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sábado, 18 de abril de 2015

Quinto cubo de sangre



Como una manía, ola imparable, lugar confortable, asidero irreprochable o erosión sin alma, el remake se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en otra cosa, aún menos necesaria, o más abyecta desde el punto de vista estrictamente comercial. Esta CARRIE, hecha hace un par de años, aspiraba a "condonarle" a la obra original las supuestas bondades del límpido erario digital-kinomático. Tras poco más de hora y media, la sensación predominante es siempre la misma. Te preguntas "¿por qué?", aunque sabes que todo es por la pasta, y claro que la original se hizo pensando en recaudar lo más posible, pero existe una diferencia fundamental, que es el ímpetu, la fuerza creadora de quien, aun partiendo de una novela ya escrita, se siente capaz de aportarle una visión propia, que puede ser mejor o peor, pero que mira en dirección al director como autor de su obra, y no como simple transcriptor de códigos, artimañas y, peor aún, pamemas que rechinan de puro viejo. Esta CARRIE no es una película de terror, sino de superhéroes; en esta CARRIE las frases ya no tienen doble sentido, sino que suavizan el repelús de la crueldad que rezumaba de Palma; y lo peor es que la blancura de andar por casa campa a sus anchas en un par de momentos clave. Efectivamente, aunque un visionado encadenado de ambas cintas (cosa que recomiendo) revele los cortes miméticamente angostados, como en el discurso de un mal político, incapaz de pensar lo que dice mientras lo saca todo del papel que otro le ha escrito previamente, en la escena de las duchas no sale un solo centímetro de carne, y la madre parece, más que loca, cabreada, y con razón, porque no pueden agolparse tantos personajes estúpidos en menos tiempo. Pobre Chloë Grace Moretz...
Una bobada como otra cualquiera. Y para los jóvenes, sí, ya se hizo antes y mejor...
Saludos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!