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lunes, 19 de mayo de 2025

Fundamental por derecho


 

Impecable. Es la palabra que me viene al revisitar HARD TIMES, una de las mejores (y menos reivindicadas) películas de aquel Walter Hill, que durante un buen puñado de años adelantaba, sin que lo supiéramos, el cine de género que estaba por venir con formas que provenían de grandes maestros clásicos. De nuevo ese manto que todo lo cubre, el western crepuscular, colándose en una historia ambientada en la gran depresión, donde un soberbio Charles Bronson (soberbio, sí) es ese forastero misterioso, de mirada gélida y vocabulario ahorrativo, que llega de ninguna parte al peor sitio posible. Con un anecdotario de personajes perfectamente dibujado, se nos introduce en el sórdido mundo de las peleas clandestinas, repleto de aprovechados, tanto como de víctimas. La presencia de Bronson contrapuntea la de un conmovedor James Coburn, el apostador de poca monta que encuentra la gallina de los huevos de oro, un luchador inesperado, invencible, pero con un código moral que lo aparta de la caterva de indeseables que sólo pretende aprovecharse de él. Es una película de peleas, sí, y qué peleas, maravillosamente fotografiadas por Philip H. Lathrop y montadas por Roger Spottiswoode, pero también es un emotivo relato sobre amistades improbables y victorias morales, que en último término son las únicas que perduran en el tiempo. 
Si no la han visto, se están perdiendo una estupenda película de género... y algo más.
Saludos.

sábado, 11 de enero de 2025

Dos tipos duros dos


 

Sin que sirva de precedente, el juego metatextual que me ha salido en el título de la reseña, básicamente porque ni siquiera lo tenía pensado, lo que es el lema de este blog, que se va improvisando a medida que se construye. Dicho esto, ANOTHER 48 HRS., sí, porque ya me parecía curioso reparar en que la primera despertara en Hollywood el gusto por explotar las buddy movies, pero no lo es menos "reexplotarse" ocho años después, que parece un lapso excesivo para retomar a unos personajes que, sin estar olvidados, habían quedado atrás. La razón, "of course", provenía de las mareantes cifras cosechadas por el tándem Glover/Gibson, a las que esta tibia continuación ni rozó. Como reescrita en una plantilla similar, ésta es una historia por y para el lucimiento de Eddie Murphy, que se lleva el protagonismo, y que de hecho él mismo escribió, mientras Nick Nolte se dedica a vociferar, apuntar con las piernas abiertas y encender Marlboros compulsivamente ¿Es mala esta continuación? No, si sabemos contextualizarla en aquella complicada transición de los 80 a los 90, y nos quedamos con el sentido del ritmo de Hill, que siempre ha sido seña de identidad de su cine, y que nos da la apariencia de un western, un poco estrafalario y atropellado, pero que te arregla una tarde abúlica sin tener que recurrir a sustancias de las que luego nos podamos arrepentir...
Eran otros tiempos, ni los mejores ni los peores.
Saludos.

jueves, 9 de enero de 2025

Dos tipos duros


 

No logro imaginar una película como 48 HRS. hoy día, lo que nos sirve para trazar la deriva de la corrección política incluso para un film que no es más que un ejercicio de género, muy sólido y eficiente, pero sin tocar fibras sensibles. En su favor, Walter Hill aprovecha la química entre el consagrado Nick Nolte y un Eddie Murphy que empezaba a despuntar como actor, para revitalizar el subgénero de las buddy movies, en poco más de hora y media. De hecho, la premisa argumental es simple y absurda, tanto que nos tragamos que un convicto al que le quedan seis meses para salir de la cárcel va a arriesgar su vida colaborando con un policía bajo ultimátum, tras perder su arma en una operación tan chapucera que termina con otros dos agentes muertos. La conexión entre el personaje de Murphy, un ladrón insolente y pagado de sí mismo, y los dos fugados es cuanto menos cuestionable, aunque no menos que los chascarrillos racistas, machistas o directamente reaccionarios. Para redondear, el personaje de Nolte no para de fumar y beber de una petaca en horas de trabajo, aunque tiempo hubo en el que el cine negro se nutría de arquetipos aún más soeces. Dicho esto, parecería improbable defender este film en plena invasión "woke", sea eso lo que sea. En lugar de ello, les invito a que recuperen este thriller vibrante y noctámbulo, y que gocen otra vez con uno de los mejores ejemplos de contraste entre la comedia irreverente y el policíaco más eficaz.
Saludos.

viernes, 15 de diciembre de 2023

Frío como el hielo


 

Mantengo la opinión de que Ryan O'Neal ha sido uno de esos actores a los que el físico, curiosamente, les ha jugado una mala pasada. Encasillado como eterno "guapo" sin fisuras, irresistible para las mujeres, siempre me ha parecido más versátil de lo que parece, lo que atestigua una carrera que ha transitado por casi todos los géneros, y donde encontramos un actor capaz de trascender ese físico, apoyado en una fragilidad que se intuye siempre interior. Aquí hemos dado cuenta de sus trabajos más notorios, pero hubo una película que subraya todo lo dicho anteriormente. Vista hoy, THE DRIVER ha ganado los enteros que la crítica le negó en su momento; no sólo por ser totalmente canibalizada hace poco por Nicolas Winding Refn (esos autores...), sino por entroncar sin esfuerzo con la gran obra maestra del polar y de Melville. O'Neal interpreta a un conductor especializado en ser el mejor dándose a la fuga en un atraco. Frío, impasible, no parece tener sentimientos más allá de fijar los ojos tras el parabrisas y salir airoso de cualquier persecución. Un policía (Bruce Dern) se obsesiona con darle caza, recurriendo a toda clase de artimañas para ello, por lo que se produce un juego del gato y el ratón que va más allá de unas escenas automovilísticas, por otra parte, prodigiosamente filmadas en unas calles oscuras, desoladas, que remiten a un western urbano de ritmo pausado pero siempre intranquilo. Es un film injustamente olvidado, incluso en la filmografía de ambos, protagonista y director, y que merece la pena reivindicar recordando la figura de uno de los últimos herederos de un Hollywood ya perecido, pero cuyos ecos resuenan en multitud de títulos actuales, dejando patente, una vez más, que casi nadie inventa nada ya.
Saludos.

sábado, 5 de mayo de 2018

Huir o luchar



Ha llegado a mis manos el "Director's cut" de THE WARRIORS, remozada edición de una de las películas que con más y mejor consistencia han asumido la siempre engorrosa etiqueta de "film de culto". Primero porque no se puede hacer un film de culto, y sólo el tiempo, las críticas, el rechazo y aceptación continuados o incluso la pasión irracional sirven para poder calificar a una película como tal. THE WARRIORS, de ser algo, sería la tesis doctoral que explica punto por punto lo que Walter Hill entiende por hacer cine. Esto es: la forma importa. La puesta en escena importa. Los actores deben aparecer por insistencia y el guion debe estar al servicio de la acción, de la siguiente escena. Otros más preparados lo llamarán revisión heterodoxa de los clásicos, o simplemente posmodernidad. El caso es que Walter Hill consiguió adelantar el patrón que años después pretendieron instaurar cineastas como Zack Snyder, que ha bebido del cine de Hill hasta hartarse. Sea por la significación mítica de su guion (suponemos que basado en la Anábasis), por la descarada estructura en viñetas (literal en esta nueva versión) o el gusto por la violencia insensata, estamos ante ese summum del cine de culto, que ni tiene por qué ser una gran película ni una bazofia, simplemente permanecer durante varias décadas fascinando a varias generaciones y sumando nuevos adeptos y rendidos admiradores. Es la huida a través de una noche que no acaba nunca, con macarras y putas, yonquis y policías; una huida iluminada iluminada por el neón, en calles solitarias o desolados pasillos de metro. Es una película, en fin, de la que te puedes reír, pero cuidado, porque tampoco podrás quitártela de la cabeza...
Saludos.

jueves, 4 de abril de 2013

Sangre, barro y leyendas



La figura de "Wild Bill" Hickok ha sido llevada a la pantalla en multitud de ocasiones y con multiplicidad de puntos de vista acerca de este atípico pistolero que también fue sheriff, marshal y hasta actor de variedades no sólo por su inconfundible atuendo, peinado y bigote, sino por lo confuso de su tormentosa biografía. Así, el retrato que Walter Hill ensayó en 1995, sin desmerecer sus más destacados aspectos, luce difusa más que ecléctica, y pesimista más que sombría. Sin ser en absoluto una mala película, WILD BILL sabe apoyarse en su gran bastión (un fabuloso Jeff Bridges), pero desiste demasiado pronto de buscar sendas alternativas para realzar su argumento, que no necesita tanto dada su poderosa naturaleza. Walter Hill filma la violencia y la brutalidad como nadie, pero siempre le ha patinado tener que dar muchas explicaciones, lo que queda de manifiesto en unos innecesarios y cutres flashbacks de corte onírico que actúan como certeros presagios del fatídico final que espera a "Wild Bill", cual cocodrilo peterpanesco, y que casi ni importa obviar, ya que es moneda de uso común. El film gana enteros cuando Bridges se apodera de la pantalla, la hace añicos y demuestra cómo domina un personaje más complejo de lo que parece; huraño y mortífero, pero al mismo tiempo entrañable y con un punto humorístico rayano en lo esperpéntico. No corren tanta suerte el extenso plantel de secundarios. John Hurt, pese a ser la voz en off que narra todo el film, apenas si aparece en un par de escenas sin mucha historia; Diane Lane, igual, y además sólo se la ve en el horroroso grano empleado por Lloyd Ahern para las escenas en el pasado; Ellen Barkin, sin embargo, sabe insuflarle vitalidad y desvergüenza a una Calamity Jane de las que hacen época; pero ni la ínclita Christina Applegate (¿se acuerdan de ella?), ni Bruce Dern, ni Keith Carradine (vaya Buffalo Bill más inane...) levantan cabeza. Lo peor es el papel reservado a David Arquette, que no sé si era necesario que remarcase tanto su gilipollez galopante o es que el chaval es así y ya está. En resumen, un film extraño, cojo, tambaleante; grandioso cuando va al grano pero infame cuando se va por las ramas... Walter Hill, ni más ni menos... Y, bueno, también está la música de un tal Van Dyke Parks, claro...
Saludos salvajes.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Puro ejercicio de estilo



No te la ves venir; todo indica que será una película palomitera más, pero, más de un cuarto de siglo después, STREETS OF FIRE sigue siendo un referente de ese cine que, readaptando las clásicas historias de amor a un entorno "moderno" (que aquí deviene extrañamente intemporal), se sirve de sus siempre efectivos mecanismos narrativos para, sin contar nada nuevo, crear esos iconos generacionales que tanto juego dan cada cierto tiempo. Walter Hill tiene cosas mejores, eso es seguro, pero esta trepidante mezcla de Romeo & Julieta, Buicks resplandecientes, Purple Rain y tupés desafiantes, tiene un encanto propio que luego se ha imitado cientos de veces en infectos subproductos de consumo rápido. Salía Michael Paré, del que ya poco se supo fuera de los circuitos del DVD más penumbroso, y la chica era una espectacular y jovencísima Diane Lane, que encarnaba a una estrella del Rock asediada por unos moteros infernales, que tenían a un también pipiolo Willem dafoe como su sádico líder. Y también estaba aquel Rick Moranis que fue el Jim Carrey de los ochenta y que ahora se dedica al bluegrass... Hay mucha acción, mucha inmediatez, los malos son muy malos y el bueno siempre tiene la nariz rota; Hill sabe imprimir un ritmo constante y una cadencia de western clásico, lo que no permite ni un segundo de aburrimiento en un film que se ha convertido por derecho propio en una cult movie mucho más apreciada hoy día que en el momento de su estreno, cuando sólo parecía aspirar al beneplácito de un público primordialmente juvenil.
Saludos ardorosos.

martes, 30 de noviembre de 2010

Defensa irracional



Curiosamente, me he dado cuenta de que en los dos años y medio de vida de este blog aún hay nombres fundamentales del séptimo arte que no han aparecido por aquí; uno de ellos, Walter Hill, un tipo al que siempre he admirado y al que he atribuido muchos méritos que luego se han adjudicado otros cineastas más famosos. Hill, poseedor de un rotundo e inquebrantable discurso cinematográfico, es capaz de usar y hasta abusar del "género" más trillado (llámese western, bélico, aventuras) y dotarlo de un soplo revitalizador y francamente original. Huelga ponerse aquí a desgranar la amplia filmografía de este verdadero outsider de Hollywood, así que mejor vamos con el título que he elegido para hoy. SOUTHERN COMFORT es una original vuelta de tuerca a un subgénero, como es el de "asedio, resistencia y defensa", por llamarlo de alguna forma, y del que podríamos extraer algunos títulos como la fundacional THE LOST PATROL, de John Ford; DELIVERANCE, de John Boorman; o la mismísima PREDATOR, de John McTiernan. Sea como fuere, Hill propone aquí un avispero en mitad de los frondosos pantanos de Louisiana y en el que se ven envueltos un pintoresco grupo militar que se dedica a hacer maniobras de reconocimiento con armas de fogueo; un malentendido despertará a un enemigo invisible que va diezmando al asustado grupo, que se ve desorientado, amenazado y sin forma de comunicarse con el exterior. El valor de la cinta de Hill consiste sobre todo en la inteligente utilización de la dualidad ataque/defensa, con el que el espectador no logra ponerse de ningún lado. Los soldados no atacan realmente, pero median una provocación que es recogida por un grupo de cazadores Cajún como un ataque real, así que su propio ataque no es más que una defensa. Puede que el tramo final dé un poco al traste con la tensión acumulada a lo largo de su intenso metraje, pasando de la tensión emocional al mero tiroteo, pero SOUTHERN COMFORT sigue siendo un título tan recomendable como desconocido, y ya va siendo hora de reivindicar a Walter Hill como el gran cineasta que es.
Saludos pantanosos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!