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viernes, 24 de noviembre de 2023

HHH


 

La entrada de hoy es sumamente especial, no sólo por el carácter, un poco anacrónico, que pudiera desprenderse de una serie emitida en 1980, y que ha mantenido desde entonces su aura de culto. También lo es por el insoslayable hecho de que sólo haya podido llegar a ella 43 años después, y por medio de una fantástica rercomendación, que me llegó desde las islas británicas, donde mantengo una conexión igualmente especial, entre películas, literatura y afectos varios. Sea como sea, hoy hablaremos de HAMMER HOUSE OF HORROR, que a lo largo de 13 episodios supuso la notable revitalización de una mítica productora, la Hammer, que por entonces había dejado atrás su época dorada, y estaba cerca de desaparecer definitivamente. Recientemente he descubierto que se emitió allá por 1981 en la segunda cadena, pero nunca he tenido un solo recuerdo de ello, supongo que influido por el hecho de tener entonces siete años... De todas formas, informo aquí de que existe una edición, más o menos encontrable, en DVD, desde hace unos 15 años, aparte de que se pueden disfrutar sus episodios completos en YouTube.
Y empezamos por el principio, con "Witching time", donde un entregado Jon Finch interpretaba precisamente a un compositor de bandas sonoras para films de terror, siendo su esposa la protagonista. El caso es que en un día de tormenta y whiskies, el tipo descubre a una señora con túnica en el pajar (hay pajar), que resulta ser la dueña de la casa... 300 años antes, aunque reclamarle su propiedad va a resultar algo traumático. Es un buen arranque, con la chispeante Patricia Quinn haciendo de bruja lasciva y porculera, y un tono casi más cercano a la comedia que al terror.
Más sobria y tipificada es "The thirteenth reunion", donde la popular Julia Foster, haciendo de periodista de revistillas "para féminas", descubría el terrible secreto de una extraña clínica de adelgazamiento, donde sus férreos métodos la llevan hasta algo bastante peor e inesperado. Correcta, como si Miss Marple conociera a Clive Barker...
Bastante mejor es "Rude awakening" (no confundir por su traducción con el film de Vittorio deSica), con el solvente Denholm Elliott adelantando (y hay que estar atento a las muchas referencias que implementa la serie) al Bill Murray de ATRAPADO EN EL TIEMPO, solo que en un bucle más horrísono, con el trasfondo de un aburrido trabajo, una monótona esposa, pero la presencia de una despampanante secretaria (Lucy Gutteridge!!!...), que se metamorfosea cada día, porque quizá este hombre no viva sólo una realidad. Correcto, y muy interesante el descubrir cómo ésta o aquélla, más famosas, se parecen tanto a este humilde episodio.
Con ecos de PET SEMATARY o LA PROFECÍA, "Growing pains" establecía un curioso juego de espejos, a raíz de la traumática muerte de un niño, y la posterior adopción de otro, que parece ocultar más de un secreto, aunque el guion juegue constantemente al despiste. No es de los mejores, pero tampoco de los peores, pero los actores están terriblemente mal dirigidos.
El primer punto realmente fuerte es "The house that bled to death", que con su estructura envolvente nos sumerge en el deterioro de una familia tras adquirir una casa supuestamente maldita, ya que fue testigo de unos terribles crímenes en el pasado, pero su bajísimo precio los convence para vivir allí. Inmediatamente, empiezan a suceder fenómenos inexplicables, lo que los llevará hasta una paranoia insoportable, y se plantearán marcharse de la casa. Podría ser un precursor de POLTERGEIST (rodada sólo un par de años después), pero su inquietante giro final le da un regusto más retorcido e inesperado...
No me gustó casi nada de "Charlie Boy", ingenuo acercamiento a la intriga con muñecos de vudú de por medio. Tiene un tono indeciso, casi paródico, y su concepto del terror es anticuado y poco original. No hay mucho que pueda añadir a un episodio decepcionante.
Sin embargo, "The silent scream" parte de una premisa ridícula, para erigirse en uno de los mejores capítulos de la serie. Un tipo con pocas luces (un joven y ya impactante Brian Cox) sale de la cárcel, pero las estrecheces económicas le obligan a aceptar un extraño trabajo, consistente en vigilar unos animales salvajes, que un tipo aún más extraño (y si digo Peter Cushing, no hace falta decir nada más) mantiene enjaulados, a la espera de un enigmático proyecto o experimento. Su guion es estrambótico, e incluso su cartel promocional puede llevar a engaño, pero milagrosamente logra inquietar con sus muchas idas y venidas. No es estrictamente un relato de terror, pero inquiere un par de reflexiones sobre la moral de algunos experimentos, o cómo los humanos podemos ser más terribles que los animales, y de hecho lo somos.
Hay un pequeño bajoncillo en "Children of the full moon" y su desigual acercamiento a la licantropía. Primero porque parecen dos historias que no tienen nada que ver entre sí. Por un lado, el típico coche averiado en mitad de la nada y la llamada de una pareja a un caserón, donde son recibidos, esta vez, por una afable señora (una irreconocible Diana Dors, otrora grandiosa sex symbol), que tiene allí montado una especie de orfanato. La otra historia es saber qué pasa con esos chiquillos en noches de luna llena, claro. Se ve y se olvida.
Si "The Carpathian eagle" no es el peor episodio de la serie, es sólo porque hay otro aún peor. No comienza mal, con una especie de condesa Bathory trasplantada hasta nuestra época, que va ligándose guarretes para hincarles una cachazuda faca en el corazón, en unas escenas, eso sí, que nos llevan directamente hasta el Verhoeven que todos sabemos, y eso juega en su favor. Pero su deslavazado guion, y lo indisimulado de su trama, que se ve venir a leguas, la dejan en un thriller esotérico de andar por casa. No la salva ni la presencia de una señora tan altamente deseable como Suzanne Danielle, quue se dedicaba a hacer de Eva Nasarre en Albión, y luego se casó con un señor para ser feliz en su matrimonio, claro...
A años luz, "Guardian of the abyss" transita entre la pesadilla recurrente de Poe y el horror cósmico con sectas y dioses innombrables de Lovecraft, para construir un solvente relato sobre un espejo adquirido en una subasta, que desencadena un inusitado interés por diversos personajes, que intentan engatusar, cada uno a su manera, al coleccionista que se ha hecho con él, sin sospechar que sus secretos pueden ser fascinantes, pero también horribles. Es de los episodios más complejos y mejor realizados, aunque alguna actuación (una constante en la serie) es susceptible de mejora.
Con "Visitor from the grave" tocamos fondo. No es que sea una basura, ni mucho menos, pero su concepto del terror provoca más risa que otra cosa. Como si Abbott y Costello fueran invitados en Scooby Doo, un tipo llega a una casa en plena noche para ahostiar al dueño porque le debe dinero, pero encuentra a su mujer en camisón y decide cobrarse en especie, recibiendo un perdigonazo en la cara y un sueño reparador por parte de ella, que a la mañana siguiente es despertada por su santo, que la ayuda moralmente enterrando al finado. Luego, claro, ella ve un aparecido con la cara pingueante de sangre, pero nadie la cree. Para rematar, llaman a un hindú con poderes para extirpar al posible espíritu del incordio, en una sesión que nadie podría tomar en serio. Se remata todo con un giro final no ya sonrojante, sino directamente tontísimo. La cosa es, que como comedia involuntaria puede tener hasta su gracia y todo...
Y del peor nos vamos directamente al mejor episodio de todos. "The two faces of evil" está estupendamente escrita por Ranald Graham, y muy bien dirigida por Alan Gibson (¿Qué obra nos podría haber dejado este señor de no haber fallecido con sólo 47 años?). Las interpretaciones, especialmente Anna Calder-Marshall, están a la altura, lo que se agradece una enormidad. Pero su punto fuerte es la historia, que con muy mala baba nos lleva hasta el territorio, por ejemplo, de BODY SNATCHERS, aunque hay más de una referencia oculta aquí, como la apropiación que Kevin Williamson haría, casi dos décadas después, en SÉ LO QUE HICISTEIS EL ÚLTIMO VERANO, por poner un ejemplo muy burdo. Incluso el hecho de comenzar con un accidente de coche no me molesta, y me inquieta muchísimo su espeluznante idea de la suplantación de identidad. Una pareja viaja junto a su hijo y recoge a un autoestopista, que les ataca y provoca un fuerte choque. Tiempo después, la mujer y el niño se han recuperado en el hospital, pero su marido ha sufrido cortes que no le permiten hablar. El atacante no sobrevivió, y todo se marchan a casa para volver a la normalidad, pero puede que nada vuelva a ser normal... Magnífico episodio, y por mi parte podría haber sido un largometraje sin ningún problema.
Y para acabar en todo lo alto, la serie se cierra con el segundo mejor episodio, "The mark of Satan", que nos introduce en una espiral de locura paranoide, cuando el empleado de una morgue se obsesione con el número 9, hasta el punto de relacionar cada suceso de su vida con dicho número, haciéndole pensar que es víctima de una terrorífica conspiración. Mezcla alucinada de LA SEMILLA DEL DIABLO, LA ESCALERA DE JACOB y (atención) PI, de Darren Aronofsky, es el capítulo más alejado del terror convencional, para entregar un desolador informe sobre el punto de vista de una mente desquiciada, que ya no sabe distinguir entre los sueños y la realidad. 
Y esto es todo, que no es poco, porque la serie merecía un repaso de este tipo y porque la he disfrutado mucho. Así que gracias por la recomendación a quien corresponde...
Saludos.

domingo, 19 de noviembre de 2023

Rincón del freak #573: Guerrilleros en la litosfera


 

El caso de la efímera productora Adam's Apple es digno de estudio... Bueno, quizá no. El caso es que hubo cinco títulos desde 1981 hasta 1984, donde se fecha el abrupto final de la "aventura". Ahí tenemos a Chuck Norris dando patadas voladoras, una comedia protagonizada por Lillian Gish, O.J. Simpson... y un perro, un survival con Rommy Cox y M. Emmet Walsh, o la que nos ocupa hoy. Y es que lo de WHAT WAITS BELOW tiene aún más difícil explicación. Convencieron nada menos que a Robert Powell, Timothy Bottoms o Anne Heywood para esta inclasificable mezcla de bélico, aventuras, terror y otras cosas, como ver a Lisa Blount ligarse a Mr. Powell advirtiéndole de lo larga que tiene la lengua... El caso es que todo parece rodado a intervalos, como si hubiesen ensamblado tres proyectos inacabados. Empezamos en Nicaragua, donde el protagonista, un cruce entre reportero, mercenario y agente secreto, se enfrenta a una guerrilla no se sabe bien por qué. Seguidamente (aunque ya ha pasado más de media hora) se supone que estamos en España (aunque podría haber sido Senegal, Bután o Birmingham), donde un grupo de espeleólogos une fuerzas con los mercenarios de antes para bajar a una profunda cueva inexplorada. Sin solución de continuidad, vemos a unos descartes de aquellos entrañables Morlocks, con sonrojante movilidad y menos emoción que una palangana de cardos. Para rematar, también engañaron al cineasta australiano Don Sharp, un más que notable artesano de larga trayectoria, que por entonces, con más de sesenta años, planeaba retirarse, y aquí encontró el empujón definitivo. 
Digo yo, que si hubiesen hecho tres o cuatro cortos, a lo mejor hubiese sido menos desastroso, pero este engendro es infumable e imposible de tomar en serio, así que no la vean.
Saludos.

lunes, 11 de julio de 2022

Huir hacia atrás 3


 

De no ser por Hitchcock, por su inigualable inventiva, por su excepcional sentido del ritmo, por sus personajes siempre transitando entre géneros con fluidez, podríamos afirmar que la mejor adaptación de la novela de John Buchan se hizo en 1978. THE THIRTY-NINE STEPS no sólo toma distancia del film de 1935, sino que es infinitamente más fiel al libro, y además aporta algunos momentos de gran calidad cinematográfica. El arranque es diferente, eludiendo todos los sucesos teatrales, y amplificando la trama de espionaje, con el siniestro personaje, magistralmente interpretado por David Warner, urdiendo un plan maestro para determinar el sino de la WWI. El encargado de dar vida a Richard Hannay (aquí sudafricano, en lugar de canadiense) fue Robert Powell, actor de limitados registros, pero que clava a este aventurero eternamente perseguido, y finalmente convertido en perseguidor. Es de destacar también la excelente ambientación (esas cuidadas producciones de la Rank), que al fin nos sitúa plenamente en 1915, la brumosa fotografía de John Coquillon (habitual de la Hammer), o el espléndido final, con una espectacular escena en las mismas manecillas del Big Ben que podría haber firmado el propio Hitchcock. 
En definitiva, una notabilísima versión, increíblemente desconocida hoy día, pero que no tiene absolutamente nada que envidiar a la original, que sigue conservando su aura mítica e intocable.
Saludos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!