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martes, 8 de agosto de 2023

Cuestión de tiempo


 

Habría que atreverse a abrir los comics, indagar en, sí, la multiplicidad de historias, argumentos, motivos. Hacerlo desde el reconocimiento a la autoría de quienes se convirtieron en adalides de la autonomía creativa. Eso, y no otra cosa, debería hacer cualquiera que se quiera presentar como "director de películas de superhéroes". Lo de los multiversos está bien, vale, bien. Incluso fue una tendencia desatada durante un tiempo, un manantial que se creía inagotable y terminó siendo un empacho. Y esto ocurrirá, porque empieza a oler a chamusquina lo de sacar de donde no hay, por muy espectacular que se ofrezca el producto. THE FLASH no es una excepción, y su embarullado argumento viene a ser como un hermano muy menor, practicamente deudor, de REGRESO AL FUTURO, con la que se permite hacer varios chistes sin mucha gracia. Al menos, Andy Muschietti es un director lo bastante dotado como para no dejar caer el ritmo, facturar al menos una fruslería sin pretensiones, como un divertimento, caro, pero con vocación de entretener apenas. Con las ya canónicas (y no siempre justificadas) dos horas y media, es demasiado larga, y al menos la mitad se intuye como un gigantesco relleno, con muchas apariciones estelares, eso sí, pero sin nada en su interior que no hayamos visto antes. Para colmo, puede que Ezra Miller sea uno de los protagonistas más insufribles que yo haya visto jamás, excepto cuando hace de psicópata, claro... En resumen, una de esas cosas que se ven y se olvidan, y que sólo puede ser recomendable para fans irredentos.Pero eso ya lo sabíamos...
Saludos.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Is



Una reseña breve para una peli muy larga. Larguísima. Interminable. Alargada. Creo que es lo justo para decir que IT. CHAPTER TWO no es más que la constatación de que el formato serial, a fuerza de ser el que más aceptación tiene entre los espectadores que ya han hecho su selección a la hora de consumir ficción, va a ser el que predomine también en salas; como si de una insólita vuelta a los orígenes del cinematógrafo se tratase, aunque con menos carga de ingenuidad o asombro. Es difícil de explicar, porque (ya lo señalé en la reseña dedicada a la primera parte) las más de 1.500 páginas de la novela de Stephen King (aquí con un curioso cameo) son perfectas para una serie, pero la New Line ha elegido una distribución que, al menos a mí, me resulta estomagante. Y es que si la primera duraba algo más de dos horas, ésta lo hace hasta alcanzar casi las tres, lo que conlleva una doble exigencia: una atención imposible de mantener, por culpa de un pobrísimo desarrollo de personajes y situaciones. Muschietti, mantengo, es un narrador horrible, que se lía con argumentos de más trillados, y que pretende taparlo todo amontonando golpes de efecto, lo que le da a su cine una apariencia deslavazada, incoherente. Es decir, que no hay nada en esta segunda parte que supere a la primera, excepto la sensación de no dar con el tono, que igual hay horror "cósmico" que chistes del SNL... y no con demasiada gracia.
Al final, ven, incluso yo me he alargado. Si es que...
Saludos.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Im



Vaya por delante que no me apasiona nada el carácter "terrorífico" de IT, ni de la anterior versión, ni de esta, y ni siquiera de la novela original. Novela que, por cierto, daría magníficamente para una serie de televisión lo suficientemente valiente como para indagar en las cuestiones que Stephen King planteaba como primordiales para comprender con exactitud qué hay oculto tras la amenaza de un payaso que sólo los niños y adolescentes pueden ver. No hay nada de eso en el guion ideado por Chase Palmer, Gary Dauberman, Cary Fukunaga y el propio Andrés Muschietti, que lo dirige todo de la misma forma rutinaria y previsible que su anterior trabajo, MAMÁ. Las tribulaciones del payaso Pennywise quedan aquí marginadas a un puñado de escaramuzas visuales, vergonzantemente deudoras de un videojuego en el que hay que ir pasando jefes finales, y completamente absorto en las andanzas de un (otro) grupo de imberbes a cual más imbécil, y donde (oh casualidad) incluso repite algún protagonista de aquella otra nadería que es STRANGER THINGS. No sé, no tengo ni la más mínima confianza en la segunda parte que ya se está rodando y que se espera para dentro de un par de años. Como siempre digo, si haces algo que ya estaba hecho, al menos hay que tener la decencia de perder la cabeza, aunque sólo sea un poquito...
No se pierden nada si no la ven.
Saludos.

jueves, 18 de julio de 2013

Cine por y para centros comerciales



Yo les pongo en situación. Entro a desayunar en el sitio donde lo hago habitualmente y, entre tostadas, jamón y cafeses, me topo con una conversación sobre no sé qué película entre el camarero y un cliente. A ver... una película mala, sonrojante, pero que es defendida por el cliente con una fruición que linda el cahierismo... Asómbrense. Yo no participo, he aprendido en todos estos años que de cine se discute con argumentos, no con caradura, porque luego pasa lo que pasa. Y pasó que el camarero, con ojos desorbitados de antiguas veleidades, nos refiere (sí, también me miró a mí) un título de los recientes: MAMÁ, del argentino Andrés Muschietti... aunque, ya se lo advertí a ustedes, el desgañitamiento le hace confundirse y mencionar a Guillermo del Toro, que creo (¡creo, ojo!) apenas desempeña el rol de mecenas en la sombra que da su empujoncito a un tipo que empieza con presupuestos grandes. En fin, que como yo soy así de gilipuertas, voy y veo MAMÁ ¿Y qué me encuentro? Lo resumiré. MAMÁ era un cortometraje en el que es fundamental la escueta duración para conseguir un shock que el espectador no imagina que va a encontrar, porque se trata de un instante en constante escalada rítmica. Al pasar al largo, algo tienes que hacer bien aparte de contratar FX digitales, porque ésta es una película repleta de estupideces, en la que todos los personajes sufren del que yo llamo "síndrome de Tom y Jerry", que como tantas veces he explicado consiste en no subir la cámara para no encontrarnos con la enfurruñada cara de los adultos que observan al gato y al ratón perseguirse interminablemente. Es un film que ya hemos visto muchas veces, con sustos que ya conocemos y tramas raquíticas de poco creíbles que son; contiene, es verdad, algunos alardes de cámara que ya se encontraban (de hecho constituían el motor principal) en el corto, pero no son más que ínfimos destellitos en esta nimiedad que, por si fuera poco, se remata con un final jodidamente ridículo. Eso sí, si lo que pretenden es dejar su mente en blanco frente a un cubo de palomitas durante 100 minutos... entonces es perfecta.
Saludos, mamíferos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!