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domingo, 21 de julio de 2019

Rincón del freak #365: ¿Qué se llevaba en los 80?



La de hoy es la última entrada antes de largarme a unas vacaciones que, además de merecidas, son necesarias. Así que aprovecho la coyuntura dominical para dejar aquí una perlita digna de dicho día, una de esas películas que, pese a sus risibles formas (o quizá precisamente por ello), cada vez que aparece en boca de un mitómano revivalista lo hace bajo la etiqueta "de culto". Yo no lo entiendo, pero una vez les ponga en situación quizá vayamos hilvanando entre todos qué está pasando hoy día con los cuestionables años 80. Estamos en 1985, y la Motown hace tiempo que dejó de ser una simple productora musical, y mucho menos una productora de música negra; así que el pope Berry Gordy, siempre atento a todo lo que huela a pasta, ideó un género que era una macedonia de géneros. THE LAST DRAGON tiene tantas cosas, y todas tan ochenteras, y todas tan horteras, y todas tan gratuitas, que uno sufre la posibilidad de morir por una subida de azúcar, tanto como por inhalación de laca, que todo es posible. El protagonista es Bruce Leroy, un negro que se viste de chino y que profesa las artes marciales también enfundado en un mono amarillo, pero en realidad era Taimak, del que poco o nada se supo después. La chica es una especie de disc jockey cardada, a la que daba vida Vanity, aquella aspirante a superestrella que "descubrió" Prince, pero cuya luz se desvaneció pronto entre todos los excesos que ustedes imaginen. El malo es Sho'nuff (genial el nombre), que se peina como un caniche y es como un Snoop Dog con hombreras de fútbol americano que vocifera mucho y abre mucho los ojos. Dirigía Michael Schultz, un clásico del blaixploitaion, al que Gordy le dijo: "Tienes que hacer una película con chinos y negros que dan patadas de kárate, van a discotecas los sábados y tienen problemas que a nadie le importan. El resultado es un videoclip con música de DeBarge, luces fluorescentes e interpretaciones de sainete, pero que triplicó en taquilla su coste inicial, por lo que puede decirse que todos fueron felices, y mucho más sabiendo que 34 años después esta horterada es hasta reivindicada.
Cosas veredes...
Saludos, y nos vemos a la vuelta...

domingo, 14 de junio de 2015

Rincón del freak #197: Las bondades del sistema explotador



Hoy me veo en la obligación de comenzar la reseña dominical con una advertencia y una denuncia. Aún me dura la indignación tras asistir a la enésima prueba de que a la gente (sí, a todos nosotros) se nos trata como imbéciles adocenados, y pese a que cada vez es más caro ir al cine, esto no sólo no es estimulado, sino que se ha convertido en una sucesión de abusos que ponen a prueba nuestra resistencia como espectadores de un espectáculo por el que pagamos, y mucho dinero me parece. No diré nada de la vergüenza de los quince minutos de anuncios, porque me parece que a la gente esto le da igual, aunque estés pagando por otra cosa diferente a lo que reza en la entrada. No, porque en el cine Nervión Plaza (cubículo al que no pienso volver en mi vida y al que les conmino para que no lo hagan ustedes) han impuesto la norma de ofrecer en la misma taquilla un bono por el que la entrada cuesta 5€; el problema es que la señorita taquillera ha de cumplir a rajatabla la directriz de soltar un discurso interminable, y luego, si el interpelado acepta (tras divagaciones y preguntas al respecto), ha de rellenar un formulario con todos sus datos. No exagero si digo que esto terminó completamente con mi paciencia, ya que sólo tenía a tres personas delante y tardé en comprar la entrada unos 45 minutos... ¿A que es acojonante? Y súmenle el hecho de tener que estar a pleno sol (les recuerdo que vivo en Sevilla) con mi hija, lo que no parece importar mucho a estos empresarios hijos de puta, que sólo piensan llenarse los bolsillos a costa de quienes tragan impasibles con todo. Yo me hubiese marchado, pero era una película que le había prometido a mi pequeña y al final, a regañadientes, y con hoja de reclamación de por medio (¡Un aplauso para Rosa!), e incluso un bochornoso y kafkiano discursillo defensor por parte de un empleado de seguridad que no sé qué diablos pintaba allí, pagué los 8€ que a día de hoy vale ver una película, porque para ahorrarte tres debes hacer esperar a todo el mundo que está detrás tuyo.
Y ya. Una vez desahogado, no emplearé mucho tiempo para la sección de hoy, aunque la verdad es que me viene que ni al pelo, porque alguien coló una película en la Sección Oficial de Cannes'77, o no me explico que diantres pintaba CAR WASH allí, un blaixploitation escrito por un primerizo Joel Schumacher y que, en clave de comedia musical, narraba las andanzas de un día en la vida de los empleados de un lavadero de coches. Esto, en esencia, consistía en un montón de chorradas con una incesante e insufrible música de fondo. Pero ya se sabe que la explotación, si es con música y chistes, entra pero que mucho mejor, claro. Para colmo, en el cartel publicitario los que salían eran Richard Pryor y George Carlin, que eran muy conocidos por entonces, pero que entre los dos sumaban apenas cinco minutos en toda la película. Aunque para los nostálgicos, puede resultar traumático ver al mítico Antonio Fargas haciendo lo mismo que hacía en Starsky & Hutch... Ustedes mismos. Y sean críticos...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!