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viernes, 1 de diciembre de 2023

Entretiempos


 

El pecado mortal del autor que deja de serlo: creer que lo sigue siendo. Sam Mendes intenta apresar demasiadas cosas en EMPIRE OF LIGHT, meterlas en su tarro de las esencias, esperar que todo salga bien. Hay cosas que funcionan en este enésimo elogio al poder curativo del séptimo arte (el de las butacas, los acomodadores, incluso los cortinajes), fundamentalmente Olivia Colman, que parece ir interpretando otra película muy diferente a la que Mendes va desarrollando en paralelo, más lacrimógena e iconoclasta. En mi opinión, podría haberse quedado en el interesante y complejo retrato femenino de una mujer sensible, demasiado para vivir según ella misma, mientras los acontecimientos se le van agolpando hasta empujarla a una nueva crisis psicológica. Lamentablemente, el ecosistema del lujoso cine a las orillas de la costa sur inglesa se va difuminando entre estereotipos, clichés y chistes gastados, y el guion introduce una más que improbable historia de amor, por eso de implementar cuotas y contentar a los usuarios. Llegado el momento, uno no sabe qué película está viendo, una comedia romántica, otra a secas, un melodrama, un "nuovo cinema paradiso", una denuncia racial, un drama psicológico o ninguna de esas cosas. Nada mejor para ilustrarlo que la repentina desaparición del personaje interpretado por Colin Firth, precedido de una escena que podría/debería ser antológica, pero Mendes es incapaz de insuflarle la fuerza y violencia verbal que requeriría.
Así que título intrascendente de un director que las tiene muchísimo mejores, porque ni siquiera me parece una oportunidad perdida, y sí un rato demasiado largo frente al espejo.
Saludos.

sábado, 29 de febrero de 2020

Contra el reloj



Resulta difícil abstraerse de la parafernalia en un film como 1917. Esquivar los motivos estéticos, ignorar que el elefante está ahí, mirando sin mirada animal, nada inocente. No sé si es loable que Sam Mendes haya mutado (no ahora, sino a lo largo de toda su carrera) de sensibilísimo director de corte más bien teatral, a poderoso workman de alcance panorámico. Algo de todo eso hay en esta película, cuyo mayor defecto es soportar constantemente la sensación de ya vista, mientras nuestro corazón cinéfilo se debate entre abandonarse al grandioso espectáculo de una sola toma (no es verdad, pero está bien camuflado), o dejarse atrapar por lo que de verdad marca la diferencia, que es la dirección de actores. Y eso que este es un asunto de máximos, en el que el hombre empequeñece o se engrandece ante el apocalíptico despliegue de una maquinaria bélica incontrolable. Mi opinión particular es que sale perdiendo en la comparación, las he visto parecidas y mucho mejores, pero Mendes siempre tiene dos o tres momentos que sabe hacer plenamente suyos, casi todos apoyados en la fantasmagórica fotografía de Roger Deakins, que merecería por sí sola un punto y aparte. Un film "de guerra", sí, pero un poco disperso en la conjugación del tono; con altibajos en el ritmo, y que curiosamente suele ganar en la baja frecuencia (si obviamos la spoileante secuencia de la carrera, claro), y que al final deja una sensación agridulce, porque no te atreves a decir que hayas visto una mala película, pero tampoco te va a cambiar la vida.
El cine ha cambiado, a lo mejor es a esto a lo que nos tenemos que ir acostumbrando.
Saludos.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Elegir un camino siempre es lo más difícil

Tras la puesta de largo que supuso AMERICAN BEAUTY, el televisivo Sam Mendes tenía una complicada disyuntiva: aprovechar su privilegiada posición en Hollywood o dar una nueva vuelta de tuerca a su poderoso discurso. Por supuesto no tengo ni idea de qué se le pasó por la cabeza, pero Mendes apostó fuerte y le salió cara. ROAD TO PERDITION es, hasta el momento, su mejor trabajo y muy por encima del resto. Y la disyuntiva a la que aludía anteriormente queda aún más despejada con su siguiente film, JARHEAD, en la que Mendes se pierde en su particular tira y afloja... pero vamos a lo que vamos.
ROAD TO PERDITION es una lección de cine clásico conjugado desde el comienzo del nuevo milenio; Mendes nos introduce en un mundo que creíamos conocer precisamente por medio de películas como MANHATTAN MELODRAMA o WHITE HEAT, al mismo tiempo que marca su nueva línea, más cercana a MILLER'S CROSSING que a la reciente PUBLIC ENEMIES. Esta línea la hace única en su género, y es una línea de sombra, porque ROAD TO PERDITION es un film oscuro y pesimista; imbuido de tragedia griega y la fatalidad del mejor western, es la figura del padre la que domina la narración. El padre es Tom Hanks, despojado por completo de sus tics, que intenta desesperadamente huir de su propio e inevitable destino, al tiempo que aleja a su hijo del camino que él ha seguido previamente. Pero el padre es también un soberbio Paul Newman, el gran gángster en su ocaso, figura casi mítica que sobrevuela constantemente el destino de Hanks y su hijo. Y como en toda buena tragedia, tampoco falta el ángel de la muerte, un mortífero y viscoso Jude Law, que completa un trío de interpretaciones a la altura de un film que se sale del mero entretenimiento (algo que no logra Mann) y deja el listón a una altura que aún sigue sin alcanzarse.
Saludos en camino.

domingo, 5 de abril de 2009

Sentados con los pies colgando

Y nuevo repasito a los academy awards...
¿Qué le sobra y qué le falta a REVOLUTIONARY ROAD? Porque no es que fuese la mejor, ahí estaba CHANGELING, otra gran olvidada; y tampoco me parece que mereciese quitarle la nominación a THE READER, que es bastante más arriesgada. La verdad es que no sé qué pensar con esta película, porque Sam Mendes es un tipo que me descoloca; sus films, con ese cuidado aire convencional, parecen estar siempre a punto de estallar, de revelar algo bastante oscuro, algo que no quiere saberse. Y así parece en el fantástico comienzo de una película que remite en su turbadora oscuridad más a Lynch que a Haynes, con una rápida sucesión de escenas bien hiladas que nos ponen en situación instantáneamente y, sin embargo, un momento crucial en el que Mendes parece retraerse... Bueno, lo cierto es que se trata de una adaptación, así que esto tampoco es justo. En fin, se trata de una película extraña, que da la impresión de no querer poner toda la carne en el asador (si la hubiese cogido Desplechin...) pero que, a contracorriente del pacato entertainment, es capaz de dar dos o tres zarpazos de autoridad. Ahí están varios detalles, casi todos a cargo de unos tremendos secundarios, infinitamente mejores que el correcto dúo protagonista. Inquietante Kathy Bates, soberbio Michael Shannon comiéndose la pantalla. Porque si hablamos de actores, entonces el film ofrece un extraordinario ramillete de buenas interpretaciones, que vendría a ser el terreno de Mendes, hombre de teatro y curtido en las exigentes tablas británicas; ahora bien, a la hora de contar la desconcertante microhistoria de dos niñatos caprichosos que juegan durante gran parte del film con la posibilidad de abandonar su monótona vida y largarse a Europa en plan bohemio... Hombre, la cosa cambiaría si hubiese un buen motivo detrás, pero el gran lastre de la película surge justo cuando a Mendes le toca mover ficha y explicarnos qué carajo les pasa a esos dos para estar siempre tan mosqueados. Para quien no la haya visto, es recomendable si no pretendemos ver una obra maestra (que no lo es), sólo un entretenimiento de lujo con algunas pretensiones de high art (que tampoco).
Bueno, ya van quedando menos...
Saludos revolucionarios.

lunes, 4 de agosto de 2008

Inevitable estertor

Y tuvo que ser un británico (una vez más) quien volviese a remover el fango sobre el que se asientan los pilares del fundamentalismo norteamericano. Y le premian. Y dicen que les encanta... Será que no se identifican con ese neurótico way of life... aunque sea el suyo.
Sam Mendes, clarísimamente salido de las tablas clásicas en su país de origen, deja (de forma muy acertada) todo el peso de esta falsa comedia llena de claroscuros en manos de sus intérpretes. Pero ¡qué intérpretes!
AMERICAN BEAUTY gira por entero alrededor de Kevin Spacey, que aquí destapa como protagonista lo que había apuntado como secundario.
Y giran otros personajes arquetípicos de esa sociedad creadora del culto hacia lo enfermizo, experta en poner caramelos por todas partes y luego restringir el acceso de forma tajante, caldo de cultivo, sin duda, de depresivos crónicos, maníacos obsesivos y los peores de todos: los padres de familia camuflados.
Porque esta es simplemente la historia de un perfecto hombre de clase media-alta, con su mujer, su hija y su trabajo fijo. Un orden sobre el que Bukowski vino a decir algo así como que no podía entender cómo la gente podía seguir viviendo sin enloquecer. Y lo entendemos cuando vemos la perfecta hilatura que Mendes desgrana con paciencia y quietud británicas, desnudando de todo artificio a un ser hastiado de su monótona existencia. Es curioso cómo esto del cine ha sido capaz de ponernos en una sala oscura frente a nuestros temores e incertidumbres, nuestros fracasos y vergüenzas y haberlo asimilado tan naturalmente.
¿Es un loco el cuarentón que se enamora perdidamente de la amiga de su hija adolescente? Quizá sólo esté siendo consecuente. Quizá haya descubierto su lado sensual, ése que todas las convenciones, educaciones y religiones nos obligan a reprimir en pos de no sé qué cosa de la reputación.
Cuando ya no se pueden esconder los sentimientos todo salta por los aires. Es esta una de las películas que más intensamente han retratado este ambiguo punto de no retorno. Por ello, sigue siendo altamente recomendable su revisión, ya sea por reeducarnos o simplemente entretenernos, bienvenidas ambas, en cualquier caso.
Bellos saludos,
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!