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sábado, 10 de febrero de 2024

Motivos estrictamente personales


 

THE KILLER no es la mejor película de David Fincher, tampoco la peor. Podría ser mala por dos o tres detalles tremendamente gruesos, que ni siquiera encuentran el consuelo del humor. Ésta es una de las películas más circunspectas que he visto recientemente, y es jugársela a que tienes muy claro todos tus movimientos. Es la historia de un asesino a sueldo, aparentemente infalible, pero que falla. Son las consecuencias derivadas de ello, los daños colaterales. Pero ante todo es una crónica interior. Como si Fincher necesitara explicar los motivos por los que el protagonista hace lo que hace, esto produce un extraño efecto de repulsión magnética. No puedes apartar la mirada de lo que está sucediendo, en un trabajo de montaje milagroso, pero las palabras terminan por ser redundantes en un tipo tan lacónico y frío. Por tanto, creo que la narración va por un lado y el espíritu ofrendado de la misma (su "cuerpo inerte y suspendido") por otro, siendo lo primero de prodigiosa agilidad y lo segundo un lastre más propio de principiantes, impropio de su autor. THE KILLER no es nada original, y ni se molesta en ocultar sus referencias, malgastando el homenaje a golpe de cliché. Prefiero quedarme con el trabajo del cineasta ensimismado, quizá sólo preocupado de aportar su grano de arena a un género, el de los asesinos a sueldo, saturado de propuestas a estas alturas. Incluso Fassbender parece estar interpretando un personaje indeterminado, a lo mejor un psicópata creyéndose un asesino, o, peor aún, al revés. 
Película notable, película difícil, película que no hacía falta y película destinada a ser injustamente tratada en su tiempo y reivindicada con lamentos en un par de décadas. Veremos.
Saludos.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Rincón del freak #88: Si te ríes es que va a matarte (La soledad del asesino 12)



THE LIQUIDATOR (no confundir con la película kazaja estrenada el año pasado ni con la traducción española de THE ADJUSTER, de Atom Egoyan), sin ser de lo mejor del entrañable Jack Cardiff, es un entretenimiento camp lo suficientemente disparatado como para hacer las delicias de cualquier aficionado a lo bizarro. Cuenta la historia de un soldado (Rod Taylor) que, con más suerte que otra cosa, salva a un superior (Trevor Howard) de una muerte segura, así que éste, ya convertido en jefe de los servicios secretos británicos, reclutará al primero como un superagente, convencido de que éste posee habilidades especiales. Tras una serie de entrenamientos, a cual más estrambótico, el desconcertado "agente" Oakes se dará cuenta de dos cosas, que su nuevo superior se ha equivocado juzgándole y que, de todas formas, la ocasión la pintan calva, así que no piensa desaprovechar ni la mansión, ni el deportivo, ni la inacabable retahíla de "secretarias" que, una a una, caen rendidas a sus pies. En clave de comedia, lo que THE LIQUIDATOR proponía era una saludable parodia de 007; la lástima es que se le notan demasiado la pobreza de medios y el excesivo convencionalismo de su raquítica trama. Eso sí, Cardiff, que era un excelente director de actores, aprovechó el feeling existente entre Taylor, sublime como playboy sin remilgos, y Howard, que vocifera y gruñe y todo lo que suele hacer Trevor Howard, claro. También estaba una Jill St. John demasiado recatada para su rol (lo siento, pero esto era así) y una explosiva Gabriella Licudi, objeto de deseo de freaks coleccionistas y caverneros... Es flojita, para qué engañarnos, pero tiene su punto si se le sabe buscar...
Saludos liquidados.

sábado, 8 de diciembre de 2012

La soledad del asesino 11



Sin llegar a la excelencia ni singularidad de un Gaspar Noé, ni pareciendo querer beber de las fuentes clásicas, aunque su austera puesta en escena nos recuerde por momentos al mejor Melville, el experimento (no sé llamarlo de otra forma) ideado por Mathieu Kassovitz para el que fue su tercer largometraje, es precisamente eso, una especie de largo paréntesis entre un tipo de cine que se niega a desaparecer y otro que viene pujando fuerte. ASSASSIN(S) es tan valiente como temerosa, y muy extraña, anticlimática; igual estamos en mitad de un clímax puramente venido de Haneke (que por entonces acababa de deslumbrar con su FUNNY GAMES) como se resbala imprudentemente por los toboganes del cine de género vertiente "moralista-social". Error, a mi juicio, pues la impronta es esa mortífera presencia del asesino/anciano, impecablemente representado por un Michel Serrault que es demasiado para un director tan poco dotado como Kassovitz, y que encima se reserva (no podía ser de otra manera) un papel coprotagónico. En el lado bipolar, Kassovitz no cesa de mostrar pantallas de televisión, como queriéndonos advertir y consiguiendo, sólo, fastidiar y embotar. ASSASSIN(S) podría haber sido una gran película, pero, insisto, quiere picar en tantos sitios a la vez que finalmente uno no sabe qué le están contando exactamente, ni por qué ¿Tratado antiviolencia? Puede, pero esto quedaba más y mejor justificado en LA HAINE; mientras que ésta se dispara a sí misma en un pie no más que para continuar coja por un metraje excesivo y que obliga a un cambio de rumbo que, sorpresivamente, no es sorpresivo. La diferencia entre rupturismo y continuismo es un problema que no muchos directores están dispuestos a abordar; éste es un buen ejemplo. Y en mitad de todo ello, Michel Serrault, al que no te gustaría encontrarte a solas en un callejón...
Saludos aleccionados.

jueves, 6 de diciembre de 2012

La soledad del asesino 10



Poco, o casi nada, se puede decir del innecesario (creo que es la palabra adecuada) remake que la Warner, previo millonario desembolso por los derechos de Luc Besson, le encargó al siempre obediente John Badham. POINT OF NO RETURN, que fue el título con el que se estrenó en Yanquilandia, posee esa rara cualidad, un poco paleta, del peor cine comercial estadounidense que, no se sabe muy bien por qué, busca cierta virtud en el europeo, encontrando sólo una ridícula mímesis. Es decir: copia la forma, la reproduce, pero es incapaz de indagar sobre el espíritu que contiene. No es sólo que Bridget Fonda sea sosa e inadecuada; es cierto que los personajes, apenas esbozados, contribuyen al desmadre general, pero hay mucho más (o menos) a lo largo de una película soporífera, inocua y finalmente desacreditadora. Ni siquiera la inclusión de Harvey Keitel al final, adelantando el inmortal personaje que Tarantino le escribiría sólo un año después, consigue que salgamos del estupor de esta nadería repleta no ya de lugares comunes, sino directamente sobados. No es que técnicamente esté mal hecha, es que a Badham (pero esto es una constante en su cine) pareciese que le estaban dictando cada paso del rodaje y él sólo se limitase a decir "acción"... No, no la recomiendo; y sólo la pongo aquí porque... bueno, no sé por qué carajo la he puesto, la verdad...
Saludos no retornables.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

La soledad del asesino 9



En un giro radical en cuanto a lo que el cine venía ofreciendo en materia de asesinos a sueldo, el francés Luc Besson tuvo la desvergüenza de vendernos a una yonqui a la que el gobierno (aunque esto no queda muy claro) "salva" de morir, después de que fuese condenada por matar a un policía, aunque sus intenciones fuesen hacerla pasar por muerta, adiestrarla como un asesino de élite y enviarla a misiones suicidas... ¿Ustedes se lo creen?, yo tampoco; y sin embargo, NIKITA funciona no sé muy bien por qué. Será que Besson ha sido uno de los mejores directores a la hora del "(casi) todo vale"; o que sus imágenes, su misma concepción formal del cine, pese a no contar nada nuevo, bien pareciera ofrecerno algo no visto antes. El caso es que el director francés, que sólo un poco más tarde refinaría esta historia con uno de sus personajes más memorables, el interpretado por Jean Reno, ha cimentado toda su obra en estos aspectos: el riesgo y la inventiva. Sólo así NIKITA pasa de ser una demencial castaña a una película demencialmente entretenida. Aunque, digámoslo ya, esa improbable asesina, casi una salvaje adiestrada que termina teniendo exquisitos modales, encuentra perfecto acomodo en la difícil belleza de Anne Parillaud, una actriz de rasgos cambiantes y querencia al escapismo, que es puro magnetismo. Ni frágil ni fuerte, Parillaud pasa de mostrar sus curvas a retorcerse en toda su fibrosidad para escapar de sus perseguidores ¿Acaso importa que la película no se la crea ni el que la hizo, cuando la realidad nos indica que nadie antes se atrevió a dibujar un personaje así? Pues eso...
Saludos fatales.

martes, 4 de diciembre de 2012

La soledad del asesino 8



Es curioso el caso de SONATINE, cuarta película de Takeshi Kitano, puesto que tuvo una repercusión absolutamente enfrentada en el momento de su estreno, repartiendo premios en Cannes y Berlín con, por ejemplo, un increíble ostracismo de cinco años en nuestro país, que tomó (entonces sí) al cineasta japonés como una figura de culto, lo que haría que, de golpe y porrazo, se editara toda su primera producción, hasta entonces inédita. A Kitano se llegó tarde, o es que él siempre ha ido un pasito por delante; y esto es sintomático en una de sus mejores películas, que contiene toda la esencia de su cine aparte de sostener sin aparente esfuerzo una demostración de depuración estilística pocas veces vista después. En SONATINE, que comienza como el típico film de yakuzas, continúa como una suerte de "Kikujiro" decididamente surreal, y que termina de forma desgarradora, se puede decir que está implícito el motor de todo su cine posterior, su deconstrucción del personaje del asesino sin sentimientos y de vuelta de todo, implicado en un proceso de (auto)destrucción una vez ha comprendido que lo que antes era su mundo y su razón de vivir ha dejado de tener sentido. Esa es la gran soledad que queda, la de un tipo que se muestra mortífero, tanto que se ha vuelto un problema para los jefes, que le envían en una supuesta misión a una apartada playa junto a varios de sus hombres. Lo que sigue es una extraña mezcla de tedio y sospecha, y mientras el primero es combatido con una serie de actividades que reducen a unos asesinos a la condición de niños que se entretienen como pueden, la segunda será confirmada en la última y sangrienta parte del film, donde el personaje de Kitano es el único que no se sorprende por la emboscada a la que han sido confinados. Una soledad, la suya, consciente, y que no le permite huir cuando puede, sino que prefiere extinguirse en silencio en una secuencia, la última, de gran belleza y sentido, de lo mejor que ha filmado Kitano. Es, quizá, ahora cuando mejor vamos comprendiendo su cine, tan esquivo y poco dado a los lugares comunes; quizá porque, igual que ese yakuza que lo ha encontrado en mitad de ninguna parte, el mismo cine de Takeshi Kitano se ha convertido en un lugar común para cineastas ajenos al mismo.
Saludos perdidos en el oleaje.

lunes, 3 de diciembre de 2012

La soledad del asesino 7



Jim Jarmusch... Jarmusch con Forest Whitaker... Whitaker sin Jarmusch... Finalmente vamos a tener que creernos que existe algún tipo de subgénero escondido que no conocíamos hasta este serial, escindido por circunstancias de fuerza mayor, y que retomamos hoy, y durante lo que queda de semana (Ozu mediante, por supuesto), para seguir narrando qué ha dado de sí en el cine la figura del asesino a sueldo, sus soledades, fobias y problemas derivados de una actividad tan inusual y cuestionable como fascinante. Y hemos empezado así porque, efectivamente, Forest Whitaker, un actor con un físico poco propicio para encarnar a un asesino, ya se embutió en la piel de uno ocho años antes de su "perro fantasma". Fue en la extraña, modesta y por momentos fallida DIARY OF A HITMAN, de un tal Roy London, actor de Broadway para más señas, y que tuvo la desgracia de fallecer víctima del SIDA sólo dos años después de su primer y único rodaje como director. Mirando de reojo la sorna de los hermanos Coen y con algunos ramalazos del humor de la popular ANALYZE THIS, se nos cuenta aquí la estrambótica peripecia de un asesino a sueldo que tiene una pérdida progresiva de visión, lo que le obligará a realizar un último trabajo bien pagado que le permita retirarse sin agobios. El trabajo en cuestión será eliminar a la esposa de un tipo en su propio apartamento para que éste se ahorre un costoso divorcio; la gracia de la trama será conseguir que Whitaker, que va oscilando desde la consulta de su psicoanalista a su "conseguidor" habitual de "contratos", una vez llega al susodicho apartamento no sólo no lo tenga fácil para finiquitar el encargo, sino que progresivamente vaya cayendo en la cuenta de que quizá todo sea un elaborado engaño. Nombres muy conocidos alrededor de un Forest Whitaker que, sin la imponencia de trabajos posteriores, es el centro gravitatorio de este pequeño film; por allí estaban el "casavettiano" Seymour Cassel, una irreconocible Sharon Stone, aquella estrella que quedó en nada llamada Sherilyn Fenn y hasta el inefable James Belushi, de quien me apuesto que pagaba por salir en cualquier sitio... Se ve, se olvida y a otra cosa; un producto típicamente noventero (es de 1991) sin mucha chicha, pero que he querido incluir aquí por su extrañísimo concepto de la figura del asesino a sueldo.
Saludos en el punto de mira.


domingo, 25 de noviembre de 2012

Rincón del freak #86: Asesinos que no pueden estar solos aunque quieran 6



No cabe en cabeza medio amueblada que alguien decida hacer un remake de una película, la remede en todo su desarrollo, y ésta no se parezca ni en lo más mínimo a la original. Hay que ser muy malo, muy manazas; o no tener muy claro de qué diablos se trata lo que se está haciendo. Algo así le pasó al ínclito y lustroso Michael Caton-Jones cuando fue contratado para ascender a la gloria el mito del Chacal; máxime cuando le notificaron que aquello contaría con el protagonismo de Bruce Willis y Richard Gere... Y eso que, a lo mejor, si le hubiesen puesto otro nombre, esto no empieza tan mal. Una típica trama de cinta de acción hollywoodense maniqueista, en la que los buenos son santos y los malos diablos; un poco de mafia rusa por aquí, servicios secretos de FBI por allá, y, aunque esté muy visto, se puede salvar el día. Pero no, porque de repente sale Willis intentando hacer de Edward Fox... y no cuela. Sidney Poitier, muy mayor, como un jefe del FBI que parece una madre, de lo bueno y comprensivo que es... Una agente rusa con la cara quemada que fuma y no se ríe... Y Richard Gere haciendo de... ¡Terrorista irlandés convicto enamorado de una etarra!... ¡De una etarra que habla inglés!... En fin... Pasado el primer susto, THE JACKAL va fotocopiando cada paso de la obra maestra  de Zinnemann pero en cutre. Fox encargaba un rifle ultraligero para matar a de Gaulle, Willis necesita un cañón de dimensiones gigantescas para cargarse a la primera dama; Fox iba dando esquinazo con pistas falsas, Willis va él mismo a la casa donde están los agentes para cargárselos, aunque le pillen. A esto añádanle que Sidney Poitier, como es lógico, se lleve de gira a Richard Gere, que más que un terrorista parece un playboy con canas, y lo tenga por ahí totalmente libre y armado... ¡un tipo que estaba en una cárcelde máxima seguridad!... No es una broma, pero parece una broma; y uno se puede llegar a tomar en serio hasta una peli de Leslie Nielsen, pero no una imbecilidad de este calibre... Para terminar, una recomendación: esta película contiene la única escena del cine en la que ustedes no podrán parar de reír mientras a Jack Black le arrancan un brazo... Lo juro...
Saludos tremebundos

sábado, 24 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 5



Grandiosa, enorme adaptación del inmortal bestseller de Frederick Forsyth la que ideó Fred Zinnemann en su celebrada vuelta a la dirección y cuando muchos críticos de la época daban por hecha su retirada. THE DAY OF THE JACKAL es, exactamente igual que HIGH NOON, un estupendo tratado acerca del tiempo cinematográfico; no sólo del manejo del mismo por parte del director (cómo echamos esto de menos hoy día en el cine comercial), sino sobre cómo actúa esto en la percepción misma del espectador a la hora de conjugar lo que está viendo. Poco importa (no, no es spoiler; es respeto a la historia) que se sepa que Charles de Gaulle nunca fue asesinado, puesto que lo que Fred Zinnemann recoge del libro es la fascinante construcción de un personaje que eclipsa todo a su alrededor. El "Chacal" del título (inmenso, irrepetible Edward Fox en el papel de su vida) es un enigmático asesino contratado por la OAS (Organisation de l'Armée secrète) para acabar con la vida del presidente francés. Frío, despiadado y minucioso hasta lo exhaustivo, este personaje no sólo tendrá que idear un complicadísimo plan de despiste, cambiando constantemente de aspecto y pasaporte, sino que, llegado el momento, es consciente de que los servicios secretos británicos le sigue la pista, por lo que debe decidir (véase foto ilustrativa; es el momento crucial del film) si seguir adelante con el plan o abandonarlo definitivamente. Son casi dos horas y media que se pasan en un suspiro, que te dejan con ganas de más (pese a su rotunda y mítica resolución) y que supone uno de los más claros ejemplos de eficacia profesional en cuanto a adaptaciones literarias se refiere. Nada sobra, nada falta; la puesta en escena es referencial y el trabajo de los actores es espectacular. Al margen de Fox y su inacabable ramillete de registros, hay que destacar a un Michael Lonsdale no tan prolífico entonces como ahora, la turbadora Delphine Seyrig y un genial Cyril Cusack, que en una breve intervención logra uno de los mejores momentos de este descomunal film. Por cierto, lo volví a ver hace unos días y me quedé perplejo: cómo bebe Olivier Assayas de aquí para su excelente film CARLOS...
Saludos telescópicos.

jueves, 22 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 4



Es preciso saber que no hay nada ni por asomo casual en LE SAMOURAÏ, obra maestra de Jean Pierre Melville sobre la soledad. También sobre un asesino frío e implacable, pero sobre todo sobre la soledad de un personaje al borde de lo humano. Es por ello que cada pequeño detalle cuente en esta historia sin redenciones ni prisioneros, donde las calles oscuras y frías de un París invernal se transforman en una ratonera sin salida. Nada es casual, ni la estructura elíptica (tras el estallido central, el final es casi como el principio), ni unos códigos de honor aparentemente incomprensibles, ni la furia con la que todo un cuerpo de policía se lanza en la captura de un hombre al que ni siquiera le vale con una coartada perfecta y que parece desear su propia captura, quizá la única liberación para quien se sabe dueño de un fatal destino. Pero sobre todo no es casual el motor de este excelente film, un Alain Delon que es al género negro lo que Catherine Deneuve podría ser al drama romántico; es decir: un muro que no deja traslucir nada que no sea su desdén hacia quien no es capaz de seguirle el paso. La antítesis no ya del héroe cinematográfico, sino incluso del antihéroe; tal es el vaciado al que Melville somete a este samurái moderno, auténtico paria cuyo único compañero es un pájaro enjaulado que ni siquiera sabe cantar. Sobre su particular estuctura, sobresale la libérrima interpretación de los códigos habituales del cine negro, resaltarlos para subvertirlos, cuando no negarlos. Melville prescinde del crescendo y lo sustituye por una marasma de burocracia y metodología que se sabe inútil ante el lobo, primero solitario y luego herido, así que más peligroso; además de inventarse a un jefe de policía tan despiadado como el criminal al que ha de dar caza (sus razonamientos harían palidecer a un nihilista). Son 100 minutos de invención continua que dejan en el espectador que la ve por primera vez esa sensación de asistir a un acontecimiento, al nacimiento de un género dentro de otro género, de ahí también que quepa resaltar la virtud de Jim Jarmusch al rendir homenaje en GHOST DOG pero utilizando un discurso propio. Una obra maestra por muchos motivos, el más importante porque tiene 45 años y sigue sobrecogiendo al público actual. Imprescindible.
Saludos congelados.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 3



GHOST DOG: THE WAY OF THE SAMURAI no ganó la edición de 1999 de Cannes porque tuvo que ganarla la inolvidable ROSETTA, en un año en el que participó Lynch con THE STRAIGHT STORY o Kitano con su "KIKUJIRO", nada más y nada menos. Sin embargo, la sensación de que Jarmusch tiene en este título su obra más redonda ha seguido creciendo con el transcurrir de los años hasta convertirlo en un film genuinamente de culto. Referencias, todas las que se quieran, pero ajustadas con convicción a los deseos y obsesiones de un cineasta que nunca, ni siquiera en sus películas más circunspectas, ha renunciado a un saludable sentido del humor. Y luego está Forest Whitaker, que lejos de seguir los modelos de personaje puestos a su disposición crea uno propio; este "perro fantasma", mitad samurai, mitad rapero, amante de la literatura y las palomas, es, en una vertiente menos abstracta, lo que decíamos el otro día de Isaach de Bankolé (presente aquí también en un hilarante personaje): una especie de asesino a sueldo, sí, pero cuya conciencia le hace distinguir estéticamente por encima de la ética, teniendo en cuenta que su mundo está podrido. Jarmusch logra en GHOST DOG un equilibrio casi imposible entre la radicalidad de su cámara, que nunca encuadra gratuitamente, y el compromiso con una narración que siempre parece al borde del suicidio, del absurdo, pero que sabe muy bien qué quiere contar y cómo ¿Es una película sobre un asesino a sueldo? Sí, claro. Pero hay mucho más encerrado en sus imágenes. Hay una lección de moralidad casi imperceptible y que va marcando el camino de este imperturbable samurai moderno, que reflexiona en silencio cada acto; y nada, ni siquiera su pose de rapero desaliñado logra que apartemos la mirada de su rocambolesca peripecia: un negro, salvado por un mafiosillo italiano (impagable la banda, con el gran Henry Silva al frente) y que lo tomará como maestro... Simplemente acojonante. No se la pierdan...
Saludos fantasmales.

martes, 20 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 2



Demasiado bueno para matar gente. A lo mejor es esta premisa la que no deja despegar THE AMERICAN, la segunda incursión en la dirección de Anton Corbijn tras el biopic dedicado a Ian Curtis. Y lo digo porque lo que comienza como el enésimo retrato del aniquilador gélido, eficaz y solitario, termina como un cruce imposible entre el reverso tenebroso de James Bond y un anuncio de Nespresso... Hay muy poca consistencia en un film que fía casi todas sus bazas al magnetismo de su personaje principal, sin que éste obtenga una base sólida por la que mover sus casi siempre ignotas motivaciones. No es que me importe mucho qué mueve a un asesino a sueldo a hacer lo que hace, pero sí creo que el espectador merece una justificación válida sobre ciertos resortes principalmente estéticos, que le restan credibilidad a una trama ya de por sí en el alambre. Por ejemplo, no me cuadra que un tipo que se va a un recóndito pueblecito de Italia a preparar su último trabajo, consistente en la fabricación de un arma a medida, tenga más vida social que un residente del mismo, porque no es una manera adecuada de pasar desapercibido. El "americano" traba amistad con el cura local (que como todos los curas de pueblo habla inglés y es culturalmente abierto) y, de vez en cuando, encuentra tiempo para ligar con una señorita que parece salida de la portada de Vogue (que también es el tipo de señorita que abunda en un pueblo pequeño). De acuerdo, es George Clooney, y yo no le veo el aura que sí le ve el sexo opuesto; pero insisto en que para que nos creamos todo esto el director debe poner algo de su parte, y Corbijn parece tan obnubilado por este "asesino que no mata", que THE AMERICAN deja su propio espíritu aparcado durante tanto tiempo, que uno ya no sabe qué película está viendo exactamente; pero no por un extrañamiento deliberado, sino por una suavización de las formas que deviene caramelización genuina del drama romántico. La conclusión es que Corbijn ha visto muchas películas de este tipo; hacer una, sin copiar nada, es harina de otro costal.
Saludos angloparlantes.


lunes, 19 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 1



Comienza una nueva semana monográfica, ésta por entero (con el permiso de Ozu, por supuesto) dedicada a esos seres fríos y solitarios que son los asesinos a sueldo, teniendo en cuenta, sobre todo, cierta tendencia postmodernista que se viene advirtiendo (al menos en El Indéfilo lo vemos así) desde hace varias décadas encarnada en la figura de unos personajes capaces de suscitar tanta fascinación como rechazo. Y qué mejor que empezar con un título reciente, polémico y descarnadamente personal, una de esas películas que, curiosamente, pese a ser coproducida en nuestro país tardó más de un año en encontrar una distribución más que deficiente. Cosas de casa.
La pregunta es: ¿Se puede hacer una película (de autor) sobre un asesino a sueldo en clave metafísica? La respuesta es: Sí. La hizo Jim Jarmusch y se llama THE LIMITS OF CONTROL. Intentar entender esta intrincada película es imposible en términos usuales, de género más bien; pero si uno se abstrae de toda lógica, atiende a las pistas que el guion le va mostrando, y que precisamente por obvias pasan inadvertidas, se termina por llegar a una parte final tan reveladora como inesperada, y a mi juicio genial. Jarmusch filma en las calles de Madrid a un Isaach de Bankolé de austeridad de medios perfectamente justificada; un ser solitario que parece seguir un plan prefijado aunque desconocido, que tiene sucesivos encuentros en terrazas, donde siempre pide dos cafés expresos y donde, por medio de unos personajes cada vez más extravagantes, va recibiendo unas órdenes a cuál más críptica. Sabemos muy poco de este personaje hasta que Jarmusch explicita que, quizá, más que un personaje sea, pueda ser, una idea proyectada, un ideal hecho hombre, y más concretamente un asesino ¿pero un asesino de quién... o de qué? Yo pediría para este film un cuasiimposible, que no se aburran con la sucesión de escenas repetidas (calcadas), ni las idas de olla del director de DEAD MAN, con la que por cierto tiene no pocos puntos en común; en este caso la estructura de videojuego in progress queda a merced de el nihilista final, donde un impagable Bill Murray destapa dos o tres claves, no ya sobre la esencia del mismo film, sino de el delicado estado actual de las cosas... y del arte, por supuesto. Y ésta tenía que estar aquí, de seguro...
Saludos ilimitadamente controlados.


... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!