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domingo, 26 de enero de 2025

Rincón del freak #632: Pescados, tacones y limusinas


 

Una de las primordiales ventajas de esto de internet es, como su propio nombre indica, la red que supone, tanto para ganancia de pescadores como para inusitado bazar de sorpresas enquistadas en otros tiempos, donde explorar era un trabajo desagradecido. Para los más curiosos, YouTube es una joya para desempolvar a artistas pertenecientes a esferas exclusivas, lo que viene a significar distribuciones directamente arcaicas. Por una casualidad que definiría de uno entre un millón, me topé con PENTIMENTO, único largometraje (donde se prodigó fue en el formato corto) del holandés Frans Zwartjes, verdadero hombre del renacimiento, que fue autor de una importante obra en pintura, fotografía, música, literatura y también un cine de corte radicalmente experimental. Con obsesiones insoslayables por el sexo y la violencia más explícita, este film se alinea claramente con el Pasolini de SALÓ, aunque sin alcanzar la calidad cinematográfica de aquélla. 75 minutos en los que se repiten motivos como el cuerpo femenino expuesto en su totalidad, los banquetes pantagruélicos, o unas torturas físicas que la ausencia de diálogos tornan imposibles de contextualizar. Como si de un surrealista embrutecido se tratara, la alternancia entre palacios decadentes y fábricas abandonadas, sonidos de animales o señores orientales que pasaban por allí, dejan este extrañísimo film en una curiosidad mejor filmada de lo que cabría esperar, pero que sólo recomendaría a paladares acostumbrados a los sabores más ácidos.
En el Tubo está.
Saludos.

martes, 23 de julio de 2024

De dos en dos


 

ZWART WATER (internacionalmente se comercializó como TWO EYES STARING) es una película que recogió cierto aura de culto desde su estreno en 2010, avalada por lo que es su mayor hallazgo, un guion que quiere evitar a toda costa las habituales trampas del cine de fantasmas y casas encantadas, centrándose en la intrahistoria de por qué la niña protagonista tiene "encuentros" con un ser del más allá, o eso creemos. Me parece bien, por lo que tiene de naturalizador, porque aunque estemos ante un film de terror lo importante siempre es encontrar el sentido práctico de lo que se cuenta. Ahora bien, tiene un ritmo apesadumbrado, plomizo, ni siquiera buscando el gótico, simplemente tirando al bostezo. Es decir, que el planteamiento es interesante pero la ejecución me deja tan frío como la posible emotividad que, lástima, el director es incapaz de encontrar por muchos esfuerzos que hace. 
No es tan mala como parece, pero tampoco tan buena.
Saludos.

jueves, 21 de junio de 2018

Corrupción mediante idilio



Suele ocurrir, de vez en cuando, que el cine de género obtiene inesperadas dosis revitalizadoras de filmografías reducidas, en las que podemos celebrar el gusto por tirar de imaginación cuando el presupuesto es escaso. El mérito de DE POEL (EL ESTANQUE) no es otro que crear un clima de desasosiego, en aumento hasta límites insospechados, sin que exista un solo fotograma con efectos especiales, monstruos o escenas de ultraviolencia. Esto lo consigue Mitchell creando una atmósfera de extrañeza, tanto en lo que los personajes perciben como en su propio comportamiento. Sin ser ninguna obra maestra, se trata de un film de terror con una gloriosa duración de 75 minutos, que se apoya en las rencillas que van surgiendo entre los incautos integrantes de una expedición familiar, con la que buscan el lugar más apartado e idílico posible. Con más puntos de unión con las recientes IT FOLLOWS o THE VVITCH, insisto en que no tiene nada que ver con un slasher, por mucho que el enclave invite a pensarlo, y sí más con esos horrores sin nombre que aguardan pacientemente en algún rincón olvidado, y que ponen a prueba nuestra humanidad. Una peli holandesa, sí, y de miedo, sí, para que vean que no todo proviene del mismo sitio...
Saludos.

viernes, 8 de junio de 2018

El mal



Así, sin medias tintas. El mal, o la posibilidad de poder explicarlo en imágenes. Se trata del mal puro, aquel al que no podemos otorgar una explicación racional, si acaso sólo exponerlo como es e intentar sacar conclusiones veraces. La película es una producción holandesa que cumple exactamente treinta años, y que curiosamente el tiempo no la ha ensalzado como merecería, y ni siquiera ayudó el remake que su propio director realizó cinco años después en Estados Unidos. SPOORLOOS (algo así como LA DESAPARICIÓN) es una película sumamente especial y magistral no tanto por lo que cuenta, sino más bien por la manera en que está contada; y podría parecer tramposa, que omite detalles cruciales durante el metraje, pero al final, y sólo al final (y qué final), descubriremos que era absolutamente necesario distribuir la narración entre flashbacks, tiempos muertos, diálogos que no aportan nada y, más que nada, el constante intercambio de los puntos de vista. Trata sobre una joven pareja holandesa que pasa unas vacaciones en Francia, y la misteriosa desaparición de ella en una gasolinera, atestada de gente y a plena luz del día. La desaparición obsesiona al protagonista de manera que sigue distribuyendo carteles incansablemente, sin obtener la más mínima pista, hasta que un día, sin previo aviso, un hombre se presenta ante él diciéndole que es quien busca, y que debe seguirle si quiere saber la verdad. Lo genial es que en ningún momento se nos ha escamoteado la identidad de este sujeto, al que el espectador conoce desde mucho antes, y es presentado como un padre de familia normal, tímido, meticuloso, pero con algún horrible secreto oculto tras su apacible apariencia. El film, escindido en varias partes, es un mecanismo de relojería perfectamene ensamblado y que mantiene una tensión creciente, simplemente insoportable en su tramo final. Es, para quien no la haya visto, una joya a descubrir, una película tan inteligente como cruel, y, desde luego, la descorazonadora certeza de que el mal puro existe y no sabríamos verlo aunque lo tuviéramos delante de nuestras narices.
Impresionante.
Saludos.

viernes, 2 de febrero de 2018

Del miserabilismo



BRIMSTONE podría resumirse con una sola palabra. O cuatro. Historia de una maldición. Y creo muy necesario sintetizar de alguna forma que sea identificable la morfología cinética de una cinta que se extiende (necesariamente) hasta las dos horas y media, para realizar una pirueta narrativa que se trocea en cuatro partes que van progresivamente hacia atrás hasta la última, que cierra el círculo en tiempo presente. No sería justo limitar su extraordinaria intensidad al impresionante trabajo de los actores, encabezados por un terrorífico Guy Pearce y una superlativa Dakota Fanning, que impregna cada centímetro de la pantalla con un inacabable corolario de emociones, que van desde la dignidad al terror incontrolable, o un odio que casi puede palparse en su mirada. No obstante, el director neerlandés Martin Koolhoven (del que debo decir que no conocía nada) comete el error de rebajar la intensidad desplegada en su primer cuarto, donde se respira una incertidumbre malsana, que no permite al espectador saber a ciencia cierta a dónde se va a dirigir un relato que explosiona tan tempranamente, cuando aún quedan otros tres cuartos más de función.
Fanning interpreta a una mujer muda que vive junto a su marido, su hijo y su propia hija, ya que él está casado en segundas nupcias. Ella se dedica a ejercer de partera en su pequeña comunidad, pero la llegada de un nuevo clérigo la aterroriza con un terror que se ve incapaz de compartir y explicar, pero que la lleva incluso a plantear la huida hacia el lugar más lejos posible. A partir de ahí, la catarsis se interrumpe y el ritmo también, y aunque no se entendería en toda su amplitud sin los dos segmentos centrales, Koolhoven no es lo suficientemente hábil como para evitar caer en una cierta monotonía. Y, sí, no existiría sin esa obra imperecedera que es LA NOCHE DEL CAZADOR.
Si tienen tiempo, no se la pierdan.
Saludos.

lunes, 31 de octubre de 2016

Los canales que nadie ve



De la obscena oferta de canales de televisión que cualquiera puede tener a su alcance actualmente, los más curiosos son los que se encuentran justo al final, noticieros en inglés, francés o alemán en los que vemos imágenes de nuestra querida Europa mientras un locutor de voz impersonal lee un discurso con pomposa eficacia. Eso era Europa, una interminable circulación de eventos bajo los que aparecían unos cuantos millones de vidas acoplados a un sistema productivo y consumista, mientras alguien sin rostro nos contaba qué pasaba con el repollo en Bélgica o los taburetes de metacrilato en un pueblecito finlandés. Que esos canales no tuvieran apenas audiencia responde a una sola razón: no le interesan a nadie. Pretender a estas alturas, cuando la cosificación del ser humano ya no es sólo para "los otros", sino que amenaza con colarse en nuestra agradable cartilla de ahorros, realizar un reporte general de las cosas, como si los causantes de la desgracia estuvieran perfectamente identificados, es, como poco, de una ingenuidad que uno sólo presupone proveniente de mentes acomodadas que ahora quieren redimirse. THE PARADISE SUITE es eso, un raro ejemplo de cine neoliberal disfrazado de superdrama con mensaje moral al fondo, pero está tan torpemente narrada que tanto importa la trata de blancas que un niño que se hace pis, y donde los malvados traen a chicas jóvenes de Europa del Este para explotarlas sexualmente, pero los protopijos que pasan por debajo de los ventanales rojos no importan a ojos de Joost van Ginkel, director y guionista, cuando son los verdaderos culpables de un estado de las cosas que llevan generaciones auspiciando con su repugnante indiferencia. He dicho muchas veces que Holanda me parece el país más profundamente cínico de Europa, pero aún es peor ir al terreno de los Dardenne y terminar metido en un fangal para decirnos lo mismo una y otra vez, que los culpables del hundimiento de Europa no llevan corbata...
Véanla sólo si no tienen televisión por cable...
Saludos.

lunes, 4 de agosto de 2014

Ángeles con caras sucias



A ver. Yo creo que BORGMAN va de unos ángeles desterrados que se dedican a putear a la gente. Un poco como si su único propósito fuese demostrar que el mal es amoral y que simplemente uno puede elegir hacerlo o no hacerlo. Luego, es verdad, está el problema y la cantinela de "a qué se me parece a mí"... porque a mí se me parece a Lars von Trier, que a su vez se parece a Haneke, que a su vez se parece a Seidl, que... ¿Es posible identificar un recuadro-tipo, asumido e investirlo como "Nuevo Cine Europeo"? ¿Recogemos las cenizas del Dogma95? O lo que es peor ¿No se estará convirtiendo la punta de lanza intelectual en un remedo bucliano e imparable?... "La Casta", que diría otro. E intentaba hacer una minisinopsis acelerada porque lo que más ha trascendido de esta cinta holandesa, que se pudo ver en Cannes y en Sitges, es la dificultad para emparentarla con un género localizable; aunque, la verdad, a mí no me hace falta, y no me tiro ningún farol. Camiel Borgman es una especie de indigente, de aspecto chabacano y hediondo, que consigue introducirse en una familia de clase burguesa (Chalé, piscina, niñera); poco a poco (con gran paciencia, diría yo) no sólo se ganará la confianza de la incauta pareja, sino que los manipulará de tal manera que su vida de felicidad se irá al carajo en tiempo récord. De los métodos, urdimbres y surrealismos (ver imagen) usados por el tal Borgman y su inquietante cohorte de colaboradores, es el magro de un guion que es menos impactante de lo que conscientemente (y he ahí el error) pretende poner ante nuestras narices ¿Que qué salvaría? Sobre todo el trabajo de los actores, y la hazaña de su director intentando encontrar el punto justo entre Pasolini, Bresson y algunos de los mencionados más arriba.
Iniciados, por tanto, abstenerse.
Saludos.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

A ver quién la dice más gorda



Como me he enterado de que se va a estrenar la segunda parte, aprovecho para derramar unas cuantas líneas acerca de esa atrocidad llamada THE HUMAN CENTIPEDE (FIRST SEQUENCE), firmada por el ínclito Tom Six, una especie de director porno que pretende entrar a empellones en la industria convencional. Lo del porno lo digo yo, no porque sea verdad sino porque el director holandés la ha emprendido a base de bien con el "manual de buenas costumbres" que se estila en producciones convencionales. Lo de director es, simplemente, un regalo de amigo a amigo... El asunto es que, más allá de si nos repugna ver a tres personas a las que les han cosido la boca al culo de otro (oye, si el señor Six no es el colmo de la sutileza, esta reseña tampoco va a ser menos...), lo que llama la atención de esta cosa es cómo usa todo su potencial para zarandear al espectador/masa, alienado frente al cartón visual y escondido tras medio kilo de palomitas. Lo dije hace un año de A SERBIAN FILM: déjense de caracoles ni zanfoñas; aquí hemos venido a que nos repugne lo que vamos a ver, es el siglo XXI en todo su esplendor ¿La película? Hombre, eso es otra cosa. La película es una bazofia camp con un sentido del humor muy centroeuropeo, es decir: no tiene ni puta gracia. Lo cachondo es ese mad doctor enloquecido y amoral, que sólo quiere demostrar que sus descabelladas teorías son ciertas. Luego está el principio, que es lo peor, lleno de tópicos (las dos muchachuelas que enseñan cacho antes de terminar en ídem); remontado un poco con la surrealista inclusión de un ¿japonés? que no para de gritar y gesticular, pero como nadie lo entiende... Como siempre ocurre con estas cosas, la narración sube enteros con esos tétricos dibujitos explicativos; no vemos nada explícito pero nos lo imaginamos, que es peor. Y luego la verdad es que esa posible vena pornófila  se desata por completo y lo que vemos (acrobacias quirúrgicas aparte) no es más que una sucesión de postales surgidas del Heaven 666 más profundo; nada de estilización del horror, se trata de gente tragando mierda porque sí, así que si les interesa avisados quedan. Yo me abro.
Saludos en cadena... (Jajajaja... vaya chiste malo...)

martes, 26 de enero de 2010

Un beso con sabor a tripas

Si hay un director al que se le pueda imponer la dudosa etiqueta de "todoterreno", sería, sin duda, Paul Verhoeven; un director de errabunda carrera, con sonoros fracasos cercanos a la más feroz debacle (SHOWGIRLS, HOLLOW MAN); soberbias, legítimas y personalísimas reconstrucciones de los gastados teoremas "de género" (ROBOCOP, STARSHIP TROOPERS); incontestables taquillazos (TOTAL RECALL, BASIC INSTINCT) y hasta experimentos más que cercanos a la nouvelle vague más inflamada (TURKS FRUIT, KEETJIE TIPPEL). Una trayectoria tan ecléctica como inconformista, culminado con su controvertido paso por los estudios norteamericanos y revitalizado con su reciente vuelta a su país de origen, donde anda empeñado en demostrar que el "Gran Cine Europeo" es posible. Y la prueba más patente de esto fue, hace cuatro años, ZWARTBOEK; una magnífica película bélica que es capaz de subvertir las claves del género al mismo tiempo que nos devuelve a un Verhoeven en plena forma, despojado de algunas medias tintas de antaño y convertido en grandísimo director de actores, además de un inigualable retratista de épocas pretéritas, quizá sólo igualado en Europa por Polanski. ZWARTBOEK comienza algo timorata, deseosa de no dejar cabos sueltos para lo que ha de venir después; porque lo que parece sólo un fiel retrato de la enésima andanza contra-nazi, termina por revelarse como un atroz cuento de terror, al tiempo que nos muestra de manera clara la diametral conversión de la joven infiltrada, connivente con el régimen, en expresionista testigo del horror y, finalmente, en involuntaria Juana de Arco. Un estupendo trabajo interpretativo de Carice van Houten, que es capaz de llenar casi por sí sola esta película valiente e inconformista, quizá el reverso lúdico de Haneke o una digna lección de humildad al último Tarantino.
Saludos en negro.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!