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domingo, 17 de mayo de 2020
Rincón del freak #406: Bollyspotting
Al cine indio hay que ir o con un manual de instrucciones, o con muy pocos prejuicios; de allí se sale sin haber entendido una palabra, o bien con la sensación de haber visto un entretenimiento sin una sola pretensión. Yo, sintiéndolo mucho, no suelo identificarme demasiado con este tipo de producciones, aunque de vez en cuando hay alguna película que merece algo la pena. Aunque sólo sea por la curiosidad, un film como GANDU se ve con esa mezcla de estupor y asombro, pues no se trata del típico melodrama con bailes y piruetas imposibles, sino que parece mirar hacia un cine jovial y contestatario, muy en la línea de aquella conmoción ideada por Danny Boyle. Es la historia de un tipo bastante inútil, que vive con su madre, que se acuesta regularmente con un tipo al que él le sisa algo de efectivo cuando están en el punto álgido; aparte de eso, se dedica a rapear (ojo, que la banda sonora corre a cargo de Asian Dub Foundation), fumar heroína y haraganear con un bicicletero fanático de Bruce Lee. Y no, no es para nada original, pero sí sorprendente, más que nada por la tremenda diferencia y naturalidad a la hora de tratar ciertos temas, como el sexo, incluyendo escenas explícitas sin exaltarlas tanto como aquí en Europa. Podría pasar por un Renton hindú, pero no es más que una excentricidad más, de las muchas que uno se topa cuando navega por esas aguas procelosas...
Saludos.
viernes, 11 de septiembre de 2009
Delirios de un artesano

Sin embargo, hay que verla; sí, uno la ve y se da cuenta de que "Un momento, aquí hay algo" ya desde la escena inicial, donde se aprecia el fetichismo profesado por este señor hacia los caballos. Ponernos a describir todas y cada una de las apabullantes escenas, con su deslumbrante puesta en escena, sabiendo que el uso del digitalismo es casi insignificante, ocuparía varios días de blog, y eso es algo que no concuerda con el espíritu de éste. Así que en ese apartado sólo diré (y creo que no es poco) que probablemente estemos ante la película de mayor belleza visual casi casi de la historia... casi casi, porque me pillaría los dedos. Ahora bien, existe un nudo argumental que la dota de un interés más allá de la inventiva visual y que trasciende el simple cuento de fantasía, algo que no ocurría en el film de Rob Reiner. Y es que los momentos más interesantes de THE FALL ocurren en las distancias cortas, cuando Tarsem debe demostrar que es un buen director de actores y nos regala algunos minutos (pocos) verdaderamente enternecedores entre la adorable niña y el especialista lisiado, que le pide morfina a cambio de continuar la narración del cuento. Porque, a lo mejor, THE FALL podría haberse desarrollado sin secuencias espectaculares, apoyada sólo en ese agridulce, tragicómico tira y afloja entre los antes mencionados; porque éste es un cuento, sí, pero un cuento que nunca renuncia a la dura e injusta realidad, una realidad con la que la niña se da de bruces y de la que intenta escapar por medio de las narraciones. Es en ese inteligente juego de correspondencias donde el cine entra a raudales y gana por goleada al videoclip, que está muy bien pero que en un largometraje necesita tener un sentido intrínseco para no acabar sonrojando. De todas maneras, se trata de un estimulante paso para un director con un sello muy personal y que puede dar más de una sorpresa de aquí en adelante.
Saludos de vivos colores.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!