Mostrando entradas con la etiqueta Kathryn Bigelow. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Kathryn Bigelow. Mostrar todas las entradas

miércoles, 15 de julio de 2020

Black lives matter



DETROIT es la última película de Kathryn Bigelow, y curiosamente ha pasado mucho más desapercibida de lo que cabría esperar, sobre todo por la actualidad que ha cobrado el tema de la desigualdad racial en los últimos tiempos. Sin embargo, su agotador visionado justifica muchas de las críticas cosechadas, básicamente por el regodeo, a veces gratuito, en el polémico suceso acaecido en el motel Algiers en julio del 67, en el que la brutalidad policial se llevó la vida de un joven sin motivo aparente. El film abre con brío, registrando la progresiva transformación de un suburbio negro en un campo de batalla, por algo tan nimio como la detención de unos jóvenes que celebraban en un bar clandestino. La cámara de Bigelow transita de la urgencia documental al escrutinio minucioso en espacios íntimos, pero el desfase entre ambas miradas se nota demasiado, y deja tambaleándose una historia tan potente como descompensada, incluso mucho más que desmesurada. Sí, las interpretaciones son convincentes, y la forma de contarlo es valiente, sin la habitual demagogia de, por ejemplo, Spike Lee; pero hay algo que no termina de encajar en sus dos horas y media, una especie de cojera arrítmica, lo que le resta el empaque que la historia necesita para encontrar su propia voz.
En ningún modo es una mala película, pero podría haber dado muchísimo más de sí.
Saludos.

domingo, 20 de abril de 2014

Rincón del freak #151: La estética inversa y los polos dormidos



En algún sitio, no recuerdo dónde, ya dije una vez que no era Kathryn Bigelow una directora de la que uno pudiera fiarse. No me gustaría ser malinterpretado, simplemente me veo en la obligación de dar cuenta de la trayectoria de una cineasta que, aunque es capaz de asumir riesgos que todos hemos celebrado (ZERO DARK THIRTY, THE HURT LOCKER...), siempre deja algunas extrañas estelas de un conservadurismo tipificado como la palabra en clave en caso de que el experimento empiece a doler demasiado. Y un poco de sadomasoquismo hay, es cierto, en una película tan ridícula y aburrida como THE WEIGHT OF WATER, la adaptación que Bigelow realizó en un momento que podríamos denominar de anquilosamiento de una novela digamos que de escaso bagaje intelectual. Instalada entre finales del XIX y finales del XX, y construida como una imposible correspondencia entre un oscuro suceso histórico y la "investigación" que del mismo emprende una fotógrafa... ¿El problema? El problema es que toda la parte en tiempo presente parece un anuncio de colonia para hombres intrépidos, con su barquito de vela, sus tripulantes arremangados e incluso la calientapollas de turno chupando cubitos de hielo. Con este rápido esbozo todo el esfuerzo derramado en la parte del pasado, que es muy superior pero que no se puede encadenar de ninguna manera, parece como si se tratara de otra película diferente; es una extrañísima sensación, ya digo, ver un sensacional confrontamiento interpretativo entre Sarah Polley y Ciarán Hinds, y seguidamente no poder evitar una carcajada con la ineptitud de Elizabeth Hurley y un Sean Penn loco por coger el cheque y del que no descarto que se pasara ebrio todo el rodaje... Encima es larga, y encima tiene un final francamente ridículo, y teniendo en cuenta que han pasado 14 años y nadie se acuerda de este despropósito, parece preclaro seguir desconfiando de los tambaleos de Bigelow... ¿o no?...
Saludos.

jueves, 28 de febrero de 2013

Un libro de texto tuneado



Si uno quiere encontrar un tipo de información detallada y rigurosa sobre cualquier tema, en lo primero que piensa es en echar mano de un libro de texto o una enciclopedia. Si quiere alma, carne y sangre, entonces irá por la novela. El empeño de Kathryn Bigelow, desde THE HURT LOCKER, es conciliar ambos términos y conjugarlos ante un espectador exigente, pero también exigido. Y qué mejor rotativo mular que internarse en las intervenciones norteamericanas en Oriente Medio. Si en aquélla, el mundillo de los artificieros en Irak le servía para constatar un entorno de hostilidad y desorientación, en ZERO DARK THIRTY, es la búsqueda obsesiva de Osama Bin Laden, su caza y posterior eliminación, la que sustenta un relato francamente esquizofrénico y siempre con un pie fuera de la coherencia que con tanto ardor proclama. Coherencia y rigor de enciclopedia, sí, pero mirando de reojo la facturación made in Hollywood, lo que le dio cinco nominaciones a los oscar; ganar era ya otra cosa, pues lo que Bigelow empieza ya a mostrar ante su propio país es que, a fuerza de mostrar sus actos, a lo mejor a alguien le da alguna vez por censurarlos. Técnicamente el film posee una gran fuerza, y no habría que reprochar nada en ese sentido; las interpretaciones, algo irregulares, son casi comparsas perfectamente calculadas para que podamos entender al personaje principal, una obstinada agente de la CIA llamada Maya. Y Maya es la segunda parte de lo que fue el sargento William James: un adicto y obsesivo elemento, incapaz de detenerse hasta lograr su objetivo; e igualmente, ambos quedan absolutamente vaciados tras cumplir sus misiones. Es una pena que Bigelow no emplee más tiempo (y aquí hay mucho) en perforar la psique de sus protagonistas, incluir algún interrogante sobre "la persona" y desvincularse medianamente del "objeto". Es este aspecto el que nos deja un poco a medias con una película de seriedad intachable, pero que a la hora de ensamblar un simple diálogo, tan ensimismada está con que no se le quede nada atrás, que aparece una tenue sombra del "manual del buen guionista", y vemos altos cargos haciendo la ola tras abatir a un pobre pakistaní; y aunque Bigelow tiene al alcance de la mano dar un golpe de efecto al incluir una entrevista real a Barack Obama, en la que éste niega que el ejército de Estados Unidos realice torturas, el discurso es cambiado inmediatamente. Sí, hay varias escenas simplemente ridículas, pero que un americano habrá pasado por alto (supongo), mientras que lo que más ha escocido (y la ha dejado fuera del reparto importante) ha sido tanta cháchara, sobre todo cuando esta película lleva el desenlace descubierto desde su primer fotograma.
Me gustó más la otra.
Saludos oscurantistas.

sábado, 16 de junio de 2012

Aquellos maravillosos (e inconscientes) años



¿Se acuerdan de aquella peli que se llamaba NEAR DARK? Era chula ¿verdad? A algunos (unos pocos) nos gustó mucho su atrevida mezcla de cine ligerísimamente teen con una trama a medio camino entre lo vampiresco y una road movie pasada por los códigos del western más polvoriento; a los demás (llámense preadolescentes tipo THE GOONIES o STAND BY ME) les pasó más incómoda que desapercibida. Pero lo cierto es que la segunda película de Kathryn Bigelow, 25 años la contemplan (a la peli, no a ella) supuso una especie de microcataclismo respecto a lo que quedaba a mitad de camino de lo sesudo y lo meramente entertainment. Primero porque no se andaba con chiquitas ni con el tema sexual ni, por supuesto, con el meramente violento, casi más importante que el terrorífico; supongo que Bigelow, que siempre ha sido una cineasta obsesiva y pefeccionista, pensaba más en actualizar a Peckinpah que a clásicos del terror. Por ello, NEAR DARK adelantaba los juegos que más tarde ensayarían Tarantino o Boyle, por citar dos ejemplos preclaros; y mantiene su frescura casi intacta, con todo lo que hemos visto estos años. El reparto es tremendo, con Lance Henriksen y Bill Paxton perfectos en su labor de vampiros más que posmodernos intemporales, y sólo me chirría el rol protagonista de Adrian Pasdar, un actor más bien discreto y que cede ante el ímpetu de los dos mencionados. Tiene de todo: peleas, persecuciones, demostraciones de poder dialéctico y un romanticismo algo desencantado y que encaja de lujo con una atmósfera que siempre parece deambular al filo del crepúsculo... Y, no, no es un chiste barato... Recupérenla si pueden...
Saludos afilados.

martes, 19 de enero de 2010

El ser humano es un animal extraño

(Y los americanos aún más), debería añadir al título de esta reseña. Pues resulta que Kathryn Bigelow rueda hace casi tres años una (otra) película sobre la invasión de Irak, casi sin repercusión mediática, así que su productora, una cooperativa independiente, decide pasearla por Europa durante 2008 a ver qué tal; las cifras no son malas y las críticas la ensalzan, pasa por el Festival de Venecia y casi gana, y como los americanos, además de raros saben aprovechar el negocio, no sólo la rescatan el año pasado sino que va a competir a mejor película en los oscar de este año con lindezas tales como AVATAR e INGLORIOUS BASTERDS... ¡Toma ya! Y ahora díganme que la cosa no pinta rara. Ahora bien, espero que THE HURT LOCKER dé la campanada y desbanque a las dos antes mencionadas, porque ésta sí que me parece una muy digna propuesta, aunque no albergo esperanza real alguna, la verdad.
No puedo hablar, empero, de un film redondo, sino de un imperfecto y fascinante ejercicio de contundencia narrativa; THE HURT LOCKER habla de lo que quiere hablar, ni más ni menos, y sin muchas florituras es capaz de transmitir en un puñado de escenas la tensión del día a día en el Irak ocupado. Ahora son tres soldados, pero podrían ser otros, cualquiera, destacando el intenso papel desarrollado por Jeremy Renner, una revelación, como un temerario artificiero que se juega la vida varias veces al día. En un admirable "amago eastwoodiano", la Bigelow no pierde el tiempo en explicar lo que no tiene explicación, por lo que la guerra, el conflicto, aparece siempre como una borrosa abstracción kafkiana; en vez de ello, es notorio el minucioso manejo del tiempo cinematográfico y el énfasis en la crisis personal y no en si se trata de un momento histórico. Hay secundarios de lujo (Ralph Fiennes, Guy Pearce) que rompen la regla y contribuyen más con su ausencia que con su presencia, prácticamente anecdótica, lo que contribuye a crear ese asfixiante clima de brevedad e insignificancia. THE HURT LOCKER acierta en no dar lecciones de moral y sólo falla en cierta desgana narrativa, muy "a la europea", que abandona los clímax clásicos y embarca al espectador en un alucinado viaje que siempre exige máxima atención por su parte.
Ya lo he dicho antes, espero que gane; será como lo que me entró por el cuerpo el otro día, cuando eliminamos al barça en la Copa... Jejeje...
Saludos desactivados.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!