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jueves, 13 de febrero de 2025

La soledad del observador de fondo


 

Como ya habrán adivinado, quienes esto siguen, lo poco o nada que me han importado los Goya de este año, me veo obligado a hablar de un director que nunca ganará uno, por afrancesado (que tampoco tiene nada que ver) y por modelno, y por bocazas también. Aunque Albert Serra sea, desde hará unos veinte años, el renovador más radical y estimulante de un cine, el de aquí, que quiere saber poquito de él, por lo que se ha visto obligado a tocar (fíjese) el tema taurino. PACIFICTION va de otra cosa, va de algo que me parece que es la primera vez que aparece en pantalla, la tribulación de un alto comisionado gabacho en Tahití, aunque en realidad va (atención) de lo cabrones que son los inventores de la baguette, que se compran un prostíbulo en mitad del Pacífico para después hacer pruebas atómicas. Así contada, y conociendo al de Banyoles, pareciera que equivoquéme de día, mas impera poner orden y aclarar que PACIFICTION son casi tres horas hipnóticas, arrebatadoras, que se sostienen en una excusa argumental que cabe en un folio, pero que oculta una complejidad inabarcable, la de los tejemanejes geopolíticos a los que el "primer mundo" somete a los nativos de cualquier Arcadia incauta. A mí me ha encantado, y Benoît Magimel, al que normalmente soporto poco, está en modo estrella superlativa, con más de un guiño al Geoffrey Firmin de Albert Finney en BAJO EL VOLCÁN. Su personaje, atildado pero no demasiado, exquisito pero no demasiado, inteligente pero no demasiado, es ese fantasma colonial de otro tiempo y otro mundo, incapaz de una acción que le reconozca como humano, pero indignado ferozmente a la menor crítica a una labor que, observada con atención, es más absurda de lo que parece. Yo soy consciente de lo que digo, y sé que a Serra se tiene que venir ya estudiado, pero no voy a dejar de recomendar una película que, de ser algo, es irremediablemente fascinante.
Saludos.

viernes, 12 de marzo de 2021

Serventesio unidisciplinar


 

El único problema que le veo a LIBERTÉ es que tiene demasiado texto. Podría ser una cita del propio Albert Serra, tan dado a la boutade gratuita, pero no, lo pienso sinceramente, incluso de una película de más de dos horas en la que apenas se habla. Serra se sigue radicalizando, y eso es bueno, y este film puede dar buena prueba de ello, de su viraje de la narrativa a la instalación, lo que en su caso es menos traumático, por supuesto. No entiendo la escandalera en la era del consumo masivo de pornografía, ni tampoco los lamentos de la crítica por su "exasperante" lentitud. El cineasta gerundense no engaña a nadie, ni creo que le interese formar parte de cualquier círculo artístico, ser reconocido y reconocible; más bien creo que le basta con llevar a cabo la proeza de rodar lo que le ronde la mente, y habría que congratularse de ello. Ahora bien ¿es LIBERTÉ una gran película? Mi respuesta es que no. Y no lo es porque, si bien la radicalización es notoria (noriamente progresiva) a lo largo de su filmografía, no me parece su film más transgresor, y sí (y ahí está el fallo) el que más explícitamente parece autoproclamarse. Todo el rollo de los libertinos huyendo de la represión de Luis XVI es accesorio, cosmético; apenas un mínimo asidero argumental con tal de gradar sus ínfimas aspiraciones normativas. Así como un poema queda constreñido por la norma reglada, Serra cae en la tentación de "mostrar", en lugar de abandonarse en brazos de lo único sobresaliente: anochecer y amanecer sobre un tiempo y espacio tan fugaz como un chisporroteo para siempre irreproducible...
Saludos.

miércoles, 21 de marzo de 2018

El sol muerto



Un dato: Albert Serra ya filma en Francia, con todas las de la ley. El Ministerio de Cultura (el de aquí) se lame los muñones mientras aguanta el vendaval de los Goya, como si nada. Yo lo llamo Hara-Kiri...
Una pregunta: ¿Se puede filmar la agonía? ¿los últimos instantes que preceden a la muerte? Quizá, y para contentar a los pacatos, lo que Serra debería haber hecho es filmar la muerte de José Manuel Fernández, ignoto albañil jubilado de Fregenal de la Sierra, en lugar de cometer la osadía de fijar su cámara en Luis XIV, el Rey Sol. Afortunadamente, a Serra esto le da igual, y sigue siendo coherente con su propia idiosincrasia, que es la deconstrucción de algunos de los mitos más intocables de la historia de la humanidad; iconos a los que ya no se les pueden dar más vueltas sin marearlos, y que merecen na mirada más transgresora e independiente, precisamente por su inmortalidad adquirida. Serra lo ha hecho con Don Quijote, Los Reyes Magos, Drácula... Era hora de abordar un personaje real (en toda la extensión de la palabra), y en LA MORT DE LOUIS XIV, el director de Banyoles desecha su habitual gusto por el pictorialismo mural de grandes espacios naturales, capaces de empequeñecer a la más grande leyenda, y opta por centrarse en el lecho de muerte del rey, que simplemente espera su último aliento mientras un vaivén de médicos, criados y consejeros se arremolinan alrededor del enigma de una pierna gangrenada con la que no saben qué hacer, quizá por el miedo a mutilar a un ser superior, aunque ello lo esté sumiendo en una agonía que Serra filma frontalmente, como lo hubiese hecho Dreyer, con un Jean-Pierre Léaud imposible de categorizar, porque lleva 60 años reinventando el oficio de actor.
Esta es una obra maestra, abismalmente monótona, como debe ser, así que exige un esfuerzo que la mayoría de espectadores no están dispuestos a tener. Yo aviso, la experiencia merece la pena, no todos los día se tiene la oportunidad de observar cómo se apaga un sol...
Saludos.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Mierda en oro



En un momento especialmente significativo de HISTÒRIA DE LA MEVA MORT, Casanova inquiere a la impasible presencia de un simple labriego sobre el valor real de las cosas; hunde las manos en un montón de estiércol y luego se dirige a un carrito lleno de oro. El hombre lo mira indiferente. Antes, el lúcido, anticristiano y juguetón personaje, que tanto juego ha dado a un siglo que no fue el suyo, el XX (y ahora también el XXI), se embelesa atragantándose con lo que le puedan ofrecer las posaderas de una de sus jóvenes concubinas; y en el momento central del film, se atiborra de granadas mientras explica a su iletrado sirviente que cada semilla que ingiera será un capítulo de sus memorias. Seguidamente, vemos al decadente y dicharachero Casanova sentado en su cagadero y apretando, mientras no puede reprimir suaves carcajadas. Quizá al fin esté escribiendo sus verdaderas memorias... Luego, este film-río (a la manera de Serra, sin nada que ver, por ejemplo, con Lav Diaz), a la vez frondoso y ligero, sublime y soez, se desparrama desde Francia hasta los Cárpatos; no entiendo con exactitud la confrontación entre Casanova y Drácula, puesto que ambas figuras ni siquiera llegan a encontrarse, excepto en el (pen)último fotograma, pero puedo concederle a este Albert Serra, más misterioso y elocuente que en HONOR DE CAVALLERIA o EL CANT DELS OCELLS, el que cada paso dado en su caótica búsqueda de la imagen no filmada, no sólo exista composición y hallazgo formal, sino algo parecido a un discurso intencionado. En este caso, la libertad en la que nos son mostradas estas ideas, a veces en exceso abocetadas, dificulta la construcción de un juicio crítico "al alimón". Esto, que minora la posibilidad de expansión, en cambio fideliza a un público que no por preparado ha de ser unánime per se. O mejor dicho: Serra explica con pocos aspavientos la falacia del arte sublime, mierda con apariencia de oro; mejor hundamos las manos en ambas cosas, en todo lo que podamos, si es posible...
Saludos.

miércoles, 5 de enero de 2011

Las nubes se levantan



En el seno del Real Madrid llevan dándole vueltas a un asunto que les trae de cabeza; pese a llevar gastados la intemerata de pasta, no pueden superar la hegemonía de juego y resultados del Barça. Sabemos que el fútbol es la ciencia inexacta por antonomasia, pero Pep Guardiola dio una clave, quizá la más importante, para explicar esto. Dijo que en España hay muchas excelentes canteras de jugadores, pero que en el Barça los ponen. Así de simple.
Cuando un joven pizpireto y soñador se encuentra en una cafetería de la facultad y repasa obsesivamente sus dos o tres guiones, sólo tiene un objetivo en mente: encontrar un productor. Al mismo tiempo, su ánimo se tambalea: sabe que no hay un solo productor que sea tan arriesgado para embarcarse en un proyecto tan poco prosaico como el suyo. Habrán de pasar no menos de diez años para que ese descorporeizado y orgulloso genio se convierta en un inocuo funcionario y sus guiones sean pasto de la carcoma.
Puede que Eddie Saeta sea el Barça del cine español, y Luis Miñarro el Pep Guardiola... ¿convierte eso a Albert Serra en una especie de Messi? No sé, quizá la comparación no haya sido todo lo afortunada que hubiese deseado; lo que sí es cierto es que Eddie Saeta produce aquellos proyectos que, sin ser ni mucho menos caros, están destinados a construir el futuro (el presente) de nuestro cine, algo que sí están viendo en una importante cantidad de festivales, mientras que aquí seguimos siendo pollinos ibéricos, especie en vías de expansión.
EL CANT DELS OCELLS es la segunda película de Serra tras la impresionante HONOR DE CAVALLERIA, si obviamos un primer e ignoto trabajo que jamás llegó a estrenarse. Y la cosa no puede ser más simple, se nos cuenta la archiconocida epopeya de los tres Reyes Magos camino de Belén, donde el niño está en el pesebre con José y María y bla bla bla... Lo menos importante aquí es el motivo religioso-folklórico, perfectamente obviable y sustituible por la revolución sensorial llevada a cabo por Serra a lo largo de 100 hipnóticos minutos de imágenes que no habíamos visto antes en una pantalla. Éste es el logro del director de Banyoles, despojarse de cualquier hálito intelectualoide y pedantesco, llenar la pantalla de la fresca hermosura del paisaje volcánico islandés apenas hollado por tres pequeñas figuras que deambulan sin grandes alardes; sí, son los tres Reyes a los que cada año se les colocan bajo los pies horteradas en forma de carrozas de oro y demás. EL CANT DELS OCELLS es cine en estado puro, la constatación del descomunal talento de un director insólito que sólo confía en la cantera y que es capaz de sumergirse en los grandes temas de la humanidad con la mirada limpia de un niño, felizmente libre de las ataduras sociales que nos son impuestas aunque no lo hayamos pedido.
Saludos reales.

jueves, 10 de julio de 2008

Beatus ille

Un dato: está claro que las distribuidoras son nuestras amigas. Nos preguntan educadamente qué películas queremos que se estrenen y luego, hecho esto, nos invitan al cine, nos compran palomitas... etc.
Yo más bien creo que en esta secuencia nuestras amigas las distribuidoras se saltan todo este aburrido protocolo y van directamente a lo que va después de ir al cine. Es decir: nos joden.
Otro dato: Es muy probable que EL CANT DELS OCELLS sea como otra lucha contra molinos de viento. No sé en Madrid y similares, pero por los meridianos meridionales se nos antoja risible siquiera su visionado antes del DVD.
Independientemente del valor artístico de HONOR DE CAVALLERIA, que es enorme (incalculable, si me permiten, teniendo en cuenta el país que la acoge), creo firmemente que su gran logro radica en haber conseguido abanderar (y difundir) algo que hace tan sólo unos años, y visto el tinglado de almodóvares y amenábares, no hubiese despertado más que un silencioso escepticismo.
Han pasado un par de años desde entonces y Albert Serra (director quijotesco donde los haya) ha logrado epatar con el festival más prestigioso del mundo, que no es otro que Cannes, y ha presentado allí la única cinta que podría considerarse 100% producción española. Pues hablar de las interesantísimas propuestas de Lucrecia Martel y Lisandro Alonso como españolas, al menos a mí, no me parecería del todo correcto.
¿Qué pasa entonces? ¿Dónde queda suspendida esa supuesta identidad de producciones que no son más que zafios reflejos de productos televisivos?
Olvidémonos de la taquilla por un momento. Estamos hablando de cine. No concibo que LA SOLEDAD haya triplicado sus espectadores después de ganar el goya ¿Qué está pasando?
De acuerdo, HONOR DE CAVALLERIA no es un cine fácil de digerir. Comparemos la escucha del último disco de Shakira y el de Keith Jarrett ¿Es que el oyente no tiene que poner nada de su parte? Demasiado simple (simplista), otra forma de llegar al pensamiento único que tantos estragos produce en el ciudadano medio. El paraíso político. ¿Acaso imaginan a Zapatero o Rajoy hablando sobre ese "Nuevo cine español", aparentemente invisible, pero que muy poco a poco empieza a dar sus frutos?
Perdón por enrollarme y no hablar de la película, cosas de la irascibilidad. De todas maneras, se trata de una forma de hacer (y sobre todo de contar) el cine, que parece nueva, pero que apela al primitivismo de Pasolini o el último Rohmer, aunque con un discurso muchísimo más radical y opaco. No precisamente por sus imágenes, cristalinas hasta rozar el infantilismo; sino por ese impensable giro (400 años después y tras infinitas reflexiones) que Serra comete casi de puntillas acerca del eterno dilema del Quijote.
No se pueden (ni se deben) explicar las muchas sensaciones derivadas de su sorprendente visionado, pues creo que nadie llegaría a coincidir. Así que recomiendo su adquisición en DVD, un día sin estrés para verla y, si es posible, en soledad, pues más que una película al uso, HONOR DE CAVALLERIA parece una hermosa reflexión sobre cómo existen resortes íntimos incluso al abordar la más universal de las historias.
Saludos desde un lugar de Indefilia, de cuyo nombre...
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!