Mostrando entradas con la etiqueta Mick Jackson. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mick Jackson. Mostrar todas las entradas

domingo, 8 de septiembre de 2024

Rincón del freak #612: Amor, hombres del tiempo y carteles de autopista


 

A lo mejor no lo parece, pero sí creo que la película de hoy está en esta sección por méritos propios. Incluso sin ocultar su condición de "comedia romántica bobalicona de los 90", porque ahí radica el extrañamiento que me produce encontrarme con L.A. STORY tantos años después. Partiendo de una idea original de Steve Martin (a la sazón, guionista y protagonista), veo un armazón engañoso, una de esas comedias físicas e intrascendentes, que viste sin pudor todo el horterismo de una década y una ciudad que, fíjense, nunca casaron mejor mutuamente. Todo es una treta, y Martin, un estrambótico hombre del tiempo, pasa de chiflado neurótico a romántico empedernido, tras conocer por casualidad a una reportera inglesa de paso en Los Angeles. Y por su puesto que están las idas y venidas, los diálogos rápidos y tontuelos, o el lucimiento del propio Martin, pero es un film extraño, en el que una ciudad tan refractaria y poco acogedora se muestra más entrañable que nunca, y donde nada menos que un cartel informativo a pie de autopista ejerce como consejero sentimental de este cuarentón, que busca consuelo en una jovencita porque la mujer de la que se ha enamorado no quiere saber nada da él. Es divertida con moderación, del mismo modo que suelta sus píldoras de romanticismo, con una timidez poco frecuente en el Hollywood de aquellos años; por eso hay muchas cosas que das por sentadas y luego acontecen de forma diferente. Por todo eso, y por lo diametralmente opuesta a cualquier cosa que se pueda ver hoy en un cine en estos términos, yo la recomendaría para ver con ojos desprejuiciados.
Saludos.

jueves, 20 de abril de 2017

Los buenos contra los malos



No hay (nunca mejor dicho) que llamarse a engaño con DENIAL: con un documental hubiera bastado. Todo lo demás, Rachel Weisz, Tom Wilkinson, Timothy Spall, Andrew Scott (atención a este muchacho), suponen una gran lección de cómo los intérpretes son capaces de superar al director, en este caso el veterano Mick Jackson, tan encorsetado y conservador como siempre. Y es que aquel juicio que enfrentó al negacionista Davis Irving y a la escritora Deborah Lipstadt, hace poco menos de veinte años, daba para bastante más que un típico drama judicial, tan típico que ver a la Weisz haciendo footing o a Wilkinson bebiendo vino en un vaso de plástico se podrían considerar "licencias artísticas". Y luego está ese actor inmenso, inacaparable, que es Timothy Spall, cuyo dominio de la atmósfera queda, desgraciadamente, a merced del anodino y telefílmico desarrollo de esta película, que vuelve a pecar de ese mal de alturas llamado realidad, y que la deja como un trabajo correcto, higiénico y fácilmente olvidable... Ah, y lean a Irving si quieren saber cómo se puede ser erudito e imbécil al mismo tiempo...
Saludos.

martes, 7 de febrero de 2012

Una personalidad singular



Hace escasos días hablaba aquí de una reciente producción de la BBC para la televisión, de su reconocible sello como factoría de ficciones; otro tanto podría corresponderse en América con la HBO, que desde hace no demasiados años abandera una forma de entender el audiovisual basado en no escatimar medios y apoyar a cada autor para el desarrollo de su obra. Y aparte de las series, magníficas algunas, no tanto otras, la cadena norteamericana viene produciendo algunos telefilms de factura realmente sorprendente. Es el caso de TEMPLE GRANDIN, una figura desconocida en nuestro país pero que durante muchos años supuso una revuelta bastante notoria en el mundillo científico; primero por sus logros, que fueron (y siguen siendo) de una valía indiscutible, pero también por tratarse de una persona con un problema personal tremendo. Autista, Grandin estaba llena de manías, obsesiones y obstaculos autoimpuestos y aparentemente banales; repudiaba el contacto físico y era incapaz de mantener una actividad ordinaria sin desmoronarse emocionalmente. Aun así, ingresó en la universidad y demostró poseer una curiosa visión matemática, mediante la que su mente podía, en segundos, transformar lo que tenía ante los ojos en un aparato industrial perfecto. Grandin se introdujo en un mundo cerrado en el Texas de los años sesenta, el ganadero, habitualmente reservado a los hombres; y no sólo se convirtió en una autoridad, sino que fue capaz de inventar el sistema que se sigue utilizando para apaciguar al ganado a la hora, por ejemplo, de transportarlo. Personalmente, me conmueve menos la controvertida figura de Temple Grandin, pese a estar convincentemente interpretada por una correcta Claire Danes, como sí lo hacen algunos momentos realmente bien rodados, como la construcción de un matadero totalmente novedoso, con estructuras laberínticas y compartimentos estancos, lo que agilizaba la actividad al tiempo que desestresaba a los animales, algo que siempre ha obsesionado a Grandin, hasta el punto de desarrollar una máquina de relajación para vacas, que ella misma usaba para "recibir abrazos", ya que jamás ha podido admitir el contacto humano. No es una revelación fílmica ni mucho menos, pero sirve para tomar la temperatura a ese mundo de las producciones para televisión, con sus lógicos altibajos, pero suficientes estímulos para haberse convertido en la última gran revitalizadora del audiovisual.
Saludos vacunos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!