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viernes, 31 de enero de 2025

Películas para desengancharse #129


 

¿Cuántos guionistas hacen falta para un diálogo medianamente decente? Por lo visto, muchos para hilar tramas sobadísimas y lucirse con una colección de parlamentos tiernamente sincopados. A este mal endémico, propongo un curso continuado de cine clásico, por la cosa de que se entienda lo que se cuenta, como para no enrojecer con montajes que intentan camuflar lo que no es más que relleno para sesteos. Lo peor es que se justifican dos, tres, cuatro e incluso más guionistas, sin que yo sepa darle una explicación adecuada a tamaño objeto no identificado. Contada por encima, THE PHILADELPHIA STORY es una bobada para pijos y casamenteras; como mecanismo cinematográfico, es una obra maestra descomunal acerca de cómo se construye y ejecuta un guion. La pobre Tracy Lord, ya metida en la treintena, tras reponerse de su divorcio con C.K. Dexter Haven, un bon vivant misógino y alcohólico, anuncia que vuelve a casrse con el intachable y acaudalado George Kittredge, pero tan magno evento salta por los aires cuando hacen acto de presencia dos periodistas, en realidad introducidos a conciencia por el propio Haven por razones no del todo claras, pero que sirven para hilar un guion tan perfecto que se nutre del relato frívolo de la estomagante clase alta de Filadelfia para deshojar un retablo de caracteres, a cual más retorcido e interesado. No sería lo mismo con un trío protagonista literalmente irrepetible, pues no volvieron a coincidir Cary Grant, Katharine Hepburn y James Stewart (este último, ganador de la estatuilla), que están en estado de gracia bajo la batuta de un George Cukor sentando cátedra sobre cómo elevar la comedia sofisticada hasta sus cotas más altas. 
No sé cuántos guionistas actuales harían falta para poner en pie una copia barata de este monumento del séptimo arte, pero no tienen más que echarle un vistazo para desengancharse de la homogeneidad impuesta por algoritmos fríamente calculados para que nuestros puntos de vista no tengan colisión posible con su contemporaneidad. Me basta ese argumento, pero hay muchos más en esta obra maestra absoluta e intemporal.
Saludos.

martes, 3 de septiembre de 2019

La clase de Lubitsch #30



ONE HOUR WITH YOU puede ser una de las películas de Lubitsch a las que menos sentido le veo, aunque ni siquiera eso es óbice ni circunstancia atenuante para que me guste con moderación e incluso le encuentre su gracia, que no es poca. Es, básicamente, la puesta al día (1932) en clave sonora de aquella THE MARRIAGE CIRCLE, en mi opinión superior a ésta, aunque habrá quien piense que se trata de dos films completamente diferentes, sobre todo en forma. De hecho, le encuentro más puntos en común con, por ejemplo, con lasotras dos películas en las que intervino Maurice Chevalier, que ya luce algo cansino como zalamero profesional. Típica comedia de enredos matrimoniales, acaba por ensalzar los valores y ventajas de la vida conyugal frente al flirteo como modo de vida disoluto, y, además de utilizar ese recurso tan español del diálogo en verso, habría que destacar la aportación de George Cukor en tareas de ayudante de dirección de un Lubitsch que en aquella época no paraba de recibir ofertas.
Bien, correcta, cortita, adorable...
Saludos.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Películas para desengancharse #11



75 años se cumplen de una de las cumbres del séptimo arte de todos los tiempos. GONE WITH THE WIND es, al mismo tiempo, un hito, un descubrimiento, una confirmación y un misterio ¿Cómo conjugar tantos y tan diferentes elementos para terminar creando uno de los iconos más poderosos de Hollywood? Es inútil buscar respuestas concluyentes, porque, como tantos grandes relatos, éste da cuenta, ni más ni menos, de la destrucción de una forma de vida, tan orgullosa, altanera y pagada de sí misma que fue incapaz de adivinar su fatal destino. Y todo ello encarnado en una figura, la de Scarlett O'Hara, que en apenas cuatro horas de metraje (ni que eso fuera mucho) sufre un cambio tan profundo que acabará irreconocible ante nuestros ojos... aunque no necesariamente para peor. Y es que probablemente no haya un suceso histórico que revele tan a las claras la deriva de los Estados Unidos como la Guerra de Secesión; y aunque LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ pueda parecer un supermelodrama hiperromantizado, lo cierto es que su armazón es tan complejo, sustenta tantas y tan diferentes relaciones humanas, abarcando el amor, el odio, la venganza, la compasión, el olvido, la fuerza, la debilidad, el desencanto, la alegría, los árboles en negativo, los bailes estruendosos y las mucamas con mal genio... que... uffff!!, francamente, queridos, he decidido desengancharme. Primero porque calculo que han sido unos veinte años los que han pasado desde que la vi por última vez, y no creo que vuelva a pasar por esta intimidante experiencia. Y no por nada, porque los actores están fabulosos (bueno, menos Leslie Howard, que es insoportable), la química entre Vivien Leigh y Clark Gable aún se está estudiando en las universidades, y el dominio de los grandes espacios me parece insuperable. Aparte: si Max Steiner hizo lo que hizo, reverencia, mirada al suelo y nada más a añadir. Excepto, creo, que un film de proporciones tan grandes necesitaba a los más grandes, y si Victor Fleming ha sido históricamente reconocido como el director que llevó la mayor parte del peso, el tiempo ha puesto en su lugar el extraordinario trabajo de George Cukor (esos personajes femeninos...) y el innato talento para el melodrama de altos vuelos de Sam Wood. Es, definitivamente, un film que debe verse, e incluso revisitarse; uno de esos pulsos que a la industria norteamericana le gusta echar de vez en cuando para probar que su sitio en el Olimpo sigue intacto. Aquí lo consiguieron, no hay duda, pero teniendo en cuenta que me atrevo a decir que no habrá ningún melodrama jamás a su altura, pediría humildemente que no siguiesen tomándola como modelo, porque hay lugares que sólo pueden amarse una vez...
Saludos.

martes, 12 de febrero de 2013

Exotismo y compromiso



A Hollywood debemos reconocerle la facilidad con la que siempre ha conjugado el espectáculo con su propio (sin entrar en si es suficiente o no) sentido de la denuncia histórica, siendo complicado saber si es lo uno lo que sirve como apoyo a lo otro, aunque siempre extrayendo los mejores resultados artísticos por si fallase todo lo demás. Un buen ejemplo de todo esto se puede rastrear en diversas películas que abordaban el trasiego de la independencia de la India, lo que ha servido para poner en pie unas pasiones tan extremas como el agitado marco en el que se desarrollan. Éste fue un género en sí mismo, una especie de salvaguarda para el lucimiento de galanes rebosantes de digna gallardía y bellas féminas incapaces de dejar atrás su conciencia. Esto ocurría, por ejemplo, en BHOWANI JUNCTION, en la que un irreconocible Cukor (al menos en su primera mitad, que por otra parte es lo mejor del film) se ocupó de registrar los convulsos días que desembocaron en la independencia de la India, la incapacidad de Gran Bretaña para gestionarla sin derramamiento de sangre y, en mitad de todo ello, un idilio imposible, el que ha de unir a un Coronel británico (Stewart Granger impecable y plateado, como siempre) y a una enfermera militar por cuyas venas corren tanto sangre india como inglesa (una Ava Gardner mestiza y espectacular). Cukor realiza un contenido y vibrante trabajo de actores, justo antes de que estos cobren relevancia por encima de los acontecimientos relatados; luego, la MGM manda, y al cerrar el diafragma, la película termina por olvidarse de qué es lo que la ha llevado hasta allí y ofrece el enésimo romance, eso sí, accidentado por la imposibilidad de dos personas tan afines pero tan diferentes para quedarse juntos. Una especie de superdrama insalvable, muy bien rodado, con mucha profesionalidad, pero que si no ha trascendido como un título importante de su director (y éste sí que es importante) quizá sea por esa extraña indefinición; al menos, esto me lleva a pensar en lo ridícula (y tengo ejemplos) que quedaría esto actualmente.
Saludos cruzados.


viernes, 8 de febrero de 2013

Todo ha de empezar



THE ACTRESS, el film que realizó, hace ahora sesenta años, George Cukor basándose en la propia biografía de la mítica Ruth Gordon, es uno de esos títulos enterrados en el olvido, injustamente a mi parecer, y que, visto hoy, contiene no pocos puntos para entender qué significa el trabajo con actores; algo que el director, entre otras, de ADAM'S RIB o GASLIGHT, elevó a la categoría de arte en sí mismo. En esta dislocada "comedia dramática", el timón lo llevan unos estupendos Spencer Tracy, interpretando al padre, huraño y anticuado, de una Jean Simmons que venía de un registro muy diferente en ANGEL FACE, de Preminger, y que está perfecta como la burbujeante y cándida jovencita que sólo vive para llevar a cabo su gran pasión: convertirse en actriz de teatro. Completan el elenco la grandísima Teresa Wright, como la madre, tan comprensiva como temerosa, y un jovencísimo Anthony Perkins, en el que sería su debut en el cine. No tan convencional como pudiera parecer, THE ACTRESS se vale del elemento teatral para su propia puesta en escena, por lo que aún parece más teatro el trazo crucial que va desde la presentación de personajes alrededor de la casa paterna hasta el flechazo de la joven Ruth al asistir a una representación en la ciudad. Algo exagerada su elipsis final, me quedo sin duda con la intachable profesionalidad de Cukor, su equipo y sus actores, aunque es cierto que sólo un tipo tan poco narcisista como él hubiese desdeñado la posibilidad de maximizar la hipérbole dramática; en lugar de eso, THE ACTRESS se ve con agrado y pocos sobresaltos ¿Que si es malo?... No necesariamente; esto es cine clásico...
Saludos sobreactuados.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!