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sábado, 14 de diciembre de 2024

Protección oficial


 

Lo que es mediano en Mike Leigh es muy alto en otros cineastas. Lejos de dictar sentencia, me parece acertado observar el escalpelo del director británico ya en sus trabajos más tempranos y menos conocidos, como demuestra MEANTIME, un pequeño encargo para el Channel4 que Leigh transmuta en un lacerante y crítico diorama, que sin alzar la voz suena como un puñetazo donde más duele. Más allá de la anécdota de que se trata de uno de los primeros trabajos de Tim Roth o Gary Oldman antes de saltar a Hollywood, estamos ante un film que no te suelta, a base de planos cerrados, frases hirientes y miradas hundidas, en torno a una familia de clase baja que subsiste en un cuchitril del extrarradio. Personajes de trazo limpio para una historia de ritmo sombrío y desesperanzado. Colin tiene un problema mental, y quizá le gustaría ser como su hermano, que siempre suelta alguna sentencia, o como Coxy, que se las da de duro con sus Dr. Martens; así le podría gustar a Hayley, que nunca levanta la mirada, o complacer a sus padres, aunque sabe que les importa una mierda. A través del desvalido semblante de Colin podemos ver todo un inframundo de subsidios sociales, precariedad y desconfianza, aunque Leigh no afloja, y muestra un reverso tampoco tan luminoso, con la tía "felizmente casada", que en realidad oculta una vida de apariencias que nada tienen que ver con ser feliz. Y es que "ser feliz" parece imposible en un entorno gris, frío, hostil. Y esa happy England de la que te hablan las comedias románticas y amables, se diluye en cuanto la cámara se planta a ras de suelo y Andrew Dickson aporrea el piano, porque todo aquí parece notas sueltas...
Demoledora.
Saludos.

sábado, 11 de mayo de 2024

Chicas de hoy en día


 

Algo indefinible le falla a CAREER GIRLS, restándole la frescura habitual a Mike Leigh, su forma de infiltrarse inadvertido entre sus actores y actrices, logrando ese efecto de cotidianidad constante y fluida, que aquí parece extrañamente impostada, porque en principio no me parece que esta historia de amistades y reencuentros lo necesitara. Lo primero que falla es el concilio entre ese juego entre pasado y presente con poco sentido temporal, pues apenas hay seis años de diferencia entre el día en que Hannah y Annie acabaron la universidad y tuvieron que dejar el cochambroso piso que compartían, y su (por qué no decirlo, forzadillo) reencuentro, donde se dan cuenta de lo mucho que han cambiado. Lejos de explorar a sus dos protagonistas, Leigh prefiere someterlas a un incómodo trajín de muecas y espasmos, supongo que para establecer alguna especie de "frontera explícitamente reconocible", pero que sólo vemos interactuar para puntualizar a unos secundarios que son clichés andantes. Ahora bien, el director británico es capaz de invitarnos a dos o tres momentos de hondura emocional, escasos pero que otorgan el empaque que su cine, grande en tantas ocasiones, realmente merece. Será cosa del TOC o algo así, pero no conviene usar el término en un film como éste, donde puedes terminar viendo los créditos mientras guiñas compulsivamente los ojos...
Está bien, poco más.
Saludos.

martes, 27 de abril de 2021

El reencuadre del reencuadre


 

Y también está Mike Leigh, un director tan versátil, y al mismo tiempo con una personalidad tan marcada, que su firma está presente en films aparentemente antagonistas, finalmente traspasados por la verdadera medida del hombre ante sus problemas. Problemas cotidianos, que también son problemas eternos, frustraciones, dilemas y deseos. LIFE IS SWEET lleva el oxímoron en el título, para seguidamente proponer una comedia en toda regla, centrada en una familia prototípica de un barrio cualquiera de Londres. Una fórmula de medida para eso tan indefinible de la humanidad, bien podría ser el humor con el que somos capaces de terminar un día para poder empezar el siguiente. Sin embargo, Leigh siempre va un paso más allá; sus héroes, todos de carne y hueso, parecen habitar un mundo que quiere ser dulce, pero que la realidad va agriando a marchas forzadas. Ella, la madre, parece reír y bromear a todas horas, y el padre procrastina todo menos ir un rato al pub. Las hermanas, gemelas, son tan humanas que una se dedica a instalar calefacciones y vestirse como un chico, pero la otra enmascara un serio problema alimenticio con una actitud desafiante aunque cínica: quiere arreglar todos los problemas del mundo sin mover un dedo y culpando a los demás. Podría ser una farsa, podría ser un guiñol, o un rocambolesco cruce entre cierta idea neorrealista y otra falsamente sentimental. De lo que estoy seguro es de que es una extraordinaria película, que no sólo no ha envejecido tras 30 años, sino que mantiene encendido un discurso vigoroso, el mismo que nos permite asistir con naturalidad a la radical transformación de todos los personajes, que da la medida de que esa humanidad jamás podrá ser una ciencia exacta.
Siempre hay un corazón latiendo tras las imágenes de Mike Leigh.
Saludos.

martes, 12 de mayo de 2020

Entonces, como ahora...



Mike Leigh abre su último film con un soldado desorientado, en mitad de un campo de batalla, tocando a duras penas la trompeta. Toda una declaración de intenciones, de Waterloo a la Plaza de Saint Peter, que histórica (e irónicamente) adoptaría el nombre de "Peterloo". Está todo dicho, pero Leigh no se conforma con el peso de la Historia, sino que necesita mostrar el detalle, la consecuencia tanto como la inevitabilidad de un proceso de hartazgo de la clase obrera, enfrascada en años y años de miseria y guerras, mientras las clases acomodadas engordaban, mirando con recelo y algo de náusea lo que acababa de ocurrir en la vecina Francia. Con 76 años, el director británico amplía el campo de visión ya apuntado en Mr. TURNER, para crear un impresionante fresco absolutamente intemporal, una obra magna que bebe tanto de la pulcritud de Kubrick como de la fiereza e instantaneidad de Ken Loach; siempre manteniendo la tensión, con la vocación de no dejar a nadie fuera del foco. PETERLOO es más que una crónica, es una constatación, pregnante, misericordiosa, despiadada, vencedora en su exposición de razones, perdedora al tener que ceñirse a aquellos infames minutos de la historia británica, donde murieron hombres, mujeres y niños, por cometer el terrible crimen de querer luchar por sus derechos, hartos de morir de hambre y agradecer por ello. Y advierto: desesperará a quien no hable inglés (si alguien comete la osadía de verla doblada, no va a enterarse de nada), por su descomunal uso del lenguaje, sucio y adornado, atropellado o arrollador, retórico o mundano, todo ese espacio de tiempo se encuentra comprimido en esas imágenes claras y sucias (Dick Pope, que estás en los cielos), en los telares abandonados, en los mendrugos de pan compartido y en la enfermedad de los rostros, tanto del famélico como del abotargado. También hubo revoluciones en la "pérfida Albión", también cobraba sentido la pregunta "¿Está usted familiarizado con el Norte de Inglaterra?", y también había tiempo para que los charlatanes abonaran el campo, llamando a las armas, desapareciendo en mazmorras, con un público de hombres cansados y mujeres atónitas. En ese tiempo, se gestaron muchas cosas que hoy nos parecen derechos de nacimiento, y por eso somos tan vulnerables ante los herederos de los que siempre han empuñado el látigo, incluso dispuestos a comer de su mano, incluso después de tanto tiempo y tantos muertos.
Necesaria, apabullante, clarividente... Obra maestra absoluta.
Saludos.

viernes, 28 de agosto de 2015

Retrato del genio como ser humano



MR. TURNER es una obra maestra contemporánea sobre un genio eternamente contemporáneo que, curiosamente, no encajaba en el tiempo que le tocó vivir. Y no saben lo que me alegro por Mike Leigh, un cineasta al que admiro desde hace varias décadas, y que yo sabía que era capaz de virar 180º sus temas habituales para ofrecer un trabajo tan delicado como brutal sobre el día a día de un coloso de la pintura, un hombre cuya obra ha perdurado intacta hasta nuestros días, suscitando continuamente encendidos debates, algo que sólo está a la altura de los verdaderamente grandes. Pero no nos olvidemos del otro bastión de este excelente film, que se sitúa en las antípodas de cualquier biopic al uso. Timothy Spall compone una presencia que a la vez es imponente y esquiva, que se comunica principalmente por sonidos guturales y cuya particular manera de ver la vida le hace tan insociable como ingenuo, al creer que la conservadora sociedad inglesa le tenía reservado un lugar intocable. A medida que su obra va creciendo en complejidad y magnificencia, William Turner abandona progresivamente los salones de exposición y las tertulias sociales, y se refugia en lugares inesperados; busca la inspiración en las jóvenes de los burdeles y sólo se fascina por una humilde mujer, viuda de un pescador, que es la única persona que parece entender el inabordable carácter del pintor. Todo ello es narrado con mano maestra por Leigh, que parece "pintar" cada fotograma, apoyado por la bellísima fotografía del gran Dick Pope, y con un sentido del humor más descacharrante de lo que cabría esperar en una película sobre un pintor con una visión del mundo bastante sombría. Esto es, en último término, lo que hace de MR. TURNER una película necesaria: su sana abominación por cualquier cliché preestablecido.
Inmensa.
Saludos.

martes, 13 de enero de 2009

La vida en el callejón de atrás

Resulta muy obvio dotar de intensidad dramática a una situación que ya lo es, es el exceso de las filmografías exóticas, tan en boga últimamente; digamos un "nuevo" neorrealismo sobradamente justificado, ya un poco cansino.
A mi juicio, es más estimulante observasr ejercicios de valentía en sitios donde (falsamente) creemos que todo está en orden y no pasa nada más allá de las crónicas de sucesos. Y uno de los cineastas más comprometidos y serios no vive en Tailandia ni en Bolivia, sino en la misma Gran Bretaña. Su nombre, Mike Leigh; su lema, desvelar que no es oro todo lo que reluce.
¿Cuántas veces hemos oído al chavalín de turno clamar con irse a Inglaterra, la panacea del oprimido mediterráneo? Muchas, indudablemente; luego está la realidad. En ALL OR NOTHING no podríamos discernir con claridad si la acción transcurre en un barrio obrero madrileño o en Londres, tan parecidos son unos de otros. Asistimos a la vida monótona y repetitiva de Phil, un taxista bonachón y paciente que diserta sobre problemas filosóficos mientras su familia se desmorona. Su mujer, Penny, es cajera en un supermercado y suele arrepentirse, aunque no lo diga, de haberse casado con Phil. Sus dos hijos son obesos y muy diferentes;Rachel es aplicada y comprometida cuidando ancianos mientras que Rory es un holgazán nihilista que protesta por todo. Rory cae enfermo del corazón y todo se dispara. Los problemas económicos son una constante y, sin embargo, cuando todo parece perdido, Phil y Penny se reencuentran en medio de la adversidad; hay esperanza.
No esperen encontrar en esta magistral película un típico dramón familiar de sobremesa, los actores de Leigh rozan la perfección, no puedes hacer otra cosa que creértelos ¿Su secreto? No lo sé, supongo que observar con detenimiento cómo funcionan las vidas corrientes al margen de lo extraordinario, que suele ser lo contrario de lo que hacen la mayoría de directores. Es posible que no se trate de su mejor obra, ahí están esas dos joyas que son TOPSY TURVY y (sobre todo) SECRETS AND LIES, pero Leigh volvió a demostrar con ésta, la antepenúltima, que su zarpazo a las emociones sigue estando intacto.
Saludos desde el barrio.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!