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jueves, 4 de abril de 2019
La aristocracia de la indefinición
El cine de Barry Jenkins te puede gustar o no, pero es indudable que el tipo tiene estilo. Se puede morir de estilo, igual que se puede morir de éxito, El problema del orgasmo continuado es que insensibiliza y rasguña los tiempos del relato hasta sumirlo en una plácida y peligrosa indiferencia. He leído a James Baldwin, un autor cuya prosa, generosa y flexible, anticipaba lo que Jenkins está intentando hacer con una cámara, pero no hay rastro aquí del serpenteo asomático por entre unos personajes que necesitan continuamente de la interactuación para proponerse al espectador. Dos horas necesita Jenkins para contar una única cosa, por lo que IF BEALE STREET COULD TALK se queda en un ejercicio de estilo magnífico, virtuoso, pero que hace aparecer y desaparecer personajes impúdicamente y abrazar un tono teatral para abandonarlo inmediatamente por otro más lírico, apoyado en miradas y texturas cromáticas. No sé, no me epata este cine, me queda como muy lejos de donde quiero que me lleve una película, y aunque respeto sus premisas soy incapaz de ver más allá de la sensación de haberlo visto antes y mejor hecho. Bueno, Guediguian lo hizo antes y mejor...
Saludos.
sábado, 8 de abril de 2017
La ley del cassette
Los radiocassettes eran instrumentos extraños, aparatosos, donde cada movimiento, cada acto, iban acompañados de ruidos adicionales, como la manipulación de un robot arcaico. Ni que decir tiene que la experiencia misma de la reproducción de un cassette es algo más cercano a la psicofonía que a la melomanía; no ya por los inacabables ruidos de fondo, sino por las distorsiones en cromo y ferro, e incluso la imanencia infinita del disco original por sobre el fondo de las sucesivas regrabaciones.
MOONLIGHT es una película que resuena exactamente como eso: una canción de Rihanna que contiene ecos de Billie Holiday, pero únicamente porque la cinta ya estaba grabada mucho antes. Ahora, claro, todo sonido es asquerosamente limpio, despojado de imperfecciones, lo que desautoriza al oyente a reivindicar según qué originalidad, ya que ésta no existe si no se está dispuesto a experimentar la ley del cassette. MOONLIGHT contiene trazas groserísimas de Tsai Ming-liang, Wong Kar-wai o, en menor medida, Hou Hsiao Hsien, lo que me lleva a pensar que tras su aparente riesgo apenas hay fervor de alumno aplicado, mucho, y una juntiña de ideas visuales que abarcan sistemas cognitivos tan dispares como el baneo a traición de la serie "The wire", el vaciado estilista de Michael Mann o los estallidos verbales de un Elia Kazan muy menor. Sí, MOONLIGHT pretende contarnos los interiores de un niño que se hace adolescente y luego adulto, su homosexualidad y la incomprensión de un mundo que no hace nada por comprenderlo. Y por debajo de la claridad de manual del director influenciable, nada mejor que acentuar un viaje en coche con el "Currucucú" de Caetano, como si hubiésemos grabado esta película en VHS encima de aquella otra... Sí, hombre... HAPPY TOGETHER...
Así que éste es el oscar a mejor película de este año.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!