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viernes, 28 de febrero de 2025

Películas para desengancharse #133


 

No son pocos los que, con mirada fruncida, me han dedicado la pregunta inevitable "¿De qué diablos va este monográfico?". Mi respuesta, invariable y resonante, es que no estoy muy seguro de saberlo, pero sé que sólo puede ser de la manera que es. Dicho esto, era imposible que no estuviese, en un momento u otro, SCARFACE; o esa oda al exceso descontrolado, en el que puede ser un rodaje cocainómano por excelencia ¿Cabe mayor desenganche cinematográfico? En puridad, prefiero hablar del meteórico (y estrafalario, y bipolar, e indefendible) ascenso y posterior caída de Tony Montana, o la iniquidad y chulería de un tipo sin talento ni moral, ni nada que se le parezca, que se resumen en el taquicárdico montaje, el guion cuesta abajo sin frenos y, por supuesto, la incontrolable y excesiva interpretación (a una pulgada de la autoparodia) de un Al Pacino que nunca (y es mucho decir) estuvo tan pasado de rosca. SCARFACE es puro de Palma, empero y aunque pese, y ya es mérito recolocar los zapatazos de Oliver Stone a la novela original, que parece una mofa a la obra maestra de Hawks y Hecht, y no el homenaje que inesperadamente cierra este film, que despierta tanta admiración como rechazo desde su controvertido estreno. Al igual que su protagonista, la película nos mira por encima del hombro, ese inclasificable "gangster-cuñado", soltando consejos, soflamas e invectivas, para terminar, en una de las imágenes más icónicas de los últimos 50 años, con la mirada perdida, la pistola en la mano y la solapa espolvoreada. También me han preguntado si la recomiendo. Mi respuesta es que no tanto como CARLITO'S WAY (la gran obra maestra de su autor), pero mucho más que todos los refritos, sofritos y copias burdas que después de ésta han nutrido al victimista sistema de "industria sin industria", cautivo de la evidente orfandad de (parafraseando a Montana) "palabra y pelotas"...
Ahí queda eso.
Saludos.

miércoles, 28 de julio de 2021

Películas para desengancharse #92


 

Amada y repudiada a partes iguales, THE UNTOUCHABLES es otro de esos títulos con los que aún me cuesta reconciliarme, y del que no me atrevo a ponderar con absoluta seguridad. Será porque no me gustó nada cuando la vi en su estreno, o porque luego me ha parecido un film muy bien rodado pero montado bastante a lo loco. Sea como sea, se trata de una película que ha adquirido cierto aura de mitificación, que la hace a muchos ojos, efectivamente, "intocable". Pero nos equivocaríamos si no reconociéramos que el guion de David Mamet apenas puede contener los excesos y licencias de un Brian de Palma desbocado, capaz de amalgamar referencias a LA JUNGLA DE ASFALTO, EL PADRINO o incluso ese hiperciclado situacionista, que es la escena de las escaleras, sin ningún pudor para mirar a Eisenstein, un maestro del montaje. Incluso hay una carga a caballo que podría haber filmado Peckinpah, y una persecución por los tejados que remite a Feuillade. Demasiadas cosas para tan poco discurso. En THE UNTOUCHABLES importan más las ráfagas de disparos que la coherencia narrativa; la ingenua heroicidad de un tipo entregado a su propio fanatismo (Eliot Ness moriría alcoholizado, tras ser el gran talibán de la ley seca), o los esfuerzos de Robert de Niro por no caer en el exceso por el exceso, componiendo un Capone casi caricaturesco. Había una racha y se aprovechó, porque eran los momentos álgidos de Sean Connery y muy incipientes de Kevin Costner, que a partir de aquí empezó a ser más que una estrella. Y no es que venga yo aquí a decir que sea una mala película, pero sí una que empieza a necesitar alguna revisión de montaje, aunque quizá ya vamos tarde para eso...
Mítica, sí, pero manifiestamente mejorable.
Saludos.

martes, 5 de enero de 2021

Todo oídos


 

Recuperando a de Palma (ejercicio que recomiendo vivamente), me acordé de BLOW OUT, quizá uno de sus homenajes más evidentes al cine de su reverenciado Hitchcock. Y no sólo por el suspense que recorre el film de parte a parte, y tampoco por la tragedia de su protagonista (un solvente John Travolta), incapaz de apresar lo que siempre cree tener a mano. No es casual su profesión, técnico de sonido en películas de serie B; de ahí se desprende gran parte del espíritu de la cinta, cuando presencia un extraño accidente mientras recopila sonidos en un puente. Ese arranque, y cómo la trama se va complicando, es fascinante; salva a la chica que estaba dentro del coche de ahogarse, pero no repara en el otro ocupante, del que luego se entera que era nada menos que el candidato a la presidencia. La posibilidad de escándalo es inminente, por lo que la policía se encarga de que este único testigo no hable del asunto, ya que la chica era una amante ocasional. Pero hay otro problema que surge mientras vuelve a escuchar la cinta que grabó: el estallido de un neumático, precedido de lo que parece un disparo. Así, se va enhebrando una especie de conspiranoia, donde todo el mundo parece estar implicado, excepto este hombre, el único interesado en sacar la verdad a la luz, quizá atormentado por un pasado en el que colocaba micrófonos a policías infiltrados. Si hubiese sido otro director, podríamos hablar de un thriller de suspense al uso, pero de Palma vuelve al maestro, y vira el último tercio del film hacia otro terreno, prácticamente desechando todo lo anterior y yendo hacia otro personaje, capital, pero que había permanecido en la sombra. Ahí resuenan los ecos de PSICOSIS o VERTIGO, y culmina con toda la fuerza expresiva de la fotografía de Vilmos Zsigmond y una interpretación, breve pero memorable, a cargo de John Lithgow. Me hago cargo de la controversia, de los cambios abruptos, casi caprichosos; pero también de la libertad creativa de su autor, sin miedo al plagio y sin perder de vista de dónde proviene su motor creativo. Aunque sólo sea por eso, merece la pena revisitarla.
Saludos.

martes, 10 de noviembre de 2020

Desafinar o desafiar


 

Al hilo de la película de ayer, me acordé de un título bastante olvidado, pero que causó algún que otro revuelo a finales de los setenta. En plena euforia tras el éxito de CARRIE, Brian De Palma andaba tras otro guion que le permitiese cualquier posibilidad formal que se le pasara por la cabeza, y terminó rodando THE FURY, probablemente una de las películas más exageradas (en el más amplio sentido del término) de la historia del cine. Es casi imposible atribuirle un género a esta mezacla de policíaco, espionaje, ciencia ficción y terror, y es el propio De Palma, apoyado por el guion de John Farris (que adaptaba su propia novela), quien enmaraña cada munto de esta extrañísima oda al "porque sí". Una desquiciada odisea acerca de dos jóvenes con poderes extrasensoriales, que en mi opinión no son más que un vehículo ideal para que el director empiece a destrozar cuerpos, reventar cosas y usar la cámara lenta en una de las secuencias más complicadas de defender que he visto nunca; aquella de la persecución de la chica, narrada nada menos que desde cuatro puntos de vista, y con la permanente sensación de que o estás viendo una genialidad o te están tomando el pelo. Con un reparto tan descompensado como estelar (Kirk Douglas, John Cassavetes o Amy Irving), la impresión general es que los actores se vieron un rato nada más, y que el montaje lo estaba haciendo algien con poca idea del oficio. Y eso que tiene algunas escenas impactantes (más exactamente entre lo sublime y lo ridículo), como la de la feria, la ya mencionada persecución o el final, inesperado por abrupto y prácticamente integrando al film en el gore extremo. Incluso todo este cúmulo de circunstancias es capaz de enterrar literalmente la excepcional banda sonora compuesta por John Williams, y que merece la pena escucharse al margen de la película. Una extravagancia que hoy día parece imposible de rodar, no al menos con tantas licencias, y que supuso el primer gran encontronazo de De Palma con la crítica y el público, algo que se ha demostrado que le importa un carajo, por supuesto...
Saludos.

martes, 14 de abril de 2015

Un cubo de sangre



Me propuse revisar CARRIE hace poco, lo que me ha deparado varias sorpresas. Primero, que la película ha envejecido raro, no mal, sino en una dirección que no la ha convertido en una antigualla a cuarenta años de su estreno, sino que confirma que Brian de Palma era por aquel entonces un director con la suficiente personalidad como para hacer suyo el mediocre relato de Stephen King y elevarlo a cotas de calidad impensables para un film de terror, que además se desarrollaba en el ámbito de una típica High School. Me imagino al responsable de EL FANTASMA DEL PARAÍSO relamiéndose ante la perspectiva de subvertir según qué cánones de dicho género. La película empieza casi como un porno de los de entonces, con decenas de chicas disfrutando de una ducha comunal entre vapores y mínimas toallas; a cámara lenta y con algunos travellings memorables, de Palma introduce a la cándida Carrie White bajo la ducha, lo que a la postre sería la carta de presentación de una excepcional actriz llamada Sissy Spacek. Luego es verdad que el ritmo decae un poco, aunque hay otros momentos antológicos, como la insana interpretación de Piper Laurie, que es la que da miedo de verdad; el ultrafetichista castigo infligido a las alumnas, que se flexionan al máximo con ajustado atuendo; el shock que produce ver a John Travolta haciendo una vez más de Tony Manero; o a William Katt, antes de surcar los cielos, diciendo "¿Estoy elegante?". Todo antes de uno de los mejores finales de todo el cine de terror, un desenlace en el que de Palma vuelve a apoderarse por completo del ritmo, convirtiendo un acaramelado baile de graduación en un latigazo de caos y horror, porque hay que entender de una vez (nos lo aclaró Hitchcock hace tiempo) que el miedo proviene no de lo que desconocemos, sino de la incertidumbre despertada por cómo acabará aquello que sabemos que pasará...
Sigue siendo inmensamente disfrutable.
Saludos.

jueves, 26 de mayo de 2011

Destino y tragedia



He vuelto a ver CARLITO´S WAY; hacía casi veinte años que la había visto, justo cuando la estrenaron. Mi momento dulce cinéfilo. He hablado mucho de esta película, con mucha gente, con enorme respeto y admiración; y no sabía si el tiempo, la distancia, me habían jugado una mala pasada, así que he vuelto a verla y me he dado cuenta de que es aún mejor de como la recordaba. CARLITO´S WAY es un peliculón, lo que yo entiendo por eso; tiene intriga, humor, ritmo, tristeza, buenos diálogos, la interpretación más desgarradora de Al Pacino desde entonces (y casi de toda su carrera), un ramillete de secundarios impresionante y un desenlace que te deja clavado a donde quiera que estés sentado. Sí, porque Carlito, Carlito Brigante, renace desde la antigua Grecia para enfrentarse a su pasado, repleto de engaños y traiciones; ha cumplido cinco años en la cárcel y sólo sueña con reunir el dinero suficiente para largarse a las Bahamas y romper con todo, empezar de cero. La adaptación que David Koepp realiza de las dos monumentales novelas del juez Edwin Torres, permite a Brian de Palma imbricar inteligentemente a Carlito en la tela de araña que es todo su entorno; cree que puede escapar, nosotros mismos lo creemos, incluso cruza en su camino a su antiguo amor, les hará reconciliarse sólo para tener otro testigo de la caída final. Carlito está continuamente zarandeado, cree que puede controlarlo todo, pero está equivocado; su depravado abogado (tremendo Sean Penn) difumina la línea que separa a los criminales de quienes están al servicio de la ley; vuelven los viejos "colegas", que se venderán por venderle a él; los nuevos traficantes, que han oído hablar de Carlito Brigante mientras estaba en la cárcel y ahora quieren emularle. Pero no tiene que preocuparse, Carlito está limpio y seguirá estándolo, sólo le hace falta reunir 75 de los grandes y dará el saltoa su paraíso particular...
La virtud de las grandes películas está, casi siempre, en lograr llevar a su terreno a todo tipo de público; de Palma filmó su Gran Obra como un fresco desencantado y tristísimo, un canto del cisne repleto de poesía orgánica que contenía algunos guiños maravillosos a su adorado Hitchcock y una escena final, en la estación de tren, que ha pasado a la historia del cine y que precede a unos últimos minutos desoladores, con Carlito mirando un cartel publicitario y preguntándose por qué la vida tiene que ser tan cabrona. Si la ven, cosa que les recomiendo encarecidamente, no pulsen el stop en los créditos, sabrán lo que es la representación misma de la tristeza.
Punto y final de una obra maestra. Saludos.

domingo, 17 de enero de 2010

Movido por sensaciones

Antes que nada, me veo en la obligación de aclarar que nunca he considerado a Brian de Palma un virtuoso de esto del séptimo arte, cosa ésta que me ha dado no pocos quebrantos con amigos y demás especies. Será por un íntimo prejuicio que viene dado por su fijación casi adoraticia por clásicos consagrados; no sé, pero como diría uno: no me mola su gramola...
... Y sin embargo, he percibido en sus últimos trabajos una saludable voluntad por forjar una especie de "discurso de Palma", o lo que sea. Ya sea en la incómoda REDACTED, de largo su mejor film, o en la que hoy nos ocupa.
Como decía antes, no esperaba gran cosa de THE BLACK DAHLIA, pero el relato de James Ellroy, basado en un truculento y oscurísimo suceso en las alcantarillas de Hollywood, poseía la suficiente fuerza como para merecer un visionado. A grandes rasgos, THE BLACK DAHLIA es una película extraña, irregular, casi expresionista, con un marcado gusto por lo macabro y con tantos aciertos como errores por metro cuadrado, lo que acaba por desorientar al espectador, que se ve transportado de un viscoso terror psicológico a una trama "negra" clásica, pasando por una voluntariosa presentación de personajes simplemente abrumadora. THE BLACK DAHLIA es una historia dentro de otra historia...; empezamos con una cirriante escena de lucha callejera entre maleantes y agentes de policía, continuamos con tórridos juegos de seducción a cargo de Scarlett Johansson y a los que no puede resistirse Josh Hartnett, un actor que nunca llegará a nada si no cambia de peinado. Entre tanto hay una especie de investigación velada sobre un tremebundo asesinato en el que se intenta esclarecer la identidad de la víctima y atrapar al asesino. El caso de "la dalia negra" tuvo su repercusión por lo terrible detalles: la víctima, una ínfima y anónima aspirante a actriz (aquí la bellísima Mia Kirshner) fue encontrada literalmente cortada en dos y con una horrible sonrisa provocada por sendos cortes en las mejillas. Creo que de Palma, dejando a un lado sus habituales excesos y licencias, hace un buen trabajo de recreación, especialmente en la parte final, donde el espectador tiene la sensación de estar ante un profundo secreto y finalmente se impone la turbiedad de la trama.
Francamente, me parece un producto con la suficiente dignidad y entidad como para no temer ni a la siempre difícil adaptación de Ellroy ni al conservadurismo del espectador habitual, que requiere siempre un aviso en toda regla de a qué se va a enfrentar.
Saludos en negritud.

jueves, 7 de agosto de 2008

La piel de la cebolla

Bien, volvemos cargados de energía. En este caso, para hacer un rápido y conciso repaso a tres títulos que se han encargado de retratar las miserias y veleidades de esa basura moral llamada guerra de Irak (Francamente ¿por qué no se llama guerra de Bush vs. Irak searching the last petrol?).
Al menos a mí, me parece muy reseñable que tres directores tan diferentes hayan querido destapar aspectos de dicho conflicto, máxime cuando hemos podido comprobar que Michael Moore no era más que un tramposo circense con recursos de la stand-up comedy y que el pancartismo sólo ha servido en estos casos para autobombos y lavados de conciencia varios.








BATTLE FOR HADITHA, del desconocido Nick Broomfield, nos sirve para iniciar este nunca deseado repaso.
De estética "cámara en mano", tan sobada en los últimos tiempos, Broomfield desiste de darnos lecciones morales y prefiere colarse en lo más difícil de mostrar por un norteamericano: la dualidad del conflicto.
Acertadamente, es capaz de mantener un muy loable tono de documento ficcional para mantenernos en tensión, sin saber a ciencia cierta qué será lo próximo que nos mostrará. Vemos a los marines en pleno éxtasis cazador, con toda su parafernalia y sus ritos de secta universitaria. Tratan a los iraquíes como ganado, para ellos no son más que un objetivo a destruir, no van a comerse la cabeza con cuestiones morales, porque si no, habrían enviado a un ejército de filósofos, claro.
En el otro extremo, nos encontramos a las guerrillas marginales iraquíes, con su fe inquebrantable y sus proyectos de martirio. Dos caras de la misma moneda. Los iraquíes saben que sólo pueden hacer frente a la maquinaría americana mediante pequeñas escaramuzas (¿qué fue si no el 11-S?), un terrorismo a todas luces tan lícito como pudiera serlo una invasión territorial tan... se me van los adjetivos... tan por la cara.
Luego, el caos. Lo que el film pretende contar esencialmente es la falta de control en estas situaciones. Las venganzas indiscriminadas, los saqueos y abusos... La faz del infierno en la tierra.









En REDACTED, mi habitualmente denostado Brian de Palma logra hacerme enmudecer con su gran valentía, pues su ataque a la falsa moral norteamericana es aún más demoledor que en el caso anterior. De Palma utiliza todas las cámaras que posiblemente, de una manera u otra, pudiesen encontrarse casualmente en dicho conflicto. Vemos la acción desde una digital propiedad de un soldado, una cámara de vigilancia y hasta esas cámaras fantasma que nunca nos mostrarán las atrocidades de las que han sido testigos. REDACTED es la repugnante historia de una violación, una masacre y una desvergüenza a la hora de tratar a los culpables que debería quedar muy presente en nuestras europeas retinas. REDACTED es la historia de cómo el criminal queda absuelto al no quererse mostrar cuáles son los verdaderos resultados de una guerra. REDACTED es, en definitiva, un claro alegato en contra de la censura, del poder de la imagen no mostrada, de la manipulación.











En clara contraposición tanto formal como estilística a los dos anteriores títulos, IN THE VALLEY OF ELAH, del irregular Paul Haggis, nos propone un laberíntico y descorazonador viaje a las ausencias derivadas de la guerra. Tomando el mismo trasfondo de la magistral MISSING de Costa-Gavras, Haggis emplea aquí también un soporte interpretativo de altura, con el inagotable Tommy Lee Jones y la estupenda Susan Sarandon. La fuerza de este film no son las imágenes de cruda violencia, sino las terribles consecuencias que también sufren, como no, los familiares de los chavales que son enviados a tamaña carnicería. Es posible que como película, IN THE VALLEY OF ELAH esté un puntito por debajo de las anteriores, sobre todo porque su discurso se va tornando excesivamente moralista a medida que vamos conociendo la trama. Pero un momento, esta película, dirigida por un mejor guionista que director, juega su gran baza al final, donde todo da un giro arrebatador a todas luces y quedamos empequeñecidos ante una imagen simplemente sobrecogedora y que no quiero desvelar a quien no haya visto el film. Sólo añadir que tengo entendido que se trata de la mayor ofensa que una persona puede ser capaz de hacerle al gobierno yanqui. Un símbolo que tardará en borrarse de muchos subconscientes y que probablemente fue tan insoportable que borró a su autor de los oscar. Y esto está muy lejos de ser autocomplacencia.
Saludos, por decir algo.






... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!