Mostrando entradas con la etiqueta Gus van Sant. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Gus van Sant. Mostrar todas las entradas

martes, 25 de mayo de 2021

Al final de la huida


 

Concebida como una especie de "western urbano", DRUGSTORE COWBOY supuso el gran espaldarazo de Gus van Sant, al menos en los circuitos independientes y de festivales, aupándole como la promesa más fehaciente del indie americano. La novela de James Fogle no era más que un compendio de su ajetreada vida, adicciones, robos a farmacias y entradas y salidas constantes de prisión. Una elección arriesgada para poner en imágenes, y más aún por la opción de algunos de los rostros jóvenes que más de moda estaban a finales de los ochenta. Matt Dillon se adueña de todo el film, eclipsando a unos ñoños Kelly Lynch, James Legros y Heather Graham, y componiendo un protagonista que encarna los miedos y convicciones de un yonqui, atrapado por la adicción y una huida hacia delante, en un juego del gato y el ratón con la policía que recuerda tanto al coyote y el correcaminos, o, en su tramo final, al cocodrilo que hostiga al Capitán Garfio. Van Sant implementaba su estilo, tan sobrio como imaginativo, y desafiaba métodos de narrativa convencional, con un estupendo uso de la voz en off, una relato perfectamente cerrado por dos reflexiones que el protagonista hace camino del hospital, y el marchamo de verosimilitud que ofrece poder contar nada menos que con William S. Burroughs, que interpretaba a un sombrío sacerdote adicto a tantas sustancias como uno pueda recordar. Una película que, aun con sus muchas imperfecciones, el tiempo ha demostrado que abría el camino a otras voces diferenciadoras, y que borraba de un plumazo la mayoría de prejuicios existentes entre el cine independiente y el comercial.
Saludos.

viernes, 19 de enero de 2018

Sabios e imbéciles



No creo equivocarme al afirmar que quizá sea Gus van Sant el director contemporáneo que con mayor certeza ejemplifica el paradigma de "autor esquizoide". No se trata de que sus imágenes estén impregnadas de locura o inestabilidad, sino que el grosor con el que ofrece sus trabajos alimenticios es tal que, comparados con sus proyectos personales, parecen hechos por otra persona, un primo torpe o algo así. THE SEA OF TREES parece sacada de un manual de autoayuda burdamente conservador, sin apenas un gramo de sustancia que refuerce de alguna forma la deriva de un tipo bastante imbécil (Matthew McConaughey en el peor papel que le recuerdo) que se va al bosque de Aokigahara e Japón, conocido como "el bosque de los suicidios", con la intención de morir al no poder soportar el fallecimiento de su esposa. Esa premisa no tiene por qué estar mal, pero todas y cada una de las cuestiones y respuestas que el guion va proponiendo son erróneas, simplistas, infantiloides y hasta chabacanas. El tipo es imbécil porque así nos lo presentan, porque sus discusiones en flashback carecen de sentido (o yo no se lo veo), y porque de repente parece imbuido de una revelación mística que tampoco comprendo muy bien. Para rematar, el fallecimiento de su mujer es para parar en ee mismo momento la película y marcharse, o pedir la devolución de la entrada (me consta que en Cannes hubo algo de eso), pero prefiero no contarlo, sino que descubran ustedes de qué se trata.
Básicamente, podríamos estar ante el reverso tenebroso de una película tan sugerente como GERRY, ya que también aquí hay dos hombres a la deriva, perdidos en ninguna parte y buscando una salida que no se vislumbra; pero lo que en aquélla era un nihilismo jocoso que remitía a los orígenes del cine mudo, aquí es apenas una entrega por fascículos sobre cómo ser espiritual sin abandonar el confort del materialismo.
Si son capaces de llegar a la mitad sin soltar un exabrupto, entonces el problema lo tienen ustedes...
Saludos.

miércoles, 10 de julio de 2013

Nada sobre nada. En fascinante



En la esquizofrénica filmografía de Gus van Sant, tan proclive a alternar el extremo autoral con la papanatada alimenticia (y teniendo en cuenta que es lo más coherente que puede hacer un artista con inquietudes hoy día, y él lo lleva practicando algún tiempo), es posible que tengamos que admitir que fue GERRY, y no otra película suya, la que de verdad inició no sé si su etapa más interesante, pero sí la que ha expandido su concepción como autor cinematográfico hasta unos límites que rozan el ensayo didáctico para futuras generaciones. GERRY es el extremo llevado al extremo, es nada porque simplemente no puede ser ninguna otra cosa; una línea argumental mínima, casi una excusa, y, a partir de ahí, van Sant enseña dos cosas fundamentales: que el cine nunca, jamás podrá imitar a la realidad y que, caso de intentarlo, es un coñazo. El cine debe ser otra cosa, el arte del audiovisual en simbiosis con los sentidos de una persona a la expectativa de "encontrar" algo, de "hallar", y lo que Gus van Sant propone en GERRY es que sólo la mutilación de la sala de montaje y/o del montaje mental que cada director dispone en su cabeza puede hacer coherente, visualizable o soportable lo que de otra forma no se podría concebir como obra, que es ni más ni menos que la vida transcurriendo sin más. Lo dijo Joyce alto y claro: la obra más farragosa e intrincada puede que no abarque más que dos o tres segundos de potencia mental desatada. No hay más.
Ahora les contaré de qué va GERRY. Dos amigos (esto lo suponemos, porque podrían ser hermanos amantes o compañeros de Mus) van en un coche, lo estacionan en un parque natural en el culo del mundo y se ponen a caminar. Caminan, caminan, caminan... Caminan, caminan... De vez en cuando dicen algo que no le importa a nadie, y cuando ya llevan un buen rato caminando se dan cuenta de que se han perdido. Ahora bien, les advierto: esto no es un film de supervivencia al uso, sino, como decía antes, una especie de excusa, un tapiz sobre el que un director de cine puede experimentar con técnicas visuales, sonoras, y crear algo parecido a una burbuja de fascinación sin ceder a la tentación de tener que contarnos algo a lo que agarrarnos. Yo les recomiendo que la vean, pero sobre todo que la comparen con títulos como ELEPHANT o PARANOID PARK, es seguro que, al lado de GERRY, les pareceran altamente convencionales.
Saludos incesantes.

lunes, 11 de julio de 2011

Como una ola



Cuatro años después de su realización (y otro minipunto para la ministra...), al fin llegó a nuestras sufridas pantallas PARANOID PARK, de Gus van Sant. Luego duró apenas una semana en cartel... pero ésa siempre será otra historia. En fin, hablando un poco del film lo primero que debo tener en cuenta es que me sorprendió agradablemente esta psicodélica mezcla de skaters, bosques, asesinos accidentales y thriller de investigación. Sin mucha convicción al principio, la impresión es la de estar ante otro ELEPHANT, pero van Sant disipa las dudas con un par de escenas sublimes, la que presenta al parque de patinadores que da título al film, de una agresividad al mismo tiempo mullida y sobreexpuesta, como un mal sueño después de una resaca. Por otra parte, el director de LAST DAYS no se olvida (afortunadamente) de las distancias cortas, y en apenas un par de planos (la insistente interrogación a la que se ve sometido el protagonista) traza con precisión a Alex, al que la cámara parece perseguir en su errático ir y venir. Alex queda fascinado la primera vez que va a Paranoid Park, que no tiene nada que ver con su pequeño mundo adolescente; allí se olvida de sus padres, que se están divorciando, y de su novia, a la que no soporta. Una noche, Alex va solo a Paranoid Park, conoce a un tipo ya talludito que le promete unas cuantas cervezas en un vagón de tren en marcha; hay un terrible accidente (que no desvelaré) y el calvario de Alex comienza, incapaz de decidir si contar lo ocurrido o mantenerlo oculto. En este sentido, el film funciona a varios niveles, de percepción si se quiere, pero también metanarrativos; van Sant realiza su película más experimental aunque no lo parezca, no sabemos si estamos ante un misterio sin resolver, un drama generacional, un collage psicológico o una broma bellamente onírica. De cualquier manera, van Sant sale siempre victorioso, PARANOID PARK pasa volando, refrescante, como un cine visto por primera vez, con la calidez y cercanía que da la falta de pretensiones sumada al esquivo talento de este visionario que (no sé si afortunada o desgraciadamente) nos ha acostumbrado a gruesas paladas tanto de cal como de arena.
Véanla, es de lo mejor del año pese a los cuatro años de espera.
Saludos paranoides.

sábado, 12 de septiembre de 2009

De espaldas

Una de las grandes noticias del año es, indudablemente, el estreno (¡por fin, por fin!) de PARANOID PARK, conclusión de la impresionante tetralogía que, ahondando de manera personalísima, ha posicionado a Gus van Sant como uno de los realizadores más interesantes de los últimos tiempos. A falta de verla, y con GERRY fatalmente in albis, ELEPHANT me sigue pareciendo la mejor película de el de Portland. LAST DAYS me gustó, pero adolecía de una falta de continuidad que acababa por exasperar al más docto. ELEPHANT, sin embargo, es un trozo de fascinante horror nunca mostrado como tal, sino sugerido en un inusual crescendo que no es tal, pues todo es calmo y pausado, un alarde de cotidianidad filmada como un terrible videojuego de carne y hueso ¿No disfrutan sus hijos matando zombis a porrillo mientras manejan con mano firme a un veterano de guerra del que sólo pueden ver la espalda? Pues eso es lo terrible en ELEPHANT; van Sant filma a sus adolescentes avanzando por los desiertos pasillos del instituto, explicitando fríamente el caos desatado sólo en los últimos minutos dejando que sea el espectador el que "vea" por sí mismo. ELEPHANT relata los sucesos del instituto Columbine de manera totalmente opuesta al farsante Michael Moore; en vez de denunciar prefiere que cada uno saque sus propias conclusiones, pero que sean las conclusiones de cada uno, más allá de limitaciones morales ni lamentaciones que no sirven de nada cuando la tragedia ya ha sido consumada. Van Sant, sin usar una narración ortodoxa, es capaz de colocarnos frente a nuestras propias conciencias de manera implacable; por eso ELEPHANT debe ser tan necesaria, por eso es una obra maestra de nuestro tiempo.
Saludos paquidérmicos.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

La duda ofende

Primera cosa evidente: el personaje principal de LAST DAYS era (o estaba basado en) Kurt Cobain. Segunda: cada vez me da más risa un tipo que acaba sus días así; y no lo digo por volarse la cabeza, sino por dejarse influenciar por los demás como un niño pequeño. Tercera: Gus Van Sant cada vez hace mejor cine, su cine.
Esto último es significativo, estimulante y, por supuesto, confirma una gran noticia desde aquel punto de inflexión que fue su particular PSYCHO. Van Sant nos regaló ELEPHANT, minimalista cinta de horror primario y sin concesiones, donde se recreaban los absurdos y crudísimos sucesos de cierta matanza escolar, tan de moda últimamente incluso en países tan tranquilitos como Finlandia. Antes, GERRY iniciaba su particular trilogía de la muerte que se concreta, finalmente, en esta extraña, incómoda, inasible película sobre los últimos días de un tipo que quizá se tomó demasiado en serio a sí mismo y acabó viendo enemigos hasta en la sopa. No suele ser buena cosa cuando lo mezclas con heroína y te acuestas en la misma cama con Courtney Love...
LAST DAYS es un film introspectivo 100%; algunos detractores podrán achacarle su exceso de celo y morosidad narrativa, pero creo firmemente que esto constituye su gran baza ¿Para qué explicar una presencia que se intuye fantasmal y huidiza? No es tan importante esto como verdaderamente mostrar la enfermedad mental y decadencia física de una persona acabada, en sus últimos días. Decir esto de un tío que lo era todo en la escena musical y con sólo 27 tacos resulta irritante cuando se mueren millones de niños en el mundo por no tener qué echarse al estómago, pero es lo que hay. Cobain integró un pseudo-movimiento musical que era ultradepresivo y tristón, yo no lo confundiría con trascendente, y terminó con el peso de ¿la culpa? sobre sus hombros. Van Sant, que se confirma ya como un director sagaz y receptivo, es capaz de, con mínimos medios y actores, pero con excelentes sonido, fotografía y actuaciones, un microcosmos casi marciano donde se respira todo el tiempo una atmósfera de aire encerrado, de dislexia emocional, que al relato le viene que ni pintado, la verdad.
Impagables los escasísimos momentos en los que los otros dos integrantes de la banda logran reunirse con el huidizo Michael Pitt y, sobre todo, uno en el que muchos de vosotros (guarretes) os sentiréis identificados, con el Venus In Furs de la Velvet de fondo.
Hay que verla, aunque sólo sea ara descubrir al enésimo Gus Van Sant, ya despojado de sus problemas con las productoras.
Últimos saludos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!