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viernes, 29 de junio de 2018

Nieve derretida



THE SNOWMAN parece una de esas producciones que parecen empeñadas en ponerse zancadillas a sí mismas, quizá por un exceso de autosuficiencia, o quizá por mera incapacidad de su director para lidiar con tantos elementos favorables. A Tomas Alfredson lo hemos admirado mucho por estas páginas, tanto por su sobriedad escénica como por su excelente dirección de actores; un innovador que ha bebido hasta saciarse de los estrictos manuales de los grandes maestros de su país, a los que huelga citar aquí. Sin embargo, son muchos los inconvenientes que plantea esta adaptación del escritor noruego Jo Nesbø, uno de los exponentes más exitosos de ese subgénero que a mí siempre me ha suscitado no pocos recelos, llamado (o eso creo) "neothriller escandinavo". El primero es el nulo interés por los personajes; algunos son tan absurdos (sí, el de Chloë Sevigny) que ni siendo dos aparecen más de un minuto en pantalla... Otro muy sangrante es el desaprovechado reparto, con un puñado de actores y actrices simplemente de lujo, pero a los que parece que Alfredson tiene miedo de decirles qué tienen que hacer; el resultado es una infumable amalgama de rostros pétreos y gestos forzados, por no hablar del tema del acento, que ya empieza a cansar esto de la globalización... Rspecto a esto, alguien tendría que explicar la absurda decisión de tener un reparto anglosajón, que habla en inglés, mientras la acción transcurre en Noruega... ¿?... ¿Tan difícil era cambiar la ubicación? Al fin y al cabo, no hay un solo detalle cultural que sea relevante para ello. Pero, si nos dejamos de excusas, lo que jode mucho es que se nos quiera hacer pasar por un thriller sumamente inteligente lo que no es más que un refrito de un montón de películas, y todas su periores a ésta. Una decepción y un tachón en el ascendente camino de su director, pero aún le sigo teniendo fe, no me queda otra.
Saludos.

lunes, 3 de febrero de 2014

El más listo de la clase



Sólo quien haya leído la obra original de John le Carré sabrá apreciar la estimable densidad de TINKER TAILOR SOLDIER SPY, uno de esos raros hitos en la literatura de espías, tan proclive a los callejones sin salida dada su siempre peligrosa autoindulgencia. La culpa ha sido, como no, de su éxito, lo que dio desde los años sesenta una camada de autores rayanos en una especie de star system; un poco como lo que ocurre hoy día con la terrible novela "histórica" pero, qué duda cabe, con mayor calidad. TINKER... posee una especie de posmodernidad que la deja en un terreno inexplorado y, por tanto, más excitante e intemporal. Bebe de ello esta estupenda adaptación por parte del director sueco Tomas Alfredson, gélida y acalorada a partes iguales; una especie de DÉJAME ENTRAR más adulto, concienciado y descreído. La trama es laberíntica y desorientadora a más no poder, y yo recomendaría un doble visionado en poco espacio de tiempo, porque es difícil dar con su auténtico sentido semántico ¿O es más importante el dibujo (excepcional) de los personajes que el minucioso trabajo de guion? O su brutal composición temporal, con la fotografía de Hoyte Van Hoytema permaneciendo fiel a la expresionista partitura de Alberto Iglesias y logrando la siempre complicada "atemporalidad" de forma. Y por supuesto, es necesario destacar a unos actores muy bien dirigidos y que trascienden el concepto de "secundarios de lujo", porque alrededor de la creciente figura de un colosal Gary Oldman se suceden antológicos momentos de Colin Firth, Toby Jones, John Hurt, Ciarán Hinds y, en menor medida, unos muy controlados Tom Hardy y Mark Strong, además de la siempre estimulante aparición del valor en alza Benedict Cumberbatch.
Una película hermética y enigmática, con un socarrón y gélido sentido del humor y una magnífica vocación de subvertir desde el respeto casi reverencial. En mi opinión, un hito bastante inadvertido.
Saludos.

sábado, 2 de mayo de 2009

Sangre y nieve

Ya no podía dejar pasar más tiempo sin referirme a esta cinta sueca que es capaz, por sí sola, de demostrar varias cosas que parecían, hasta ahora, indemostrables.
Por un lado, podemos respirar tranquilos: hay vida después de Bergman. Luego, se puede hacer una película de terror CON ADOLESCENTES y no tratar a los mismos de idiotizados sacos de hormonas que sólo reclaman basura de consumo rápido como CREPÚSCULO y otras lindezas. Y por si todo esto fuera poco, Tomas Alfredson se permite algo que cada vez parece más difícil: innovar. Porque LAT DEN RÄTTE KOMMA IN (DÉJAME ENTRAR, en español) contiene varios frentes que palpitan a lo largo de su fascinante metraje. No sucumbe en ningún momento al esclavismo digital; mantiene al espectador en tensión sin que nadie chille histéricamente y sin sustitos gratuitos; logra una estética gélida, pétrea, en la que se mezclan las pesadillas bergmanianas (es inevitable) y la crueldad neutra de Gaspar Noé; parecería como si al amigo Kaurismaki le hubiese dado por especificar su tendencia al "género", aunque (y esto es importante) amplificando su mala baba.
La historia es sencilla porque la hemos visto representada miles de veces en pantalla. Es una historia de vampiros ¿Qué la hace especial entonces?, supongo que la conciencia de ser lo que es, sin eludirlo. Alfredson sabe que lo sabemos todo sobre la mitología vampírica, así que prescinde (afortunadamente) de tomarnos el pelo. En un momento dado, el lánguido protagonista (¿cuántos no van a verse reconocidos?) no puede más y pregunta a la inquietante niña-vampiro: ¿Eres un vampiro? ¿eres vieja? ¿estas muerta? Es decir, hace lo que cualquier persona haría en el improbable caso de encontrarse con un vampiro: curiosear.
La película, multipremiada allá donde ha sido presentada, contiene algunas escenas que harán palidecer a los que siguen pensando que RESERVOIR DOGS es sádica, aparte de algunos momentos de extraña belleza sumergida, momentos que nos descolocan y nos hacen preguntarnos si realmente es terror lo que vemos o una inteligente propuesta específicamente modernista y deliberadamente rompedora.
Y acabo poniendo los dientes largos (nunca mejor dicho) a los que aún no la hayan visto. La escena con la que se cierra el film es de las que va a permanecer en nuestras cabecitas durante mucho tiempo. Donde el cine se ha ridiculizado cientos de veces, en el uso de la cámara lenta como elemento de énfasis narrativo, Alfredson se muestra como un magistral y consecuente constructor de imágenes. Sólo esperen a ver al chico chapotear alegremente en una piscina; a partir de ahí...
Saludos nocturnos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!