Mostrando entradas con la etiqueta Pilar Miró. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pilar Miró. Mostrar todas las entradas

viernes, 21 de agosto de 2009

En verso y en directo

Pilar Miró hizo el más difícil todavía y filmó a Lope de Vega en verso, y encima le sale bien y hasta queda entretenido. Y con buenos actores haciendo bien su trabajo (¿Qué pasa con los actores españoles ahora, que ni actúan ni ná?), y con unas localizaciones fascinantes y cuidadas, y con un vestuario impresionante, y con una fotografía de Aguirresarobe que estaba en su mejor momento, y con una partitura de mi amado José Nieto muy acorde con la época en la que ha de desarrollarse este drama picaresco o comedia humana o cualquiera sabe, que don Lope no paró nunca en un solo sitio, sino que adelantó con su genio muchos de los prejuicios estancos de aquel momento en que las damas encontrábanse transidas bajo un leve rubor de estío y los caballeros rozaban las espuelas en su capacidad de centauros honorables.
No es que haya una profundidad inmensa en este archiconocido cuento, que lo es, sino que marca una serie de pautas a seguir, de las que saliéndose el adaptador no ha de triunfar, por tratarse de un texto harto conocido y representado. La jugada de la Miró fue a la inversa, y le sirvió para dar su último corte de mangas obteniendo varios premios Goya; así, no adaptó en realidad a Lope al cine, sino que hizo que todos los manierismos y tics del séptimo arte se plegaran ante esta obra inmortal y de múltiples dobles sentidos. Para mí fue un hallazgo, primero de dos estupendos actores luego venidos a menos (Suárez y Gómez) y luego de una forma de hacer cine que en este país ha dado más disgustos que alegrías, saliendo en este caso cara.
Buen momento para recordarlo, entonces.
Saludos de mi merced...

martes, 17 de febrero de 2009

Las cicatrices que el tiempo no borra

La "España negra" es un concepto lo suficientemente amplio como para indagar en ese mapa de horrores y no salir nunca; o salir con nuestros valores morales sensiblemente dañados y una sensación de podredumbre moral bastante notable.
En 1979, España era un país aún por decidir, y la rabia acumulada por buena parte de aquel rudimentario y entrañable progresismo, que marcó el devenir de este neurótico régimen, se plasmó con desigual fortuna en algunas obras de mayor o menor calado. Las que sólo eran productos que se aprovechaban de la marea fueron olvidados rápidamente; los que mantenían un fuerte compromiso con los ideales que defendían pasaron a engrosar la escueta nómina de clásicos imperecederos de la transición. Pero que muy escueta nómina, añadiría.
En 1979, como digo, una menuda y callada señorita proveniente de la televisión revolvió ciertos sitios olvidados y hurgó donde más le dolía a una sociedad que no era así por Franco, que ya era así antes de Franco y que sigue siendo igual de mezquina después de Franco; esa España negra por dentro y por fuera que institucionalizó el crimen y la tortura como método legítimo para mantener un pensamiento único con el que manejar al hombre-oveja. La audaz directora era Pilar Miró, que nunca podría igualar luego un registro tan tremendo como el logrado en EL CRIMEN DE CUENCA, un cuento de horror que hace vomitar no por la crudeza de sus imágenes, que han envejecido mal de tan explícitas, sino por el descarnado mensaje que subyace bajo lo que se ve. Lo que se ve es lo fácil, la tortura y la injusticia, la sinrazón y la impotencia; lo que no se ve es el grito de socorro que Pilar Miró emitió a una sociedad sorda y embotada por su propia hipocresía. EL CRIMEN DE CUENCA sirvió entonces para dar relieve a la Miró como una gran cineasta fuera de España tanto como para que su obra posterior, y sobre todo su propia imagen pública, fuese observada con lupa. EL CRIMEN DE CUENCA fue censurada en 1979... que yo sepa, hacía cuatro años que se murió Franco ¿De qué hablamos entonces?
Saludos torturados.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!