Mostrando entradas con la etiqueta Roland Emmerich. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Roland Emmerich. Mostrar todas las entradas

lunes, 23 de mayo de 2022

El retorno del blockbuster


 

Imagino que Roland Emmerich debe habitar un espacio vital muy diferente al de la mayoría de seres humanos. Sólo así se puede entender que alguien decida hacer una película como MOONFALL, un desorbitado (nunca mejor dicho) engranaje, cuyo lujoso envoltorio contiene una trama argumental que sólo puede caber en un infantilismo a prueba de bombas. Así es su cine, y así lo ha sido siempre, un desafío a la coherencia que nos venía a convencer, una y otra vez, que la mejor inversión es el mayor gasto posible. Hay aquí transbordadores espaciales emergiendo, con una gloriosa fanfarria, de un mar desatado, con los segundos justos para salir disparados hacia la Luna. El motivo es que el satélite se acerca a la Tierra por motivos desconocidos, pero que podrían tener explicación en otra misión espacial, cuando una misteriosa fuerza sorprendió a un grupo de astronautas, que son los encargados de volver a salvar el día; no sin la ayuda de un friki conspiranoico, que, claro, es el único que ve fuera de la caja... La Tierra se derrumba, Emmerich orgasma con cada sacudida, montañas pulverizadas, maremotos incontenibles, megaestructuras que harían palidecer a la Estrella de la Muerte... Una orgía de ruido y destrucción, de teorías físicas a cual más loca, tan sólo para demostrar que se pueden hacer películas muy caras con un presupuesto inflado hasta lo soportable. Y aun así, como en todo el cine de Emmerich, hay momentos que están bien rodados, estructurados, que revelan a un cineasta que no puede contener su ansia de horror vacui, que necesita disponer de muchas cosas a la vez, quizá para que no se note que en realidad apenas hay nada...
Saludos.

viernes, 16 de abril de 2010

... y dentro de dos años, todos calvos...

Me va a encantar escribir sobre esta cosa; sobre 2012. Me va a encantar porque es con estos artefactos con los que uno puede explayarse a gusto sin sentir remordimientos ni apóstrofos morales enturbien el límpido ánimo de escribir libremente. Puede que no se pueda decir mucho más que merezca la pena acerca de la ida de olla transuniversal de Roland Emmerich; a lo mejor destacar lo bien que se lo puede pasar uno en el fin del mundo; aunque, pensándolo bien, el mundo no se acaba, sólo hay una recalificación masiva de terrenos y unas cuantas inundaciones... lo mismico que viene ocurriendo aquí desde hace años. Que sí, que los buenos se salvan, así que no hay fin del mundo que valga; pero por el camino hay coches que se caen, barcos que se hunden, la tierra se abre y se traga a los pecadores... Sí, porque, aunque parezca increíble, aquí también hay buenos y malos, si no no sería americana la peli; y los buenos se salvan aunque les caiga un edificio encima y los malos se ahogan porque el fin del mundo también tiene su poquita de corrección política, mire usted...
En definitiva, que el espectáculo debe continuar y que los yanquis siguen sacando conclusiones a cascoporro sin hacerse apenas ninguna pregunta. Al menos, Emmerich es lo suficientemente honesto como para no vendernos ningún manual de autoayuda, sino facturarnos una borrachera visual para que no se nos atraganten las palomitas.
Ah, para los que no aguanten dos horas y media, que sí, que da igual, esto se ve como se lee "Rayuela" y no pasa nada...
Saludos catastróficos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!