martes, 22 de julio de 2008

¿Dónde ahora? ¿Cuándo ahora? ¿Quién ahora?

Esta triple y desesperada interrogación servía a Samuel Beckett para introducirnos a ese agujero negro que es El Innombrable, tercera parte de su oscurísima trilogía, junto a Molloy y Malone muere.
Hagamos símiles entre aquella obra y JOHNNY GOT HIS GUN, la única película dirigida por el guionista y escritor Dalton Trumbo.
Beckett nos sugiere, como único elemento inteligible, que estamos ante la (supuesta) voz de una conciencia, perteneciente (o no) a un cuerpo vegetativo, sin vida física, sólo intelectual ¿pero cómo puede desarrollarse un pensamiento sin ningún contacto exterior? En medio de la angustia, supongo. Leer este libro, de apenas 150 páginas, me supuso una considerable torura tanto psíquica como moral, pero sigue siendo un inquietante referente de mis obsesiones.
Y luego está el film de Trumbo, reputadísimo guionista clásico de Hollywood, antibelicista militante, perseguido por la caza de brujas. Un caso atípico que logró mantenerse muchos años pese a las adversidades.
Trumbo nos propone el mismo caso que Beckett, solo que, al ser cine, no puede eludir el presentar físicamente al protagonista: un soldado (o lo que queda de él) en la I guerra mundial. Sin piernas ni brazos. Ciego y sordomudo. En fin...
La gran diferencia: La película, aunque parezca mentira, es infinitamente más benévola que el libro del autor de Esperando a Godot, incluyendo hasta algún chascarrillo humorístico. Claro que hay apartes en los que la palabra interior cobra protagonismo; pero en imágenes, Trumbo, que tampoco era un dechado de virtudes en dirección, necesita de otros personajes. Por ejemplo, los médicos y enfermeras (un poco demasiado satirizados) que transitan por el hospital de campaña y dan sus opiniones sobre tan dramático caso. O la pastelosa e ingenua relación pre-bélica que el soldado mantiene con su novia, tampoco muy lograda.
Lo cierto es que la película no ha envejecido bien. Sí, es un curioso acercamiento al antibelicismo cinéfilo, pero falla en lo fundamental: la fuerza a la hora de mostrar las secuelas de la guerra.
Saludos mutilados.

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