso incluso en exceso. Por la cámara de Philip Yung uno ve sin esfuerzo al Coppola de EL PADRINO, pero también a Scorsese, lo que parece hasta adecuado; en sus tramos más desatados, Yung invoca a su compatriota Wong Kar-wai, mientras adopta la cronología sincopada de Leone y, ya en éxtasis, alguna hipercomposición directamente trasplantada del STALKER de Tarkovski... Demasiadas cosas para un guion al que no le hace falta embrollarse tanto, y que nos habla de ese "director enamorado", incapaz  de deshacerse de sus propios elogios. Aun así, interesante film, que además tiene un binomio protagonista estelar en Aaron Kwok y el mítico Tony Leung, esa gran estrella asiática tan poco reivindicada a veces.
Además, tiene una estupenda banda sonora.
Saludos.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

La ciudad con un enfisema


 

LIMBO venía a cubrir la cuota del noir asiático, siempre tan apreciado en Sitges, con su punto mórbido, cercano al fantástico, y sin defraudar en los apartados técnicos, donde parecen superarse sin techo aparente. En este caso, volvemos a estar ante el típico film en el que unos policías intentan desentrañar quién se esconde tras una serie de extraños asesinatos; aquí son mujeres, normalmente prostitutas, a las que les es amputada una mano, por razones que aún los descolocan más. Con una fotografía en un B&W alucinante y alucinado, obra de Cheng Siu-Keung, Soi Cheang (que vuelve al estilo de DOG BITE DOG, su mejor film) nos incrusta en un Hong Kong que parece a punto de colapsar; una especie de ciudad-vertedero, compuesta por edificios brutalistas, callejones sin final y basura acumulada a modo de barricadas. En ese apocalíptico paisaje, el film discurre en un pulsante vaivén de motivos, desde la investigación en sí, la llegada de un joven inspector, y el atormentado pasado del más veterano, marcado por un enigmático suceso del que es culpable una joven raterilla, que acaba de salir de la cárcel. El film es innecesariamente grave, pesado, con una entidad que abruma, y que no deja respirar a unas líneas narrativas que se van superponiendo trabajosamente, y que complican en exceso la trama principal. En cambio, toda la construcción visual es apabullante, y cuesta creer que no se hayan dedicado a rodar por las calles sin más, unas calles que inmediatamente nos remiten al L.A. de Scott, o al Neo-Tokio de Otomo. Una barbaridad, pero que no llega a excelente por la inconcreción de todas sus partes.
Recomendable, por supuesto.
Saludos.

sábado, 24 de abril de 2021

El corredor de la rata


 

El acoso escolar no debe ser un tema menor en Hong Kong, a tenor de lo expuesto en BETTER DAYS, también nominada al oscar de habla no inglesa, y que parte de un suceso potentísimo (el suicidio de una estudiante), para ir diluyéndose en un metraje excesivo, precisamente para dar cabida a una historia más ramificada. Casi no hay rastro del intenso arranque en un desenlace demasiado idealizado, con personajes que se sacrifican por nobles causas, y pesos que han de arrastrarse durante toda la vida. Entre medias, hay tiempo para impartir lecciones morales, subrayar comportamientos reprobables, o clamar contra lo injusto del destino que han de soportar los que sólo quieren ir por el lado correcto. No es una mala película, y técnicamente tiene momentos bien logrados; pero es demasiado larga, demasiado ingenua, y es incapaz de superar su misión de "representación realista", un problema que suele darse cuando se pretende ser, precisamente, "muy realista". Además, la protagonista, aunque hace bien su trabajo, no cuela como estudiante, y se le nota que roza la treintena...
Se puede ver si tienen una tarde libre.
Saludos.

domingo, 4 de abril de 2021

Rincón del freak #450: La evasión que precede al hastío


 

Tiempo hubo, que los tréboles crecían junto a los ladrillos. El niño se ensuciaba y las orugas saludaban tras los talleres mecánicos. Un tiempo olor estraza, color celofán, que prometía sin enseñar las pilometrías venideras. Una tienda igual que un cine, y un crítico igual a un emisario. Entonces era más fácil, todo, desde ir al cine a montar una tienda, y lo llamaron progreso, mientras el imago se iba completando a la inversa. Curiosamente, el entretenimiento ya no puede permitirse ninguna frivolidad, porque ésta ha pasado a la información. Curioso. Sin intervenir en términos de calidad, o profesionalidad (asquerosa palabra, demoníaca palabra), películas como DI YU WU MEN se siguen haciendo, a porrillo, pero tienen un miedo al ridículo equivalente a las proporcionalidades beneficiarias. Y da la impresión de que todo ha sido trasvasado a la inversa, y que arde con quieta mirada fósil.
Y en los carteles del cine de verano, el niño, con gusanitos alrededor de la boca asombrada, lee una frase que no comprende, que son las frases destinadas a quedar como epitafios mudos: "Cole, cole, que te como"...
Saludos.

domingo, 2 de junio de 2019

Rincón del freak #358: Adelantando al hombre biónico... pero por la derecha



Venga, que ya que estamos enfrascados con lo de los superhéroes y todo eso, no podía dejar pasar la oportunidad de visitar las catacumbas del género, y más concretamente esas que provienen del lejano oriente, un lugar que nunca ha dudado en apropiarse de cualquier cosa y pasárselo por el forro. Esta película de hoy la recordaba de los cines de verano, con doblaje chusquero y los mamporros sonando en eco-dolby de toda la vida. Aquí creo que se tituló INFRAMAN, aunque ahora me entero de que tuvo alguno que otro más, y llegaba de Hong Kong, de la mano de la inefable productora de los Shaw Brothers, a la que animo desde aquí a indagar en su abundante e inenarrable filmografía. Y, bueno, INFRAMAN es una especie de hombre biónico chapucero, al que le han implantado fusibles, porque es 1975 y los microchips aún estaban por llegar definitivamente; una especie de justiciero con mono de vinilo y casco de motorista, pero aspecto más bien insectoide y cuyos superpoderes procedo a enumerar: volteretas y cabriolas varias, aunque el adversario esté a veinte metros; una patada voladora impulsada al revés de como lo harían las leyes de la física; unos rayos pintados con Carioca, de diferentes formas y colores; y por último, aunque no menos importante, una escena rigurosamente repetida hasta la saciedad, en la que nuestro amigo vuela en posición rígida y estiradísima. Y enfrente los malos, hechos de goma, con caretas semejando esqueletos e insectos, y moviendo los brazos en constante desespero, también por razones que se me escapan. La jefa, atención, es una bruja alienígena con aspecto de valkiria china y rubia por añadidura... ¿Qué puede fallar aparte de todo?...
Ah, pero cómo olía aquel adobo en las noches de verano... Eso nunca lo podrán igualar Marvel y DC.
Saludos.

lunes, 14 de enero de 2019

Luchadores por la paz



El cine de Johnnie To siempre ha sido difícil de detectar, moviéndose con insolencia entre la constancia de las grietas existentes en el cine de género, por donde ha sido capaz de introducir elementos aparentemente inauditos, cuando no directamente antagonistas. En Sitges se pudo ver THROW DOWN, de 2004, una película que ha permanecido en un ostracismo tal que ni siquiera los seguidores del director hongkonés la citaban en importancia. Su argumento podría entrar dentro de lo original, lo insólito o incluso lo descabellado, y quizá le sean imprescindibles un par de visionados para entender su trasfondo. Cuenta la historia de un antiguo campeón de Judo que, retirado, trabaja en un club nocturno, donde intenta olvidar su pasado en interminables noches de alcohol. Hasta allí llegan una joven aspirante a cantante y un saxofonista que en realidad es un admirador suyo, que intentará convencerlo para tomarlo como maestro. Lo lógico sería pensar en un film más de artes marciales, pero To le da un aire decadente y onírico en torno al club, por donde pasan amigos y rivales de este antihéroe, incapaz de retomar las riendas de su vida. Una película inclasificable y amarga, pero también poseedora de un extraño sentido del humor, y cuya recuperación ha sido un pequeño impacto, además de una saludable noticia acerca de la labor emprendida por según qué festivales.
Saludos.

domingo, 22 de abril de 2018

Rincón del freak #309: Explicitud o desfase



HEI TAI YANG 731, más conocida como LOS HOMBRES DETRÁS DEL SOL, es uno de esos títulos que suelen aparecer en listas de todo tipo, llámense "las pelis más raras" o "las más bestias". El caso es que uno nunca puede dejarse guiar por estas consideraciones sin comprobar de primera mano qué puede haber de cierto en temas tan escabrosos y controvertidos. La Historia ha demostrado que las grandes guerras han servido para auspiciar todo tipo de aberraciones y crímenes contra la humanidad; ahora bien, que una loable intención albergue un material fílmico de calidad, ahí tenemos un problema. El film de Tun Fei Mou es un exploitation en toda regla, con sus exageraciones y remarcados en fluorescente, los habituales descuidos de este tipo de producciones y la sensación de que se ha rodado el material a toda prisa. Aun así, es cierto que prima la acentuación sobre la denuncia de unos hechos simplemente indefendibles desde cualquier punto de vista moral: la utilización sistemática de prisioneros chinos, por parte del ejército japonés, para todo tipo de experimentos. Llámense vivisecciones, inoculación de virus, exposición a temperaturas extremas o a presiones atmosféricas inconcebibles. Todo ello es mostrado sin ningún tipo de pudor o censura, con unos efectos especiales palpablemente mejorables, pero logrando esa sensación de inquietud ante el espectáculo de lo inimaginable. Hay algunas leyendas urbanas circulando, como la utilización de cadáveres reales o la muerte real de un gato, devorado por cientos de ratas; sea como sea, es un film normalito, cinematográficamente hablando, y que puede provocar alguna arcada a los estómagos sensibles, pero al que yo no atribuiría nada parecido a "legendario", ni mucho menos.
Saludos.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Crónica del fin de un tiempo



Como sé que lo deseaban ardientemente, puntualmente iré trufando cada semana con una peli "de chinos", denominación que sirve para dejar de lado las molestas etiquetas e ir al meollo del asunto, que es eso que sólo "los chinos" (porque no sólo van a ser chinos, claro) saben hacer: películas que no entiendes pero que tampoco te atreves a decir que qué mala es, entre otras cosas porque están muy bien hechas. Y con este parto de la burra en el que se ha convertido lo de los oscar, por mi "ocurrencia" de entremezclarlo con los Goya, viene al pelo THE GRANDMASTER, que tuvo dos nominaciones allá por 2014, fotografía y vestuario, que creo podría haber ganado sin ningún problema. Pero más allá de los alardes de Philippe Le Sourd, mucho más accesible que Christopher Doyle, lo que Wong Kar-Wai propone en esta aproximación a la enigmática figura de Ip Man es una gozosa puesta en cuestión de los sacramentos del Wuxia, conformando una obra horriblemente narrada (lo habitual en el hongkonés, por otra parte) con la intención de alcanzar la belleza del anticlímax; esto es: ponerle los dientes largos al personal a base de técnicas y más técnicas de combate marcial, porque hay un desafío del Norte al Sur para establecer una cierta supremacía, y el Sur elige a Ip Man, un tipo poco dado a los exhibicionismos y que profesa el minoritario y nada extravagante Wing Chun. Después, nada de esto parece importarle ya a Mr. Kar-Wai y la película deriva hacia la ocupación japonesa, que duró hasta el fin de la WWII y que, entre otras muchas cosas, dejó al gran maestro separado para siempre de su familia y en la miseria, lo que le obligará a dar clases. Después, Ip Man deja de ser relevante en la narración, y el testigo lo recoge Gong Er, una mujer que además de ser asimismo maestra de artes marciales es la última representante de la dinastía Gong, y que a base de echarle bemoles será la que complete, 20 años después, el desafío que, francamente, a mí hasta se me había olvidado... Es decir, que casi es mejor (si tienen el equipo necesario) prescindir de los diálogos, que prácticamente no son más que una retahíla de proverbios cursis, y disfrutar de las excelsas coreografías, con un inspirado Tony Leung dando vida al maestro del sombrero blanco, el hombre que enseñó a luchar a Bruce Lee. Y es que parece que sólo los chinos tienen la desfachatez de hacer algo así de horrible y hermoso. Sigamos intentando entenderles...
Saludos.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Corre, corre



Tras el enorme éxito cosechado, Johnnie To filmó sólo dos años después RUNNING OUT OF TIME 2, manteniendo al carismático Lau Ching Wan como el perspicaz inspector Sang, e introduciendo a Ekin Cheng (cantante en la vida real) como un villano aún más refinado y retorcido que el anterior Andy Lau. Aquí, el giro resulta de la exigencia por parte de un misterioso ladrón por cobrar un millonario rescate por tres obras de arte que se suponían imposibles de robar. No me atrevería yo a poner esta secuela por delante de su predecesora, pero hay un par de escenas absolutamente brillantes. Una es la primera toma de contacto entre policía y ladrón, a la que seguirá una persecución casi a cámara lenta; la otra es también una persecución, solo que en bicicleta y mucho más accidentada. En ambas parece en todo momento que el ladrón "desea" ser atrapado, o que, por muy cerca que estén ambos, es imposible su captura. Una estupenda película que nunca toma parte de cierta estupidización del cine de acción contemporáneo y que junto a su primera parte bien podría ser considerada como la respuesta de Hong Kong a la miríada de subproductos provenientes de occidente (el Hollywood bajo) y que se aprovecha torpemente de un exotismo que, como es evidente en toda la filmografía de To, sólo es tal si sirve para construir un guion sólido.
Saludos.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Deprisa, deprisa



Una pequeña gran conmoción en su momento (1999), RUNNING OUT OF TIME fue como el despertar internacional a un excelente director hongkonés, Johnnie To, capaz de influir directamente en cineastas occidentales al mismo tiempo que la crítica indicaba su particular estilo, que sin imitar a nadie proponía nuevas relecturas del cine de género. Si lo tomamos desganadamente, este film no es más que otro en esa larga lista compuesta por el inacabable enfrentamiento entre dos cerebros privilegiados, uno dedicado al crimen y otro al cumplimiento de la ley ¿Qué podría hacerla especial? Primero su desparpajo a la hora de enseñar sus cartas. Al colocar al inspector San en un camino paralelo y poco convergente con su enemigo, la libertad de acción se dispara y se nos hace cómplices de "lo que el otro no sabe", en un excitante juego del gato y el ratón. Wah es un distinguido ladrón, capaz de robar cualquier cosa y que, con una enfermedad terminal, decide retar a San a que le atrape antes de que robe un valioso diamante, con el añadido de que tiene la desfachatez de indicarle incluso qué día y a qué hora cometerá el robo. To parece beber en las series de Fantomas o Arsenio Lupin, donde la diversión casi siempre provenía por la parte criminal, al ser éste un ser no tan monstruoso, aunque conservando cierta altivez que lo distancia de una humanidad que no le cae tan bien y de la que extrae sus motivaciones para delinquir. Con un ritmo frenético in crescendo, Johnnie To emula a su antihéroe y nos deja en el punto exacto, antes de la (falsa) resolución y sólo para que un espectador sabelotodo se diga a sí mismo con media sonrisilla: "Pues no que me la ha dado el chino éste..."
Por cierto, a Andy Lau sí que me lo creo.
Saludos.

viernes, 21 de junio de 2013

Besos, azúcar y cigarrillos



MY BLUEBERRY NIGHTS fue, hasta hace poco, una de esas películas a las que no lograba encontrarle un hueco en mi agenda cinéfila, bien por desidia, por desconfianza o por un instinto aún no registrado que me advierte del potencial apriorístico de una película. La vi... ¿y qué quieren que les diga?... Es Wong Kar-Wai, sí, y no sé si eso significa gran cosa, porque nunca he creído lo suficiente en los artistas que anteponen (puede que inconscientemente) su nombre, su "yo" ("La de Almodóvar... La de Lynch") a su obra, que es lo que debería importar. Pero el de esta película es un caso curioso, porque se puede intuir que la América del director hongkonés es forzadamente americana, casi con una impudicia que difícilmente se le ocurriría organizar a un director norteamericano; y aun así, es cierto que sus personajes están bien dibujados, mucho mejor (por eso digo que todo es tan raro) de lo que el cine hollywoodense nos suele acostumbrar. MY BLUEBERRY NIGHTS parece un Jacques Demy pasado por el filtro de Alan Rudolph... Pigalle en Brooklyn... a lo mejor estoy perdiendo la cabeza yo, claro, ¿pero qué esperaban de un film en el que la alabanza del romanticismo incluye tartas caseras, café, cuellos altos y cigarrillos apoyados en escaparates multicolores? Esto en un libro queda bien, se puede moldear a la manera de Philip Roth, dotarlo de un sentido mayestático que en este film la endeble Norah Jones nunca llega a lograr; mejores, sin embargo, están Jude Law (y eso que tiene el papel menos agradecido de todo el film), Natalie Portman, Rachel Weisz y David Strathairn, y muy especialmente estos dos últimos, cuya escindida aparición, casi un capítulo aparte en sí mismo, podría haber dado lugar a una historia más interesante ¿O es que el whisky no sigue siendo mucho más interesante que los batidos de chocolate?...
Mis más sinceros saludos.

domingo, 5 de febrero de 2012

Rincón del freak #54: Soy un fantasma y voy a asustarte ¿vale? Vale, pero rápido que tengo hora con la manicura...



La película se llama WOMB GHOSTS y es muy muy muy muy mala. Punto final. Lo único que quería escribir (porque creo que es lo único que se puede escribir a estas alturas) era que este tipo de producciones de calidad ínfima, al reproducirse como las cucarachas, crea una sensación de indefensión e incomprensión a ese incauto cinéfilo que cree que encontrará la penúltima joya escondida al fondo del vertedero. Y es que en eso se ha convertido el 80% de la programación de los festivales de cine fantástico y de terror, que en el mejor de los casos buscan un saludable reciclado en otras miradas más heterodoxas. No sé la de veces que he visto ya una niña con la cara pintada de blanco, un camisón del mismo color y una larga melena cubriéndole el rostro; a mi entender, es como uno de esos malos comediantes que, falto de ideas, se apoya en su atuendo como guiño irrefutable de tiempos mejores. Me reservo hablar de la trama, que es una tontería como otra cualquiera, y les conmino a que vayan a una terracita con calefacción y degusten un vino de Navarra con un ternasco bien temperado. Placeres invernales, vive dios...
Saludos fantasmales.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Impresionismo cinematográfico



Yo no sé si ustedes saben de qué va ASHES OF TIME... De hecho, ¿alquien tiene idea, aparte del tema económico, de si lo del "redux" supuso algún tipo de explicación que nos hubiésemos perdido? No sé, yo creo que no, que el "redux" ha sido sólo la inclusión de más metraje, lo que le da más enjundia y solemnidad y además refuerza esa sensación de que el director de este batiburrillo no era Wong Kar Wai, sino Christopher Doyle. Es osado y pedante por mi parte, pero no me cachondeo de nadie; ASHES OF TIME es un compendio de imágenes montadas a ritmo de WuXia ultraralentizado y ensimismado, punteado aquí y allá con una serie de sentencias (no frases) en búsqueda inmediata de lo absoluto y/o infinito... Es decir, una especie de THE TREE OF LIFE oriental un poquito más entretenido y un con un poquito de más inventiva visual. Casi más que una película, ASHES OF TIME es la plasmación de los esplendorosos recuerdos de un tipo que agoniza en cualquier parte; algo que podría haber quedado muy estupendo en una novela pero que desorienta cuando empiezan a revolotear esas imágenes en tono pastel chillón sin que nos podamos explicar con certeza qué diablos está pasando. Si queremos tomar una clase magistral de fotografía, entonces estamos ante el título correcto, Doyle efectúa un trabajo desbordante, lleno de sensibilidad y agresividad a partes iguales; en cambio, como película, puede que todo lo que pudiese tener de interesante se ha quedado en alguna parte de la cabeza de Wong Kar Wai, y a lo mejor hasta lo ha olvidado...
Saludos cenicientos.

lunes, 4 de julio de 2011

Colisión lateral



Como todo el mundo sabe a estas alturas, no soy ningún fan acérrimo del maremágnum de títulos provenientes de Japón y cuya más certera clasificación correspondería a la categoría "Ida de olla con mucho ruido y muchos colorines donde todo el mundo grita". Bueno, pero como soy como soy, lo cierto es que de vez en cuando me dejo engatusar por alguna de estas cosas; además, la que voy a comentar hoy es una producción que a primera vista atrae por lo curioso, algo que casi se ha de dar por supuesto en estos casos, pero en fin... Había oído hablar de algo llamado BLOOD, que mezclaba vampiros, katanas y adolescentes vestidas de marinerita... un disloque, vaya. Así que un día me encontré con que se había hecho una adaptación del anime original con actores reales, y parecía que podía prometer su aspecto a lo SIN CITY medio gore, con espadazos bajo la lluvia y colmillos relucientes, un poco a lo Tarantino pero con menos sentido del humor; hasta música de Clint Mansell tiene. El problema es que es muy complicado reconciliar dos filosofías (y amplíen la palabra a su gusto) que reciben sus bondades de fuentes muy distintas. El cine, tal y como lo concebimos, no repudia la narración, puede subvertirla, ocluirla o transformarla, pero no aniquilarla; el anime, por su parte, es obsesivo, fetichista y egocéntrico, se sirve de los elementos que más afines le puedan ser y los encierra en su mundo particular, con sus reglas y estereotipos particulares, los cuales no puedes rechazar, porque si no estás fuera del juego. Supongo que BLOOD: THE LAST VAMPIRE intenta escapar de esta pétrea tendencia, al menos su dinámico inicio así lo hace ver, pero todo queda enterrado en cuanto las espadas se desenvainan y ya no hay discurso que valga. Gusta, claro que gusta; esto tiene el mérito de congregar a millones de personas ante su cegadora fogata, darles lo que necesitan sin pedir demasiado a cambio, pero esto es algo que suele irritarme por las grandes posibilidades técnicas desperdiciadas en guiones vanos, no por infantiles (que también podría ser), sino por vanos... ¿lo repito?
Saludos desangrados.

viernes, 24 de junio de 2011

Te querré siempre, a pesar de todo, por encima de todo...





He dicho ya muchas veces que el cine de Wong Kar Wai, pese a reconocerle su cuota de calidad, que la tiene, no me convence, no me llena, no logra traspasarme con su supuesta emoción y sus pasiones irreprimibles. Sin embargo, todos los directores, los de cierto recorrido se entiende, tienen ese momento de inspiración en el que se olvidan por un momento de sí mismos, de su propia marca autoral, y deciden contar una historia inteligible. Es el caso de HAPPY TOGETHER, que a casi quince años de su realización sigo viendo a años luz del resto de las películas del director hongkonés. Y es que HAPPY TOGETHER lo apuesta todo a una carta: el amor. Se cuenta aquí una historia de amor de las que te dejan con las patas colgando; amor entre dos hombres, condenados a perseguirse, dañarse, engañarse mutuamente, sacrificarse por "el otro", sin el cuál, empero, apenas pueden sobrevivir. Los personajes de Wong Kar Wai son como peces fuera del agua cuando se separan, cosa que ocurre constantemente; en sus múltiples reencuentros se aman como fieras, se escupen las cuatro verdades y buscan desesperadamente algún nuevo motivo para volver a separarse. Leslie Cheung y Tony Leung soportan con su maravilloso trabajo todo el peso de una película siempre al borde del desastre y que, milagrosamente, casi como sus protagonistas, logra salir a flote tras cada intento de suicidio. Viajamos desde Hong Kong hasta Argentina, donde esta peculiar pareja busca su rebautizo en las turbulentas aguas fronterizas de las cataratas de Iguazú, donde jamás irán juntos y que se convertirá, a partir de una fascinante imagen con la voz de Caetano Veloso de fondo, en el inalcanzable símbolo de su amor imposible. Sí, todo es muy poético y muy romántico, pero también hay grandes dosis de mala leche y un malsano masoquismo recorre cada fotograma; y todo con el que creo que es el más inspirado trabajo en la fotografía de Christopher Doyle, que alterna los tonos monocromáticos con repentinas explosiones de color. HAPPY TOGETHER  no es una película para ver si te ha dejado tu pareja, aunque puede resultar extrañamente subyugante si eres un soltero empedernido y te van las emociones a flor de piel; aquí hay cine de muchos kilates, un cine que va de frente, sin artificios. Y es que cuando algo nos gusta mucho, en El Indéfilo lo decimos alto y claro, sépanlo.
Saludos arrejuntaos...

jueves, 20 de enero de 2011

Huevos escalfados



Vas andando, en bus, metro; consultas manuales de bricolaje, compras muebles para montar, escuchas The Police oliendo a goma encolada. Vuelves no muy tarde del dvdstore (antes videoclub) con la barrita de pan, la botella de vino (no muy caro) y la idea fija de todos los martes por la noche. Te dejaste bigote, te compraste una camiseta, un disco; tienes justo el doble de la edad que te gustaría tener y no te ha llamado nadie desde hace cuatro días. El DVD es nada menos que HARD BOILED, de John Woo; realmente no sabes por qué la has cogido, hace varias semanas que sólo oscilas de Rohmer a Chabrol; Wyler, Rossellini o Hitchcock... Pero coger HARD BOILED te da un ramalazo por la espalda que te gusta y te inquieta a partes iguales; piensas: "es cool". Todo empieza. Parece que en Hong Kong cualquier cuita se arregla vaciando cuatro cargadores repletos de plomo; y es costumbre disparar en posición acrobática sin por ello perder el punto de mira, mientras afluentes enharinados aparecen por doquier y carritos niquelados chirrían a cámara lenta. Para rematar la faena, un hospital es usado como improvisado campo de tiro y morgue mogollónica. Más de dos horas después, con  botella y baguette intactas, labios levemente separados y ojos resecos, piensas: "Dios de mi vida, qué suerte tengo de vivir solo".
HARD BOILED, de John Woo; o como diría mi colega Charly: "Guasa con papas".
Saludos esterilizados.

lunes, 17 de agosto de 2009

Tic tac

Algún día, alguien le hará un homenaje a Johnnie To (alguien importante y de occidente, claro); con suerte se podrán degustar sus semidesconocidas cintas y entonces, sólo entonces, la miríada de incondicionales de Quentin Tarantino (y digo Tarantino porque es un bocazas y un fanfarrón, porque hay más) serán presa de un súbito azoramiento y casi que no sabrán a qué esquina correr a esconderse.
Y eso que To ni es original ni le hace ninguna falta. Sus ballets de sangre y fuego, donde las miradas sustituyen a los diálogos y la acción deviene puro vértigo, contienen la adrenalina de la venganza, tan extendida en el cine de acción oriental, sólo que no se trata de una venganza vacua, ni esteticista porque sí, sino que atiende a unos estrictos parámetros que sólo atisbamos cuando su muda dialéctica nos deja un resquicio para reflexionar (y respirar). EXILED dejó boquiabiertos a los pocos que la vieron en los extrañísimos pases de hace tres años en Madrid. Los que le conocían esperaban una mera continuación de THE MISSION; y bien que lo parece en su soberbio arranque, deudor de Leone y derrochando un malsano humor "a la francesa", que desemboca en un alarde de montaje que debería hacer reflexionar al director de DEATH PROOF acerca de sus "saltitos temporales". Los que no sabían nada del hongkonés simplemente lo fliparon.
Dos hombres llegan a una casa, llaman y preguntan por una persona; en la puerta, una mujer y su hijo pequeño; la mujer niega, los hombres esperan pacientemente fuera. Llegan otros dos y comienza el juego de miradas, a veces cubiertas por gafas de sol. Se repite la secuencia y los cuatro hombres, en parejas, esperan manteniendo una prudente distancia. Un quinto hombre ha de llegar; dos le esperan para matarlo, los otros dos van a protegerlo.
Y si esto no es un pedazo de guión pues que venga Mr. Avary y lo arregle, para eso se forró tocándose los cojones y nadie dice nada. Hala.
El resto es una de las películas más sorprendentes de los últimos tiempos. Y no la conoce casi nadie.
Saludos de un tipo al que se le acabaron las vacaciones, así que va a disponer de muuuuucho más tiempo para escribir chorraditas... Curioso mundo éste...

lunes, 6 de julio de 2009

Suavemente me mata...

Hoy, tras dos merecidos días de descanso, voy a dar una nueva versión de mí mismo. Voy a demostrar varias cosas que parecían indemostrables. Que puedo hablar muy bien sobre cine oriental; incluso cine oriental del que quiere dar miedito; incluso de cineastas coreanos... o más o menos.
El artefacto capaz de obrar tamaña perversión intelectual es un curioso film firmado por tres directores y que se estrenó hace unos cinco años. Su nombre global: THREE EXTREMES.




En el primer capítulo, llamado Dumplings, el hongkonés Fruit Chan, director habitualmente insoportable y soporífero, entrega un "sabroso" mediometraje donde se cruza la tradición macabra de Poe con un insano gusto por lo escatológico. La trama, muy sencilla: Una señora adinerada acude a un barrio miserable donde se dice que hay una mujer que tiene una receta para la eterna juventud. La receta son los dichosos "dumplings", una especie de empanadillas albinas que crujen y que la buena señora (muy buena, por cierto) prepara en su misma casa. La sorpresa (bastante desagradable, por cierto) viene dada cuando la clienta descubre el misterioso relleno de las empanadillas... No cuento nada, pero concluyo con lo importante, que es haber visto al fin un trabajo dinámico y refrescante de este tipo, autor de barrabasadas tales como ese par de trilogías, de las que no conozco nadie que las haya visto enteras.





En el segundo segmento, titulado Cut, también temíame lo peor; nada menos que mi "adorado" Park Chan-wook, del que ya me sé de memoria hasta el nombre y apellidos. Es el más flojo de los tres, pero aun así, he de decir que me sorprendió el alarde de paciencia de este habitual del histerismo fílmico. Con un magnífico trabajo de puesta en escena, reducido a una sola habitación, el coreano comienza su relato de forma fascinante, con un recurso de "cine dentro del cine dentro de..." que tiene su continuación en un cuadro típico, por ejemplo, y para orientarnos, de la serie SAW; donde un tipo es obligado por un majara a cometer una serie de atrocidades para salvar los deditos de su novia, que es pianista. Todo muy calculado y muy retorcido, hará las delicias de los amantes de este tipo de cine. Yo, sinceramente, creo que es de lo mejorcito de su excesivo director






Pero lo mejor estaba aún por llegar. No soy seguidor del prolifiquísimo (más de tres pelis por año) Takashi Miike, ni sé exactamente cuáles son los parámetros de su cine, ni la calidad que le es atribuida por su legión de entusiastas. El caso es que su episodio de este todo, titulado Box, es una extrañísima y delicada pieza de cámara de la que no sabemos nada mientras transcurre, ni nos importa. Sólo vamos dejándonos llevar por esa atmósfera de ensoñación mientras observamos a una misteriosa escritora que entrega un manuscrito, una especie de sueño recurrente donde aparece un pequeño circo en medio de la nieve; un espectáculo igualmente extraño y delicado, con dos bailarinas de cortísima edad y un señor enmascarado que oficia trucos de magia en base a una caja. No intenten buscarle un sentido, da igual. Yo me quedé fascinado por esa manera de filmar tan marciana y con una narrativa en la que nada es lo que parece y sueño, realidad y pesadilla marchan de la mano, sin quedar nunca claro cuál es cuál. Por cierto, el final... el final es caso aparte. UNA BRUTALIDAD... Estoy abierto a sugerencias, porque en menos de media hora yo le había dado no menos de cinco significados diferentes.


Saludos por triplicado.

jueves, 12 de junio de 2008

Bomba de vacío

Al fin puedo decirlo: tengo un grave problema: soy incapaz de ver lo que todo el mundo ve, y no me refiero a Gran Hermano.
Hasta hace bien poco pensaba que mi rechazo hacia ese "nuevo cine oriental", que desde principios de los noventa insiste en querer subvertir los términos y condiciones que componen el cine, era una nadería, las pensaba malas (extrañas a lo sumo) e incapaces de transmitir emociones, un artefacto exótico y resbaladizo más pendiente de interiorizar que de mostrar.
Eso era antes. Ahora me doy cuenta de que o bien me he quedado obsoleto en esto de las películas o la cosa ha corrido que se las pela y yo no me he enterado.
La verdad es que todo esto sería bastante más fácil si el dichoso cine oriental (qué poco me gusta esto de las etiquetas) no hubiese irrumpido en nuestras plácidas vidas como elefante en cacharrería.
Lo siento, quien me conoce sabe que no soy nada reaccionario, pero quedéme frustradísimo tras ver 2046, el enésimo truco visual de Wong Kar Wai, cuyas películas todos alaban pero nadie es capaz de explicarte. Perdónenme, pero necesito en primer lugar que me cuenten una historia, luego que me la crea, y en ultimísimo lugar, si no hay nada que contar, que al menos me entretengan con oficio y buen hacer. Esta película no tiene ni lo primero, ni lo segundo, ni lo tercero, sino que va por libre e intenta convencernos por huevos de que asistimos a algo por primera vez, cuando está claro (sobre todo después del la última ridiculez del senil James Cameron [y si no, indaguen]) que todo está ya hecho en el séptimo arte y, si acaso, podemos contar con autores que explotan su personal visión de mundo.
IN THE MOOD FOR LOVE tenía su gracia, una forma de hacer cine con soltura y desparpajo, recordando, sobre todo, a Bresson y al primer Godard, lo cual no es moco de pavo. Pero claro, estirar el chiste es algo que nadie en esto del cine (y bien que lo advertía Orson Welles en F FOR FAKE) ha podido permitirse sin caer (como efectivamente ha sido) en una explosión colorista y vacía de contenido. Es decir: un videoclip de lujo.
Sé que me van a acribillar por esto, pero a día de hoy mi pobre intelecto sólo da para entender a John Ford y cuatro más
"Visionarios" saludos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!