martes, 1 de julio de 2008

El amigo italiano

¿Quién podría contar mejor el origen de la mafia? El porqué de sus códigos, sus métodos, su sentido visceral de la humanidad.
Un italiano, claro. Y no han sido pocos los que han dejado caer, con desigual fortuna, su particular visión sobre uno de los temas más apasionantes de cuantos se han visto plasmados en la gran pantalla.
Tenemos, por ejemplo, el detallismo incontrolado que Mario Puzo puso a disposición de un Coppola en estado de gracia en los tres GODFATHERS (especialmente en la segunda parte). El enorme Scorsese da toda una lección sobre mafia y, sobre todo, mafiosos en GOODFELLAS. Pero también, más o menos de soslayo, en MEAN STREETS (la pequeña mafia), CASINO (la alta mafia), RAGING BULL (los tentáculos de la mafia) o la fallida GANGS OF NEW YORK (improbable retrato paleontológico). Mención aparte merece la bellísima y melancólica visión del irregular Brian dePalma en CARLITO´S WAY, donde Al Pacino realiza el papel de su vida.
Hecho este brevísimo y, por supuesto, incompleto repaso a la cinefilia más mafiosa, vayamos con la auténtica obra cumbre de dicho subgénero. Una película que contiene todas las claves para entender el porqué de los títulos anteriores y que abarca, en un ejercicio inigualable de ambición artística, toda la epopeya de un grupo de mafiosos, desde su establecimiento hasta su posterior decadencia.
Hablamos de una de las películas más grandes jamás filmadas: ONCE UPON A TIME IN AMERICA, del gran maestro Sergio Leone.
Podríamos estar días enteros ensalzando las infinitas virtudes de este gigantesco fresco sobre mafia, mafiosos, familias, códigos, corrupción, política y... bueno, imaginen. Podríamos hablar sobre la cuidadísima ambientación a principios de siglo, donde casi podemos sentir la palpitación de LA CALLE, con sus recónditas posibilidades. Podríamos hablar de la magistral interpretación de Robert deNiro y de James Woods, que llevan prácticamente todo el peso del film. Podríamos hablar de la inovidable partitura (una más) de Ennio Morricone. Y podríamos hablar de su potentísimo arranque, que Tarantino debe haber visto miles de veces; o de su enigmático final, un primer plano del rostro de deNiro que sonríe irónicamente, envuelto en volutas de opio.
Sobre todo ello se podría hablar (y se debe) largo y tendido para poder llegar al corazón de una obra inmensa en todos los sentidos, cuyos 225 minutos nunca se hacen tediosos, porque el ritmo y eficacia narrativos son simplemente ejemplares.
¿Lograríamos atrapar la esencia de este auténtico puzzle de sensaciones? Creo que no. Sergio Leone dota de un misterioso aura todo el metraje y nos enseña muchas cosas, sí, pero todo está modificado según el capricho de un director que manejó como nadie el TIEMPO (real o ficticio) en sus películas.
Leone nos dejó este brillante testamento fílmico para que lo disfrutáramos una y otra vez, pero sobre todo creo que lo legó a todos los profesionales que tantos equívocos y excesos han cometido al intentar reflejar el complejísimo mundo y circunstancia de ese microcosmos encerrado en sí mismo que es la mafia.
Molti saluti, indefili...

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!