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sábado, 27 de noviembre de 2021

El dios loco


 

De casualidad, me topé hace un tiempo con que la Marvel (vertiente televisiva) había realizado una serie de tres temporadas acerca de uno de los personajes más fascinantes, inabordables y enigmáticos de todo su universo. Creado por dos mentes tan antagónicas, y al tiempo tan complementarias, como las de Chris Claremont y el gran Bill Sienkiewicz, David Haller es una anomalía, casi una brecha incontenible por la que se puede llegar a filtrar prácticamente cualquier cosa que se le pudiera ocurrir a un guionista con pretensiones de subvertir las reglas de un universo creativo, a menudo demasiado constreñido. LEGION presenta a este supermutante, supertelépata y super-cualquier cosa que ustedes puedan imaginar; hijo nada menos que de Charles Xavier (aunque éste es un punto de discusión cartesiana), y perteneciente por tanto al universo de los X-Men, podría decirse de él que es lo más cercano que un humano ha podido estar de ser un superhombre perfecto. Sólo hay un problema: David Haller está loco. O al menos ha sido diagnosticado de esquizofrenia. Y la serie se abre con este hombre internado en una especie de psiquiátrico, donde en realidad la intención es mantener a raya su psicopatía (que podría acabar incluso con el mundo conocido) y potenciar sus ilimitados poderes, hasta que sepa controlarlos. El motivo: la amenaza de otro supertelépata, que ha despertado de un largo letargo. Ahmed Farouk. El Rey Sombra.
Son tres temporadas, de un nivel técnico asombroso, con una trama lo suficientemente compleja como para dar cabida a multitud de barbaridades visuales. Las interpretaciones son perfectas, con un Dan Stevens que se va creciendo al mismo tiempo que su personaje, y termina parafraseándose en un híbrido entre Syd Barrett y el propio Xavier. No es casual, porque el personaje interpretado por Rachel Keller, una mutante que se trasplanta a los cuerpos que toca, se llama como el mítico fundador de Pink Floyd. Y podríamos seguir con las referencias a este grupo, primordialmente en la estética swinging London que predomina la serie, o el emocionante corte, ya en el último capítulo, en que Stevens/Haller interpreta el "Mother", escrito por Roger Waters, explicando muchos de los endiablados tropos de su argumento. Una serie compleja, probablemente un reto personal de Noah Hawley, y que a lo mejor se antoja un pelín larga en sus tres temporadas, pero que termina satisfaciendo tanto a versados como a neófitos, y tocando una de esas esquinas oscuras de Marvel, de las pocas que intentaban salir del mero entretenimiento y abordar los entresijos, por ejemplo, de una mente superpoderosa, pero enferma...
Se puede hacer un poco ardua de seguir, pero tiene algunos momentos genuinamente epatantes y de gran poderío visual.
Saludos.

lunes, 15 de febrero de 2021

In praeterito


 

Tengo varios sentimientos encontrados respecto a la T4 de FARGO. Por un lado, la historia, no por mil veces repetida, es capaz de encontrar admirablemente su propio camino, e incluso ir siempre un pasito más allá de los lugares comunes, y aquí hay muchos. En cambio, me pregunto dónde están los puntos de unión con el universo al que teóricamente debemos remitirnos. Porque, digámoslo ya, esta temporada, curiosamente, no se parece a FARGO sino a otro film de los hermanos Coen. Esta temporada se parece, y mucho, a MILLER'S CROSSING. Y es que Noah Hawley nos lleva al mundo de las mafias, al de esas "familias" enfrentadas durante generaciones, ávidas por tener el mando absoluto de la ciudad en cuestión, que en este caso es Kansas City. Así, el primer episodio queda consagrado a una extraña liturgia, en la que los jefes de los dos clanes intercambian a sus hijos, para asegurar que ninguno romperá el pacto de no agresión. Primero son los judíos y los irlandeses, y más tarde los desbancan negros e italianos. Sobre esa base gira el argumento entero de la temporada, con multitud de traiciones e inesperadas alianzas; con una policía corrupta y una ciudad a merced de la impunidad de estas mafias, operando bajo "negocios respetables". Luego están, es cierto, el habitual baile de secundarios, que suelen ser los enclaves del espíritu de FARGO, y reconozco que Hawley despliega un alarde de imaginación, pues la mayoría, aunque cumple su misión, parecen añadidos, extensiones de "lo que de verdad importa", que son los diálogos lacerantes, las miradas chungas y los tiroteos. Puro cine de mafiosos, y no tanto de la marciana psicopatía que es el verdadero sello de la serie y de la película original. Por otro lado, el reparto es complicado de asimilar, porque es complicado ubicar a Chris Rock o Jason Schwartzman tan alejados de sus roles más característicos. Y sí que brillan, por ejemplo, los veteranos Glynn Turman y Francesco Acquaroli; la subtrama interpretada por Jack Huston y Timothy Olyphant; o la verdadera revelación (ligeramente desaprovechada), que es la desconcertante enfermera a la que da vida la cantante irlandesa Jessie Buckley.
Una temporada, en fin, extraña, aunque con entidad propia. Que, contraviniendo todas las leyes no escritas de las series, acaba en un pequeño anticlímax de poco más de media hora (el episodio más corto de todos), y deja un epílogo sin palabras que conecta esta temporada con la segunda, en una decisión que como poco es ambigua.
Puede verse.
Saludos.

miércoles, 27 de enero de 2021

Radiografía exterior


 

Vayamos con la tercera temporada de FARGO, que por motivos puramente agendísticos se me ha demorado más de tres años, aunque nunca es tarde... Y tengo sentimientos encontrados respecto a esta temporada, que en su tarea descriptiva es memorable, pero deja la sensación de no saber atar tantísimos cabos sueltos; o lo que es peor: pecar de exceso de confianza en que, de una forma u otra, esa "conspicuidad" inherente a la franquicia le sacará de cuanto apuro surja. Y algo así tiñe cada decisión tomada por Noah Hawley para esta T3, conformando el tejido mismo de un relato que, incomprensiblemente, parece desdeñar la excelencia, a la que roza durante gran parte de sus primeros episodios. Esta temporada es endiabladamente, conscientemente compleja, comenzando por una apertura cuyo único nexo es puramente "espiritual", abrazando un derribo de la cuarta pared en clave beatífica, o permitiéndose el lujo de un cierre que más que quedar en el aire se adivina tan etéreo como su principal protagonista. Lo que aprovecho para romper una lanza en favor de un reparto arriesgado y controvertido, pero nunca casual. Ewan McGregor trenza un trabajo colosal y muy matizado, al interpretar a dos hermanos gemelos aparentemente diferentes, pero que terminan revelándose con más puntos en común de lo que creían. Carrie Coon es el elemento más reconocible respecto a ese probable "universo Fargo", aunque su mujer policía es menos ingenua y más analítica. Mary Elizabeth Winstead comienza en los márgenes y termina prácticamente acaparando gran parte del protagonismo. Y Michael Stuhlbarg (otro ilustre "coeniano") se luce como el muy sufrido mano derecha del "hermano ganador" (¿he dicho que el otro es un perdedor?). Aunque deberíamos hacer un punto y aparte sobre el trabajo del británico David Thewlis, porque V. M. Varga queda en la retina mucho tiempo después de acabar la serie, suscitando infinidad de preguntas y apenas otorgando vagas certezas. Casi más un fantasma que una persona, Varga es un destructor de personalidades débiles, un embaucador y un contador de historias, que no deja de analizar a su alrededor mientras hipnotiza a la víctima con su anestésico relato. Así, el empeño de Hawley es inalcanzable, y posiblemente hubiese necesitado tres temporadas para sólo ésta, y la sensación, insisto, es la de que las ideas estaban ahí, van surgiendo poco a poco, todo va encajando a la perfección, pero el remate parece precipitado y demasiado convencional para lo prometido en diez episodios trufados de multitud de referencias. Hay una presentación con "Pedro y el lobo", una historia deudora de WALL·E, e incluso guiños a los Coen (esa bolera...), por lo que hubiesen faltado más historias de Varga y menos tiros. Y aun así, puede que estemos ante gran temporada... o no...
Saludos.

sábado, 14 de enero de 2017

Una sensación extraña



Me decidí recientemente a ver la segunda temporada de FARGO, la variante ideada por Noah Hawley para la cadena FX a partir de la película original de los hermanos Coen. Primero porque la primera temporada me sorprendió gratamente, teniendo en cuenta que no se trata de una de mis favoritas de sus autores, pero también porque todo lo que leía sobre esta continuación eran alabanzas unánimes. Mi opinión es que esta segunda temporada alterna psicóticamente momentos brillantísimos de altura cinematográfica con algunas licencias y referencias que, sin estar mal del todo, reverberan en el subconsciente medianamente entrenado y se convierten en insertos, que en una serie de diez capítulos le resta credibilidad y coherencia. Los que la hayan visto sabrán que me refiero al extrañísimo desenlace, contenido en el los dos últimos episodios, y que no desvelaré ni un ápice. El resto está bastante bien, todo muy Tarantino, con una nueva pareja de polis bonachones y hogareños (Patrick Wilson y un recuperado para la causa Ted Danson) y un extenso corolario de malhechores, fundamentalmente los miembros de la familia Gerhardt y sus acreedores de otro estado, que envían a su sicario más mortífero (y deslenguado), un negro llamado Milligan (excepcional Bokeem Woodbine) para acabar de una vez con el clan mafioso. Aunque la reacción en cadena parte de un hecho accidental, el atropello del benjamín de los Gerhardt cuando trataba de asesinar a una juez y la estrambótica ocultación del cuerpo en la casa del carnicero local y su mujer (una absolutamente memorable Kirsten Dunst). La serie, ya digo, pese a su marciano arranque, transita con facilidad pasmosa los terrenos del thriller sofisticado y lenguaraz, y tiene algunos momentos de brillantez que efectivamente faltaban en la primera entrega, pero le puede su dispersión, como si no se pudiese dar cabida y minutos de calidad a un elenco tan extenso, lo que termina dando un conjunto de bloques autónomos que funcionan muy bien por separado, pero que se enfría en el encadenado, repleto de flashbacks y elipsis que no siempre son bien entendidos. Aunque para "marciano" su final, ya saben...
Lo bueno: que dura diez capítulos y no se hace pesada. Lo malo: que hay momentos en los que no se sabe dónde hay que prestar atención...
Saludos.

jueves, 3 de marzo de 2016

Aquellos maravillosos idiotas, felizmente recuperados



He visto FARGO, la serie, la primera temporada. Y lo tengo sencillísimo para escribir lo que voy a escribir. FARGO, la serie, al menos la primera temporada, que es la que he visto, supera completamente a la película original de los hermanos Coen. Parece un absurdo del destino, pero así es, porque FARGO, la serie, viene a explicar muchas de las cosas que yo no lograba explicarme de la película; sus personajes, más abundantes, encuentran ahora un motivo certero para aparecer en el sitio y el momento que deben hacerlo. Cosas de la duración, que hay quien le saca jugo y quien no. FARGO, la serie, apenas se desvía unos centímetros de su obra nodriza en lo argumental, pero sí en el desarrollo de dicho argumento; y, efectivamente, Noah Hawley consigue lo más complicado, que es repartir minutos sin que se note. Hay, claro, dos polos gravitacionales más potentes que el resto, pero es difícil encontrar un personaje que no tenga su aparición más que justificada. Martin Freeman y Billy Bob Thornton llevan a cabo un trabajo memorable, y eso que ni son complementarios ni antitéticos, sino todo lo contrario de cualquier idea preconcebida, porque lo interesante es asistir a la desnaturalización del primero por la influencia, casi diabólica, del segundo.
Me niego a desvelar prácticamente nada de su jugoso argumento, pero quienes la hayan disfrutado me darán la razón en que su episodio piloto es una barbaridad; ocurren tantas cosas en el mismo, hay desde esos primeros minutos tal expectación creada, que la frase es recurrente: ... "¿pero todavía tienen que pasar más cosas?... porque quedan nueve capítulos más"...
Pues sí, vaya que si pasabn más cosas... ¡Chapeau!...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!