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sábado, 29 de abril de 2023

La explosión silenciosa


 

Hay algo más violento que la violencia, más explícito que la pornografía, más incómodo que esa escena que no debería estar ahí mientras "esa persona" está ahí al lado. Carlos Vermut realiza en MANTÍCORA una demostración de contención exponencial que muy pocas veces se ve en una película. No se trata de economía de medios, ni de morosidad narrativa. Vermut es un narrador elocuente, torrencial, pero nos había acostumbrado al meandro, a la esquina inesperada, a dislocar el eje hasta sus últimas consecuencias. "Lo que no se puede mostrar no debe ser mostrado", infalible mantra del cine clásico, que no detiene la historia porque exista el infame deseo de "verlo todo". MANTÍCORA no es perfecta, no le hace falta, ni es el mejor trabajo de Vermut, aun siendo una película soberbia, apabullante. Estamos ante la reinvención de un creador genuino, de los llamados a ser importantes, a marcar un punto y aparte. Y lo curioso es que no puedo contar casi nada del film, es imposible, porque es lo requerido, no saber nada para poder observarlo todo, entender a medida que conocemos a Julián, y le acompañamos en su monótono discurrir, hasta esa implosión sorda, que veíamos de lejos, como un rumor antes de la tormenta. Esta contención, monacal, refrenada, de fluidos guardados al fondo del pozo más oscuro, es una experiencia insoportable, insisto, no porque nos muestre a un ser humano odioso, el peor monstruo imaginable, sino porque la mirada infalible de Vermut nos deja la posibilidad de que todos nos veamos reflejados de una u otra forma. En un inocente dibujo infantil tenemos la respuesta...
Devastadora. Una de esas películas que merecen varios visionados... pero es tan difícil llegar a terminarla una sola vez...
Saludos.

miércoles, 24 de abril de 2019

Deshabitaciones



Carlos Vermut es un raro maravilloso, un ilustre incomprendido, un outsider "de la familia", si me permiten la incongruencia. Su cine es lo más cercano que tenemos a día de hoy al cine de autor de altas miras, aunque e la Academia de cine no se enteren de lo renovador y urgente de su voz. QUIÉN TE CANTARÁ es, también, lo más cerca que nuestro cine va a estar de Cassavetes, Lynch y Bergman, los tres así, mezclados y sin depurar en un tremendo cóctel de psicología suicida, denuncia social y estética amorfológica. La historia, aunque muy bien escrita, me interesa menos que asistir hechizado a esos tres o cuatro momentos de inenarrable belleza a ras de suelo, donde lo cotidiano se alía con lo extraordinario, sin artificios, partiendo de una excusa ineludible, a partir de la que se establece la relación casi simbiótica entre una cantante famosa que lleva diez años sin cantar y la rendida admiradora que la clava cada noche en un karaoke. Ella, una contenida y fantasmal Najwa Nimri, ha sufrido un extraño (y nunca aclarado) accidente que la ha dejado amnésica justo antes de anunciar su regreso; y ella, una inmensa Eva Llorach (al menos algo de justicia en los premios, aunque no entiendo lo de revelación), es una madre maltratada por una hija nini (Natalia de Molina), que deviene prácticamente en terrorista emocional. Ambas pueden considerarse dos caras de la misma moneda, y Vermut no esconde en ningún momento su complementación, que termina por ser lo más luminoso y amable de un relato sordamente escabroso. Es aquí, en esta interactuación entre mujeres (el cuadrado lo completa la veterana Carme Elías), donde Vermut se encuentra a gusto, entre palabras lacerantes, miedos olvidados y lágrimas liberadoras. Efectivamente, es melodrama, y del bueno, pero también es un grito ahogado de rabia y una diva sintiéndose gilipollas mientras ensaya unos movimientos que ya no transmiten nada. La secuencia final debería figurar en alguna antología, aunque no me pregunten cuál...
Magistral.
Saludos.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Enlaces



De MAGICAL GIRL y los Goya sólo voy a decir dos cosas: que fue ninguneada y que José Sacristán se merecía ganar.
Vale. La Academia cubrió su cuota de "cine independiente" (como si aquí hubiera otro) y a Carlos Vermut se le escapó una señal de la cruz tan iconoclasta como lo es esta extraordinaria película, en absoluto perfecta, sino algo mucho mejor, que es una película inesperada. Y eso que muchos ya veníamos avisados desde DIAMOND FLASH, su deslumbrante debut. Y si aquello era un devoto homenaje al speak cinema en clave minimalista, la segunda prueba, la más difícil, la solventa el director madrileño por la vía del western fordiano. Esto es: yo no cuento nada, yo lo que hago es desarrollar a los personajes, hacerlos interactuar, que fluya la vida, que un piano cayendo de una terraza suene tan afinado como un baile de salón, o que sea usted, querido y admirado espectador, quien de verdad sonsaque la esencia de esta historia en la que todos pierden.
Hay salones en MAGICAL GIRL como hay habitaciones, los espacios únicos, con el impagable apoyo visual de Santiago Racaj, se desvelan como contenedores de pasiones, son sitios en los que los personajes deben pensar y tomar decisiones; cada decisión tendrá consecuencias inevitables, es un sino que se despliega con naturalidad ovillada, que demanda paciencia y dedicación, pero que ofrece su recompensa final con una gran generosidad. Nadie es el gran protagonista de este combate dialéctico, pero se me ocurre que tampoco hay secundarios, que el tríptico Luis-Bárbara-Damián obedece a una orden superior, con la mística ocultista, por ejemplo, con la que Vermut imbrica el motivo taurino, elevándolo al grado de secta diabólica. Ese interminable trasiego luz-oscuridad, cómo se ven atraídos los personajes tanto por un lado como por otro, conforma el tejido de un film fascinante, sí, e hipnótico, también, pero que me hace dudar como toda gran obra, y me hace temblar de emoción pensando en qué diablos puede llegar a hacer Carlos Vermut con ese talento que parece no tener límites... porque él no se los autoimpone innecesariamente.
Los últimos veinte minutos de Sacristán son para verlos una y otra vez y ponérselos a esa cosa llamada Dani Rovira...
Saludos.

martes, 19 de febrero de 2013

Lo imperdonable



Lo del cine español no tiene perdón e improbable solución, no hay más que ver una pantomima como la de ayer para darse cuenta de que el tema intelectual y el cinematográfico, en este país al menos, no es que vayan de la mano. Películas buenas las hay, pero no se ven; en cambio se le da cancha a una forma de entender el cine que no aporta nada al avance del séptimo arte, primando la taquilla cabezonamente y obviando las nuevas formas de distribución y visionado existentes, por lo que la escisión se concreta en los que se han quedado definitivamente atrás y los que observan descorazonados cómo ir por delante no les sirve para casi nada. El ejemplo de hoy es tremebundo, porque la mejor película producida y realizada en este país el curso pasado en realidad fue hecha un año antes. Carlos Vermut, tras un brillante periplo en el corto audaz y desparasitado, intentó estrenar su ópera prima en algún sitio, incluso en esas salas donde el 25% está ocupado por el mismo título, incluso en esas supuestas salas que toman "riesgos" al programar; por supuesto no tuvo éxito, así que se fue directamente al futuro y lo hizo presente. Estrenó su película en Internet ¿Y después de todas las gilipolleces que se han dicho desde la Academia sobre esto alguien creía que no la iban a ningunear? Lo de DIAMOND FLASH no es "lo imposible", es "lo imperdonable". No es lo imposible porque para poner en pie un intrincado juego de guion, de los más originales, divertidos y avanzados que se han visto desde hace muchos años no necesita gastar una fortuna en efectos digitales que, lejos de "recrear una cierta sensación de realidad" establecen un modelo de infrarrealidad que suaviza los contornos de todo aquello que no podríamos digerir de otra forma... ¿o sí? Lo que Carlos Vermut propone en DIAMOND FLASH es una vuelta de tuerca al género de superhéroes mezclado con la película coral; mezclado con la crítica social más desgarrada; mezclado con un más que lúcido mapa del estado de hartazgo de una facción de la sociedad que se niega a seguir tomando parte de un engaño tras otro; mezclado con un trabajo de actores que extrae de su propia imperfección el valor de mantener el plano más tiempo del debido; mezclado con una sanísima pedorreta al babeo "tarantiniano", yendo mucho más lejos de lo que el norteamericano ha sido capaz de ir en su supuesta irreverencia, a estas alturas completamente domesticada; y mezclado, por último, con aquello que otro dinosaurio apoltronado como Almodóvar pretendió hacer pasar por verdadero hace unos cuantos años, que hacer películas las hacen muchos, pero tener ideas originales no se negocia en un despacho... Ni se premia frente a tu supuesto enemigo...
No les desvelo casi nada de esta maravillosa película, prefiero que se sienten frente a su ordenador y disfruten de ella sin prejuicios. Una joya.
Saludos radiantes.


... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!