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miércoles, 3 de abril de 2024

La mística del componente encapsulado


 

Hay algo muy evidente y que uno sabe que no va a funcionar en una película como SABEN AQUELL, atildado biopic sobre Eugenio, un humorista que extraía su humor de la falta de gracia, y que durante la década de los 80 (también en los 90) fue un fenómeno hasta el momento irrepetible. Eugenio fue un extrañísimo puente entre el cuentachistes casposo y el actor de stand-up, incluso en su vertiente más experimental, por cuanto no necesitaba forzar una situación para crear una atmósfera irresistiblemente cómica. Y lo que no funciona es eso, estructurar un relato cinematográfico sin tener que depender de la fascinación del personaje, a lo que contribuye un David Verdaguer tan mimético en lo gestual como horrísonamente ataviado para que el truco surta efecto. Trueba podía haber prescindido del personaje, cobrar distancia y usarlo para invadir todo un tiempo de transiciones e incertidumbres, que el cine español tan asépticamente sigue abordando. El resultado es un film "sin historia", convencional en lo narrativo, y únicamente sustentado por la invocación de un fantasma más desenterrado que biografiado. Gallina, huevos, oro...
Saludos.

lunes, 31 de marzo de 2014

Un campo de fresas polvoriento



Para cerrar el círculo, ya que estamos abordándolo todo a lo bestia, pues terminemos de una vez con aquello de los Goya con su "gran" triunfadora. VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS es el originalísimo título de la película elegida por la Academia de cine para que todo siga exactamente igual que antes. "No avancemos. Nuestra meta es la recaudación", parecen decirnos cuando se pone en la cúspide (o eso parece) un film que no inventa nada, ni elude algunos de los lugares comunes más sonrojantes del cinematógrafo ibérico; en lugar de ello, coloca la cámara en el sitio donde usted, avezado espectador, quiere mirar. Esto es: un cura pegándole a un niño mientras Javier Cámara (haciendo de Javier Cámara una vez más) enseña inglés con las canciones de los Beatles; una reunión familiar al más puro estilo "Los Alcántara", con sopa de arroz y todo; una muchacha con problemas de embarazo prematuro, ahora que lo del aborto está candente; y cómo no, las generosas tetas de la misma chiquilla, que antes tenía que darnos penica y luego ponernos cachondos. En un momento dado, el improbable trío protagonista asiste al visionado de EL PADRE MANOLO, con Manolo Escobar y Laly Soldevila; varios minutos después, uno se pregunta en qué aspecto intrínsecamente semántico ha avanzado el concepto de dirección desde Ramón Torrado hasta David Trueba, y no me refiero al pulimentado y abrillantado, sino a lo que abría esta reseña ¿En qué nos cambia la Sota, el Caballo y el Rey? Lo digo para que nadie se me enfade si utilizo el término "comedia simpática"; pero si esto es lo mejor que podemos ofrecer...
Saludos.

martes, 7 de mayo de 2013

La causa/ensimismamiento vs. la anécdota/ligazón



En un momentillo que pasa casi de puntillas, Miguel Batalla le pregunta a la joven y asustada (intimidada) Ángela si lee a Proust, aunque su pregunta va dirigida, con toda la intención del mundo, a toda una generación, y más concretamente la primera que no ha llegado a sufrir al dictador Franco. Es una pregunta mezcla de envidia y advertencia, pero, a lo mejor sin quererlo, David Trueba consigue un extraño momento de superlucidez justo cuando su afrancesadísimo (despectivamente hablando, por supuesto) film, MADRID, 1987, demuestra por sí mismo su agotamiento y hastío, el mismo que atenaza a estos dos personajes una vez quedan encerrados en un cuarto de baño ajeno durante un Sábado de Julio del año y ciudad referidos. Lo digo porque Proust es cualquier cosa menos una anécdota, y lo digo porque es una pena que un punto de partida arriesgado termine apolillado; que la ambición de recoger el sentir, de vueltas pero aún rabioso, de un tipo que lo ha vivido todo (incluso una magdalena), en cuatro paredes, no emocione por su torpeza para expresarse como lo que realmente quiere ser: una peli de Truffaut, y acabe (vaya por dios) encomendada a una verborrea marciana y de otro tiempo que afortunadamente no volverá: el que otorgaba los premios a Garci. Es el increíble muro contra el que cientos de cineastas españoles sigue dándose de frente: nunca seremos franceses, pero los franceses nunca tuvieron un Buñuel o un Berlanga... y por eso sus (escasas) copias son infumables. MADRID, 1987 es un libro filmado, que se salva por los pelos de un José Sacristán al que poco se le puede achacar; a él le han dicho que hable y él habla, y mucho, pero no siempre bien. Curiosamente, son los incómodos silencios los que mejor quedan en esta pequeñez que no pasaría nunca de la anécdota cuajada a duras penas, y no por lo que nos lo quiere hacer pasar su director y guionista, que no es otra copsa que una militancia causal que no deja a su protagonista desarrollarse a su propio gusto, y eso que este Miguel Batalla podía haber dado para mucho más que un calentón tardío. Eso sí, si lo que ustedes van buscando es su propia autosatisfacción en el solaz de las carnes de una figurante en primer plano llamada María Valverde (a la que de paso no le vendrían mal unas clases de entonación por parte del propio Pepe Sacristán), entonces hagan como que no han leído nada y yo haré como que nunca lo escribí.
Saludos preestivales.

domingo, 20 de marzo de 2011

Rincón del freak #19: "Es estupendo estar contentos y tranquilos mientras todo se va al carajo"



Benito y Carolo son dos freaks de cuidado. El primero conduce un R12 (!!) amarillo y lleva unas muletas para aparcar en zona de minusválidos; el segundo viste trajes verdes y hace playbacks de viejos musicales en su casa. Ambos tienen un sueño: hacer una película. El problema es que necesitan a una estrella como partenaire de Carolo, así que, sin pensárselo mucho, raptan a Amanda Castro, una actriz de turbio pasado y oscuro presente que mantiene a flote sus neuras con cocaína y whisky. Este improbable equipo se planta en una apartada casa de campo, propiedad de la familia de Benito, y se dispone a iniciar el rodaje de "Un mundo para nosotros", una especie de musical en Súper 8, al más puro estilo "Ed Wood". Las reticencias de Amanda Castro y las extravagancias de Benito y Carolo, psicópata obsesivo el primero y cándido y apocado el segundo, conformarán el núcleo de OBRA MAESTRA, la segunda película de David Trueba como director; un intermitente y desaprovechado intento de comedia bufa de tintes inquietantemente desestabilizadores, un poco a lo LA GRANDE BOUFFE, pero en exceso lastrada por su demencial reparto. Primero porque ya tener a Santiago Segura haciendo de sí mismo es una concesión al exceso autoindulgente; mejor sale parado Pablo Carbonell, un pobre hombre sin espíritu ni seso, pero cargado de sueños e ingenuidad. El otro problema es Ariadna Gil, pero aquí no hay nada que hacer, porque en este país llevan casi veinte años metiéndonos con manga pastelera que es actriz y de las buenas; de las relaciones erótico-sentimentales me guardo la opinión, porque podría extrapolarlo todo y terminar hecho una furia, y es Domingo y no merece la pena. En fin, una tontería sin aristas, ideal para un día sin ganas de pensar y que perfectamente podría haber filmado treinta años antes un Mariano Ozores de la vida, con Pajares y Esteso secuestrando a Mirta Miller, por ejemplo ¿me siguen?... Pues eso.
Saludos magistrales.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!