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miércoles, 23 de enero de 2019
O cinema ao lado #7
AQUELE QUERIDO MÊS DE AGOSTO es una de esas películas que uno no sabe de dónde salen, ni cómo respiran o qué vienen a significar en un panorama anquilosado, miedoso de proponer una mirada que se sepa única libre. Libertad es lo que le sobra a esta maravilla ideada por Miguel Gomes y sostenida por ese mes de Agosto en una zona del interior portugués, donde los días y las noches se suceden entre la música de las orquestas de verano (finalmente las grandes protagonistas del film), las procesiones callejeras y unos amores efñimeros, que van de lo ingenuo a lo prohibido. Por un momento, todos nos reconocemos en ese sonido, color y aroma tan especial, que impregnan cada fotograma con el sabor de una poesía viva y palpitante. Un prodigio de los que se tiene la fortuna de ver muy de vez en cuando y una pequeña obra maestra que es un regalo para los cinéfilos. Como su inolvidable y divertidísimo epílogo, presentando a cada integrante del equipo como si realmente formaran parte de la ficción misma, Miguel Gomes parece invitarnos a nosotros, espectadores, a unirnos al espíritu mismo de la película y desear que eso inolvidable y querido mes de Agosto no se acabe nunca, o que pase muy rápido. Como la vida misma.
Obra maestra.
Saludos.
jueves, 5 de diciembre de 2013
Las historias de al lado
Uno ve TABU, de Miguel Gomes e intenta entroncarla con el fascinante film homónimo de Murnau. Aclaremos que, sin renunciar al eje de atracción de aquélla, la propuesta del cineasta portugués sigue un curso propio y no permite, gracias a la radicalidad de su discurso, que haya lugar a la pantomima disfrazada de falso homenaje. No, porque TABU, la de ochenta años después, nos habla de una cosa para prepararnos para otra completamente diferente; la melancolía de la inocentona samaritana Pilar, una mujer cuya madurez sólo le indica una bondad sin límites, desapegada, hacia los demás no es más que la excusa, el entrante hacia otra cosa. Incluso el pequeño personaje de Santa, la hartísima criada caboverdiana que fuma puros y pide un poco de comida y compañía para su señora, muestra, sin hacerlo, otros mundos y otros momentos, los del colonialismo, que ha dejado por toda gloria estos pequeños, insignificantes y desubicados fantasmas. Su señora es Aurora, una vieja estólida tras unas enormes gafas de sol y cuyo enjuto cuerpo se refugia en unas pieles que casi es lo único que ya le queda de aquel tiempo en que vivía despreocupada en África, al amparo de una gran fortuna. El relato ha cambiado diametralmente, en fondo y forma; ahora estamos dentro de la narración que una tercera persona, un antiguo amigo de Aurora, le hace a Pilar, transportándola a aquellos años, pero también llevándonos a nosotros, ahora sí, a algo que parece Murnau, un tiempo pasado mucho más vívido y pleno que el presente. Y uno termina de ver TABU y sabe que sólo ha visto una historia de amor que termina de manera trágica, como antiguamente; y es el poso, finalmente, que estas imágenes eternas nos dejan las que hacen de ésta una de las mejores experiencias audiovisuales del último año... diga lo que diga el cenutrio de Carlos Boyero...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!