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martes, 22 de mayo de 2012

Los buenos sentimientos



Hay muchas cosas que decir de LE HAVRE, el último film de Aki Kaurismäki; por lo que, una vez más, es mejor casi no decir nada. Y así son sus personajes, elocuentes en su silencio, dignos, amigables, armados de un sentido común desarmante, aparentemente fríos pero con una bomba en forma de corazón alojada en su pecho descamisado. LE HAVRE es una obra maestra absoluta por varias razones, pero la fundamental es que no se duerme en los laureles de la revisitación; ustedes (y yo) hemos visto a Marcel Carné, Jean Renoir o a Jacques Becker en esos muelles picoteados por las gaviotas del Norte y en las reposadas tabernas acristaladas, llenas de sabiduría de dos minutos, pero no tiene nada que ver. Kaurismäki es muy consciente de quienes son los hijos de puta de ahora, y a lo mejor no tienen nada que ver con los de hace sesenta años; o a lo mejor sí, pero al mamoneo hay que ponerle cara, y esa cara es la que contiene un enorme contenedor proveniente de Libreville, varios pares de ojos cansados mirando desde la oscuridad de un pasado al que no se quiere volver. Ahí es donde el director finlandés mete su finísimo bisturí y da a cada personaje la razón de ser más reconocible. Nosotros vemos a un inspector de policía lacónico, frío, inconmovible, pero esperamos que su atuendo negro y su implacable proceder no nos deje ver que dentro también hay una persona. La mujer del limpiabotas que un día fue marinero... o escritor... o quién sabe, está más preocupada por no preocupar a su marido que por su cercana muerte. El vecino es (en sus escasos minutos, Léaud es la pura encarnación del terror) la piedra con la que han de tropezar los sueños de quienes sólo buscan la libertad. El barrio mismo aparece como esa utopía de solidaridad que podríamos estar toda la vida esperando, porque la verdad es que nadie mueve un dedo por nadie jamás, pero ¿y si por una vez?... Toda esa carga emocional es soportada por Marcel Marx, personaje inolvidable y salido de donde salen las buenas personas, que es de la vida difícil; André Wilms (un actor despojado de tics y que ha encontrado su mejor lugar junto a Kaurismäki) nos remite a Chaplin o a Keaton, pero esta vez el caricato tiene sus propios métodos para hacer justicia sin esperar recompensa, pero esa recompensa, casi un milagro, ha de llegar en uno de los finales más hermosos y emocionantes de todo el cine reciente. Porque LE HAVRE es, será, una obra que nos ha de enseñar a saber vivir y a ser un poco menos cabrones. Véanla, porque si no se están perdiendo una de las mejores cosas rodadas jamás...
Saludos hombro con hombro.

miércoles, 29 de junio de 2011

Pasando de modas



Sólo a un cineasta como Aki Kaurismäki se le podía ocurrir (y luego permitírsele, visto el resultado) desdoblar una obra tan universal, como es Hamlet, salir airoso y además reinventar el mito con dos armas que siempre le han funcionado en su personalísimo cine: un humor descarnado y una intemporalidad que, admirablemente, le han conferido a HAMLET LIIKEMAAILMASSA (HAMLET VA DE NEGOCIOS) una actualidad inusitada. Primero porque sus casi inamovibles códigos estéticos, que en su caso se funden con los éticos, han servido de inspiración y guía a una legión cada vez más numerosa de "imitadores", que han usado sus preceptos creadores para organizar su propia obra; entre los que podríamos destacar un gusto obsesivo por la puesta en escena, una mirada hacia sus personajes repleta de compasión y comprensión, y una narrativa que no por pausada puede considerarse lenta, sino minuciosa. Con un regusto irónico verdaderamente encomiable, Kaurismäki traslada al atormentado príncipe danés al Helsinki de 1987, donde se ha convertido, tras la inesperada muerte de su padre, en el mayor accionista de una importante empresa. En este caso, y sin disimular todas las maquinaciones y ardides empleados por el personal de la empresa, al director finlandés le interesa sobre todo mostrar la progresiva pérdida de contacto de este moderno Hamlet con la realidad que le cerca cada vez más y que busca su propia destrucción únicamente por obtener el control de la empresa. Será seducido, vejado, ultrajado y hasta atacado físicamente, incluso empujado al suicidio, lo que le convertirá en un neurótico al que todo lo "importante" se la trae al fresco, mientras maquina un plan maestro mediante el que no sólo sobrevivirá a su diabólico entorno, sino que podrá ir eliminando a sus conspiradores. Filmada en el Blanco y Negro que tan bien le ha salido siempre a Timo Salminen, HAMLET VA DE NEGOCIOS es uno de sus films más dinámicos y divertidos (se trata de mi sentido del humor, no lo olviden), además de que se ve hoy día, en plena crisis económica (y sobre todo de valores), con una vigencia asombrosa. Véanla este verano con la luz apagada, mientras las olas hacen su trabajo ahí fuera...
Saludos no negociables.

sábado, 15 de enero de 2011

Galantería, brutalidad, silencio...



Curiosísima fue la adaptación que en 1999 hizo Aki Kaurismäki del clásico finlandés JUHA, el film del malogrado Nyrki Tapiovaara de 1937 y que adaptaba asimismo la obra literaria de Juhani Aho. Curiosa no sólo por todo esto, sino porque JUHA es, ni más ni menos, que un film rigurosamente mudo a las puertas del siglo XXI. El propio Kaurismäki, preguntado por los motivos que le impulsaron a radicalizar de esta forma su ya de por sí hermético cine, contestaba que era la única forma plausible que había encontrado para moldear el opresivo muestrario de bajezas, flaquezas e injusticias de la historia original; una historia tan sencilla como arrebatada, y que el director finlandés quiso desmarcar cuanto pudiese del film rodado sesenta años antes para llevarlo a su terreno. En este caso, las desventuras de la granjera Marja, casada con el bonachón y tullido Juha, adoptan tintes cuasi trágicos y desde luego menos pastoriles. Marja es seducida por un extraño al que Juha ofrece generosamente su hospitalidad y, convencida de que es merecedora de una vida más confortable en la gran ciudad, abandona a su desconsolado marido para encontrarse con el tipo en cuestión. Por supuesto, todo será una farsa para explotar a la incauta Marja, que se verá atrapada en un mundo de sordidez y miseria. La habitualmente precisa puesta en escena de Kaurismäki cobra aquí todo su sentido, casi creemos estar ante una construcción clásica al más puro estilo de Dreyer, lo que sumado a las sentidas, magnificadas interpretaciones, y la total ausencia de diálogos, convierte a JUHA en una de las obras más insólitas de su autor, no tan superficial como uno puede pensar antes de verla y sí más en la línea de ciertos tratados estéticos sobre la (pos)modernidad. Desde luego no defrauda a los incondicionales del finlandés y creo que puede interesar no poco a los que aún (que los hay) no le conozcan.
Saludos silentes.

lunes, 25 de agosto de 2008

Más arriba del norte

Antes que nada, quiero aclarar (para que no haya duda) que en absoluto soy fan del cine de Aki Kaurismäki; seguidor sí, pero manteniendo las distancias y juzgando por separado, intentando no dejarme llevar por ese aura de fetiche vivo que, desde hace ya algunos años, acompaña al realizador finlandés.
Es cierto que se trata de un autor necesario en tanto que propulsor de una estética propia (luego mil veces copiada) y dueño de un discurso que, aunque pueda llegar a ser repetitivo, siempre obliga al espectador a mantenerse alerta y estar pendiente de los detalles. Kaurismäki vendría a ser como ese orgasmo tan deseado que nunca llega...
Con LAITAKAUPUNGIN VALOT (Luces al atardecer), el finés sigue fiel a su estilo estático y hermético, donde todos los personajes parecen cortados por la misma tijera y la acción, aparte de ser mínima, se ve secuenciada y repetida infinitamente. Siempre pasa lo mismo, o eso parece.
Con esos mimbres, no es de extrañar que al público primerizo le cueste un mundo llegar a sintonizar con una propuesta tan radical que, además, tampoco muestra el menor interés en hacer concesiones de cara a la galería.
Por lo tanto, pienso que un buen acercamiento a su cine sería desde el punto de vista literario. Se ha encumbrado a autores que guardan no pocas similitudes con Kaurismäki (Oe, Banks, Pynchon), aunque se trate de un modo de narrar y de unos temas que quizá se ajusten más adecuadamente a la letra que a la imagen.
No encontraremos aquí nada diferente de las otras (LA CHICA DE LA FÁBRICA DE CERILLAS podría ser su pequeña obra maestra): mismos personajes, mismo estilo, mismas (des)motivaciones. Un mundo cerrado que no deja lugar al gozo ni a la inventiva. Los malos siempre ganan pero aquí, encima, ni siquiera eso les divierte. Lo milagroso es la considerable cohorte que este director sigue arrastrando por toda Europa desde hace más de veinte años, no porque su cine no lo merezca, sino por su negativa a salirse de unos parámetros narrativos y estéticos que él mismo ha creado.
Saludos inmóviles.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!