Mostrando entradas con la etiqueta Edgar G. Ulmer. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Edgar G. Ulmer. Mostrar todas las entradas

domingo, 24 de noviembre de 2024

Rincón del freak #623: Principios básicos de astronomía


 

De haber una película que resumiese la idiosincrasia de Los Planetas (el grupo), sería BEYOND THE TIME BARRIER, o "esa película hecha con cuatro duros y planos sobrantes, con la que todos íbamos a ser mejores". Porque el viaje en el tiempo es sólo cosa de poner un avión un poco picúo, darle al acelerador y aterrizar en el Vacie. Lo bueno es que Edgar G. Ulmer (al que siempre le tendremos cariño por hacer diabluras con aquellos presupuestos) se adelantaba a lo de los simios, sin simios, pero con el mismo peritaje argumental, incluso en la foniatría, porque el respingón piloto que aparece en el futuro se encuentra una sociedad de sordomudos (ni idea de por qué), que además son estériles por culpa de una guerra química. Aunque lo más bizarro es que mantienen cautivos a sus enemigos, los "mutantes", cuya mutación consiste en llevar un gorrito de natación... (lo juro). El momento cumbre es, empero, la típica jugarreta en la que el descreído protagonista, proveniente de aquel 1960 cepillero y monócromo, es informado de que (atención)... ¡Se encuentra en 2024!... Con dos cojones, sí señor. Ahí es donde abres los ojos y sonríes, mientras el tocadiscos la emprende con unos sonidos que te recuerdan que irse "de viaje" puede acabar en un "encuentro con entidades"...
Saludos.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Rincón del freak #169: Barritados circenses sobre algodón de azúcar



Año 1959. Ottavio Poggi productions. Peplum. Elefantes. Domadores de elefantes. Filtros lumínicos. Túnicas al viento. Gasas. Diademas. Parches oculares. Terence Hill. Bud Spencer. Victor Mature. Carlo Rustichelli y su amor incondicional por los timbales incesantes. Tiendas de campaña; hoy la pongo y mañana la quito. Brillantina 200 años antes de Cristo. B-52's del pre yé-yé tirreno. Llegar hasta Roma, con penurias y mamoneos varios y sorprenderte de que, cuando parece que va a empezar lo bueno, en realidad quedan 1m. 56s. de película. Y Ulmer, maestro de la brevedad, poeta de la concisión como género... Saber qué hacía realmente en medio de este despropósito lo dejo para historiadores con más tiempo que yo. Y aún peor: en este ANNIBALE... ni siquiera Himilce asoma; en lugar de ello, la pobre Danila se pega el pateo pa ná. Como nosotros, más o menos...
Ab Urbe condita libri.
Saludos.

martes, 8 de octubre de 2013

Robert Siodmak: Tiempo y esfuerzo #1



Comenzamos hoy, y cada Martes, un especial monográfico dedicado a uno de esos directores de los de toda la vida, un creador de imágenes sólido e infatigable que a lo largo de cuatro décadas, y repartido por varios países, nos dejó un buen puñado de películas inolvidables. Robert Siodmak, que junto a su hermano Curt tuvo que marcharse de Alemania por los motivos que todos conocemos, que tuvo una interesante carrera en Francia y que una vez en Hollywood, y junto a nombres como el de Billy Wilder o Fred Zinnemann ayudaron a revitalizar el panorama cinematográfico norteamericano con una visión si se quiere más mordaz y desencantada de la vida. Quizá no tan grande como aquéllos, pero en mi opinión un director al que merece la pena seguir su extensa obra.
Obra que se iniciaba oficialmente con MENSCHEN AM SONNTAG (LOS HOMBRES DEL DOMINGO), un increíble film rodado en 1929 sin actores profesionales y que nos presentaba un Domingo cualquiera en la vida de cuatro amigos que deciden pasar la jornada en el campo. A caballo entre la ficción y el documental, Siodmak, que aquí compartía labores de dirección con el gran Edgar G. Ulmer, otro "ilustre" exiliado, logra el milagro de transportarnos durante poco más de una hora a otro lugar y otro tiempo, y lo que parece una especie de reportaje a la mayor gloria de las bondades de la vida germana, con la gente en sus quehaceres durante la semana y esperando la llegada del ocioso Domingo, cobra una dimensión inusitada e inquietante. Esos "hombres del Domingo", dispuestos a enamorarse, a reírse, a gastar bromas, nadar o tumbarse en la hierba mientras escuchan un disco, esos mismos hombres y mujeres dieron su voto, muy poco tiempo después, a un genocida que los llevó al horror más absoluto. Y es en esta reflexión, que surge involuntariamente y en un inocente experimento por parte de un grupo de jóvenes cineastas, donde MENSCHEN AM SONNTAG ha quedado no como una simple curiosidad, sino un film que más allá de sus virtudes artísticas (que las tiene, y muchas), nos indica que la paz nunca es total, o que un exceso de confianza puede llevarnos al desastre. La recuperación de este film, editado recientemente en DVD, supone por tanto uno de los acontecimientos para cualquier cinéfilo, que no tiene más que constatar en los créditos cómo, además de Siodmak y Ulmer como codirectores, el guion corría a cargo de Curt Siodmak y un tal Billie Wilder (escrito así en los créditos) y Fred Zinnemann como asistente de fotografía. Nada más y nada menos.
Saludos.

sábado, 16 de julio de 2011

Mitificación del clasicismo



El primer acercamiento del cine al Barba Azul de Perrault lo hizo Georges Méliès hace exactamente 100 años, en un pequeño cortometraje de apenas diez minutos; le siguió, treintaytantos años después, una maravillosa adaptación en clave cómica dirigida por Ernst Lubitsch y guión nada menos que de un tal Billy Wilder. Varias y muy diferentes han sido las versiones que este siniestro personaje ha conocido hasta nuestros días, pero la que quizá se ha acercado con mayor rigor fue la que el maestro Edgar G. Ulmer realizó en 1944, en la que John Carradine encarnaba a un atormentado titiritero, Gaston Morrell, en el París de finales del XIX. Todo el film gira en torno a su persona, hábilmente velada al principio para revelarse con fuerza en el clímax de esta cinta de tonos descaradamente anticuados, y bien que lo agradecemos los cinéfilos que hemos padecido un aluvión de asesinos en serie decididamente gilipollas, enclaustrados en guiones torpes que necesitan ocultar la identidad del asesino hasta el último momento porque apenas tienen nada que ofrecer por sí mismos. BLUEBEARD desarrolla en poco más de una hora (marca de la casa) la fascinante historia de un mortífero seductor que encandila a cuanta muchacha se le cruza y que apenas puede reprimir sus impulsos criminales, es más, parece estar deseoso de ser descubierto, con la soberbia de los monstruos que se saben genios incomprendidos de su época. Carradine, expositivamente altanero, excesivo como siempre fue, marca un antes y un después en la forma de entender el terror gótico, esto es: con elegancia suma. Y Ulmer, en su gran época creadora, nos regaló esta pieza de cámara que, sin apenas hacer ruido, supone una estupenda mirada al corolario de monstruos fílmicos a los que pedimos incesantemente que vuelvan a aterrorizarnos. Véanla, los clásicos saben mejor en verano...
Saludos levemente azulados.

viernes, 8 de julio de 2011

Marcado por el destino



La premisa es clara: Si se quisiera hacer un film como DETOUR hoy día, sería totalmente imposible. No estoy diciendo hacer la película en sí, seguro que habrá algún van Sant de la vida capaz de mimetizar cada plano para demostrar la fantasmagoría del séptimo arte; en realidad me estoy refiriendo a "parecer" que se va haciendo un tipo de película muy concreto (en este caso un thriller) para acabar descolocando al espectador menos avisado, que, apenas una hora después, que es lo que dura esta obra maestra, es incapaz de ubicar en su archivado imaginario visual lo que acaba de ver. DETOUR es una de las cumbres del cine de todos los tiempos porque se salta los géneros y todos y cada uno de sus lugares comunes con una facilidad pasmosa; además de hacer de su economía de medios una virtud y nunca una rémora, contra todo el cine del exceso que hoy día nos invade por doquier. Su historia es simple de contar y compleja de asimilar, un extraño caso de fatalismo pseudo-sobrenatural que nos lleva incluso a replantearnos aquella máxima homérica del ojo divino que todo lo ve y del que no podemos escapar aunque queramos. De hecho, Ulmer es tan hábil que nos sumerge en una atmósfera de cine negro desde el primer fotograma aunque nada nos lo indique fehacientemente. Hay un pianista de medio pelo en New York que habla con su novia, que está en Los Angeles, y decide irse a la aventura, haciendo autostop; el conductor que le recoge hace buenas migas con él, pero, en un momento dado, sufre un ataque y muere, tras lo cual el pianista, a medias asustado y un poco llevado por la inexplicable atracción de "ser otro", decide esconder el cuerpo y continuar en el flamante coche con su nueva identidad. De nuevo Ulmer vira 180º y coloca al pianista en el lugar exactamente opuesto del que procede, y será él quien recoja esta vez a una chica; sin embargo, en una de las escenas más acojonantes y mejor rodadas de la historia del cine, la chica se revelará inesperadamente (otro giro radical a la historia). A partir de ahí, la historia deviene pesadilla; nada de pesadas road movies, Ulmer tiene una urgencia voraz por contarnos lo que está ocurriendo, tan hábilmente que apenas podemos ir atisbando lo que se va desplegando ante nuestros asombrados ojos, como si hubiésemos ido por primera vez al cine. Si no la han visto, no sé a qué esperan, esto es CARRETERA PERDIDA o GIRO AL INFIERNO elevadas a la máxima potencia... no digo más...
Saludos desviados.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!