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miércoles, 16 de julio de 2014

De la crueldad como rito



Que Quentin Tarantino es un cachondo de tomo y lomo es, a estas alturas, de dominio público; que no le importe decir una cagada sin pies ni cabeza, es otra cosa muy diferente. He visto BIG BAD WOLVES después de leer en su cartel promocional que ha sido la mejor película que el responsable de PULP FICTION ha visto últimamente. Los israelíes Keshales y Papushado ciertamente homenajean, y yo diría que incluso copian, el cine de Tarantino, lo cual no sería malo en sí si no hablásemos de que todo parece una gran farsa explícitamente armada para conjurar uno de los iconos de dicha filmografía: las escenas de tortura. Y cuando no existe nada más, cuando la narración cobra forma de embudo, lo que supuestamente nos va a zarandear simplemente son un puñado de escenas rutinarias, un rito de la crueldad sin mucha alma. BIG BAD WOLVES va sobre alguien que rapta niñas, las viola y las asesina. No sabemos quién es, pero unos policías parece que sí. Detienen a un sospechoso y pretenden sacarle la confesión a golpes; luego resulta que tienen que dejarlo en libertad, aunque uno, especialmente sanguinario, lo seguirá extraoficialmente. Después entra en escena otro personaje, el padre de otra niña desaparecida que además (encima) también es una especie de torturador profesional. En un momento dado, casi no sabemos ya de qué va el argumento, si lo que importa es la confesión que nunca llega, si el detenido/acosado/torturado es inocente o no, o si a alguien le puede llegar a divertir un completo muestrario de atrocidades. El gran problema de este muy fascistoide film es precisamente que todo vale para el ojo educado de hoy en día, que, quizá, con el pretexto de la pedofilia, lo que realmente se está justificando es la sangría, también horriblemente rutinaria, de un pueblo sobre otro, no para conseguir ningún fin que no sea su total exterminio. Es tramposa, malhablada y poco novedosa; muy poco para un tipo como Tarantino, francamente.
Saludos.

domingo, 10 de junio de 2012

Rincón del freak #70: La Kurylenko y sus cositas



La Kurylenko viene a encarnar, como todos ustedes deberían saber ya, ese nuevo prototipo de femineidad venido del Este y que tuvo su particular génesis con una muchacha llamada Mila Jovovich. En fin, que aparte de parecer siempre cabreadas y a punto de pegarte una patada en los huevos, están muy buenas y, lo que es peor, lo saben, así que sus papeles vienen a borrar de un plumazo las exégesis de quienes bebíamos los vientos por unas Audrey Hepburn o Julie Christie de la vida; porque ellas eran dulces y solícitas, aleteaban más que parpadear y, efectivamente, jugaban mal al tenis, no como Sharapova, Kvitova y las demás "ovas", y en eso consistía su deliciosa presencia, aparte de sonreír mucho y muy bien. Así, el "modelo" actual nos pone en órbita a la mujer sin gracia natural pero capaz de mirar de tú a tú al macho de turno y disputarle un juego y hasta el set; el problema es que nadie ha caído en que a lo mejor todos los hombres no son unos trolls malolientes, maleducados y anacrónicamente machistas, que es la situación en la que me gustaría ver actuando a estas new century valkyrias, en una peli de Woody Allen, por ejemplo. La peli de hoy no tiene mucha importancia, se llama KIROT y va de eso, de una muchacha que está rodeada de explotadores hasta que cae en sus manos una pistola (vulgo: pipa) y sólo no mata mujeres, por lo que la carnicería estrógena queda servida para deleite de ciertos enfermos del ala que mastúrbanse viendo leches e improperios. Ah, el director tiene un problema psicótico con hacer pelis de tiburones; si no me creen, búsquenlo.
Saludos acojonados.

sábado, 30 de mayo de 2009

Bailando con el diablo

No es la filmografía israelí un ejemplo ni de significación ni de compromiso, más bien un extraño compendio de producciones de lo más dispar, desde panfletos subvencionados pro-militaristas hasta experimentos de seis horas pretendidamente "enciclopédicos" respecto al holocausto nazi. Y de vez en cuando, casi nunca, surge una voz insobornable, crítica y valiente. Si aparte el cinéfilo está de enhorabuena por encontrarse con una obra visualmente brillante y con un más que interesante desarrollo narrativo, es posible que todos coincidamos en un nombre: WALTZ WITH BASHIR.
Habiendo tomado un pelín de distancia, ahora veo claro que esta personalísima recreación de la matanza de Sabra y Chatila jamás de los jamases podría haberse alzado con el oscar al que optaba como mejor película de habla no inglesa ¿Imaginan a los yanquis premiando una feroz crítica a su apoyo al ejército israelí por parte de un israelí? Porque ése es el punto clave, se trata de una voz israelí la que se atreve a levantarse en mitad de un silencio que ya dura demasiado.
Todo esto está muy bien, pero además hay película, una excelente película que aprovecha las posibilidades del rotoscopio para mostrar un delirante paisaje onírico donde se mezclan los recuerdos, la fantasía, la locura, los monstruos de la guerra. Un paísaje que a veces recuerda al apocalipsis según Coppola pero que ruge con voz propia, una voz que pone los pelos de punta. Sólo hay que fijarse en algunas escenas que quedarán para siempre en la retina, como el escalofriante vals al que se refiere el título o la terrible imperturbabilidad de Ariel Sharon, sin interrumpir su pacífico desayuno cuando es informado de la matanza que acaba de producirse.
Una película tan refrescante como necesaria.
Saludos bajo el fuego.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!