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sábado, 4 de febrero de 2023

Atrapados en Nicaragua


 

De no tener el prestigio y el bagaje que tiene Claire Denis, es innegable que STARS AT NOON podría ser tachada de relamida y pretenciosa, huera y banalista. El último film de la cineasta francesa fue reconocido en Cannes con el premio del jurado, que es directamente proporcional a decir que ha pasado desapercibida, aunque no es mucho decir para una directora acostumbrada a moverse por circuitos que nada tienen que ver con los comerciales. Personalmente, y para enjuiciar con algo de perspectiva, separaría el aspecto narrativo del sensorial, que acaba por tener mayor (y mejor) peso en una historia siempre en el alambre, que tiene algo que ver con el SALVADOR de Stone en sus peores momentos, y con la lírica soterrada de BAJO EL VOLCÁN, precisamente cuando Denis se desmarca de la novela de Denis Johnson y se adentra en la inexpugnable psique de su extraña protagonista, de quien nunca queda claro ni su identidad real ni el porqué de su confinamiento en el país centroamericano, por mucho que la Covid haga de coadyuvante, innecesario en todo caso. Insisto, no me parece una mala película, sólo una muy liviana y desconectada de un todo argumental que, en peores manos, atribuiríamos a un montaje de principiante, y francamente no creo que sea el caso.
Lo mejor, que a Margaret Qualley habrá que seguirle el paso, y no por ser hija de quien es.
Saludos.

jueves, 27 de enero de 2022

Lienzo pequeño, pinceles grandes


 
En clave de poema indescifrable, rugoso, extrañado, con tinta que no se seca nunca, Claire Denis filmó en 2001 una de las películas de terror más inclasificables que he visto jamás. TROUBLE EVERY DAY podría ser explicada como un vampirismo enfermizo, patológico; la sed de sangre como enfermedad, locura sin sentido ni cabida en lo cotidiano, o, yendo aún más allá, una pulsión secreta acerca de los deseos que obligamos a permanecer en la oscuridad. Como narración, el film es raquítico hasta lo primario; como experiencia sensorial, Denis demuestra que posee ese toque diferencial, de pintora de exquisita sensibilidad. El equilibrio es complicado de digerir, y no consigo, tras algunos visionados, entrar por completo en esta esquizoide fábula entre Cronenberg y Grandrieux; o me quedo corto, o se queda corta. Si por el contrario, usted es de los que disfruta entre visceras y cunilingus, al ritmo elegantísimo de los Tindersticks, estará en el sitio indicado.
Saludos.

miércoles, 22 de mayo de 2019

Un espacio demasiado triste



Podría despachar esta entrada con una frase nada más: "HIGH LIFE es una de esas películas que hay que ver más de una vez sí o sí, o no vas a enterarte de nada, sobre todo de su poderoso, hermosísimo y desesperanzador mensaje central, encriptado tras la fragilidad de unos cuerpos que van a la deriva por el espacio, sin que nadie espere su vuelta en absoluto".
Podría dejarlo ahí, pero yo mismo me perdería el placer de describir el torrente de sensaciones que Claire Denis es capaz de provocar con un puñado de imágenes que se quedan clavadas a tu retina instantáneamente, como si nunca hubieses visto nada igual. La verdad es que yo no había visto nada igual, tan sólo "pelis del espacio", con gente vestida de astronauta, pulsando botones y con un background ininteligible de fondo. Denis va más allá, propone una honda reflexión sobre la culpa y el castigo, sobre los intereses creados y los sentimientos puros, para finalmente llevarlo todo (literalmente) hasta el borde de un agujero negro, mucho más cerca del olvido que del renacimiento tantas veces promulgado. La violencia a bordo de la nave está plenamente justificada, nada de aliens ni infiltrados, tan sólo un puñado de personas desesperadas, que ya no saben ni quienes son ni cual es su propósito. Y en mitad de todos ellos, una paradoja genial: los personajes de Juliette Binoche y Robert Pattinson, ambos soberbios. Ella es mostrada casi como una siniestra bruja, pero es la encargada de lograr llevar vida humana hasta los confines del espacio; él es un delincuente desarraigado, pero termina demostrando ser el único ser humano a bordo racional y con la capacidad de amar intacta. Denis es capz de mostrarlo todo por primera vez, quizá por última, más allá de las convenciones del género, esperando que alguien se atreva a recoger el testigo...
Saludos.

sábado, 31 de mayo de 2014

Imagen que existe



El giro hacia la oscuridad experimentado por Claire Denis en su última obra podría ser argumentado como un pesimismo total, un cúmulo de historias ocultas sobre el que impera una idea fija y poderosa: la estremecedora impunidad con la que el dinero puede permitir acciones terribles y que a la directora le cuesta todo el metraje atreverse a enseñar con cierta claridad. Todo lo demás en LES SALAUDS tiene una pesadez y un disgusto que comienza en el extraordinario personaje creado por Vincent Lindon (quebrado precisamente por su falta de flexibilidad) y rematado con esas "afueras" tenebrosas, infiernos situados en lugares que nadie frecuenta, asfixias moratorias de una civilización enferma. Enfermos y civilizados, sería una buena definición para intentar dar cuenta de esta narración, pesada como el arrastrar de un tanque y merecedora de un segundo visionado para descubrir puntos de luz entre el torbellino de primeros planos saturados y frases elípticas que anticipan actos telúricos en la distancia. No sabe uno qué es más terrible, si la soledad en la que viven estas figuras apenas conectadas por hilos de conveniencia mutua; los abusos, ocultos por deudas incomprensibles; la avaricia, capaz de corroer cualquier afinidad; o quizá la incapacidad para comprender qué les pasa y por qué. Estos "canallas" (y todos lo son de uno u otro modo) se odian, se retan, se putean, se hacen daño incluso amándose; no pueden, en definitiva, coexistir, y ésa también es una imagen que existe.
Saludos.

jueves, 17 de mayo de 2012

Todos somos iguales



Cada buen artista lo es porque es capaz de encontrar su propio lenguaje y transmitirlo a un público (sin que deba importar la abundancia del mismo) que, al mismo tiempo, recibe una serie de impulsos capaces de remover pensamientos y sentimientos en su interior. Reciprocidad. En el caso de Claire Denis, estas consideraciones se disparan en todas direcciones y son, precisamente, las que terminan por conformar sus complejos (en apariencia sencillos) retratos de contemporaneidad. Me da la impresión de que la directora, entre otras, de CHOCOLAT, BEAU TRAVAIL y NÉNETTE ET BONI, no busca esos fogonazos tan caros al cine francés "de autor" (por favor, no me atribuyan la etiqueta), sino que tantea con humildad lo que cada espacio, cada personaje, cada situación puedan regalarle desde su naturaleza. Ya digo, no sé si considerar 35 RHUMS una especie de cima (en realidad no lo creo en absoluto), pero puede que sea la obra de Denis que mejor entronca con su propio tiempo y circunstancia. Y me explico. 35 RHUMS no es un film sobre problemática racial, pero sus personajes son conscientes de que los prejuicios raciales nunca desaparecen, sino que están al acecho; no es una película sobre la soledad, porque apenas hay planos de personajes solos, sino que la soledad misma parece mostrarse en los juegos de miradas, en las palabras nunca dichas y los deseos frustrados; no es una película sobre la libertad, más bien juega con cierto placer por el sometimiento cotidiano, por la servidumbre confundida con verdadero amor; y tampoco es una película sobre el amor (o la carencia del mismo), porque el amor, según Denis, es un sentimiento demasiado importante como para subrayarlo. Es esta falta de subrayados la que no permite que te quedes con un solo personaje, y sea la historia la verdadera protagonista. Lionel es muy callado, muy educado, y sobrepone una dignidad avasalladora a su economía de gestos; su hija, Josephine, parece poder explotar en cualquier momento, pero es consciente de cuánto le debe a su padre. Y en relación con estos dos personajes principales, Denis elabora un delicado trabajo de integración exterior con el resto de (co)protagonistas: la taxista secretamente enamorada, el misterioso vecino sin lazos con nadie, el desorientado recién jubilado... Un universo que cabe en apenas un bloque de pisos y un par de bares, y un día a día que pocas veces es expuesto con tanto peso en una película; porque podemos exclamar sin temor a equivocarnos: ¡Esos somos nosotros! ¡nosotros! Excelente film...
35 saludos.

martes, 20 de septiembre de 2011

Tiempo justo de cocción



Lo que a algunos les cuesta una enormidad, otros lo logran con una naturalidad que desarma. Lo que en un director como Malick es una pesada obra de ingeniería que, finalmente, sólo puede ser contemplada con cierta indiferencia, hay casos como el de la directora Claire Denis, que lleva casi 25 años ensamblando una filmografía tan fascinante como diversa. Y sin muchos comecocos visuales. No hay más que echarle un vistazo a dos obras de madurez tan redondas como 35 RHUMS y WHITE MATERIAL para convencernos de su poderoso discurso y, sí, de esa poesía de la que tanto se está abusando últimamente acerca de "ese" film que todos tenéis en mente ¿Que hablamos de una búsqueda de lo absoluto, de una reflexión sobre la vida, la muerte y el tiempo y el espacio y todo lo demás? Entonces es mejor que echen un vistazo a NÉNETTE ET BONI, que cumple por estos días nada menos que quince años, los mismos que su protagonista, una adolescente que se ha quedado embarazada y no sabe qué hacer. El film de Denis es sencillo de contar pero tremendamente complejo de entender; sus matices, sus constantes cambios de rumbo hacen que nos preguntemos constantemente si se trata de un drama social, de un grito generacional o de un intrincado poema visual. Nénette está perdida, pero no menos que su hermano, Boni, que vende pizzas en una caravana, comparte un destartalado piso y emplea casi todo su tiempo libre en fantasear sobre la enigmática panadera de su barrio. Ojo, esto no es AMELIE, y tampoco tiene nada que ver con el cine social de Ken Loach, ni siquiera con Guédiguian; hay una intención en cada plano, una mirada que se adivina insobornable y unos personajes con entidad propia. Denis parece querer retratar por un lado la sucia realidad de Nénette, que no desea tener al niño, y Boni, que comienza siendo un fanfarrón y terminará como imposible figura paterna; por el otro, la panadera, que parece vivir en un estado perpetuo de felicidad sensual junto a su pareja, un americano que disfruta amasando... Ellos son Valeria Bruni-Tedeschi y Vincent Gallo, que otorgan el punto onírico a una historia que sostienen con sus espléndidas interpretaciones la joven Alice Houri, pero sobre todo la rotunda presencia de Grégoire Colin, habitual del cine de Denis y que contiene en una silenciosa mirada toda la furia y todo el desamparo de este cuento con poca felicidad y mucha filosofía generacional. Si a esto le sumamos una maravillosa banda sonora compuesta por Tindersticks, el resultado es una película imprescindible que, como casi toda la obra de su autora, ha permanecido inédita en este país. Es hora de cambiar eso.
Saludos fraternales.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!